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trató de inquietarle algun tanto, haciendo que el brigadier Barrutell pasando por Sierra Nevada le acometiese en los Dientes de la Vieja; lo cual se ejecutó causando al enemigo mucho azoramiento y alguna pérdida.

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nada el ejército de Ballesteros.

Libre Granada pisó su suelo el 17 de setiembre el ejército del general Ballesteros, siendo el primero que penetró alli el príncipe de Anglona, acogido con no menores obsequios, alegría y festejos que los demas caudillos en las otras ciudades.

Respiraron asi desahogadamente las Andalucías; y

Administracion

será bien que ahora, antes de apartar la vista de pais francesa en las tan deleitoso y bello, examinemos aunque rápidamente

oy

Andalucias.

la administracion francesa que rigió en ellas durante la ocupacion, y refiramos algunos de los males y pérdidas que alli se padecieron. Apareció en general desastrada y ruinosa dicha administracion. Eran las contribuciones extraordinarias, como casi en todos los paises en que los enemigos dominaban, de dos especies; una que se pagaba en frutos aplicada á la manutencion de las tropas y á los hospitales, otra en dinero, y conocida bajo el nombre de contribucion de guerra. Fija esta, variaba la primera segun el número de tropas estantes ó transeuntes, y segun la probidad de los gefes ó su venal conducta. Adolecian especialmente de este achaque algunos comisarios de guerra, quienes con frecuencia recibian de los ayuntamientos gratificaciones pecuniarias para que no hiciesen pedidos exorbitantes de raciones, ó para que las distribuyesen. equitativamente conforme á lo que prevenian los reglamentos militares.

Con dificultad se podrá computar lo que pagaron los pueblos de la Andalucía á los franceses durante los dos y mas años de su ocupacion. No obstante si nos atenemos á una liquidacion ejecutada por el comisario regio de José, conde de Montarco, la cual no debiera ser exagerada atendiendo á la situacion y destino del que la formó, aquellos pueblos entregaron á la administracion militar francesa 600,000,000 de reales. Suma enorme respecto de lo que antes pagaban; siendo de advertir no se incluyen en ella otras derramas impuestas al antojo de gefes y oficiales sin gran cuenta ni razon, como tampoco auxilios en metálico que venian de Francia destinados á su ejército.

Para dar una idea mas cabal é individualizada de lo que estas provincias debieron satisfacer, y para inferir de ahí lo gravadas que fueron las demas de España, segun la duracion mayor o menor de su ocupacion, manifestaremos en este lugar lo que pagó la provincia de Jaen, de la que hemos podido haber á las manos datos mas puntuales y circunstanciados. Echósele á esta provincia por contribucion de guerra la suma de 800,000 reales mensuales, ό sean 21,600,000 reales al año. Y pagó por este solo impuesto y por

el de subsistencias, desde febrero de 1810 hasta diciembre de 1811, 60,000,000 de reales : cantidad que resulta de las oficinas de cuenta y razon, y á la cual, si fuese dable, deberia añadirse la de las exacciones de los comandantes de la provincia y de su partido, y de los comisarios de guerra y otros gefes para su gasto personal; de las que no daban recibos, considerándolas como cargas locales. Lo molesto y ruinoso de semejantes disposiciones aparece claramente comparando estos gravámenes con los que antes de la guerra actual pesaban sobre la misma provincia, y se reducian á unos 8,000,000 de reales en cada un año; á saber, mitad por rentas provinciales, y mitad por ramos estancados. Ași una comarca meramente agrícola, y cuya poblacion no es excesiva, aprontó en menos de dos años lo que antes pagaba casi en ocho.

Las cargas llegaron á ser mas sensibles en 1811. Hasta entonces los ayuntamientos buscaban recursos para los suministros en los granos del diezmo, exigiéndolos de los cabildos eclesiásticos, ya como contribuyentes en los repartimientos comunes, ya por via de anticipacion con calidad de reintegro. Pero en aquel año dispuso el mariscal Soult que los granos procedentes del diezmo se depositasen en almacenes de reserva para el mantenimiento del ejército, órden que se miró como inhumana y algo parecida á (* Ap. n. 6) los* edictos sobre granos del pretor romano de Sicilia; principalmente entonces cuando el hambre producia los mayores estragos, y cuando el precio del trigo se habia encarecido á punto de valer á mas de 400 reales la fanega.

Consecuencia necesaria tamaña escasez del agolpamiento de muchas causas. Habia sido la cosecha casi ninguna; y despues del guerrear y de los muchos recargos, teniendo por costumbre el ejército enemigo embargar para acarreos y trasportes las caballerías de cualquiera clase que fuesen, y robar sus soldados en las marchas las que por ventura quedaban libres, vínose al caso de que desapareciese casi completamente el tráfico interior, y de que las Andalucías, en el desconcierto de su administracion, ofreciesen una imágen mas espantosa que la de otras provincias del reino. A tanta ruina y aniquilamiento juntose el desconObjetos de suelo de ver despojados los conventos y los templos de las galas y arreo que les daban las producciones del arte debidas al diestro y delicado pincel de los Murillos y Zurbaranes. Sevilla, principal depósito de tan inestimables tesoros, sintió mas particularmente la solícita diligencia de la codiciosa mano del conquistador, habiéndose reunido en el alcázar una comision imperial con el objeto de recoger para el museo de Paris los mejores cuadros que se hallasen en las iglesias y conventos suprimidos. Cúpoles esta suerte á ocho lienzos históricos que habia pintado Murillo para el hospital de la Caridad, alusivos á las obras de misericordia que en aquel establecimiento se prac

bellas artes llevados de las mismas provincias.

tican. Aconteció lo mismo al Santo Tomas de Zurbarán, colocado en el colegio de religiosos dominicos, y al San Bruno del mismo autor, que pertenecia á la cartuja de las Cuevas de Triana, con otros muchos y sobreexcelentes, cuya enumeracion no toca á este lugar.

Al ver la abundancia de cuadros acopiados, y la riqueza que resultaba de la escudriñadora tarea de la comision, despertóse en el mariscal Soult el deseo vehemente de adquirir algunos de los mas afamados. Sobresalian entre ellos dos de Bartolomé Murillo; á saber, el llamado de la Virgen del reposo, y el que representaba el nacimiento de la misma divina Señora. Hallábase el último en el testero á espaldas del altar mayor de la catedral, á donde le habian trasladado á principios del corriente siglo por insinuacion de Don Juan Cean, sacándole de un sitio en que carecia de buena luz. Gozando ahora de ella creció la celebridad del cuadro, y aun la devocion de los fieles, excitada en gran manera por el interes mismo del argumento, y por el gusto y primores que brillan en la ejecucion; los cuales acreditan * (segun la expresion de Palomino) « la eminencia del pincel de tan superior < artífice. >

(* Ap. n. 7.)

Han creido algunos que el cabildo de Sevilla hiciera un presente con aquel cuadro al mariscal Soult; mas se han equivocado, á no ser que diesen ese nombre á un don forzoso. Habian los capitulares ocultado dicho cuadro recelosos de que se lo arrebatasen; precaucion que fué en su daño, porque sabedor el mariscal francés de lo sucedido, mandó reponerle en su sitio, y en seguida dió á entender sin disfraz, por medio de su mayordomo, al tesorero de la iglesia Don Juan de Pradas, que le queria para sí, con otros que especificó, y que si se los negaban mandaria á buscarlos. Conferenció el cabildo, y resolvió dar de grado lo que de otro modo hubiera tenido que entregar por fuerza.

Los cuadros que se llevó el mariscal Soult no han vuelto á España, ni es probable vuelvan nunca. Se recobraron en 1815 del museo de Paris varios de los que pertenecian á establecimientos públicos, entre los cuales se contaron los de la Caridad, restituidos á aquella casa, excepto el de Santa Isabel, que se ha conservado en la academia de San Fernando de Madrid. Con eso los moradores de Sevilla han podido ufanos continuar mostrando obras maestras de sus pintores, y no limitarse á enseñar tan solo, cual en otro tiempo los sicilianos, los lugares que aquellas ocupaban antes de la irrupcion francesa.

da Soult.

Yendo, pues, de marcha á Murcia y Valencia el Siguo su retiramariscal Soult, y unidas con él las tropas del general Drouet, aproximándose al mismo punto las mandadas por José en persona, y tratando unos y otros de incorporarse al ejército de la corona de Aragon que regia el mariscal Suchet; nos parece,

antes de pasar adelante, ocasion oportuna esta de referir lo que ocurrió durante estos meses en aquellas provincias.

Acontecimientos

Inquietaba especialmente á Suchet el arribo que se en Valencia. anunciaba, y ya indicamos, de una escuadra anglosiciliana procedente de Palermo. En julio creyó el mariscal ser buques de ella unos que por el 20 del propio mes se presentaron á la vista de Denia y Cullera, entre la Albufera y la desembocadura del Júcar, pues bastóle el aviso para abandonar los confines de Valencia y Cuenca aunque invadidos por Villacampa y Bassecourt, y reconcentrar sus fuerzas hácia la costa. Sin embargo el amago no provenia aun de la expedicion que se temia, sino de un plan de ataque que trataban de ejecutar los españoles. Habíale concebido Don José Odonell, general como antes del segundo y tercero ejército; y para llevarle á efecto habia juzgado conveniente amenazar la costa con un gran número de bajeles españoles é ingleses, con cuya aparicion, si bien no iban á bordo mas tropas que el regimiento de Mallorca, se distrajese la atencion del enemigo, y fuese mas fácil acometer por tierra al general Harispe, que gobernaba la vanguardia francesa colocada en primera línea, via de Alicante.

Accion de Cas- Era en los mismos dias de julio cuando intentaba el

talla. general español atacar á los enemigos. En cuatro trozos distribuyó su gente, cuyo número ascendia á 12,000 hombres. El ala derecha, que se componia de uno de los dichos trozos, bajo el mando de Don Felipe Roche, se alojaba entre Ibi y Jijona. Otro, formando el centro, acampaba á media legua de Castalla, y le regia el brigadier Don Luis Michelena. Servia de reserva el tercero á las órdenes del conde del Montijo, á una legua á retaguardia en la venta de Tibi. El cuarto y último trozo, que era el ala izquierda, constaba de infantería y caballería : dependia aquella del coronel Don Fernando Miyares, y esta del coronel Santistévan, situándose los peones en Petrel, y los ginetes en Villena parece ser que los postreros tuvieron órden de ponerse entre Sax y Biar, y no donde lo verificaron, para caer sobre Ibi si los enemigos abandonaban el pueblo. Don Luis Bassecourt, por su lado, vino con la tercera division del segundo ejército sobre la retaguardia de los franceses.

Habiendo agolpado Suchet mucha de su gente hácia la costa para observar la escuadra que se divisaba, no quedaban por los puntos que los nuestros se disponian á atacar sino fuerzas poco considerables en Alcoy una reserva á cuya cabeza permanecia el general Harispe; en Ibi una brigada de este á las inmediatas órdenes del coronel Mesclop, estando avanzado hácia Castalla con el séptimo regimiento de línea el general Delort : acantonábase el veinticuatro de dragones en Onil y Biar.

Rompieron los nuestros la acometida en la mañana del 21. Re

pelido Mesclop por las tropas de Roche trató de buscar amparo al lado de Delort, dejando en el fuerte de Ibi dos cañones y algunas compañías. Mas acometido tambien el mismo Delort por nuestra izquierda y centro, se vió obligado á desamparar á Castalla, cuyo pueblo atravesó Michelena, situándose el francés en un parage mas próximo á Ibi, y dándose asi la mano con Mesclop aguardó de firme á que se juntasen los dragones. Verificado lo cual y advirtiendo que los españoles se mostraban confiados por el éxito de su primer avance, tomó la ofensiva, y dispuso que saliendo sus ginetes de los olivares acometiesen á nuestros batallones no apoyados por la caballería, con lo que consiguió desbaratarlos y aun acuchillar algunas tropas del centro. En balde intentó la reserva protegerlos: el enemigo se apoderó de una batería compuesta de solo dos cañones por no haber llegado los demas á tiempo, y cogió prisionero á un batallon de walones abandonado por otro de Badajoz : retiróse en buena ordenanza el de Cuenca, que dió lugar á que se le reuniesen dos escuadrones del segundo regimiento provisional de línea, únicos que presenciaron la accion, si bien fueron tambien deshechos.

Desembarazados los enemigos por el lado de Castalla tornó Mesclop á Ibi, y arremetió á los nuestros del mando de Roche. Recibieron los españoles con serenidad la acometida, y aun permanecieron inmobles, hasta que acudiendo de Alcoy el general Harispe con un regimiento de refresco, se fueron retirando con bastante órden por el pais quebrado y de sierra que conduce á Alicante, en donde entraron sin particular contratiempo. Perdieron los españoles en tan desastrosa jornada 2,796 prisioneros, mas de 800 entre muertos y heridos, 2 cañones, 3 banderas, fusiles y bastantes. municiones.

Mengua y baldon cayó sobre Don José Odonell, ya por haberse acelerado á atacar estando en vísperas de que aportase á Alicante la division anglo-siciliana, ya por sus disposiciones mal concertadas, y ya porque afirmaban muchos haber desaparecido de la accion en el trance mas apretado.

Hubo tambien quien echase la culpa al coronel Santistévan por no haber acudido oportunamente con su caballería; y acreditó en verdad impericia extrema el no haber calculado de antemano los tropiezos que encontraria la artillería para llegar á tiempo, hallándose nuestro ejército en terreno que à palmos debian conocer sus gefes. Indignados todos, y reclamando severa aplicacion de las leyes. militares, tuvo necesidad la regencia de mandar se formase causa ‹á fin de averiguar los incidentes que motivaron la desgracia de < Castalla. >

á

No poco contribuyó á esta resolucion el desabrimiento y enojo que mostraron los diputados de Valencia; acabando por provocar en las córtes discusiones

Discusiones sobre esto en las

cortes.

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