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Se estrecha de

nuevo à San Sebastian.

agosto haciendo propósito los ingleses de franquear mas las brechas anteriores y abrir otra en el semibaluarte de Santiago á la izquierda del frente principal. Para ello aumentaron baterías en el istmo y tambien al otro lado del Urumea. Igualmente desembarcaron fuerzas en la isla de Santa Clara, roca erguida á la boca del puerto, y la tomaron, como asimismo á unos treinta soldados que la guardaban.

La asaltan los

aliados.

Apareciendo ya entonces buenas y practicables las brechas, dispúsose todo para dar el asalto el 31 de agosto. Las once de la mañana eran y hora de la baja marea cuando salieron de las trincheras las columnas de ataque. Fue este impetuoso recibiéndole los enemigos serena y briosamente. Larga y reñida contienda se trabó con visos ya de malograrse para los aliados, si á dicha no se hubiese prendido fuego á un acopio de materias combustibles almacenadas cerca de la brecha, causando tal estampido y retumbo que se sobrecogieron los enemigos y espantaron, aprovechándose de ello los anglo-portugueses para apoderarse de la cortina y meterse dentro de la ciudad. Retiráronse apriesa los franceses y se refugiaron en el castillo, cogiendo los aliados unos 700 prisioneros. Tuvieron los sitiadores mas de 500 muertos y sobre 1,500 heridos: contóse entre los primeros al ilustre ingeniero sir Ricardo Fletcher, principal trazador de las líneas de Torres-Vedras. Con la lluvia y el humo denso oscurecióse la tarde del 31 : por el contrario la noche que brilló clara y resplandeciente, si bien con llamas lúgubres encendidas quizá ó al menos atizadas por el vencedor desalumbrado y perdido.

La entran á viva fuerza.

Se incendia y la saquean los

ses.

Melancolízase y se estremece el ánimo solo al recordar escena tan lamentable y trágica, á que no dieron ocasion los desapercibidos y pacíficos habitantes, anglo-portugue que alegres y alborozados salieron al encuentro de los que miraban como libertadores, recibiendo en recompensa amenazas, insultos y malos tratos. Anunciaban tales principios lo que tenian aquellos que esperar de los nuevos huéspedes. No tardaron en experimentarlo comportándose en breve los aliados con San Sebastian como si fuese ciudad enemiga, que desapiadado y ofendido conquistador condena á la destruccion y al pillage. Robos, violencia, muertes, horrores sin cuento sucediéronse con presteza y atropelladamente. Ni la ancianidad decrépita, ni la tierna infancia pudieron preservarse de la licencia y desenfreno de la soldadesca, que furiosa forzaba á las hijas en el regazo de las madres, á las madres en los brazos de los maridos, y á las mugeres todas por do quiera. ¡Qué deshonra y atrocidad!!! Tras ella sobrevino al anochecer el voraz incendio; si casual, si puesto de intento, ignorámoslo todavía. La ciudad entera ardió, solo 60 casas se habian destruido durante el sitio : ahora consumiéronse todas excepto 40,

de 600 que antes San Sebastian contaba. Caudales, mercadurías, papeles, casi todo pereció, y tambien los archivos del consulado y ayuntamiento, precioso depósito de exquisitas memorias y antigüedades. Mas de 1,500 familias quedaron desvalidas, y muchas, saliendo como sombras de en medio de los escombros, dejábanse ver con semblantes pálidos y macilentos, dasarropado el cuerpo y martillado el corazon con tan repetidos y dolorosos golpes. Ruina y destrozo que no se creyera obra de soldados de una nacion aliada, europea y culta, sino estrago y asolamiento de enemigas y salvages bandas venidas del Africa. Las autoridades españolas pusieron sus clamores en el cielo, y el ayuntamiento y muchos vecinos reunidos en la comunidad de Zubieta elevaron á Lord Wellington enérgicas y sentidas, aunque inútiles, representaciones ; lo mismo que al gobierno supremo de la nacion: siendo dignas de inmortal memoria las actas de tres sesiones que se celebraron en aquel sitio dirigidas á enjugar las lágrimas de tantos infelices, y á poner algun remedio en tales desdichas y á tan acerbos males. Pues no desmayados ni abatidos los que alli acudieron, no solo emplearon sus tareas en tan laudable y santo objeto, sino que quisieron tambien hacer que de entre sus cenizas renaciese la ciudad, á ejemplo de lo que practicaron sus mayores con el antiguo y arruinado pueblo de Óeaso en los siglos XII y XV, reinando Don Sancho el Sabio de Navarra y los Reyes católicos. Reedificóse ahora San Sebastian en pocos años á expensas de los moradores y á impulso de sus infatigables esfuerzos, siguiéndose en su construccion una nueva y hermoseada traza, con lo que volvió á levantarse aquella ciudad mas galana, elegante y bella.

Cuarto ejército

Pensaron los franceses en socorrer á San Sebastian español. desde el momento en que por agosto se renovó el asedio, intentando verificarlo por donde estaba el cuarto ejército, que tenia ya otro general en gefe en lugar de Don Francisco Javier Castaños (que aunque ausente continuaba antes siéndolo), y destinado tambien á Cataluña el que hacia sus veces Don Pedro Agustin Giron. Sucedió á ambos Don Manuel Freire, que tomó posesion el 9 de agosto en Oyarzun, quedándose asimismo Giron por acá al frente del ejército de reserva de Andalucía, de resultas de haber partido para Córdoba con licencia temporal el conde del Abisbal aquejado de antiguas dolencias.

Donde se A la sazon situábase el cuarto ejército en los parages acantona. donde antes, si bien mas avanzado hacia la frontera, hallándose la tercera division en los campos de Sorueta Y Enacoleta, parte de la quinta en San Marcial, y la séptima en Irun y Fuenterrabía. Eran estos los puntos de la primera estancia. A retaguardia formaban segunda línea ó reserva detras de la tercera division, ó sea derecha, la de Don Francisco Longa y dos brigadas de la cuarta division británica, que ocupó unas alturas al diestro

lado del monte de Aya muy elevado, y como nudo que enlaza las cordilleras de Guipúzcoa y Navarra. Púsose en Lesaca una brigada portuguesa, y por la izquierda y á espaldas de Irun permaneció la primera division británica del cargo del mayor general Howard y la brigada del Lord Aylmer.

Accion de San

Marcial,

Despuntaban ya los arreboles de la mañana cuando se presentaron los enemigos el 31 de agosto con grandes fuerzas en los vados de Socoa y Saraburo para pasar con rapidez el Bidasoa por el último, como lo verificaron arrollando los puestos avanzados de los españoles, y posesionándose de la altura de Irachával, punto arbolado y por lo tanto propio para ocultar las columnas de ataque y moverlas encubiertamente. Preparáronlo asi amagando por su derecha á San Marcial, via del monte de los Lobos, y procurando por su izquierda apoderarse de la posicion importante de Soroya, penetrando para ello en la cañada de Ercuti. Aqui malogróseles su propósito, rechazándolos completamente el regimiento de voluntarios de Asturias, el primero de tiradores cántabros y algun otro que los ayudó. Mas felices en un principio hácia San Marcial tambien cedieron al fin, acudiendo el regimiento de Laredo y nuevos refuerzos; por lo que tornaron escarmentados al punto de donde habian partido.

Nuevos ataques, pero igualmente infructuosos, repitió el francés para apoderarse de Soroya; con la desgracia no obstante para nosotros de que en una arremetida que dió el regimiento de Asturias cayó muerto su coronel Don Fernando Miranda, esforzado mozo que lloraron muchos, doliéndose todos de que desapareciese en flor tan preciosa vida.

Temprano aun en la mañana echaron los enemigos al amparo de la artillería, que tenian plantada á la derecha del Bidasoa en la altura que lleva el nombre de Luis XIV, un puente volante junto al parage llamado de las Nasas, por el que habiendo atravesado aceleradamente sus columnas, trataron estas de penetrar hasta el puesto de San Marcial acometiendo el centro nuestro y parte de la derecha; pero repeliólas con valor sumo hasta desgalgar á sus soldados la falda abajo la primera brigada de la quinta division, á cuya cabeza iba su comandante general el intrépido cuanto desdichado Don Juan Diaz Porlier; habiendo tambien sostenido la maniobra el segundo batallon de marina que acudió al socorro desde la eminencia de Portó.

Atacar este punto y toda la izquierda de los españoles fue la última tentativa que hicieron los enemigos en aquella jornada. Guarnecíale principalmente la segunda brigada de la tercera division que regia Don José María Ezpeleta, quien recibió de firme y con serenidad á un sin número de cazadores que apoyados en dos columnas de infantería le arremetieron vivamente. Apoderáronse sin embargo algunos de los contrarios en el primer impetu de las

barracas de un campamento establecido en una de aquellas cimas; mas concurriendo á tiempo la cuarta division, y cooperando no menos la primera de Porlier con el segundo batallon de marina á las órdenes ahora todos de Don Gabriel de Mendizábal, arrollaron á los franceses, y los acosaron en tanto grado que expelidos de todos los puntos y tambien del de Portó que, cerraba por alli la línea, comenzaron á repasar el rio, hostigados siempre por nuestras tropas. Distinguiéronse en este trance, ademas de los ya expresados, los regimientos de Guadalajara, segundo de Asturias y la Corona, y en la última carga tres batallones de voluntarios de Guipúzcoa que guiaba Don Juan Ugartemendia. Tambien brilló la segunda compañía de artilleros manejada por Don Juan Loriga.

Al propio tiempo que el enemigo se replegaba por el puente de las Nasas, abandonó igualmente en nuestra derecha el monte de Irachával y cruzó el Bidasoa por el vado de Saraburo, no sin molestia, hinchándose ya el rio con la lluvia que empezó á la tarde, y arreció despues extraordinariamente.

No dejaron tampoco los franceses de amenazar hacia los vados superiores, y aun de atacar por el extremo de la derecha española enfrente de donde se alojaba la novena brigada portuguesa ; en ayuda de la cual envió Wellington al general Inglis, quien, reforzado ademas, y mejorado que hubo de estancia colocándose en las alturas vecinas á San Antonio, impuso respeto á los enemigos obligándolos á desistir de su porfía.

Victoria que consiguen los es

pañoles.

Vencidos pues los franceses en todos los puntos y rechazados hasta dentro de su territorio, tuvo remate esta accion del 31 de agosto muy gloriosa para los españoles, y que dirigió con acierto Don Manuel Freire. La llamaron de San Marcial del nombre de la sierra asi dicha : sierra aciaga en verdad para el extrangero, como lo atestigua la ermita que se divisa en su cumbre, fundada en conmemoracion del gran descalabro que padecieron alli los franceses el dia de aquel santo y año de 1522 en un combate que les ganó Don Beltran de la Cueva, primogénito de los duques de Alburquerque.

Perdieron los españoles en esta jornada entre muertos y heridos 1,658 hombres, mas los franceses; muy pocos los anglo-lusitanos, no habiendo apenas tomado parte en la accion. Lord Wellington se presentó solo á lo último, excitando su vista gran entusiasmo y aclamaciones en los españoles, de cuyas tropas dijo aquel general se habian portado en San Marcial cual las me« jores del mundo. »

Atacan los a

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Firme no obstante se mantuvo aun el castillo de liados el castillo San Sebastian desechando el general Rey proposiciones que le hicieron los aliados el 3 de setiembre; por lo cual resolvieron estos avivar sus ataques y cargar de recio. Para ello empezaron el 5 por tomar el convento de

de San Sebastian.

Se rinde.

Santa Teresa, contigua su huerta al cerro del castillo, y desde donde por las cercas molestaban los enemigos á los sitiadores. Terminadas despues las baterías de brecha, y en especial una de 17 piezas que ocupaba el terraplen del hornabeque de San Carlos, descubriéronse el 8 los fuegos, asestándolos el inglés contra el castillo y las obras destacadas del mirador y batería de la Reina, y contra otras defensas situadas por bajo: 59 cañones, morteros y obuses vomitaron á la vez destruccion y estrago, de manera que no pudiendo el enemigo aguantar su terrible efecto, tremoló á las doce del mismo dia 8 bandera blanca, capitulando en seguida. De toda la guarnicion restaban vivos solo 80 oficiales y 1,756 soldados: los demas hasta 4,000 habian perecido en la defensa de la plaza y del castillo. Costó á los ingleses el sitio 2,490 hombres entre muertos, heridos y extraviados. Vese cuán próspera se mostraba la fortuna á los nuestros por esta parte: no tanto por Cataluña. Dejamos á Lord Bentinck, al finalizar julio, sitiando á Tarragona con la division de Whittingham y la primera del tercer ejército, apostadas las otras en las inmediaciones. La plaza quedó del todo embestida el 1° de agosto. Tambien se avecindó alli el general Copons con su ejército, y molestó á los franceses en sus comunicaciones, y les destruyó ó atajó sus subsistencias.

Estado de

Cataluña.

Sadurní.

Provecho de este género resultó de la súbita aco- Reencuentro en metida que al abrir el alba del 7 de agosto dió Don José Manso á un batallon de italianos que custodiaba en San Sadurní los molinos que en grande abundancia suministraban harinas á los contrarios. Habia aquel coronel querido antes sorprender un convoy que Suchet enviaba la vuelta de Villafranca; pero encontrando dificultades en su realizacion, limitósé á la otra empresa tan feliz en su remate que solo se salvaron 300 de los 700 italianos apostados en San Sadurní. Los demas fueron ó muertos ó prisioneros, inutilizando Manso los molinos, y apoderándose de gran porcion del acopio de harinas que en aquel sitio habia, repartidas las otras entre los paisanos.

Socorren y vue

lan los franceses á Tarragona.

Urgia á Suchet socorrer á Tarragona, anhelando sobre todo no cayese en poder de sus contrarios el gobernador Bertoletti y 2,000 hombres que guarnecian la plaza. Ibase sin embargo despacio, y aguardó á que se le juntasen con golpe de gente los generales Decaen, Maurice Mathieu y Maximiliano Lamarque, cuyas fuerzas juntas ascendian á 30,000 hombres, inferiores tal vez en número á las de los aliados, pero superiores en calidad, siendo compactas y mas aguerridas. Por eso Lord Bentinck procedia tambien detenidamente, receloso de algun contratiempo. Los enemigos viéndose reunidos determinaron avanzar, yendo Decaen la vuelta de Valls y del Francolí, y el mariscal Suchet por el camino de Vendrell y Altafulla. Colocóse Lord

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