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parecia dejar el de España espuesto á las iras de un príncipe tan belicoso y astuto como Luis XII., y á la venganza del papa Alejandro, irritado contra el de Nápoles por negarse éste á dar su hija en matrimonio al cardenal César Borgia, hijo del papa, que con acuerdo de su padre queria trocar la mitra y el capelo por el lecho conyugal, con no poco escándalo del mundo cristiano. Don Fadrique de Nápoles se habia obligado á satisfacer á los reyes de España los gastos ocasionados en la guerra, para cuya seguridad les hipotecó seis plazas en la Calabria, de que se posesionó y en que dejó guarnicion de españoles Gonzalo de Córdoba.

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Tal fué el término que tuvo por parte de Francia de España la primera guerra de Nápoles, en que Fernando el Católico se acreditó ante toda la Europa y ganó grande reputacion de político, cauto, y hasta artificioso, de inteligente y activo, de diplomático astuto y sutil; en que dejó envolverse al rey de Francia para perderle; en que hizo el 'papel de deudo agraviado y de defensor de la Iglesia, y en que supo dejar bien preparado el campo de Italia para sus designios ulteriores.

Gonzalo de Córdoba, concluida por entonces su mision de Italia, despues de haber sido guerrero victorioso en Calabria, prudente pacificador en Sicilia, y consejero discreto de don Fadrique en Nápoles, regresó á su patria con la mayor parte de las tropas

que le habian asistido en la campaña, y fué recibido con aplauso y entusiasmo general en Castilla. La reina Isabel se felicitaba con orgullo de haber escogido y enviado á la empresa de Nápoles á quien volvia con el glorioso y merecido título de Gran Capitan, y Fernando no tenia reparo en decir, que las victorias de Calabria y la reduccion de Nápoles hacian tanto ó mas honor á su corona que la conquista de Granada (1).

(1) El señor William Prescott, en su historia del reinado de los Reyes Católicos, hablando de estas primeras guerras de Italia, dice: Hasta entonces habian estado los españoles encerrados en los estrechos límites de la Península, sin pensar ni tomar mucho interés en los sucesos del resto de Europa. Until that time, they had been cooped up within the narrow limits of the Peninsula, uninstructed and taking tittle interest in the concerns of the rest of Europe. Part. segond, chapt. 1.

No es la primera vez que el ilustrado historiador anglo-americano se ha espresado en el propio sentido, y parece haber formado cierto empeño en pintar á la España anterior á la época de los Reyes Católicos como encerrada dentro de sí misma y completamente estraña á los sucesos y cuestiones de Europa. Error grave que no podemos menos de rectificar.

Parece haber olvidado el señor Prescott, (y no queremos, aunque pudiéramos bien, remontarnos a tiempos mas remotos) el enlace de la casa de Aragon cou la de Sicilia en tiempo de don Jaime el Conquistador (siglo XIII.): su espedicion á la Tierra Santa, su asistencia al Concilio general de Lyon, y sus desabrimientos con el papa:

Las negociaciones de Alfonso el Sabio de Castilla (siglo XIII.) en reclamacion de sus derechos á la corona imperial de Alemania, sus viages y entrevista con el pontifice, y la parte que en esta cuestion tomaron en pró ó en contra del rey de Castilla casi todos los soberanos y príncipes de Europa:

Las espediciones de Pedro ill. de Aragon (siglo XIII.) á Sicilia, á Nápoles y á Francia, sus guerras con los príncipes de la casa de Anjou y con el monarca francés Felipe el Atrevido, los combates navales entre napolitanos y franceses contra catalanes y sicilianos, las campañas y triunfos del aragonés en Sicilia, en Calabria y en Rosellon, y sus ruidosas desavenencias con la Santa Sede:

Las relaciones diplomáticas de Alfonso III. de Aragon (siglo XIII.) con los soberanos de Roma, Sicilia, Francia é Inglaterra, los congresos politicos promovidos por él en Oloron y Canfranc, y las capitulaciones de la paz general de Tarascon:

Los tratos y relaciones esteriores de Jaime II. (siglo XIV.), la guerra de Calabria, los triunfos de aragoneses y sicilianos sobre los franceses, el tratado de Anagni, las batailas de Siracusa, Falconara y Cabo Orlando, y la espe

dicion de catalanes y aragoneses contra turcos y griegos:

La guerra marítima y los combates navales entre catalanes y genoveses en tiempo de Alfonso IV. (siglo XIV.), la revolucion de Cerdeña, la intervencion del papa y de casi todas las potencias y potentados italianos:

Las alianzas, paces, rompimientos y tratados de Pedro IV. (siglo XIV.) con diversos soberanos y príncipes de Europa, la célebre batalla naval entre catalanes, genoveses, venecianos y griegos en las aguas de Constantinopla, la oposicion del pontifice, la insisteucia del aragonés, y el contínuo envio de armadas á Cerdeña y á Sicilia:

El triunfo de una flota castellana en tiempo de Enrique II. (siglo XIV.) en la costa de Francia, y la prision del almirante inglés:

La parte que tomaron y la influencia grande que ejercieron los reyes y los prelados de Castilla y Aragon en el asunto del cisma de la Iglesia (siglo XIV. y XV.) en las cortes de Europa, en Roma, en los concilios de Pisa, de Perpiñan, de Constanza, de Basilea y de Ferrara, sus tratados con el papa, con el rey de Francia, con el emperador y rey de romanos, y su influjo en el restablecimiento de la unidad de la iglesia:

Las recíprocas embajadas del Gran Tamorlan y Enrique III. de Castilla (siglo XV.) y la conquista de Canarias:

La de Nápoles por Alfonso V. de Aragon (siglo XV.), sus guerras en Italia y en Francia, relaciones y tratados con los pontifices, con la reina de Nápoles, con los duques de Anjou, con los de Milan, con las repúblicas de Génova, Florencia y Venecia, la paz universal de Italia y la confederacion general de los príncipes cristianos contra el turco, promovida por el español:

Las relaciones, tratos y guerras de Juan II. con Luis XI. de Fraucia (siglo XV:) y con los duques de Anjou, sus confederaciones con los reyes de inglaterra y de Nápoles, con los duques de Saboya y de Milan, la recuperacion del Rosellon, etc., etc.

Creemos que bastan estos ligeros recuerdos (que podriamos prolongar cuanto quisiéramos) de sucesos que quedan esplanados en nuestra historia, para demostrar cuán inexacto es que los españoles hubiesen estado hasta fines del siglo XV. encerrados en los estrechos límites de la Península, siu pensar ni tomar parte en los sucesos del resto de Europa, como afirma el historiador de los Reyes Católicos, William Prescott.

CAPITULO XII.

LOS HIJOS DE FERNANDO E ISABEL.

De 1490 a 1500.

Nacimiento de cada uno.-Política de los reyes en los enlaces que procuraban á sus hijos.-Primer matrimonio y temprana viudez de la princesa Isabel.-Carácter de esta princesa.-Conciertos de enlaces; del príncipe don Juan con Margarita de Austria; de doña Juana con el archiduque Felipe; de doña Catalina con el príncipe de Gales.-Ida de doña Juana á Flandes: bodas.-Venida de Margarita á España.-Solemnidad de las bodas del príncipe don Juan: gran regocijo en España: suntuoso regalo de la reina.-Segundas nupcias de la princesa Isabel con el rey don Manuel de Portugal.Muerte desgraciada del príncipe de Asturias.-Afliccion de los reyes: sentimiento general: luto en toda España.-Reconocimiento de la reina Isabel de Portugal como heredera de la corona de Castilla.Dificultades para reconocerla como sucesora en el reino de Aragon. -Córtes de Zaragoza: cuestion sobre la sucesion de las hembras.— Muerte de doña Isabel de Portugal y de Castilla y nacimiento del príncipe don Miguel.-Es jurado heredero de Aragon, de Castilla, de Portugal.-Muerte prematura del príncipe.-Recae la sucesion en doña Juana.-Segundas nupcias del rey don Manuel de Portugal con la infanta doña María.

La suerte y porvenir de un estado depende muchas veces, ó en todo ó en parte, de los enlaces de los príncipes de la familia reinante. Esta máxima, demasiado conocida para que pudiera ocultarse al

talento y penetracion de unos monarcas tan ilustrados como los Reyes Católicos, no podia menos de ser uno de los resortes de su política, y por lo mismo cuidaban con la mayor solicitud de procurar á sus bijos las colocaciones mas decorosas y dignas, y que creian mas convenientes y útiles al bien del pais en que habian nacido, y que alguno de ellos deberia estar destinado á regir algun dia. Si la Providencia favoreció ó no en este punto las nobles miras de aquellos grandes monarcas, y si se cumplieron ó defraudaron las esperanzas que la nacion tuvo motivos para concebir, nos lo irá diciendo la historia.

Diferentes veces se nos ha ofrecido ya hablar de algunos de los hijos de Fernando é Isabel, y hemos demostrado con cuánto esmero, con cuánta prudencia y discrecion, con cuán solícito celo cuidaron, señaladamente la reina Isabel, de su educacion pública y privada, religiosa, moral, literaria y política. Los reyes gozaban el dulce placer de ver el fruto de sus paternales desvelos, puesto que asi el príncipe don Juan como las princesas sus hermanas daban las mas lisonjeras muestras de corresponder como buenos y dóciles hijos á la educacion que recibian, y de participar del talento, de las virtudes y de las eminentes cualidades de sus ilustres padres, si bien no era fácil que igualáran las privilegiadas dotes de entendimiento y de corazon de la magnánima y virtuosa reina de Castilla.

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