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Tropas france

sas que salen de España.

tados sus apuros en disposicion de irse desplomando por todos lados el edificio de sus conquistas, tan robusto al parecer pocos meses antes. El total de estos cuatro ejércitos reunidos ascendia á unos 80,000 hombres, entre ellos 6 á 7,000 de caballería.

Partida de

Soult.

Al llegar marzo comenzáronse á divisar señales de movimientos y marchas que tomaron incremento y se realizaron al finalizar la primavera. Quien primero dejó su puesto y salió de España fue el mariscal Soult atravesando la frontera en fines del propio mes: le acompañaban unos 6,000 hombres. Llamábale Napoleon para que le ayudase en Alemania. Mientras aquel mariscal permaneció en Toledo impuso contribuciones gravosas, prendiendo para realizarlas al ayuntamiento y á varios vecinos de la ciudad y cometiendo otros desmanes.

Tambien se movió por entonces el rey José para

Mando de José.

Su partida de
Madrid.

pasar á Valladolid y tomar el mando en gefe por disposicion del emperador de todas estas fuerzas que hemos enumerado, y debian servir de dique contra el ímpetu de las acometidas que proyectasen los aliados. Salió aquel de Madrid el 17 de marzo, y salió para no volver á pisar el suelo de la capital, llevándose consigo parte de las tropas que habia en Castilla la Nueva. Dejó sin embargo en Madrid al general Leval con una division, apostando en el Tajo otras fuerzas, y sobre todo caballería ligera. Hácia aquel tiempo, y con la ausencia de Soult y nuevo poder de José, capitanearon los ejércitos franceses del mediodia y centro los generales Gazan y Drouet conde d'Erlon.

Nada por eso hubo todavía de importante en lo militar por estas partes de España, reduciéndose todo

Sucesos varios.

á reencuentros y correrías no del mayor momento. El ejército de reserva mandado por Abisbal no habia, digámoslo asi, entrado aun en línea, y el tercero apenas tuvo otro choque notable con el enemigo sino uno acaecido el 26 de marzo cerca de Orgaz, en el que se distinguió el regimiento de Ubrique, animado con la presencia y cuerdas disposiciones del ayudante primero de estado mayor Don Mariano Villa. Esquivó peleas en cuanto pudo, y aun escaramuzas el ejército anglo-lusitano, é imitaron en gran parte su ejemplo el ala derecha y el centro del cuarto ejército español, conforme al sabio y concertado plan que seguia Lord Wellington. No sucedió lo mismo al ala izquierda, ni era posible le sucediese, enclavijadas constantemente sus fuerzas con las francesas. Esta ala, que debia componerse de tres divisiones, no tomó dicha forma sino lentamente, segun apuntamos, conservándose excéntricos sus diversos trozos, y no pudiendo por lo tanto mantener comunicaciones muy frecuentes ni regulares con el cuerpo principal del ejército hasta que este avanzase al Ebro. Asi continuaron maniobrando

en el invierno, no separándose de su anterior arreglo y distribucion. El mando que sobre todos ellos tenia Don Gabriel de Mendizábal era, mas bien que real, aparente; peró bastó aun asi para que amohinándose el general Renovales, en cierta manera antecesor suyo, se alejase de aquel pais, y fuese en busca de Lord Wellington, á quien queria exponer sus quejas : lo cual puso en ejecucion con tan fatal estrella, que hallándose en territorio cercano al que ocupaban los enemigos, descubriéronle estos, y le cogieron prisioneros á él y á otros seis oficiales en Carvajales de Zamora.

Referiremos pues aqui las refriegas y sucesos militares de mas cuenta que hubo entre esta ala izquierda del cuarto ejército, y el de los contrarios llamado del norte por los meses de invierno y primavera, antes de abrirse la gran campaña, en la que jugaron casi á la vez las fuerzas combinadas de Inglaterra, Portugal y España contra las francesas destinadas á combatir en la península hispana.

Toman los españoles el fuerte

Dando principio á la tarea, diremos que Don Francisco Longa, acompañado de su partida y de dos batallones vascongados, acometió en 28 de enero un punto que los enemigos tenian fortalecido en Cubo, camino de Búrgos á Pancorbo, y le rindió cogiendo su guarnicion prisionera. Demolió Longa el fuerte, de cierta importancia por su posicion. Enderezose en del Cubo. seguida á Briviesca, mas se halló entre dos fuegos viniendo sobre él Caffarelli que todavía mandaba el ejército francés del norte, y Palombini al frente de sus italianos, enviado de refuerzo por José desde Madrid, de donde habia salido el 8 de febrero, tomando la ruta por Segovia y Búrgos. Evitó Longa el encuentro de ambos, y no siéndole dado á Caffarelli escarmentar cual deseaba al partidario español, retrocedió á Vitoria, despues de haber asegurado aun mas las guarniciones del tránsito, y apostado á Palombini en Poza.

Sorpresa y re

Era la posesion de esta villa importante, ya por friega en Poza. hallarse en la carreta que conduce de Búrgos á Santoña, ya por servir de guarda y amparo al laboreo de los ricos minerales y salinas que producen aquellos contornos, cuyos rendimientos no descuidaba recoger la codicia del invasor. Está Poza situado al pie de una empinada roca, sobre la cual asiéntase el castillo estrecho, y que guarnecian solos 50 hombres. Confiado Palombini y creyéndose del todo seguro, destacó algunas fuerzas con intento de echar derramas y juntar víveres de que carecia. En acecho Longa, avisó á Don Gabriel de Mendizábal, y unidos ambos acometieron á los italianos de Poza al amanecer del 11 de febrero, con lo que les dieron buena alborada. Traian los españoles 5,000 hombres, que distribuyó Mendizábal en tres trozos, mandando á Longa que con uno sorprendiese al enemigo en sus alojamientos. Consiguiólo el español hasta cierto punto, apoderán

Peleas en las provincias Vascongadas.

dose de bagajes, de hombres y de bastantes armas. Y completo hubiera sido el triunfo, si Palombini, á fuer de veterano en la guerra de España fatigosa y de incesante afan, no hubiera estado vigilante, alejándose al primer ruido para apostarse en el campo por donde sus soldados habian salido á forragear y proveerse de bastimentos; con lo cual y manteniéndose á cierta distancia, aguardando el dia claro y la vuelta de las fuerzas segregadas que en parte tornaron luego, no solo se salvó, sino que reanimado trató á su vez de atacar á los españoles, dándoles en efecto impetuosa arremetida. Fue esta empeñada, y el terreno disputado á palmos; mas al fin no queriendo los nuestros aventurarse á perder lo ganado, se retiraron poniendo en cobro casi toda la presa. No permaneció Palombini en aquel sitio, para él no de gran dicha, enderezando sin dilacion sus pasos á las provincias Vascongadas. En ellas proseguia sin interrupcion el tráfago de la guerra, y los batallones del pais se portaron con valentía en repetidas peleas que se sucedieron desde entradas de año hasta el junio, amenazando en ocasiones á Bilbao, y aun metiéndose hasta en la misma villa, segun aconteció el 8 de enero y el 10 de mayo, mereciendo ademas honrosa mencion los reencuentros habidos en Ceberio, Marquina y Guernica. Tuvieron tambien los franceses mala salida en un primer ataque que intentaron contra Castro-Urdiales. Mandaba ya el ejército enemigo del norte el general Clausel, sucesor de Caffarelli, y queriendo asegurar mas y mas la costa de cualquier desembarco que trazasen los ingleses, pensó en apoderarse de Castro-Urdiales, puerto abrigado y bueno para el cabotage y buques menores, situado en la provincia de Santander, partido de Laredo. Tiene la villa 5,000 habitantes, y la circuye un muro antiguo torreado que corre de mar á mar, y cierra el istmo que sirve de comunicacion á península tan reducida. En ambos extremos de la muralla habíanse establecido dos baterías, divisándose en la parte opuesta al istmo avanzada al mar la iglesia parroquial, y el castillo fundado sobre un peñasco que domina la playa ; saliendo de aqui hácia el este, unidas por dos arcos, escarpadas rocas que á causa de su mucha altura resguardan de los noroestes el puerto, hallándose colocada en su remate una ermita con la advocacion de Santa Ana. Habia de guarnicion en la plaza 1,000 hombres, y artillaban sus adarves unas 22 piezas. Era gobernador Don Pedro Pablo Alvarez.

Ataque de los franceses contra Castro-Urdiales.

Vinieron sobre Castro el 13 de marzo Palombini con su division italiana, y el mismo Clausel acompañado de un batallon francés y 100 caballos. Llegados que fueron, examinaron las avenidas del puerto, y se decidieron á acometer los muros por escalada en la noche del 22 al 23; lo que se les frustró rechazándolos la guarnicion gallardamente, ayudada del fuego de buques ingleses que

Frústraseles su intento.

por alli cruzaban. Aguardó Clausel entonces refuerzos de Bilbao, que no acudieron, amagada aquella villa por algunos cuerpos españoles de las mismas provincias Vascongadas. Y con eso y adelantarse por un lado á Castro Don Juan Lopez Campillo al frente del segundo batallon de tiradores de Cantabria, y por otro Don Gabriel de Mendizábal seguido de algunas fuerzas, desistió Clausel de su intento, yéndose en la noche del 25 al 26 de mayo, despues de haber abandonado escalas y muchos pertrechos. En seguida, y para no perder del todo el fruto de su expedicion, se acercaron los enemigos á Santoña, y metieron dentro socorros de que estaba falta la plaza, tornando á Bilbao hostigados por los nuestros, y llenos de molestia y cansancio. Segundo ataque Al principiar mayo emprendieron de nuevo los contra Castro. franceses el cerco de Castro-Urdiales, sirviéndose para ello de la division de Palombini y de la del general Foy procedente de Castilla la Vieja. La guarnicion se preparó á rebatir los ataques, aproximándose en su auxilio fuerzas inglesas de mar que mandaba el capitan Bloye. Verificaron los enemigos su propósito, teniendo para lograrle que asediar con regularidad tan débil plaza. Los cercados hicieron sus salidas y retardaron los trabajos, pero no pudieron impedir que la flaqueza de los muros cediese pronto al constante fuego del sitiador. Aportillada brecha se halló practicable el 11 de mayo en el ángulo inmediato al convento de San Francisco. No por eso se dieron los nuestros á partido, y una y dos veces rechazaron las embestidas de los acometedores, alentando á los nuestros el brioso gobernador Don Pedro Pablo Alvarez, Duró tiempo la defensa, á la que contribuyó no poco el vecindario, hasta que, cargando gran golpe de enemigos, y entrando á escalada por otros puntos, refugiáronse los sitiados en el castillo, y desde alli fuéronse embarcando con muchos habitantes á bordo de los buques ingleses por el lado de la ermita de Santa Ana. Quedáronse en el castillo dos compañías, aguantando los acometimientos del francés sin alejarse hasta haber arrojado al agua los cañones y varios enseres. De los postreros que dejaron la orilla fue el gobernador Don Pedro Pablo Alvarez, digno de loa y prez. El historiador Vacanni alli presente dice en su narracion: « La gloria de la defensa si no ‹ igualó á la del ataque (cuenta que habla boca enemiga), fue tal

empero que la guarnicion pudo jactarse de haber obligado al ⚫ ejército sitiador á emplear muchos medios y muchas fuerzas..... Toman los fran- Era por tanto acreedora la poblacion á recibir buen ceses la villa. trato; que los brios del adversario mas bien que venganza é ira, infundir deben admiracion y respeto en un vencedor de generoso sentir. Aqui sucedió muy al reves : los invasores entraron á saco la villa, pasaron á muchos por la espada, pusieron fuego ȧ las casas, y ya no hubo sino lástimas y destrozos. En vano quiso impedir estos males el general Foy : los italianos dieron la señal de

muerte y ruina, y no tardaron los franceses en seguir ejemplo tan inhumano.

Compensábanse tales quebrantos y agravios con los

Correrias Y

y los suyos.

que padecian los enemigos en otros lugares. Espoz y hechos de Mina Mina era de los que mas pronto procuraban tomar de ellos cumplida satisfaccion y desquite. Su pelear no cesaba ni tampoco sus movimientos, comenzando el año de 1813 por arrimarse á Guipúzcoa, y recoger en Deva municiones, vestuarios y dos cañones de batir que los ingleses le regalaron; con cuya ayuda pudo ya en 8 de febrero poner cerco á Tafalla, recinto guardado por 400 franceses. En esto andaba cuando noticioso de que venia sobre él de Pamplona el general Abbé, à quien habia escarmentado el 28 de enero en Mendibil, dividió sus fuerzas dejando una parte en el sitio, y saliendo con la otra al encuentro de los enemigos. Dió con ellos en parage inmediato á Tievas, y logró aventarlos revolviendo sin dilacion sobre Tafalla para continuar estrechando el asedio. Abrić alli brecha, y al ir á asaltar el fuerte, en 10 de febrero rindiéronsele los franceses. Inutilizó Mina las obras que estos habian practicado, y demolió los edificios en que aun podian volver á encastillarse, y de los que tenian fortalecidos algunos. Otro tanto ejecutó en Sos, si bien la guarnicion se salvó ayudada por el general Paris que á tiempo vino en socorro suyo de Zaragoza. Destruíanse asi en grave perjuicio de los enemigos los puntos fortificados que tenian para asegurar sus comunicaciones.

Oficiales y partidas dependientes de Mina hacian á veces excursiones, algunas muy de contar. Atrevida y aun temeraria fue la de Fermin de Leguia, quien, acercándose con solos quince hombres muy á las calladas y hora de media noche al castillo de Fuenterrabía, subió primero acompañado de otro á lo alto, y matando al centinela, apoderáronse ambos de las llaves dando entrada por este medio á los que se habian quedado fuera. Juntos desarmaron y cogieron á ocho artilleros enemigos que estaban dentro, clavaron un cañon y arrojaron al mar las municiones que no pudieron llevar consigo, prendiendo por último fuego al castillo. Hiciéronlo todo con tal presteza, que al despertarse la corta guarnicion que dormia en la ciudad, habian los nuestros tomado viento, y no osaron los franceses perseguirlos recelando fuese mucho su número, encubiertos los pocos con la oscuridad de la noche.

Por su lado incansable siempre Mina tuvo el 31 de marzo otro reencuentro en Lerin y campos de Lodosa con una columna enemiga que desbarató, llevando la palma en aquella jornada la caballería, cuyos ginetes cogieron 300 prisioneros. Incomodado Clausel de tan continuadas pérdidas y menoscabo en su gente, quiso como gefe del ejército francés del norte, poniéndose de acuerdo con el general Abbé que mandaba en Pamplona, estrechar á Mina batiendo el pais, y cercándole como si fuera á ojeo y cace

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