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Bentinck en orden de batalla delante de Tarragona; mas no con ánimo de combatir, retirándose en la noche del 15.

Le siguieron los franceses durante los dias 16 y 17 hasta los desfiladeros del Hospitalet que no franquearon, pensando solo Suchet en demoler y evacuar á Tarragona. Llevólo á efecto haciendo volar en la noche del 18 el recinto antiguo y las demas fortificaciones que quedaban aun en pie, pereciendo y desmantelándose aquella plaza, célebre ya desde el tiempo de los romanos. Bertoletti salió con sus 2,000 hombres y se incorporó á su ejército, que se reconcentró en la línea del Llobregat.

Sarsfield.

La division española del segundo ejército, la cual regia Don Pedro Sarsfield, metióse al dia siguiente en medio de aquellas ruinas, y empezó á querer descombrar el recinto, posesionándose desde luego de cañones y otros aprestos militares que se conservaron no obstante el casi universal destrozo de las fortificaciones. Quedó en Reus y Valls la division de Whittingham, si bien parte acompañó al Ebro al tercer ejército, y volvió á avanzar Lord Bentinck situándose en Villafranca, ayudado por su izquierda del general Copons apostado en Martorell y San Sadurní.

Tercer ejército

Recogióse á la derecha del Ebro el tercer ejército, en el Ebro. yendo desde las inmediaciones de Tarragona por Tivisa y Mora la primera y segunda division bajo del príncipe de Anglona, y la tercera con artillería, bagages y algunos ginetes por Amposta á las inmediatas órdenes del general en gefe duque del Parque. Tenia este para verificar el paso solo una balsa y cuatro botes, por lo que no pudo trasportarse con la deseada rapidez á la Reencuentro márgen derecha, no obstante lo mucho que al intento se trabajó en los dias 17 y 18, dando vagar á que el 19, saliendo el general Robert de Tortosa, hiciese una fuerte arremetida que hubo de costar caro. Reprimióse sin embargo al francés, y consiguió el duque pasar con sus tropas el rio sin particular quebranto.

que tiene.

Pasa á Navarra.

Se acantonaron las divisiones que componian este ejército á la distancia de algunas leguas del Ebro, revolviendo despues el príncipe de Anglona con la primera sobre Tortosa. La razon que hubo para el retroceso del tercer ejército provino de una determinacion de Lord Wellington, enderezada á que dichas fuerzas se trasladasen á Navarra y se juntasen con las que alli lidiaban. Empezaron por tanto su marcha llegando á Tudela al promediar setiembre, de donde parte de ellas se dirigió á reforzar el bloqueo de Pamplona, teniendo á su frente al príncipe de Anglona, quien á poco tomó el mando de todo aquel ejército, cansado el duque del Parque y afligido de achaques.

Llenaron el hueco que dejaba este ejército en Cataluña otras divisiones del segundo, ademas de la de Sarsfield, no ocupadas en

el bloqueo de las plazas y fuertes del reino de Valencia, yendo á estrechar el de Tortosa la quinta, que capitaneaba Don Juan Martin el Empecinado.

Entre tanto habíase afirmado Suchet en su línea del Suchet en el Llobregat, fortificando la cabeza del puente de Molins

Llobregat

de Rey, y construyendo varios reductos á la izquierda de aquel rio. Formaba la vanguardia el general Mesclop y observaba ambas orillas, encomendándose el lado de Martorell á un batallon protegido por un escuadron de húsares. Tuvo esta fuerza algun descuido de que se aprovechó Don José Manso, muy diligente en su caso aunque hombre de espera, dando de sobresalto en ellos el 10 de setiembre en Palleja y desbaratándolos. Rechazó igualmente á otros que vinieron en ayuda de los primeros, mejorada su posicion y muy afianzada.

Bentinck en

Villafranca.

Ni Bentinck desamparó tampoco á Villafranca y pueblos de enfrente, apostando en el ventajoso y difícil paso de Ordal, distante tres leguas, al coronel Adams con un trozo respetable de gente compuesto de un regimiento británico y de otro calabrés y de una brigada de la division española de Sarsfield, que mandaba Don José de Torres. Colocóse á este en la izquierda con dos compañías inglesas, y en lo alto de la eminencia llamada la Cruz de Ordal á los calabreses, metidos en un reducto antiguo y dueños de cuatro cañones pequeños, alojándose en la derecha lo que restaba de fuerzas inglesas.

Pelea en Ordal,

Discurrió Suchet atacar este punto y aventar de alli á los aliados, para lo que se concertó con Decaen. No era fácil la empresa, siendo Ordal escarpado sitio con avenida que culebrea por largo espacio y ciñen vecinos cerros. Asi fue que tomó el mariscal francés las correspondientes precauciones, pareciéndole la mas oportuna acometer de repente y de noche á los aliados con propósito de sobrecogerlos.

Se trabó la pelea en la noche del 12 al 13, habiendo lanzado el general Mesclop, que se hallaba á la cabeza de la columna del general Harispe, muchos tiradores apoyados de otra fuerza contra la izquierda aliada, en donde se apostaban los españoles, que tenian tambien parte de su gente en el camino real. Vanos fueron por dos veces los ímpetus del enemigo, estrellados en el valor y serenidad de nuestros soldados. Generalizóse en breve el fuego por toda la línea, con la desgracia de quedar herido á poco gravemente el coronel Federico Adams, por lo que recayó el mando en Don José de Torres. Renovando los enemigos esforzadamente su ataque, desalojaron á los nuestros de un puesto importante que se recobró luego; debiéndose en particular el triunfo á los granaderos y cazadores de Aragon, á dos compañías inglesas, y á los tiros de metralla de la artillería británica en la Cruz de Ordal. Pero frustradas al francés sus tentativas por este lado, ideó otra sobre la

Sucesos

derecha que amparaban los ingleses destacando en contra suya la division de Habert, la cual logró su objeto, distinguiéndose el comandante Bugeaud con el batallon 116 que arrolló brioso á los que se le oponian. Entonces tuvieron tambien que ciar los de la izquierda y centro, y tomaron hácia San Sadurní en busca de las fuerzas del general Copons que andaban por alli y posteriores. por Martorell. Los españoles se unieron á los suyos, mas no los calabreses, que encontrándose con tropas de Decaen que avanzaban por la derecha de Suchet, retrocedieron, logrando sin embargo cruzar el camino real de Barcelona y embarcarse en Sitges con la buena ventura de no encontrar al paso con Suchet ni con gente de su ejército. Perdieron sí los cañones, mas no los extraviados, que consiguieron incorporarse con Don José Manso. Los restos de la derecha aliada del cuerpo lidiador en Ordal se unieron á Bentinck, quien avanzó al ruido de la contienda trabada. Pero no fue muy allá, tornando atras luego que supo el infeliz desenlace. Tampoco Suchet porfió en el perseguimiento, ya porque tardó en adelantarse el general Decaen con quien contaba, entretenido por los calabreses y Don José Manso, ya porque advirtiendo firmeza en el ademan de Bentinck, y por haber sido escarmentados sus ginetes en una refriega con los británicos, no creyó prudente empeñar nueva accion. No hubo despues ninguna otra de importancia, replegándose al Llobregat el mariscal Suchet y los aliados á Tarragona, cuyo gefe Bentinck dejó en breve el mando, trasladándose otra vez á Sicilia. Sucedióle sir Guillermo Clinton, esclarecido general y de fama bien adquirida.

Estado de los

mania.

Armisticio

A pesar de vaivenes y desengaños de la suerte varia y aun adversa en Cataluña, no se siguió á España grave perjuicio, asi por los trofeos cogidos en otros lugares, como tambien por los señalados acontecimientos que á la propia sazón ocurrieron en Alemania. Eclipsábase alli cada vez mas la estrella en otro negocios en Ale- tiempo tan resplandeciente y clara del emperador Napoleon. Porque si bien brilló de nuevo en los campos de Lutzen, Bautzen y Wurtchen, no fue sino momentáneo su esplendor, y para ocultarse y desaparecer del todo sucesiva y lamentablemente. Habíase firmado un armisticio el 4 de Plesswitz. de junio en Plesswitz entre las potencias beligerantes, estipulando ademas el Austria en Dresde el 30 del propio mes una convencion con la Francia, en la que ofrecia su mediacion, y á cuyo efecto debia reunirse un congreso en Praga, prolongándose hasta el 10 de agosto el armisticio pactado. Dificultades sin número se opusieron á la pacificacion general, nacidas ya de los aliados, que mal contentadizos con los favores de la fortuna querian sacar mayor provecho de sus anteriores lauros, ya de Napoleon, que avezado á dominar siempre y á dictar condiciones, no se avenia à recibirlas, temiendo descender mal parado de la cumbre de su poderío y gran

deza. Por tanto rompióse el armisticio, y uniéndose el Austria á la confederacion europea, declaró la guerra

Rómpese.

á los aliados.

á la Francia el 12 de agosto de 1813 sin que los vínculos de la sangre que enlazaban á las familias reinantes de ambos estados bastasen á detener el movimiento bélico, ni á trocar frias re- Unese el Austria soluciones de la desapegada política. Las que tomó en este caso el augusto suegro de Napoleon acabaron de inclinar la balanza de los sucesos del lado de la liga europea. Ventura sobre todas esta que confortaba los ánimos de los españoles, creciendo en ellos la esperanza de ver concluida pronta y felizmente la lucha de la independencia; como afianzado tambien el establecimiento de las nuevas reformas, á lo menos de aquellas que se conceptuasen mas útiles y necesarias.

Tras de lograr objeto tan importante caminaban afanadas las córtes generales y extraordinarias, llevando en las Las córtes y su discusiones el anterior rumbo con mayoría casi igual rumbo. aunque no siempre tan numerosa y compacta; allegándose al partido opuesto á las mudanzas muchos diputados de los últimamente elegidos por las provincias que iban quedando libres de la dominacion extraña: en donde una porcion considerable de las clases que se creian perjudicadas por las reformas ó recelaban del porvenir, habia influido poderosamente en las elecciones con notable daño de la opinion liberal.

Discusion sobre trasladarse à Madrid.

Equilibráronse principalmente los dictámenes al examinarse en las córtes si convenia ó no trasladar á Madrid el asiento del gobierno: cuestion que promovida en 1812, se renovó ahora con visos de mejor éxito, obrando de concierto en el asunto diputados de sentir muy diverso en otras materias, unos por agradar á sus poderdantes que eran de las provincias de lo interior, muy interesadas en tener cerca al gobierno y las córtes; otros por alejar á estas del influjo, en su entender pernicioso, de los moradores de Cádiz declarados del todo en favor de mudanzas y nuevos arreglos.

Dió en la actualidad impulso al negocio una exposicion del ayuntamiento de Madrid, atento este á las ventajas que reportaria aquel vecindario de la permanencia alli del gobierno, y temeroso igualmente de que se escogiese en lo sucesivo otro pueblo para cabecera del reino. Dictámen á que se inclinaban varios diputados, y del que en todos tiempos han sido secuaces hombres muy entendidos y de estado. Porque en efecto notable desacuerdo fue sentar en Madrid la capital de la monarquía, cuando el imperio español abrazando ambos mundos contaba entre sus ciudades no solo ya á la bella y opulenta Sevilla, sino tambien á la poderosa y bien situada Lisboa: emporios uno y otro de comercio y grandeza, mas propios á infundir en el gobierno peninsular sanas y generosas ideas de economía pública y administracion que un pueblo fundado

III.

18

en pais estéril, nada industrioso, metido muy tierra adentro, y compuesto en general de empleados y clases meramente consumidoras.

La exposicion del ayuntamiento de Madrid pasó á informe de la regencia y del consejo de estado, y ambas corporaciones opinaron que por entonces no se moviese el gobierno de donde estaba: dueño todavía el enemigo de las plazas de la frontera y con posibilidad, en caso de algun descalabro, de volver á intentar atrevidas incursiones obligando á las autoridades legítimas á nuevas y peligrosas retiradas. Juicioso parecer que prevaleció en las córtes, si bien despues de acalorados debates; aprobándose en la sesion del 9 de agosto lo propuesto por la regencia, reducido : 1o á que no se fijase por entonces el dia de la mudanza; y 2o á que cuando esta se verificase fuese solo á Madrid: con lo que, sin desagradar á los vecinos de la antigua capital del reino, tratóse de serenar algun tanto á los de Cádiz, muy apesadumbrados é inquietos por la traslacion proyectada.

Se dilata la traslacion.

Otros debates

Mas ni aun asi aflojaron en su intento los diputados sobre la materia, que la deseaban, proponiendo en seguida uno de ellos que las sesiones de las córtes ordinarias, cuya instalacion estaba señalada para 1o de octubre, se abriesen en Madrid y no en otra parte. Tan impensado incidente suscitó discusion muy viva y tal que al decidirse el asunto resultó empatada la votacion. Preveia semejante caso el reglamento interior de las córtes, ordenando para cuando sucediese, que se repitiera el acto en el inmediato dia, lo cual se verificó quedando desechada la proposicion por solos 4 votos pasando de 200 el número de vocales. Aunque ufana la mayoría con el triunfo, recelábase de la maledicencia, que muy suelta esparcia la voz de que los diputados de las extraordinarias querian eternizarse en sus puestos. Para desvanecerla é imponer silencio á tan falso y mal intencionado decir, hiciéronse varias proposiciones, enderezadas todas ellas, y en particular una del señor Mejía, á remover estorbos para acelerar la llegada de los diputados sucesores de los actuales. Laudable conato, bien que inútil para acallar las maliciosas pláticas y fingidos susurros de partidos apasionados; siendo la mas acomodada y concluyente respuesta que pudieron dar las córtes á sus detractores el modo con que se portaron cerrando sus sesiones al debido é indicado tiempo.

El diputado
Antillon.

En estos debates continuaron distinguiéndose algunos diputados de los que no habian asistido á las córtes extraordinarias en los dos primeros años. Descolló entre todos ellos Don Isidoro Antillon, de robusto temple, aunque de salud muy quebrantada, formando especial contraste las poderosas fuerzas de su entendimiento con las descaecidas y flacas de su cuerpo achacoso y endeble. Adornaban á este diputado ciencia y erudicion bastante, no menos que concisa y punzante elocuencia, si bien con

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