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al yerno de M.me de Staël, que nombre siquiera el libeસો ral á quien se hayan hecho sufrir tormentos, ó haya estado en calabozos ú presidios.. Ah! desde el regreso de Fernando no han faltado víctimas condenadas á las mas duras prisiones, estos han sido los Elios, los Vinuesas y los fieles guardias de Corps, interin se les preparaba el garrote ó les esperaba el martillo.

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Los héroes de la independencia, segun dijo M. Bignon, son los mártires de la libertad. Otro escritor añade: « Sacrificados los intrépidos defensores de la España, los » únicos hombres que hubiesen sacado de la esperiencia » los conocimientos aplicables á la situacion de los ánimos, » ¿qué hombres le quedaban á Fernando para su consejo y su apoyo? Aquellos que, siendo incapaces de obrar, » solo habian opuesto sus buenos sentimientos á los acontecimientos y á la tiranía estrangera ».

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La contestacion es obvia: Fernando ha empleado únicamente á los intrépidos defensores de España. ¿A quién confió este Monarca el ejército de 80,000 hombres que reunió sobre las fronteras de Francia, despues de la invavasion de este reino por Bonaparte? A los generales Castaños y Abisbal. Cuales han sido sus ministros de la guerra ? Los generales Eguia y Ballesteros. Por fin que se cite entre todos sus ministros entre todos sus generales, entre todos sus comandantes de provincia, un hombre que no se haya distinguido en la guerra de la independencia, y que solo haya opuesto sus buenos sentimientos á la tiranía estrangera.

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Una cosa sola hay que observar, y es que todos los hombres que han manifestado su fidelidad al Rey en 1820, y hasta el dia de hoy, empezando por los generales Eguia, Eroles, Quesada, Cárlos España, Longa, Josef y Carlos

O-Donnell, y acabando por el cura Merino y el Trapense, todos, sin excepcion, han hecho la guerra al usurpador, y que entre los revolucionarios, se ven al contrario muchos partidarios suyos: la Navarra nos presenta hoy dia un ejemplo memorable sobre el particular. Alejandro ODonnell que manda el ejército de las Cortes en aquella provincia, fue coronel de un regimiento del ejército de Bonaparte en la campaña de Rusia, cuando su hermano Cárlos, actualmente general en el de la fé de la misma provincia, hacia la guerra al devastador de la Europa y al opresor de su patria.

CAPÍTULO VIII.

Del discurso de M. de Talleirand contra la intervencion del Rey de Francia á favor del Rey de España y de los fieles españoles.

EL ministro de relaciones esteriores

, y el duque de Fitz-James han contestado de un modo admirable á todas las partes de este discurso. Añadiré solamente algunos hechos, de la misma suerte que algunas veces se ponen con utilidad, notas á continuacion de los mejores escritos.

Este discurso de M. de Talleirand ha sido una arma poderosa entre las manos de los facciosos; en la famosa mojiganga de Leon, cuyos autores han sido entregados á los tribunales, y en la que se representaba al comercio aniquilado por las palabras con que S. M. se habia espresado sobre la revolucion de España, los liberales sentados sobre el carro en que yacia la figura alegórica del comercio, se detenian en todas las bocacalles para leer al pueblo el magnífico discurso de M. de Talleirand; al mis

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mo tiempo que el principal periódico de la faccion, daba en Paris un comentario harto inteligible del mismo discurso.

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Acaso se lisonjean, decia M. de Talleirand, que el >> arcano de esta nueva cruzada sea un misterio para los

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pueblos ? No señores, la España conquistada á la libertad, la » España sin privilegiados, es un espectáculo insufrible » para el orgullo: no debe tolerarse; es preciso hacer en España lo que no se ha podido lograr en Francia, la > contrarevolucion.... A mí me toca que estoy avanzado » en edad, que respeto á la Francia, que soy adicto al Rey y á toda su familia; á mí que tanta parte he te» nido en los sucesos de las dos restauraciones, que con mis esfuerzos, y, me atrevo ú decirlo, con el feliz éxito » de mis planes, he colocado mi gloria y toda mi responsabilidad, en la renovacion de la alianza entre la Fran» cia Ꭹ la casa de Borbon, á mí me toca procurar, en » cuanto pueda, que no quede comprometida la obra de » la sabiduría y de la justicia, por las pasiones desorde

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» nadas y temerarias ...

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Veamos ahora el comentario del Constitucional:

« Una » cosa deberia hacer la mas viva impresion en los hom>> bres de buenos sentimientos y de recto juicio. En 1814 algunos personages eminentes tomaron la iniciativa, y, segun acaba de espresarse el mas considerable > entre aquellos, la responsabilidad de la revolucion que » devolvia á la Francia los vástagos de la antigua dinas» tía. La notoriedad pública señala al príncipe de Talleirand, » al duque de Alberg, al general Desolles, al marques de Jaucourt, al baron Louis, al Arzobispo de Malines. ¿En » que partido vemos hoy á estos hombres? la contes

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Del 13 febrero 1823.

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tacion á esta pregunta es de mucho peso. ¡Desgraciado » el que no saque de ella una advertencia saludable!........... » La casa de Borbon habia transigido con las ideas, las > doctrinas, los sentimientos de 1789, y la guerra de España se dirige precisamente á combatir estos grandes intereses de nuestra época

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La España sin privilegiados ofrece un espectáculo insufrible para el orgullo, dice el príncipe Talleirand. Ya cité desde la tribuna esta frase del señor Corradi, redactor de los procesos verbales de las sesiones de las cortes: No se contaban en las cortes constituyentes de Cádiz > Y en las constituidas de 1813 y 1814, mas que tres diputados plebeyos. « Y el Constitucional pone al lado de M. de Talleirand, de este enemigo acérrimo de los privilegiados, á los señores de Alberg, Dessoles, Jaucourt, Louis (antiguo consejero en el parlamento de Paris), y á M. de Pradt hombres todos de la clase antiguamente privilegiada. Asi es que en España y en Francia, se tienen se tienen por hombres sublimes, desinteresados, y por unos dechados de virtud, aquellos que se declaran contra los fueros y privilegios que habian heredado de sus mayores, en favor del buen pueblo y este pueblo, por un trastorno singular de ideas, en toda España como en la Vandea, se espone al saqueo, á la muerte y á todos los riesgos de una guerra civil, contra aquellos sus amigos, contra aquellos que le anuncian la libertad y la igualdad. Verdad es que estos amigos del pueblo francés se han procurado con su conducta un bienestar muy decente, y que á su imitacion los gefes de la revolucion española han hecho otro tanto. Los demagogos de uno y otro pais han querido asegurarse del poder, presentando al pueblo el cebo de la igualdad; táctica vulgar y antigua de que se habia usado ya tres mil años atrás.

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Yo que he tenido tanta parte en las dos restauraciones, prosigue M. de Talleirand. Es necesario entenderse ¿ mo habeis querido esta restauracion? El acta del senado de 6 de abril de 1814 titulada constitucion francesa concluye en estos términos: Luis Estanislao Xavier será proclamado Rey de los Franceses, inmediatamente despues de haber jurado y firmado una declaracion en que diga : Acepto la Constitucion; juro de observarla y hacerla observar. Si el Rey de Francia se hubiese sometido á una condicion semejante, hubiera abdicado su derecho hereditario; pero las aclamaciones que le acompañaron desde Calés á París le manifestaron que la ley sálica, y el amor á los hijos de San Luis estaban grabados en el corazon de los franceses. El Rey desechó aquella constitucion, y conformándose á los principios monárquicos, modificó por su autoridad real y hereditaria, las antiguas leyes de la monarquía; mostrando á la Europa, que en vez de querer transigir con las ideas, las doctrinas y los sentimientos de 1789, anulaba, con aplauso de toda la nacion, el proyecto de M. Talleirand y de sus amigos, que era hacer reconocer la soberanía del pueblo al hijo de Henrique IV y de Luis XIV, y al decano de los reyes de Europa.

Una circunstancia memorable manifestó bien pronto cuanto hubiera deseado M. de Talleirand que el rey adoptara la revolucion y pareciera haber olvidado todos sus crímenes. Pocos dias despues de su entrada en Paris quizo S. M. que se celebrasen solemnes funerales por su augusto hermano en la iglesia metropolitana. Se supo que M. de Talleirand, que á la sazon era ministro, se habia opuesto, en el consejo, á que la familia real cumpliese con un deber tan sagrado. Sin duda creyó que esta funcion religiosa seria una especie de injuria á los asesinos de Luis XVI, y á sus amigos. D 2

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