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le luego con mas furor ("). El rey Francisco de Francia se jactaba de haber estado veinte y siete horas á caballo, sin comer ni beber, y sin aliviarse la cabeza del peso del almete. Es cierto que aquel dia se señaló el jóven monarca francés como hombre de grande ánimo y valor, y á él solo se atribuyó la gloria del vencimiento. Los suizos, despues de haber hecho esfuerzos prodigiosos, se retiraron vencidos á Milan; mas no atreviéndose á permanecer alli, salieron con pretesto de no dárseles la paga que querian, dejando abandonado al duque. Los franceses entonces se apoderaron de Milan, rindiendo el castillo, minándole y combatiéndole el español Pedro Navarro, y hecho el duque prisionero fué enviado á Francia.

Llegado que hubo á noticia del papa tan señalada victoria de los franceses, teniendo en cuenta la dolencia que aquejaba el Rey Católico y lo poco que podia ya vivir, calculó que le era mas ventajosa para el engrandecimiento de la casa de los Médicis la amistad con Francia que con España, y trató de concertarse con el monarca francés. Acordaron, pues, verse en Bolonia, y de aquellas vistas resultó una confederacion entre el papa Leon X., el rey Francisco I. de Francia y la república de Venecia, que fué el principio de las nuevas guerras que quedaban preparadas para despues de la muerte del Rey Católico entre su sucesor Cárlos de Austria y Francisco de Francia, que tantas

(1) Se dió á esta batalla el nombre de Combate de los Gigantes.

páginas ocuparon luego en las historias de Europa (*).

Pero el Rey Católico, cuyo vigoroso espíritu no desfallecia con los padecimientos y la flaqueza del cuerpo, todavía encontró medio de compensar en parte las contrariedades de Itália y la defeccion del pontífice, negociando nueva alianza con su yerno Enrique VIII. de Inglaterra, al parecer con mas solidéz que las anteriores, segun declaracion que ante todo el consejo de Inglaterra hizo el cardenal arzobispo de York, el gran privado de Enrique VIII. Este tratado de paz y estrecha amistad entre las dos naciones se firmó en Londres en octubre, y se publicó en Castilla á mediados de diciembre (1545).

El rey con deseo de alargar cuanto pudiese los dias que le restaban de vida, habia salido de Madrid dirigiéndose por Plasencia à Sevilla y Granada, esperando hallar algun alivio en los paises meridionales,

(4) Zurita, Rey don Hernando, lib. X. c. 9.

Notamos, en verdad con no poca estrañeza, que el ilustrado William Prescott, que de propósito escribió la historia del reinado de los Reyes Católicos, cuya buena ordenacion nos hemos complacido en reconocer, cuyo buen juicio y criterio hemos adoptado en varios puntos, incurre en omisiones sustanciales, muy especial mente desde la muerte de la reina Isabel. Nada dice de los últimos sucesos y de los últimos actos del reinado de don Fernando, asi fuera como dentro del reino, siendo como fueron de tanta im

portancia y trascendencia, y desde la muerte del Gran Capitan pasa á referir las circunstancias de la del Rey Católico, sin hacer una sola indicacion de las grandes novedades políticas que en este tiempo ocurrieron en Europa, que tanto afectaban á España y á la seguridad de sus posesiones de Italia, y en que tuvo Fernando tanta parte. Nosotros hemos creido que no podia dejarse de hacer siquiera algunas indicaciones en una Historia general, y no sabemos á qué atribuir tal omision en tan entendido escritor, tratándose de la historia particular de un reinado.

pero pareciendo que mas iba buscando el lugar de su sepultura. Detúvose unos dias en la Abadía, pequeño lugar del duque de Alba, sitio apacible y delicioso y apropósito para la caza, para la cual contaba con mas aficion que aptitud física, y alli firmó y juró el tratado de alianza que sus embajadores acababan de hacer con Inglaterra. En aquella ocasion y por la fiesta de Navidad (1516) vino á buscarle el dean de Lovaina, Adriano de Utrecht, ayo y maestro del archiduque Cárlos su nieto, con poderes del príncipe espedidos en Bruselas, para tratar por última vez acerca del gobierno de Castilla y de la sucesion de estos reinos. Concertóse, pues, lo mismo poco mas o menos que ya antes estaba capitulado, á saber; que el rey gobernaría los reinos de Castilla y de Leon todo el tiempo que viviese, aunque falleciera en tanto su hija doña Juana, y despues de su muerte comenzaría á gobernar su nieto el príncipe Cárlos: que entretanto se le darian al príncipe cincuenta mil ducados cada año en Amberes, y cuando viniese á España se le asignarian las rentas y derechos de príncipe de Asturias: que para el mes de mayo próximo por lo menos seria enviado á Flandes el infante don Fernando, y con la misma flota vendria Cárlos á España sin gente de guerra: que el rey procuraria con el papa la incorporacion perpétua de los maestrazgos á la corona, y que el príncipe se obligaria á señalar al infante su hermano una renta igual al menor de los maestrazgos: que á éste se le daria el

gobierno de los estados de Flandes bajo la direccion de la princesa Margarita y de su consejo: que el rey nombraria las personas para los principales cargos y oficios del servicio del archiduque Cárlos su nieto, las cuales tomarian posesion despues que el príncipe estuviese en España: que el rey tomaba de su cuenta convocar las cortes del reino para que declarasen que muerta la reina doña Juana se reconocería por rey al príncipe Cárlos de Austria su hijo; y que esto lo habian de jurar en Flandes el príncipe, la princesa Margarita y todos los del consejo ante el embajador de España Juan de Lanuza, asi como el rey haria el propio juramento á presencia de los grandes y de los embajadores del príncipe, y haria que lo juráran el cardenal, el obispo de Burgos, el duque de Alba y el condestable de Castilla (1).

Es admirable la entereza de ánimo y el vigor de espíritu que conservó este monarca hasta que materialmente le faltó el aliento. Sin esperanza ya de vida se hallaba cuando llegó á Madrigalejo, pequeño lugar de Estremadura en la provincia de Cáceres, y todavía pensaba en hacer que Inglaterra rompiese la guerra con Francia, y aun entendia en las cosas de gobierno, y aun se acordaba de la caza de cetrería, que era su favorito pasatiempo. Y como el dean de Lovaina,

(4) Carvajal, Anales, Año 1316. -Mártir, epist. 560 á 64.-Zuri ta, Rey don Hernando, lib. X. capítulo 98.- El primero de estos

escritores acompañaba al rey en aquella ocasion, y era de su consejo y de la cámara.

sabiendo que estaba á la muerte, se fuese desde Guadalupe á Madrigalejo, el rey, noticioso de su visita,

ha venido á verme morir,» dijo, y le mandó que se volviese á Guadalupe, donde él pensaba ir pronto á celebrar capítulo de la Orden de Calatrava. Cuando se convenció de que se acercaba su última hora, recibió muy devotamente los sacramentos como católico príncipe, y á muy poco llegó la reina, que habia estado en Lérida cebrando córtes de catalanes, pero no la permitieron hablar particularmente con su marido hasta que éste tuvo otorgado su testamento. Fernando llamó poco antes de morir á los de su consejo para consultarles en el asunto de la gobernacion de los reinos de Castilla y Aragon; deseaba el rey, y asi se lo manifestó reservadamente á sus consejeros, que la obtuviese en ausencia del príncipe Cárlos su hermano Fernando, el nieto predilecto suyo, nacido y criado en Castilla con él (); pero expusiéronle aqueIlos los peligros que este nombramiento traeria, asi por la corta edad del infante, como por los celos que se suscitarian entre los dos hermanos, y los bandos, discordias y ambiciones que podrian moverse entre los nobles y caballeros castellanos, como en otros tiempos no muy remotos habia acontecido: y como les preguntase á quien habia de nombrar, contestáronle que á Cisneros, arzobispo de Toledo. Era esto muy

(1) Asi lo tenia dispuesto en ta, Rey don Hernando, lib. X. caotro testamento que habia otor- pítulo 99.

gado en Burgos en 1512.-Zuri

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