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sen ambos, yendo el primero destinado á su diócesi de Toledo, y el segundo, como oficial de marina, al departamento de Cartagena.

Prenden en

Madrid à los regentes, y à varios ministros y diputados.

Casi á la propia sazon llevábanse tambien á efecto en Madrid providencias semejantes, aunque, si cabe, mas inauditas en los anales de España. Fueron pues arrestados en virtud de real órden durante la noche del 10 al 11 de mayo los dos regentes Don Pedro Agar y Don Gabriel Ciscar, los ministros Don Juan Alvarez Guerra y Don Manuel García Herreros, y los diputados de ambas cortes Don Diego Muñoz Torrero, Don Agustin Argüelles, Don Francisco Martinez de la Rosa, Don Antonio Oliveros, Don Manuel Lopez Cepero, Don José Canga Argüelles, Don Antonio Larrazabal, Don Joaquin Lorenzo Villanueva, Don Miguel Ramos Arispe, Don José Calatrava, Don Francisco Gutierrez de Teran y Don Dionisio Capaz. Estuvieron en igual caso el literato ilustre Don Manuel José Quintana, y el conde, hoy duque, de Noblejas, con su hermano y otros varios.

Procedió á ejecutar estas y otras prisiones Don Francisco Eguía, nombrado al propósito de antemano y calladamente por el rey capitan general de Castilla la Nueva, obrando bajo sus órdenes asistidos de mucha tropa y estruendo con el título de jueces de policía Don Ignacio Martinez de Villela, Don Antonio Alcalá Galiano, Don Francisco Leiva y Don Jaime Alvarez de Mendieta, diputados á córtes algunos de ellos en las extraordinarias, y colegas por tanto de varios de los perseguidos. Negóse á desempeñar encargo tan criminal y odioso Don José María Puig, magistrado antiguo, á quien ensalzó mucho ahora proceder tan noble como poco imitado. Fueron encerrados los presos en el cuartel de guardias de corps y en otras cárceles de Madrid, metiendo á algunos en calabozos estrechos y fétidos, sin luz ni ventilacion, á manera de lo que se usa con forajidos ó delincuentes atroces.

Continuaron los arrestos en los dias sucesivos, y extendiéronse á las provincias de donde fueron traidos á Madrid varios sujetos y diputados esclarecidos, entre ellos, Don Juan Nicasio Gallego, acabando por henchirse de hombres inocentes y dignísimos todas las cárceles, en las que de dia y noche, sigilosamente y sin guardar formalidad alguna, vaciaban encarnizados enemigos la flor y gloria de España. No pudieron ser habidos á dicha suya los señores Caneja, Diaz del Moral, Don Tomas de Iztúriz, Tacon, Rodrigo y conde de Toreno, que pasaron á otras naciones.

Disolucion de

orden del rey.

En la misma noche del 10 al 11 de mayo presentóse el general Eguía á Don Antonio Joaquin Perez, di- las cortes por putado americano por la Puebla de los Angeles y actual presidente de las córtes, intimándole de órden del rey quedar estas disueltas y acabadas del todo. No opuso Perez á ello óbice ni

reparo alguno, y antes bien créese que obedeció de buena voluntad, estando en el número de los que firmaron la representacion de los sesenta y nueve, y en el secreto, segun se presumió, de. todo lo que ocurria entonces. Una mitra con que le galardonaron despues, dió fuerza á la sospecha concebida de haber procedido de connivencia con los destruidores de las córtes, y por tanto indigna y culpablemente.

Asonadas en
Madrid.

Soltáronse en la mañana del 11 los diques à la. licencia de la plebe mas baja, arrancando esta brutalmente la lápida de la constitucion que arrastró por las calles, lo mismo que varias estatuas simbólicas y ornatos del salon de córtes. Lanzaban tambien los amotinados gritos de venganza y muerte contra los liberales y en especial contra los que estaban presos : llevando por objeto los promovedores encrespar las olas populares á punto de que se derramasen dentro de las cárceles, y sofocasen alli en medio de la confusion y ruido á los encerrados en aquellas paredes. Pero malogróseles su feroz intento, que muy somera y no de fondo era la tempestad levantada, como impelida solo por la iniquidad de unos pocos y muy contados.

Manifiesto

mayo.

(* Ap. n. 23.)

Amaneció igualmente en aquel dia puesto en las esdecreto del 4 de quinas un manifiesto con título de decreto, firmado, de la real mano y refrendado por Don Pedro de Macanaz, que aunque fecho en Valencia á 4 de mayo, habíase tenido hasta entonces muy reservado y oculto. * En su contexto, si bien declaraba S. M. que no juraria la constitucion, y que desaprobaba altamente los actos de las cortes y la forma que se habia dado á estas, afirmaba no menos que aborrecia y detestaba el despotismo, ofreciendo ademas reunir cortes y asegurar de un modo duradero y estable la libertad individual y real, y hasta la de la imprenta en los límites que la sana razon prescribia. Mas hacer promesas tan solemnes y de semejante naturaleza á la faz de la nacion y del mundo, al propio tiempo que se decretaba subrepticiamente la disolucion de las córtes y que se atropellaban sin miramiento alguno las personas de tantos diputados y hombres ilustres, no parecia sino que era añadir á proceder tan injusto y desapoderado befa descarada y dura.

Autores y coo- Asegúrase escribió este manifiesto ó decreto Don perarios de él. Juan Perez Villamil, auxiliado de Don Pedro Gomez Labrador, aunque al cabo riñeron los dos entre sí y descompadraron. Llevó la pluma haciendo de secretario Don Antonio Moreno, ayuda de peluquero que habia sido de palacio, y en seguida consejero de hacienda.

Reflexiones.

Atropéllanse á la mente reflexiones muchas al contemplar semejantes acontecimientos y sus resultas. Por una parte muy de lamentar es, ver convertido al rey en instrumento ciego de un bando implacable é interesado, haciendo suyas

las ofensas y agravios agenos, y forzado por tanto á entrar en una carrera enmarañada de reacciones y persecucion en daño propio y grave perjuicio del estado, y por otra admira la imprevision y abandono de las córtes que, dejándose coger como en una red, no tomaron medida alguna ni intentaron parar el golpe que las amenazaba, madrugando primero y anticipándose á sus enemigos. Nacia en el rey semejante conducta de su total ignorancia de las cosas actuales de España, y de aquella inclinacion á escuchar errados consejos que se habia advertido ya desde el principio de su reinado; y en las córtes de inexperiencia y de la buena fe que reinaba entonces entre los reformadores, no imaginándose cabria nunca á su causa ni caeria tampoco sobre ellos la suerte y trato que experimentaron, no menos inicuo que poco merecido.

Dudamos tambien contra el dictámen de muchos que hubieran podido las cortes, aun permaneciendo muy unidas, resistir al raudal arrebatado que de Valencia vino sobre ellas. El nombre de Fernando obraba por aquel tiempo en la nacion mágicamente; y al sonido suyo y á la voluntad expresa del rey hubiera cedido todo y hubiéranse abatido y humillado hasta los mayores obstáculos. Tampoco era dable contar mucho con los ejércitos. Mantúvose el llamado primero fiel á las córtes, pero tibio; y declaróse en contra el segundo. Empleó en el de reserva de Andalucía juego doble, conforme á costumbre antigua, su gefe el del Abisbal, enviando para cumplimentar al rey á un oficial de graduacion con dos felicitaciones muy distintas y en sentido opuesto, llevando encargo de hacer uso de una ú otra, segun los tiempos y el viento que corriese. Formaron algunos oficiales en el tercer ejército bando ó liga contra el príncipe de Anglona por creerle afecto á las cortes y sobre todo fiel á sus juramentos; hecho muy vituperable, pero que descubria desavenencia alli en cuanto á opiniones políticas, y por el cual, para decirlo de paso, reprendió ásperamente Lord Wellington en Oyarzun á los principales fautores. Hubo si señales mas favorables à la causa de las córtes en el cuarto ejército; mas entre oficiales subalternos, no entre los gefes. De aquellos abocáronse algunos con su general Don Manuel Freire fiados en la conocida honradez de este que no desmintió, haciéndoles juiciosas reflexiones acerca de los impedimentos que presentaria la ejecucion de la empresa, siendo en su entender el mayor de todos el soldado mismo, de propension dudosa, si no contraria á lo que ellos premeditaban. * Esto y lo que de súbito se fue agolpando, desvió á todos de proseguir por entonces en el intento de sostener abiertamente á las córtes y la constitucion.

(*Ap. n. 24 bis.)

en Madrid.

Entró el rey en Madrid el 13 de mayo, y si bien Entrada del rey quedó en Aranjuez la division del segundo ejército que le habia acompañado desde Valencia, acudió por otro lado y al mismo tiempo á la capital la de Don Santiago Whittingham,

compuesta de 6,000 infantes, 2,500 caballos y seis piezas, no tanto para agrandar la pompa en obsequio de la celebridad del dia, cuanto para impedir se perturbase la pública tranquilidad. Asi sucedió que el mismo Fernando que en 24 de marzo de 1808 habia penetrado por aquellas calles sin escolta, y resguardado solo con los pechos de los fieles habitadores, aun en medio de huestes extrangeras poco seguras, tuvo ahora, expulsadas estas y vencidos tantos otros obstáculos, que precaverse y custodiar su persona, como si estuviese circuido de enemigos los mas declarados. A tal estrecho le habian conducido hombres que preferian á todo saciar personales venganzas por ofensas que ellos mismos se habian grangeado, queriendo que el rey, á imitacion de lo que cuentan de un emperador romano, acabase á la vez y de un golpe (* Ap. n. 25.) con lo mejor quizá y mas espigado de España.

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Cruzó Fernando á su entrada el puente de Toledo, y atravesó la puerta de Atocha ; yendo despues por el Prado y las calles de Alcalá y Carretas hasta hacer pausa en el convento de Santo Tomas para adorar, segun costumbre de sus antepasados, la imágen depositada alli de Nuestra Señora de Atocha. Dirigióse en seguida por la plaza Mayor y las Platerías á palacio, que ocupó de nuevo al cabo de mas de seis años de ausencia. Arcos de triunfo y otros festejos embellecian la carrera y le daban realce; no escaseando en ella el clamor, alabanzas y vítores, si bien no con aquel desahogo y universal contentamiento que era de esperar en ocasion tan plausible; lastimado el oido de muchos y quebrantado su corazon con los sollozos y lágrimas de las familias de tantos inocentes, sepultados ahora en oscuros encierros Y calabozos.

Llegada à la Wellington.

capital de Lord

El 24 del mismo mayo hizo tambien su entrada pública en Madrid por la puerta de Alcalá Lord Wellington, duque de Ciudad-Rodrigo, recibiendo en el tránsito los honores debidos á sus triunfos y elevada clase. Creyóse entonces que dado no se tocara al gobierno absoluto restablecido por el rey, al menos cesarian los malos tratos y las persecuciones contra tantos hombres apreciables y dignos, en atencion siquiera á la buena correspondencia que habian seguido muchos de ellos con Lord Wellington. Mas no fue asi, continuando todo en el mismo ser que antes sin la menor variacion ni alivio. Cierto que el 5 de junio, víspera de la partida del general inglés para Paris y Londres, hizo este á S. M. una exposicion que entregó Don Miguel de Alava al duque de San Carlos, muy notable, y segun nos han asegurado, llena de prudentes consejos de tolerancia y buena gobernacion. Pero los que no consintieron escuchar estos presente Wellington, menos lo quisieran en ausencia suya y muy lejos ya; traspapelándose la exposicion en las secretarías, o haciéndola ciertos individuos perdidiza como cosa de ningun valor. De Madrid restituyóse el general inglés à Londres, donde le

Recompensas que este recibe en su patria.

confirió S. M. británica el título de duque con la misma denominacion que tenia antes, esto es, la de Wellington. Concedióle el parlamento la suma de 300,000 libras esterlinas para que se le comprase un estado correspondiente á su gerarquía, ascendiendo á 17,000 libras tambien esterlinas lo que le abonaban las arcas públicas por sueldos y otras mercedes. Galardon proporcionado á los muchos y grandes servicios que habia hecho á su patria Lord Wellington, y digno de una nacion esclarecida y poderosa.

Evacuacion de las plazas que aun conservaba el francés en España.

Entre tanto fuéronse evacuando las plazas que estaban aun en poder del francés, y que debian entregarse á los españoles, segun los convenios ajustados en Tolosa el 18 y 19 de abril. Rindióse Benasque el 23 del propio mes, aunque á costa de algun fuego y escaramuzas. El 18, 22, 25 y 28 de mayo Tortosa, Murviedro, Peñíscola, Santoña y Barcelona, las dos últimas en un mismo dia. El 3 y 4 de junio Hostalrich y Figueras; quedando con esto del todo libre de enemigos el territorio peninsular. Regresaron tambien á su patria respectiva los prisioneros de guerra, y los españoles que bajo el nombre de reos de estado y contra todo derecho y buena razon se habia llevado Napoleon á Francia, de los que murieron muchos, rendidos á las fatigas y largo padecer. Fueron tambien desocupando la Francia sucesivamente las tropas británico-portuguesas y las nuestras. sy

Y para complemento en fin de todos estos aconte

Tratado de paz

Francia.

cimientos, dió España su accesion en 20 de julio al amistad con tratado de paz y amistad que habian concluido los

aliados con Francia en 30 de mayo, debiendo en el término de dos meses enviar las potencias respectivas á Viena ministros ó embajadores que ventilasen en un congreso los asuntos pendientes y generales de Europa.

En principios de mayo habia formado el rey Fernando un ministerio que modificó antes de finalizarse el mes, aunque à la cabeza de ambos siempre el du

que

Ministerio que nombra el rey Fernando.

Política errada y reprehensible de estos.

de San Carlos. Siguióse por uno y otro la política comenzada en Valencia, creciendo cada dia mas las persecuciones y la intolerancia contra todos los hombres y todos los partidos que no desamaban la luz y buscaban el progreso de la razon siendo en verdad muy dificultoso, ya que no de todo punto imposible á los ministros salir del cenagal en que se metieran los primeros y malhadados consejeros que tuvo el rey. Error fatal y culpable, del que todavía nos sentimos y nos sentiremos por largo espacio ; pudiendo aplicarse desde entonces á la infeliz España lo que decia un antiguo de los atenienses*: « Desórden y torbellino los gobierna, expulsada ha sido toda providencia conservadora. ›

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(* Ap. n. 26.)

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