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llamado y recibido al extrangero, y echando en cara al general inglés el favor y ayuda que daba á la rebeldía y sedicion.

No tuvo Wellington sin embargo motivo de arrepentirse, conformándose luego los aliados con lo que él practicó entonces, y cobrando ellos mismos cada dia mayor espíritu con los sucesos prósperos, desengañados de lograr nada bueno con Napoleon, indómito é intratable siempre.

Estado critico de Napoleon y medidas que to

ma.

En efecto, echadas á un lado las proposiciones de Francfort, nunca procedió este derechamente ni con verdaderos deseos de concluir una paz acomodada á los tiempos, desoyendo á los hombres mas adictos á su persona como tambien los pareceres de las principales corporaciones de su imperio, hasta disolver apresuradamente el cuerpo legislativo, usando en aquel trance de palabras singulares y de mucho destemple. Cierto que el estado del emperador francés era muy otro del que tenian los que daban consejos: no aventurando los últimos nada en ello cuando Napoleon, en el recejar solo, exponíase á grandes riesgos y á interiores perturbaciones, decaido del militar poderío, fundamento de su elevacion y grandeza.

Instó por tanto en que se activasen los convenientes preparativos para abrir la campaña dentro del territorio francés, pero por mas diligente que anduvo, casi todo enero corrió antes de que le fuese dable ponerse en camino. Verificólo al fin saliendo

Sale de Paris.

de Paris el 25 del propio mes, despues de haber conferido el 23 la regencia á la emperatriz su esposa, y agregado á ella el 24 á su hermano José bajo el título de lugarteniente del imperio.

Congreso de Châtillon.

No por eso quiso Napoléon que se creyese cerraba las puertas á la pacificacion apetecida, sino que por el contrario, aparentando inclinarse á lo propuesto en Francfort, procuró por conducto del príncipe de Metternich se renovasen los interrumpidos tratos. No era sin embargo de presumir que las potencias aliadas se conformasen ahora con lo ofrecido anteriormente, vista la situacion actual de las cosas tan favorable á la coalicion como contraria á Bonaparte, á quien á las claras iba torciendo el rostro la fortuna. Juntáronse pues en Châtillon del Sena negociadores autorizados: celebróse alli la primera sesion en 5 de febrero, y se hallaron presentes por una parte los plenipotenciarios de Rusia, Prusia, Inglaterra y Austria representando los intereses de la Europa confederada, y por la opuesta el de Francia Mr. de Caulaincourt, duque de Vicenza. En otra sesion que tuvieron el 7 del propio febrero, pidieron aquellos, con arreglo á instrucciones de sus soberanos, que para tratar se sentase la base de que la Francia se conformaba con entrar en los límites que la « ceñian antes de la revolucion de 1789: » á lo cual no asintió Mr. de Caulaincourt, reclamando se conservasen los mismos que

los aliados habian propuesto en Francfort y eran los del Rin. Promoviéronse despues explicaciones, réplicas y conferencias, y aun hubo una suspension momentánea de la negociacion; hasta que el 17 presentó el ministro de Austria la minuta de un tratado fundado en la base enunciada de antiguos límites, con la especificacion de que la Francia abandonaria todo lo que poseyese ó pretendia poseer en España, Alemania, Italia, Suiza y Holanda; ofreciendo la Inglaterra devolver como en remuneracion la mayor parte de las conquistas que durante la guerra habia hecho á aquella potencia en Africa, América y Asia.

Lejos estaba Napoleon de consentir en semejantes proposiciones, y menos ahora que habia recobrado aliento y ensoberbecidose con la campaña emprendida, cuyos movimientos dirigió maravillosamente contra fuerzas muy superiores, excediéndose á sí mismo y á su anterior y militar fama tan bien sentada ya y tan esclarecida. Asi fue que en respuesta á la última proposicion de los aliados redújose á enviar un contra-proyecto, obstinándose en pedir los límites del Rin y ademas otros territorios é indemnizaciones exorbitantes para aquella sazon; de lo que enojadas las otras potencias rompieron las negociaciones, disolviéndose el congreso el 19 de marzo.

Disuėlvese.

Tratado de
Chaumont.

Antes y en primero de dicho mes habian firmado las mismas en Chaumont un convenio, segun el cual formando entre sí una liga defensiva por veinte años, comprometíanse á no tratar separadamente con el enemigo, y á mantener en pie cada una de ellas 150,000 hombres sin contar las guarniciones; con la obligacion la Inglaterra de aprontar cinco millones de libras esterlinas que debian distribuirse entre las potencias beligerantes para sostener la guerra permanente y viva.

Tales arreglos y el rompimiento de las negociacioResultas de esto. nes de Châtillon acrecian probabilidades en favor de la restauracion de los Borbones, cuyos príncipes y sus partidarios meneábanse diligentemente, habiendo acudido Monsieur conde de Artois al cuartel general de los aliados, y dirigídose la vuelta de la Bretaña el duque de Berry, al paso que el de Angulema, conforme hemos visto, soplaba en el mediodia de Francia levantamientos y sediciones contra Napoleon.

à Fernando.

Suelta Napoleon Estrechado este por todos lados apresuróse á concluir la negociacion entablada con Fernando, poniéndole en libertad, y trató tambien de restituir á su silla de Roma al soberano pontifice, á quien tenia como aprisionado hacia años. Aligerábase con esto de embarazos y odiosas enemistades, esperando igualmente sacar útil fruto de esta generosidad, aunque aparente y forzada. Cuenta Escoiquiz que la libertad repentina del rey debióse á lo que él y Mr. de Laforest alegaron en su apoyo; pero parécenos no fue asi, y que solo la provocó el apuro en que Napoleon se veia

y el anhelo de que se le juntasen en todo ó parte las tropas suyas que quedaban en Cataluña y algunas de las que combatian en el Pirineo, dejando á los ingleses solos y privados del sostenimiento de España.

Precede Zayas

su

Coincidió la resolucion del emperador francés con la vuelta á Valencey del duque de San Carlos trayendo la negativa de la regencia al tratado de que habia sido portador. Grandes temores se suscitaron alli de que desbaratase tal incidente la determinacion de Napoleon, y por eso pasó á Paris San Carlos tras del emperador, para remover cualesquiera estorbos que pudieran nacer; pero no le encontró ni en la capital ni en ninguna parte por donde le buscara, mudando Napoleon de lugar á cada paso, segun lo exigia la guerra que llevaba entonces, andando siempre por caminos y veredas, y como quien dijera, á campo travieso. Sin embargo absorbido él mismo en asuntos de la mayor importancia, no paró mientes en lo que la regencia respondiera, y aguijado por el tiempo y por los acontecimientos no desistió de su propósito sobre dejar á Fernando libre y en disposicion de restituirse á España. En consecuencia mandó se le expidiesen los convenientes pasaportes, que se recibieron en Valencey el 7 de marzo á las diez y media de la noche con indecible júbilo de S. M. y AA., bien asi como de los demas que alli asistian: no estuvo de vuelta el de San Carlos hasta el 9. Quiso el rey le precediese en su viage el mariscal de campo Don José Zayas, quien salió de Valencey el al rey en 10 con carta para la regencia y órden de que se preparase lo necesario para el recibimiento de S. M. en los pueblos del tránsito. Llegó Zayas el 16 á Gerona, á la sazon cuartel general del primer ejército, y al dia siguiente, acompañado de un oficial de estado mayor, partió en posta para Madrid, en donde fue bien acogido, ya por lo que se estimaba su nombre, ya por la carta de que era portador, en cuyo contexto no se esquivaba, como en las otras, hablar de córtes ni de lo que se habia hecho durante la ausencia de S. M., dando á entender que mereceria lo obrado su real aprobacion en cuanto fuese útil al reino modo de expresarse ambiguo, pero preferible al silencio guardado hasta entonces. Produjo la lectura de la carta en el seno de la representacion nacional gran regocijo por anunciarse la próxima llegada de S. M., y tambien por lo que hemos dicho de no advertirse en su contenido aquella extrañeza y estudiado desvío que se habia notado en las anteriores. Dióse en conformidad un decreto que atestiguaba la satisfaccion de las córtes y el aprecio que las mismas hacian con tan fausto motivo del general Don José Zayas.

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viage.

(* Ap. n. 18.)

No tardó S. M. en seguir los pasos de este, sa- Sale el rey de liendo de Valencey el 13 de marzo, acompañado

Valencey.

de SS. AA. los infantes Don Carlos y Don Antonio y demas per

III.

22

Llega a Perpi

ñan.

sonas que concurrian á su lado. Dirigióse por Tolosa con rumbo á Perpiñan segun órden de Napoleon, para huir de cualquiera encuentro ó relacion con los ingleses. Venia el rey bajo el nombre de conde de Barcelona. Entró en Perpiñan el 19 de marzo en donde le aguardaba el mariscal Suchet, á quien recibió S. M. con distincion, dándole gracias por el modo como se habia portado en las provincias donde habia hecho la guerra. Mas aqui empezaron ya los tropiezos. Queria el rey continuar su viage y pasar á Valencia sin detenerse; pero oponíanse á ello las instrucciones que tenia el mariscal, segun las cuales debia pasar el rey Fernando á Barcelona y permanecer en aquella plaza en rehenes, hasta que se realizase la vuelta á Francia de las guarniciones bloqueadas en las plazas de Cataluña y Valencia. Precaucion ofensiva que siendo ignorada de Fernando al salir de su confinacion, representábase como alevosía nueva que afortunadamente no se consumó del todo, persuadido Suchet de cuán odioso é inútil seria llevarla á cabo. Pidió en consecuencia nuevas instrucciones à Paris, aviniéndose á que en el entretanto quedase solo en Perpiñan como en prendas el infante Don Cárlos.

Quédase alli el infante Don Car

los.

Entra el rey en
España.

Pisó el 22 el territorio español S. M. Fernando VII, y paróse el 23 en Figueras á causa de las muchas aguas que habia cogido el Fluviá, furioso y muy aplayado. Suplicó en aquel dia al rey el mariscal Suchet que se suavizase la suerte de los prisioneros, reiterando sus instancias para la vuelta á Francia de las diversas guarniciones de Cataluña y Valencia. Contestósele dándole buenas y seguras palabras en cuanto á lo primero, y extendiendo San Carlos en cuanto á lo segundo una promesa formal por escrito, en la que puso el rey de su* puño al márgen: « Apruebo este oficio. FERNANDO. » Dicese si tambien ofreció entonces S. M. á dicho mariscal que le conservaria la propiedad de la Albufera de Valencia, que Napoleon le habla donado en premio de la conquista de aquella ciudad.

(* Ap. n. 19.)

Recibe Copons

via.

Habíase dispuesto á recibir al rey á su entrada en al rey en el Flu- España Don Francisco de Copons, general del primer ejército, trasladando el 21 de marzo de Gerona á Báscara su cuartel general. Avisado de que S. M. se acercaba, colocó el Don Francisco sus tropas el dia 24 al nacer del sol á la derecha del Fluviá. Lo mismo hicieron los gefes franceses en la orilla opuesta con las suyas, formando unas y otras vistoso anfiteatro. Oyéronse muy luego alternativamente en ambos campos salvas y músicas que retumbaban por el valle, y se mezclaron al ruido y algazara de los soldados y paisanos que acudieron á bandadas de las comarcas vecinas. Un saludo de nueve cañonazos precedido de un parlamento anunció la llegada del rey Fernando, quien á poco dejóse ver en la ribera izquierda del Fluviá, acompañado de su tio el

infante Don Antonio y del mariscal Suchet con alguna caballería. El gefe de estado mayor francés Mr. Saint-Cyr Nugues adelantóse para poner en conocimiento del general español Don Francisco de Copons que iba a pasar S. M. el rio, límite entonces de ambos ejércitos. Sucedió asi, y al sentar el rey á hora de mediodía el pie en la márgen derecha, solo ya con el infante su tio y la comitiva española, ofrecióle Don Francisco de Copons, hincada la rodilla en tierra y con el acatamiento correspondiente, sus respetos, y pronunció un breve y gratulatorio discurso adecuado al caso, poniendo ademas en las reales manos un pliego cerrado y sellado que le habia sido remitido por la regencia del reino, conforme á lo que prevenia el artículo 3o del decreto de 2 de febrero, bajo cuya cubierta venia una carta para S. M. informándole del estado de la nacion con varios documentos y comprobantes adjuntos. Llegó entonces al mayor colmo la alegría y entusiasmo, dando los asistentes crédito apenas á sus ojos, viendo al rey entre ellos al cabo de seis años de ausencia y despues de tropel tan grande de sucesos y portentos. Revistó en seguida S. M. acompañado del infante Don Antonio las tropas, que desfilaron por delante formadas en columna, aclamando los soldados unánimemente al rey con vivas de efusion verdadera, no prorumpidos en virtud de mandato anterior y expreso. Continuaron S. M. y A. su viage llevando al lado á Don Francisco de Copons y escoltados por algunos ginetes. Entraron todos el mismo dia 24 en Gerona, cuyos adornos colgaduras eran ruinas y escombros, y su alfombrado arreboles aun y salpicaduras de la sangre, que durante el sitio habia corrido en abundancia y arroyado sus calles. Espectáculo sublime si bien triste, cuya vista debió conmover al monarca y excitarle á meditacion profunda, destinado á labrar la felicidad de un pueblo que al defender los propios hogares, habia sustentado tambien y confundido con los suyos los intereses de la corona.

Entra el rey en

Gerona.

y

Llega tambien alli el infante

Don Carlos.

Fiado el mariscal Suchet en la promesa del rey, y no autorizado quizá bastante para detener en rehenes, como lo hizo, al infante Don Carlos (si atendemos á lo mucho que por ello le reprendió el gobierno provisional de Francia* sucesor de Napoleon), púsole en libertad, y el 26 le acompañó hasta el Fluviá, cuyo rio cruzó S. A., entrando en Gerona aquel dia en union con el rey su hermano, que habia salido á recibirle.

{* Ap. n. 20.)

T

No tuvo sin embargo cumplido efecto lo ofrecido con relacion á las plazas, resistiéndose á ello Don Francisco de Copons, quien guardando al rey los miramientos debidos, no creyó serle lícito apartarse de los decretos de las córtes, terminantes en la materia, y contrarios á tratar con el francés en tanto que no fuese de conformidad con los aliados. Resolucion á la que de grado ó fuerza tuvieron que adherir todos; siendo ademas arreglada al interes pú

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