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sieron asimismo apoderarse del rebellin, pero tropezaron con dificultades que no pudieron remover de golpe.

Prosiguió el sitiador sus trabajos hasta el 4 de abril, esforzándose el gobernador Philippon en impedir el progreso, y empleando para ello suma vigilancia, y todos los medios que le daba su valor y consumada experiencia.

Mientras tanto viniendo sobre Extremadura el mariscal Soult, aunque no ayudado todavía, como deseaba, por el mariscal Marmont, preparóse Wellington á presentar batalla si se le acercaba, y resolvióse á asaltar cuanto antes la plaza.

Ya entonces estaban practicables las brechas. Por tres puntos principalmente debia empezarse la acometida; por el castillo, por la cara del baluarte de la Trinidad, y por el flanco del de Santa María. Encargábase la primera á la tercera division del mando de Picton, y las otras dos á las divisiones regidas por el teniente coronel Barnard, y el general Colville. Doscientos hombres de la guardia de trinchera tuvieron la órden de atacar el rebellin de San Roque, y la quinta division, al cargo de Leith, la de llamar la atencion del enemigo desde Pardaleras al Guadiana, sirviéndose al propio tiempo de una de sus brigadas para escalar el baluarte de San Vicente y su cortina hácia el rio.

Asalto dado à la

Dióse principio á la embestida el 6 de abril á las diez plaza. de la noche, y le dieron los ingleses con su habitual brio. Escalaron el castillo, y le entraron despues de tenaz resistencia. Enseñoreáronse tambien del rebellin de San Roque, y llegaron por el lado occidental hasta el foso de las brechas: mas se pararon, estrellándose contra la maña y ardor francés. Allí apiñados, desoyendo ya la voz de sus gefes, sin ir adelante ni atras, dejáronse acribillar largo rato con todo linaje de armas y mortiferos instrumentos.

Apesadumbrado Lord Wellington de tal contratiempo, iba á ordenar que se retirasen todos para aguardar al dia, cuando le detuvo en el mismo instante el saber que Picton era ya dueño del castillo, é igualmente que sucediera bien el ataque que habia dado una de las brigadas de la quinta division al mando de Walker : la cual, si bien à costa de mucha sangre, vacilaciones y fatiga, habia escalado el baluarte de San Vicente y extendidose lo largo del muro. Incidente feliz que amenazando por la espalda á los franceses de las brechas, los aterró, y animó á los ingleses á acometerlas de nuevo y apoderarse de ellas.

Tómanla los an- Lográronlo en efecto, y se rendió prisionera la glo-portugueses. guarnicion enemiga. El general Philippon con los principales oficiales se recogió al fuerte de San Cristóval y capituló en la mañana siguiente. Ascendia la guarnicion francesa al principiar el sitio á unos 5,000 hombres. Perecieron en él mas de 800. Tuvieron los ingleses de pérdida, entre muertos y heridos, obra

de 4,900 combatientes: menoscabo enorme, padecido especialmente en los asaltos de las brechas.

Los franceses desplegaron en este sitio suma bizarría y destreza: los ingleses sí lo primero, mas no lo último. Probólo el mal suceso que tuvieron en el asalto de las brechas, y su valor en el triunfo de la escalada. Asi les acontecia comunmente en los asedios de plazas.

vecinos.

Trataron bien los ingleses á sus contrarios: mala- Maltratan á los mente á los vecinos de Badajoz. Aguardaban estos con impaciencia á sus libertadores, y prepararonles regalos y refrescos, no para evitar su furia, como han afirmado ciertos historiadores británicos, pues aquella no era de esperar de amigos y aliados, sino para agasajarlos y complacerlos. Mas de cien habitantes de ambos sexos mataron allí los ingleses. Duró el pillage y destrozo toda la noche del 6 y el siguiente dia. Fueron desatendidas las exhortaciones de los gefes, y hasta Lord Wellington se vió amenazado por las bayonetas de sus soldados, que le impidieron entrar en la plaza á contener el desenfreno. Restablecióse el órden un dia despues con tropas que de intento se trajeron de fuera. Sin embargo, las córtes decretaron gracias al ejéreito inglés, no queriendo que se confundiesen los excesos del soldado con las ventajas que proporcionaba la reconquista de Badajoz. Condecoró la regencia á Lord Wellington con la gran cruz de San Fernando. Pusieron los ingleses la plaza en manos del marques de Monsalud, general de la provincia de Extremadura.

Gracias conce

didas.

Avanza Soult y

se retira.

El 8 de aquel abril se habia adelantado Soult hasta Villafranca de los Barros, y retrocedió mal enojado luego que supo la rendicion de Badajoz; atacó el 11 á su caballería la arrolló la inglesa.

y

Acércanse los españoles à Sevilla.

Al propio tiempo el conde de Penne Villemur con un trozo del quinto ejército español se acercó á Sevilla por la derecha del Guadalquivir, y peleó con la guarnicion francesa de aquella ciudad, y con la que habia en el convento de la Cartuja. Culpóse á Ballesteros de no haberle ayudado á tiempo por la otra orilla del rio, y de ser causa de no arrojar de alli á los franceses. Retiróse Penne Villemur el 10 por orden de Wellington, habiendo contribuido su movimiento á acelerar la retirada de Soult á Sevilla, despues de dejar este á Drouet apostado entre Fuente-Ovejuna y Guadalcanal.

Movimiento de

Marmont hacia

Ciudad Rodrigo.

Luego que acudió al sitio de Badajoz, como ya indicamos, la quinta division británica, no quedaron mas tropas por el lado de Ciudad Rodrigo que algunas partidas y la gente de D. Cárlos de España junto con el regimiento inglés primero de húsares, bajo el mayor general Alten, encargado de permanecer alli hasta fines de marzo. Parecióle, pues,

mariscal Marmont buena ocasion aquella de recuperar á Ciudad Rodrigo ú Almeida, y de hacer una excursion en Portugal, mas atento á mirar por las cosas de su distrito, que á socorrer á Badajoz que se hallaba comprendido en el del mariscal Soult, trabajados continuamente estos generales con rivalidades y celos. En aquel pensamiento partió Marmont de Salamanca asistido de 20,000 hombres, entre ellos 1,200 de caballería. Intimó en vano la rendicion á Ciudad Rodrigo, desde cuyo punto, no bien hubo apostado una division de bloqueo, se enderezó á Almeida, donde tampoco tuvo gran dicha. Muy estrechado se vió Don Carlos de España, colocado no lejos de Ciudad Rodrigo, y á duras penas pudo unirse con milicias portuguesas que habian pisado las riberas del Coa. Por su parte el mayor general Alten se retiró, y le siguió á la Beira baja la vanguardia francesa, que entró el 12 de abril en Castello-Branco, de donde volvió pies atras. Pero Marmont, habiendo espantado á las milicias portuguesas y dispersádolas, se adelantó mas allá de la Guarda, y llegó el 15 á la Lagiosa. Mayores hubieran sido entonces los estragos, si, noticioso el general francés de la toma de Badajoz, no hubiese comenzado el 16 su retirada, levantado en seguida el bloqueo de Ciudad Rodrigo, y replegadose en fin á Salamanca.

da.

Wellington

Destruye Hill las obras de los

Aguijóle tambien á ello el haberse puesto en movivuelve al Ague- miento Lord Wellington caminando al norte, despues que Soult tornó á Sevilla. El general inglés sentó en breve sus cuarteles en Fuente-Guinaldo, acantonando sus tropas entre el Agueda y el Coa. Adelante Wellington en su plan de campaña, pero yendo poco á poco y con mesura, determinó embarazar y aun destruir las obras que aseguraban al enemigo el paso del Tajo en Extremadura, y por consiguiente sus comunicaciones con Castilla. Los franceses habian suplido en Almaraz el puente de piedra, antes volado, con otro de barcas, y afirmádole en ambas orillas de Tajo con dos fuertes denominados Napoleon y Ragusa. A estas obras habian añadido otras, como lo era la reedificacion y fortaleza de un castillo antiguo situado en el puerto de Mirabete á una legua del puente, y único paso de car

franceses en el

Tajo.

ruages.

Encomendó Wellington la empresa al general Hill, que regia como antes el cuerpo aliado que maniobraba á la izquierda del Tajo. Le acompañó el marques de Alameda, individuo de la junta de Extremadura, de quien no menos que del pueblo recibió Hill mucha ayuda y apoyo.

Al despuntar del alba atacaron los ingleses el 19 de mayo y tomaron por asalto el fuerte de Napoleon, colocado en la orilla izquierda lo cual infundió tal terror en los enemigos que abandonaron el de Ragusa, sito en la opuesta, huyendo la guarnicion en el mayor desórden hácia Navalmoral. Cogieron los ingleses 250

prisioneros; arrasaron ambos fuertes; destruyeron el puente, y quemaron las demas obras, las oficinas y el maderaje que encontraron. Libertóse el castillo de Mirabete por su posicion que estorbaba se le tomase de sobresalto. Sacó la guarnicion dos dias despues el general d'Armagnac del ejército francés del centro, viniendo por la Puente del Arzobispo. Otros auxilios que intentaron enviar Marmont y Soult llegaron tarde. Con el triunfo alcanzado quitóseles á los franceses la mejor comunicacion entre su ejército del Mediodia y el que llamaban de Portugal.

teros.

Por su lado el mariscal Soult de vuelta de Extre- Soult y Ballesmadura habia atendido á contener á Don Francisco Ballesteros; en particular despues que Penne Villemur se habia alejado de la márgen derecha del Guadalquivir. El Don Francisco, desembocando del campo de Gibraltar para cooperar á los movimientos del último, habia hecho alto en Utrera el 4 de abril, sin pasar adelante; con lo cual se dió tiempo á la llegada de Soult de Extremadura, y á que Penne Villemur se viese obligado á retroceder á sus anteriores puestos. Ballesteros hubo de hacer otro tanto y replegarse via de la sierra de Ronda. Sin embargo, haciendo un movimiento rápido, tuvo la fortuna de escarmentar á los enemigos el 14 de abril en Osuna y Alora. En la primera ciudad se peleó en las calles, viéndose los franceses obligados á encerrarse en el fuerte que habian construido, picándoles de cerca, y avanzando hasta el segundo recinto el regimiento de Sigüenza á las órdenes de su valiente gefe Don Rafael Cevallos Escalera. Y en Alora trabándose refriega con una division enemiga se le tomaron bagages, dos cañones y algunos prisioneros. Lo mismo aconteció el 23 entre otra columna enemiga y la vanguardia española al cargo de Don Juan de la Cruz Mourgeon: la cual en una reñida lid, y hasta el punto de llegar á la bayoneta, arrolló á los contrarios, y les causó mucha pérdida y daño.

Choques en Osuna y Alora.

Tales excursiones, marchas y embestidas con lo que amagaba por Extremadura y Castilla, pusieron muy sobre aviso al mariscal Soult, quien, temeroso de que Ballesteros fuese reforzado con nueva gente de desembarco, y dificultase las comunicaciones entre Sevilla y las tropas sitiadoras de Cádiz, trató de asegurar la línea del Guadalete, fortificando con especialidad, y como parage muy importante, á Bornos. Mandaba alli el general Corroux, teniendo bajo sus órdenes una division de 4500 hombres. Salió entonces Ballesteros de Gibraltar, bajo cuyo cañon habia vuelto á guarecerse, y pensó en impedir los trabajos del enemigo y de tentar de nuevo la fortuna.

Accion de Bornos ó del Guadalete.

Asi fue que avanzando vadeó el Guadalete el 1° de junio, y acometió á los franceses en Bornos mismo. Embistieron valerosamente los primeros Don Juan de la Cruz Mourgeon y el príncipe de Anglona con la vanguardia y

tercera division. Fueron al principio felices, mas ciando la izquierda en donde mandaba D. José Aymerich y el marques de las Cuevas, cundió el desmayo á las demas tropas, y creció con un movimiento rápido y general de los enemigos sobre los nuestros, y el avance de su caballería superior á la española, viniendo al trote y amagando nuestra retaguardia. Consiguieron, no obstante, las fuerzas de Ballesteros repasar el rio, si bien algunos cuerpos con trabajo y á costa de sangre. Favoreció el repliegue D. Luis del Corral, que gobernaba los ginetes, quien se portó con tino y denodadamente tambien sobresalió alli por su serenidad y brio Don Pedro Tellez Giron, príncipe de Anglona, deteniendo á los franceses en el paso del Guadalete, ayudado de algunas tropas, y en especial del regimiento asturiano de Infiesto. Recordarse no menos debe el esclarecido porte de Don Rafael Cevallos Escalera, ya mencionado honrosamente en otros lugares; quien mandando el batallon de granaderos del general, aunque herido en un muslo, siempre al frente de su cuerpo, menguado con bastantes pérdidas, avanzó de nuevo, recobró por sí mismo una pieza de artillería, sostúvola, y cuando vió cargaban muchos enemigos sobre el reducido número de su gente, no queriendo perder el cañon cogido, asióse á una de las ruedas de la cureña, y defendióle gallardamente, hasta que cayó tendido de un balazo junto á su trofeo. Las córtes tributaron justos elogios á la memoria de Cevallos, y dispensaron premios á su afligida familia. No prosiguieron los enemigos el alcance, siendo considerable su pérdida, mas la nuestra ascendió á 1,500 hombres, muchos en verdad extraviados.

Seguro entre tanto Wellington de que los españoles á pesar de infortunios y descalabros distraerian á Soult por el mediodia, y de que avituallado Badajoz y guarnecida la Extremadura con el cuerpo del general Hill y el quinto ejército, quedaria toda aquella provincia bastantemente cubierta, resolvióse á marchar adelante por Castilla, y abrir una campaña importante, y tal vez decisiva. Animábale mucho lo que ocurria en el norte de Europa, y los sucesos que de alli se anunciaban.

Conforme a lo que en el año pasado habia indicado en Cádiz Don Francisco de Zea Bermudez, disponíase la Rusia á sustentar Guerra entre Na- guerra á muerte contra Napoleon. El desasosiego de poleon y la Rusia. este, su desapoderada ambicion, el anhelo por dominar á su antojo la Europa toda, eran la verdadera y fundamental causa de las desavenencias suscitadas entre las córtes de Paris y San Petersburgo. Mas los pretextos que Napoleon alegaba nacian : 1° de un ukase del emperador de Rusia de 31 de diciembre de 1810, que destruia en parte el sistema continental adoptado por la Francia en perjuicio del comercio marítimo; 2o una protesta de Alejandro contra la reunion que Bonaparte habia resuelto del ducado de Oltemburgo; 3° los armamentos de Rusia. Figurábase el em

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