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> este momento por el recuerdo que tenia de las desgra

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ciadas empresas de Galicia, Cataluña y Valencia, y por >> no haber todavía visto una heroica firmeza como la de

>> los inmortales soldados que componian la division del

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digno general Quiroga, creido de que solo la certeza del próximo embarco podia dar á las tropas de ultramar, » la docilidad necesaria para servir la sagrada causa de la patria, y librar al soldado de los temores que continua» mente causaba la falta de instrucciones.

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» Manifesté era necesario reunir las opiniones de los oficiales, é inspirar á la tropa la repugnancia á embaresperando sin recelo el momento señalado.

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» A mediados del mes de mayo, recibí una carta de » S. M., en la que me manifestaba un plan de sublevacion » en el ejército, con el objeto de imposibilitar la espedi»cion proyectada, y de establecer un nuevo sistema de go» bierno. S. M. me encargó echar mano de castigos ejemplares para contener este desórden, y de no mirar sus » avisos con indiferencia, por la probabilidad de la eje

» cucion.

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Ninguna de mis disposiciones anteriores á la época en que reuní una gran parte del ejército para acamparlo á » las inmediaciones del puerto Santa Maria, debió inspi» rar á mis amigos la menor desconfianza. El 2 ó 3 de julio, á mi regreso de Cádiz, supe que las conversaciones de los oficiales de la guarnicion eran tan alar» mantes, que el corregidor habia dado parte al capitan general de la Isla, que se temia una revolucion en el ejército, y que, por via estraordinaria, se habia puesto » á noticia de S. M. Esta imprudencia que esponia el éxito » de la bien meditada futura empresa, me obligó á to

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> mar las disposiciones necesarias para no llamar esclusiva» mente la atencion del gobierno; reemplacé los batallo» nes de la guarnicion de Cádiz, y mandé acantonar otros > varios.

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Algunos avisos recibidos me manifestaron que las tropas del puerto Santa Maria, estaban decididas á nom» brar por su gefe al general D. Pedro Saarsfield, y apode » rarse solos de la Isla, si yo no condescendia á sus ideas, lo que se oponia al buen éxito de la empresa hasta en>> tonces confiada á mi patriotismo y entusiasmo por la li» bertad de la patria.

>> Sus deseos no eran mas vivos que los mios, pero era » de temer una guerra entre los cuerpos del ejército que eran » de distinta opinion, lo que hubiese perjudicado á la causa » nacional. Cuando mas convencido estaba de que no po» dia intentar lo que las tropas del puerto de Santa Ma» ria exigian, vino el general Saarsfield, en la tarde del 6, á anunciarme que estas se hallaban en una total revolucion, decididas á no marchar para los acantona>> mientos destinados, y prontas á asesinarme si no accedia » á su peticion. Entonces revoqué la orden de su mar» cha, encargando al general Saarsfield no hacer uso de > ella hasta el último estremo.

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» Este general y el coronel Arco-Agüero que envié pa» ra restablecer el orden, regresaron al otro dia, diciéndome que las tropas persistian en su demanda. Para impedir que se cometiese tan grande falta, salí en la no» che del 8, y arresté á los gefes que querian deponerme » del mando, con el objeto de ponerlos en libertad y ha» cerlos servir con utilidad, en el momento favorable para › la ejecucion de la empresa propuesta. No hice recono

cer sus papeles hasta 48 horas despues de su arresto, › en fin obré en un todo como un gefe amigo y no » mo un general ofendido.

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» El gobierno me llamó á Madrid, quitándome el mando » del ejército, con lo que frustró todas mis esperanzas. Despues del nombramiento del general Calderon para reemplazarme, quize marcharme de Madrid y ponerme » á la cabeza del ejército para dar libertad á mis com. pañeros de armas; pero el creer que no seria obedecido por los generales en gefe de las tropas, me hizo de» sistir de mis proyectos.

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Luego que supe el heroico movimiento del general Quiroga, traté de imitarlo en cuanto me permitieran mis . fuerzas. No se me presentó ocasion para verificarlo, » hasta que reunidos en Ocaña los zapadores de Alcalá » con el regimiento de Imperial Alejandro, pude procla➤ mar la constitucion, y organizar una fuerte division

que hubiera animado á los reinos de Jaen, Córdova y » Sevilla á decidirse, y se hubiera reunido á los restos de » la division del inmortal Riego, segundando directamente > los esfuerzos de los valientes de la Isla de Leon «

Ahora diremos al conde del Abisbal : Cuando, en el mes de agosto de 1815, os mostrabais tan adicto á los Borbo. nes y tan opuesto á los revolucionarios, hacia diez y seis meses que FERNANDO VII habia disuelto las cortes, abolido la constitucion de Cádiz, y castigado con la prision y el destierro á los conspiradores que habian intentado usurparle el trono de sus padres. Desde entonces que nuevos cargos podeis hacer á vuestro rey? ¿De donde nace ese nuevo zelo patriótico? La contestacion fuera dificil.

Añadiremos mas : Entrasteis En Francia con el general

Castaños, al frente de las primeras columnas de un ejército de 80,000 hombres. ¿Habria juntado á caso FERNANDO VII હૈં un cuerpo tan numeroso, á no haber estado muy cierto de la lealtad de sus soldados y de todos sus vasallos?

Finalmente dirémosle : En 1820, declarasteis en un escrito público, que los mismos soldados que habiais podido sublevar, fueron los que temieron el embarcarse para la espedicion de ultramar. Luego la revolucion de 7 marzo 1820, ha sido solo hecha por los conspiradores y á provecho de los mismos.

La familia de O-Donnell, establecida en España, ha presentado el mismo espectáculo que la de Mirabeau al principio de la revolucion de Francia.

Hemos visto que Josef O-Donnell destruyó el ejército de Ricgo, en los primeros meses de 1820, cuando la conspiracion de Madrid inutilizó sus esfuerzos.

El señor D.. Cárlos O Donnell manda el ejército de la Fé en Navarra. El dia 1.0 de setiembre último pasado, antes de entrar en campaña, escribió á su hermano, el conde del Abisbal, una carta que concluye con estas líneas:

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Quedamos aun cuatro hermanos, y acabamos de repartirnos entre la justicia y la maldad, entre el rey y » sus enemigos. Josef y yo nos hallamos felizmente en la » clase de los súbditos fieles, y Alejandro y tú os habeis » vendido á la faccion regicida, compuesta de los hom> bres mas despreciables y mas criminales. - Nosotros de» fendemos la causa de Dios, los derechos del trono, y » la verdadera libertad de la patria; pero vosotros defendeis la arbitrariedad, la inmoralidad, la irreligion....... Ojalá! querido Enrique, vuelvas un dia á tener mejor modo de pensar «<.

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» la Europa sobre la Francia; la España sola es la que

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» ha traido la Europa á Paris, y la que ha vencido á Napoleon. Las puertas de Valencey se abren, FERNANDO VII » entra en España, los libertadores de España y de su rey » recibirán á su entrada singulares demostraciones de agra> decimiento. Sí, como Fernando entrara solo, como no » escuchara mas que los impulsos de su corazon; pero entra » rodeado de cortesanos. El nombre solo de constitucion » los asusta ; entonces era posible modificarla un tanto, siendo muy fácil proponerlo á la nacion, y hacer que lo consin» tiese. La justicia lo exigia del Rey, su política se lo aconsejaba, sus ideas personales lo inclinaban á ello, algunos hombres sabios unian sus voces á las de la justicia, » de la política, y de la misma conciencia del Rey; los » cortesanos se oponen y vencen; ellos solos son oidos. La » constitucion queda abolida, y hasta borrado su nombre. » El destierro, los calabozos, los presidios son el galardon » con que se premia á sus autores; los héroes de la independencia son mártires de la libertad..... »

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Todo el discurso de M. Bignon en la sesion del 25 de febrero último, todo cuanto se ha dicho en las dos cámaras, todo cuanto se ha publicado en favor de la revolucion de España, no es mas que la repeticion, ó la amplificacion de las frases que acabamos de citar. Aquellos que habrán

Les cabinets et les peuples, p. 116.

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