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ría de reses. Cada uno de dichos generales salió de diverso punto, y Clausel, despues de reforzar á Puente la Reina, y de apostar en Mendigorría un destacamento, avanzó yendo la vuelta del valle de Berrueza. Pero Mina haciendo una rápida contramarcha habíase ya colocado á espaldas del francés, obligando en 21 de abril á los de Mendigorría á que se rindiesen. En lo que restaba de mes y posteriormente no alzó mano Clausel en el acosamiento de Mina, entrando asimismo Abbé en el valle de Roncal, en donde si por una parte trató bien á los prisioneros, por otra no dejó de quemar los hospitales y sus enseres, y de abrasar en Isaba muchas casas y edificios. Hubo aun nuevas marchas y contramarchas inútiles todas; por lo que desesperanzado Clausel de aniquilar al guerrillero español, escribia al rey intruso no poder verificarlo sin mayores fuerzas, pues su contrario no arriesgaba choques sino sobre seguro, acometiendo solo á cuerpos sueltos inferiores en número. Sin embargo Mina vivamente estrechado tuvo ya en una de sus maniobras que tomar rumbo á Vitoria para guarecerse del ejército aliado que avanzaba, y á cuyos movimientos favorecieron tambien los suyos, trayendo siempre á Clausel divertido y embarazado.

Estos fueron los acontecimientos mas de referir que ocurrieron por estas partes de la Península antes de abrirse la gran campaña que empezó con el estío. Veamos lo que pasó en la corona de Aragon por el propio tiempo.

Acontecimien

de Aragon.

Alli sostenian el peso de la guerra los ejércitos espatos en la corona ñoles primero y segundo auxiliados de la expedicion anglo-siciliana y de somatenes y cuerpos francos. Campeaba aquel en Cataluña, el otro en Valencia: algunas divisiones dentro de Aragon mismo. Tenia de ordinario el primer ejército su cuartel general en Vique, y constaba de unos 17,700 infantes y de 550 caballos. No estaban comprendidos en este número

Cataluña. los somatenes. Era general en gefe Don Francisco de Primer ejército. Copons y Navia sucesor de Don Luis Lacy, y hasta su llegada que se verificó en marzo, mandó interinamente el baron de Eroles. No desaprovechó este ocasion de molestar al francés, si bien estrenóse por un acto de humanidad muy laudable, ajusiando con el general enemigo un convenio dirigido á mejorar el trato de los prisioneros conforme á lo dispuesto antes y al derecho de gentes, hollado sobradas veces por ambas partes.

Los franceses de esta provincia, aunque sometidos como todos los demas de la corona de Aragon al mariscal Suchet, dependian inmediatamente del general Decaen, bajo cuyas órdenes se hallaban dos divisiones capitaneadas la una por el general Maurice Mathieu, gobernador al propio tiempo de Barcelona, y la otra por el general Lamarque, que residia casi siempre en Gerona, ascendiendo la totalidad de ambas á 14,091 hombres de infantería con

876 ginetes. Habia ademas en Tarragona una brigada de italianos compuesta de 2,000 hombres que mandaba el general Bertoletti.

Seguian los españoles ahora en Cataluña un plan de campaña acomodado á las circunstancias del pais y segun el prudente querer de Lord Wellington. Era este huir de acciones generales, estrechar al enemigo en las plazas, interrumpir sus comunicaciones, y arruinar y desfortalecer los puntos que se le tomasen. Obró de este modo el baron de Eroles, ayudado á veces cuando se acercaba á la costa por los buques británicos: asi aconteció yendo sobre Rosas; asi en una tentativa del lado de Tarragona, teniendo tambien la dicha de rechazar á los franceses en un reencuentro que tuvo con ellos en la Cerdaña.

Al promediar marzo tomando Copons el mando, lleváronse adelante las empresas contra el enemigo fundadas en probabilidad de buen éxito, tocando á Eroles como diligente y osado ejecutar las mas dificiles y arriesgadas. En el propio mes y antes de su remate se determinó acometer y desmantelar los puestos fortificados que conservaba el francés entre Tarragona y Tortosa, y amparaban comunicacion tan importante. Tomó Eroles de su cuenta el empeño, y favorecido por la ayuda que le dió Mr. Adam, comandante del navío inglés Invencible, arrasó en el término de tres dias varios de aquellos fuertes colocados en Perelló, Torre de la Granadella, venta de la Ampolla y otros sitios vecinos, cogiendo cañones, prisioneros, ganado y algunos buques menores.

Poco antes el brigadier Rovira habia penetrado en Francia y metidose en Prats de Moló, pueblo murado en medio de las montañas con un castillo fortalecido á la traza de Vauban. Ayudaron mucho á Rovira en su empresa el coronel Llauder y el capitan Don Nicolas Iglesias. Saquearon parte de la poblacion, apoderáronse de dinero, y se llevaron rehenes y prisioneros, entre ellos á los comandantes de la plaza y del castillo. A la guardia nacional de los contornos que acudió en socorro de los suyos, escarmentáronla los españoles, y cogieron á dos de sus gefes.

El Coll de Balaguer, Ölot y otros puntos solian permanecer bloqueados por los nuestros, y hallándose durante el més de mayo en observacion de las avenidas del segundo Don Manuel Llauder, quisieron los franceses espantarle, y para ello aproximaron por la espalda una columna de 1,500 hombres dirigida por el coronel Marechal; de lo que noticioso Llauder le salió al encuentro el dia 7 del propio mes la vuelta del valle de Ribas, por donde los enemigos enderezaban su marcha. Trabóse alli porfiado choque, y no solo se vieron los enemigos repelidos del todo, sino que tambien fueron desalojados por los nuestros de las alturas de Grast y Coronas, persiguiéndoles hasta mas allá Llauder en persona, que se portó briosamente. En el espacio de siete á ocho horas que duró la refriega perecieron de los enemigos unos 300 hombres, quedando en nuestro

poder 290 prisioneros, fusiles, mochilas y otros pertrechos. Por esta accion, en verdad señalada, agracióse años adelante á Don Manuel Llauder con el título de marques del Valle de Ribas.

to.

No pudieron sin embargo los españoles impedir que los enemigos, despues de un movimiento hábil y concertado de todas sus fuerzas en Cataluña, socorriesen á mitad de mayo las plazas de Tarragona y Coll de Balaguer, escasas de medios, capitaneándolos Maurice Mathieu. Pero al tornar de su expedicion espiólos Don Francisco Copons, que tuvo entonces tiempo de reunir alguna gente, y los aguardó en La Bisbal del Panadés, situándose en el Coll de Santa Cristina. Desde alli incomodándolos bastante los repelió en cuantas tentativas hicieron para destruirle, ó á lo menos ahuyentarle, y les causó una pérdida de mas de 600 hombres. Segundo ejerci- Alojábase por lo comun el cuartel general del segundo ejército en Murcia á las órdenes de Don Francisco Javier Elío, apoyándose para sus operaciones en las plazas de Cartagena y Alicante, y consistiendo su fuerza en 34,900 hombres de infantería y 3,400 de caballería distribuidos en seis divisiones que regian Don Francisco Miyares, Don Pedro Villacampa, Don Pedro Sarsfield, Don Felipe Roche, Don Juan Martin el Empecinado y Don José Duran, si bien alguna de ellas varió despues de gefe. Contábanse por separado y permanecian en Alicante y sus alrededores la expedicion anglo- siciliana y la division mallorquina del mando de Whittingham. Las de Sarsfield, Villacampa, el Empecinado y Duran fueron las que sosteniéndose en Aragon guerrearon mas en el invierno, arrimándose las de los dos primeros á Cataluña para favorecer aquellas maniobras, la del tercero á Soria y Navarra, y la del cuarto y último á Castilla la Nueva, poniéndose á veces todas de concierto para hacer incursiones que distraian al enemigo y le hostigaban. Parecidas estas peleas á las muchas ya referidas del mismo linage, inútil se hace entrar aqui en sus pormenores, particularmente no habiendo entre ellas ninguna muy señalada, aunque molestas siempre al enemigo por do quiera, y en Madrid mismo, á cuyas puertas acercábase el Empecinado á la manera de antes, é interceptaba las comunicaciones con pueblos tan vecinos como Alcalá y Guadalajara, burlándose de los ardides y evoluciones que para destruirle verificó en abril el general Soult.

Hubiera valido mas se redujesen á semejantes correrías las operaciones de este segundo ejército hasta que se abriese la campaña general proyectada por Lord Wellington; pero el acaso ó mas bien reprehensible negligencia empeñóle en refriegas en las que tocó desgraciadamente la peor parte á las divisiones suyas que se albergaban en Murcia, cuyos cuerpos habian comenzado á moverse en

Division mallor

quina.

marzo de acuerdo con la division mallorquina del mando de Whittingham y la expedicion anglo-siciliana.

Expedicion anglo siciliana.

Aquella tenia ahora unos 8,939 infantes y 1,167 caballos, hallándose la última reforzada con 4,000 hombres que en diciembre anterior habia traido de Palermo el general J. Campbell : mandaba á esta en la actualidad sir Juan Murray despues de haber pasado su gobernacion por las manos de Clinton y del mismo Campbell, ausente ya su primer caudillo el general Maitland por causa de enfermedad. Lord Guillermo Bentinck era el destinado para ponerse al frente, mas retardó su viage ocupado en Sicilia en otros asuntos: por manera que á esta porcion del ejército británico le cupo la misma suerte en cuanto al mando que al otro suyo de Portugal en 1808, pendiendo la sucesion rápida ocurrida en los gefes de accidentes inesperados y de abusos y descuidos que nunca faltan aun en los mejores gobiernos.

Movimiento y situacion del segundo ejército y de los anglo-sicilianos

Disposiciones de

Suchet.

Avanzando los aliados formaron una línea que corria desde Alcoy á Yecla por Castalla, Biar y Villena, conservando tropas en Sax y Elda. Aqui estaba el general Roche con su division; en Yecla ocupando la izquierda Don Fernando Miyares, de que era centro Castalla guarnecida por el general Murray; y la derecha Alcoy, que cubria Don Santiago Whittingham, quien primero se habia posesionado en 15 de marzo de aquel pueblo arrojando á los franceses y dilatando sus movimientos hasta Concentaina, en donde hizo un reconocimiento de venturosas resultas con pérdida para el enemigo de unos 100 hombres. La reunion amenazadora de estas tropas y el temor de que se engrosasen cada vez mas obligó al mariscal Suchet á vivir muy sobre aviso, y dispuesto á no desperdiciar ocasion de precaver los intentos hostiles de los españoles. Acechábala el francés, y le pareció llegada en los primeros dias de abril, bien informado de la distribucion de las tropas de los aliados y de cuáles eran las mas flacas por su organizacion y disciplina. Creia se hallaban en este caso las de la division apostada en Yecla á las órdenes de Miyares, y trató Suchet de cogerla entera, confiado ademas en nuestro habitual descuido y en la distancia que la separaba de los otros cuerpos. Escogió con este propósito lo mas florido de su gente, y juntóla el 10 de abril por la noche en Fuente la Higuera, en cuyo pueblo repartida en dos trozos, mandó marchase uno de ellos en donde él iba, compuesto de la division del general Habert y de otras fuerzas con golpe de caballería la vuelta de Villena, y que el otro, formado de la division que regia Harispe, cayese rápidamente y á las calladas sobre Yecla y sobre los españoles alli situados. No pudieron los enemigos marchar tan silenciosamente que no fuesen sentidos de los nuestros, los cuales al aparecer aquellos poníanse ya en camino con direccion á Jumilla. Eran los de Miyares de 3 á 4,000 peones y pocos ginetes; más los franceses, quienes atacando el 11 muy de mañana y de recio, encontraron en los nuestros resis

Accion de Yecla.

tencia hidalga, trabándose la pelea dentro del mismo pueblo, aun no evacuado del todo, cuyas calles defendieron á palmos los regimientos de Burgos y de Cádiz, replegándose en seguida á una ermita cercana. Junta entonces la division, pasando de loma en loma retirábase en buen órden, disputando con brio cada puesto, cuando impaciente Harispe y queriendo desconcertar á los es(Ap. n. 1.) pañoles, apresuró su carga é hizo punta de sus tropas sobre el centro nuestro, que, cansado y perdiendo la conveniente serenidad, flaqueó en disposicion que, rota la línea, cundió el desánimo, echándose unos atras precipitadamente, y arrojándose otros al llano, en donde, si bien lidiaron largo rato sustentando la militar honra, rodeados y opresos, muertos y heridos muchos, tuvieron los demas que deponer las armas en número de unos 1,000 con 68 oficiales y el coronel Don José Montero.

Ataque de Vi

Ilena por los franceses, y pérdida

de los españoles.

Entre tanto siempre en vela Suchet manteníase en Caudete, ya para reforzar si era necesario á los suyos de Yecla, ya para impedir cualesquiera socorros que enviasen Murray y Elio. Continuó en aquel sitio mientras alumbró el sol; pero adelantándose á explorar su estancia caballería inglesa, movióse el francés á la caida de la tarde, y llegó á Villena despues de oscurecido. Retiráronse á su avance los ginetes británicos, mas Elío, á pesar de instancias juiciosas que se le hicieron, dejó en el antiguo y mal acomodado castillo de aquella ciudad, sito en la cumbre del cerro apellidado de San Cristóval, al batallon de Velez Málaga que mandaba su coronel Don José Luna. Imaginóse se hallaba este provisto de suficientes municiones de boca y guerra para mantenerse firme durante dos ó tres dias, y sobre todo que el enemigo no acometeria aquel sitio antes de que despuntase el dia 12. Persuasion liviana tratándose de contrarios tan audaces y prestos como son los franceses. Fue en vano pensar en contenerlos: no dieron vagar, pues hundiendo las puertas á cañonazos, penetraron en Villena muy luego, y á poco tuvieron que capitular los del castillo. Eran sobre 1,000 hombres.

Anhelando el mariscal Suchet no pararse en carril Refriega en Biar. tan venturoso, dió principio en el mismo dia 12 á sus acometidas contra los ingleses. Tenian estos su vanguardia capitaneada por Federico Adam en el puerto y angosturas de Biar, con órden de replegarse á Castalla, disputando antes al enemigo el paso. Cumplieronlo asi aquellos soldados, y su gefe mostró pericia suma, apresurando su retirada tan solo al caer de la noche, si bien despues de haber perdido alguna gente, y tenido que abandonar dos cañones de montaña.

Posesionáronse los enemigos de Biar, y se acamparon á la salida que va á Castalla; en donde ufanos con los lauros conseAccion de Cas- guidos aguardaron impacientes la llegada del dia, seguros casi de coger otros mayores, y de singular

talla.

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