Imagens das páginas
PDF
ePub

CAPÍTULO VIII.

Estado social del reino de Navarra hasta el reinado de Isabel y Fernando V.

La

a monarquía de Navarra consolidada en el siglo XIII, sin enemigos infieles que combatir, y estrechada en su territorio por los reinos de Francia, Aragon y Castilla, mas poderosos que ella; no tenia mas medio de engrandecerse que el de promover la prosperidad interior, fomentando la agricultura, el comercio, las letras y las artes. Asi lo debió de conocer su rey Teobaldo I, que á su regreso de la malograda espedicion á la Tierra Santa se dedicó esclusivamente á aquellos objetos, segun dejé apuntado en el tomo 1.o Para aumentar la poblacion de Navarra, que se hallaba muy disminuida á consecuencia de las guerras anterio

res, habia hecho venir de sus estados de Champaña y Bria muchos industriosos pobladores, con cuyo refuerzo el cultivo y las demas artes industriales recibieron grande impulso y conocidas mcjoras.

que

Para asegurar la paz interior, sin la cual es imposible que florezca un reino, trató de corregir desde el principio de su reinado los desordenes habian ocurrido durante el interregno desde la muerte del rey don Sancho, y especialmente en Tudela, donde habian sido muertos y heridos muchos judios por el populacho irritado contra ellos, sin haber podido contenerle la autoridad del gobernador, ni el uso de la fuerza. Este espíritu de intolerancia y persecucion habia cundido mucho en España, desde principios del siglo XIII, el historiador Mariana hablando del numeropues so ejército que se hallaba reunido en las inmediaciones de Toledo para invadir la Andalucía, refiere que en la ciudad se levantó un alboroto de los soldados y del pueblo contra los judios, creyendo todos que hacian un servicio á Dios en maltratarlos; y que la ciudad se hubiera ensangrentado, á no haber resistido los nobles á la canalla, espresion de que usa el autor.

Pero volviendo al rey Teobaldo, su autoridad, sus virtudes y buena reputacion no fueron bastante poderosas para vencer en ocasiones la obstina

cion de la nobleza. Asi es que tratando de mejorar la forma de probar la hidalguía, para evitar la facilidad con que muchos mediante dos testigos infanzones pasaban de la clase contribuyente á la exenta, lo resistieron los nobles alegando que era contrafuero, y se quedó en tal estado el negocio. No menos altivez y oposicion mostraba el clero superior; pues habiéndose suscitado contienda entre el rey y el obispo de Pamplona sobre varios puntos, uno de los cuales era la pertenencia del señorío de San Esteban de Monjardin, escomulgó el prelado á su propio soberano, y arregladas despues las diferencias hubo este de pasar á Roma á solicitar la absolucion del papa.

Teobaldo II, hijo y sucesor del primero, cometió la imprudencia de acompañar á San Luis en su malhadada espedicion al Africa, donde pereció de contagio una gran parte del ejército, incluso su ilustre caudillo. Tambien murió Teobaldo en Sicilia de regreso á sus estados, cuya industria pudiera haber promovido con las sumas que empleó infructuosamente fuera de su reino en una empresa mal acometida, y tan lastimosamente acabada.

Por haber muerto sin sucesion Teobaldo II, entró á reinar su hermano don Enrique, cuyo principal propósito fué el de acrecentar el poderío real, y debilitar la fuerza de los magnates agre

1

gando á la corona todos los pueblos de señorío que pudiese. Asi lo hizo con Cascante y Rada; pero su intempestivo fallecimiento impidió llevar adelante este medio tan político y atinado de reconcentrar sin violencias el poder y las riquezas en el trono, para contener y reprimir las demasías de los magnates.

Dejó don Enrique una hija menor de edad, y heredera del trono. La reina viuda doña Blanca

para evitar las alteraciones que eran de temer en tan crítica situacion, juntó córtes, y con acuerdo de ellas nombró por gobernador del reino á don Pedro Sanchez de Monteagudo, señor de Cascante. Al mismo tiempo los diputados de los pueblos se confederaron por tiempo de treinta años para ayudarse mutuamente en el caso de que el gobernador no les guardase sus fueros. Esta confederacion no era un privilegio monstruoso como el de la union aragonesa de naturaleza mas hostil y revolucionaria, sino una medida de precaucion para defender los derechos del pueblo en caso necesario, dando á esto lugar la situacion estraordinaria en que se hallaba la monarquía.

La minoría de la reina despertó la ambicion de los monarcas de Aragon y Castilla, cada uno de los cuales queria apoderarse de ella para criarla en su corte, y disponer del reino. Los mismos navarros se hallaban divididos en bandos fomen

tados por aquellos dos monarcas, y por don García Almoravid, caballero navarro muy poderoso, descontento de no haber sido nombrado gobernador. En tan inminente crisis la reina viuda tèmerosa de los peligros que la cercaban, tomó la resolucion de acogerse á la proteccion del rey de Francia Felipe el Atrevido, huyendo de Navarra con su hija.

La ausencia de esta atizó el fuego de la discordia: el rey de Castilla envió tropas á Navarra. El partido mas poderoso de este reino estaba por el rey de Aragon; pero la faccion de Almoravid mantenia relaciones secretas con Castilla. Pamplo na se hallaba dividida en tres barrios ó poblaciones: dos de ellas seguian el partido de la reina; la tercera llamada la Navarreria era del bando de Almoravid, que la fortificaba contra las otras dos. Entretanto para tener un firme apoyo la reina viuda concertó el casamiento de su hija con el primogénito y heredero del rey de Francia, transfiriendo á este la tutela. Felipe como tutor nombró gobernador de Navarra á Eustaquio de Bellemarque, caballero francés.

Vino este á desempeñar su cargo, y a poco tiempo tuvo que fortificarse en Pamplona entre los habitantes de San Saturnino y la poblacion de San Nicolás que defendian el partido de la reina. Los sublevados de afuera, que estaban apoyados

« AnteriorContinuar »