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nufacturas, especialmente bajo la dominacion del segundo que era puntual observador de las leyes, y procuraba por todos medios aumentar la prosperidad de la nacion (1). Hiciéronse entonces dos grandes espediciones marítimas al mando de don Pedro Niño, conde de Buelna; la una á Levante en persecucion de corsarios; y la otra á los mares del norte. En la primera despues de haber hecho algunas presas y ahuyentado á los piratas, desembarcaron los castellanos en las costas de Berberia, y pelearon ventajosamente con los moros y africanos. Su osadia llegó hasta el punto de entrarse en el puerto de Tunez, donde Pedro Niño hizo prodigios de valor peleando él solo en una galera. contra una multitud de infieles, y concluyendo por quemar los buques enemigos (2).

No fue menos gloriosa la espedicion al norte, dirigida contra los ingleses, en union y alianza con algunos buques de la marina francesa. Estas fuerzas combinadas aportaron al pais de Cornualís; de alli corrieron la costa, desembarcando en algunos puntos, y peleando victoriosamente con los ingleses; quemaron la ciudad de Pool, cogieron

(1) Sempere, Historia del lujo y de las leyes suntuarias de España, tomo 1.o, página 171.

(2) Crónica de don Pedro Niño, edicion de Sancha, 1782, capítulos 7.o y 8.o

ganados y otras ricas presas; y por aproximarse el invierno, regresaron á los puertos de Francia, despues de haber reconocido el Támesis y visto la ciudad de Londres, segun dice la citada crónica, cuyas palabras por la novedad que encierran, me ha parecido oportuno copiar.

«Londres, dice, parescia en un llano una gran cibdad debia aver de la mar larga á ella dos leguas. Vienele de la parte del forte un grand rio que anda cercando la tierra donde ella está, que llaman el Artamisa. Es ahí luego de la otra parte una isla que llaman Isla Duy, que es la tierra della cabe la mar, muy espesa de montés é muy llana. El capitan (Pedro Niño) mandó salir en tierra omes escudados é ballesteros por saber tierra era: é luego en ese instante vieron tantos frecheros que les ficieron muy aina venir á la mar. E salió gente de las galeras, e escaramuzaron con ellos un rato; e tanta gente vino dellos, que se ovieron á recoger á las galeras. Aquella isla es rica; dicen que son en ella quince mil hombres, e que todos los mas son frecheros. E costeando la tierra perescia mucha gente (1).»

que

Ultimamente el lujo y la elegancia que reina

(1) La misma crónica, capítulo 28.

Tomo II.

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ban en la corte de don Juan II, y el grado de opulencia á que habia llegado la ciudad de Sevilla á mediados del siglo XV, segun refiere Zúñiga en sus Anales de aquella ciudad, acreditan los progresos que habian hecho la industria, el comercio y las artes; pero estas decayeron despues en el infausto reinado de Enrique IV por las alteraciones civiles, y el desacertado gobierno de aquel imbécil

monarca.

CAPÍTULO XI.

Progresos intelectuales de los españoles desde principios del siglo XIII hasta el advenimiento de los reyes católicos.

SECCION PRIMERA.

Progresos intelectuales hechos en la monarquía castellana.

Defecto

efecto harto comun ha sido en los escritores de la historia literaria el convertirse en indiscretos panegiristas de su propia nacion, dando valor á muchas obras que deberian estar perpetuamente sepultadas en el olvido. Y donde se nota mas esta parcialidad es en los juicios que se hacen de los escritores de la edad media; porque como en ella escasea tanto lo bueno, suelen dispensarse indebidos elogios para abultar los tesoros literarios, ocultando la pobreza ó desnudez con postizas

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galas. A esta vanidad nacional, que algunos llaman por mal nombre patriotismo, se agrega á veces el amor propio individual empeñado en dar importancia á un pergamino antiguo, ó libro raro que descubrió, aunque la razon y la filosofia no encuentren en él asunto digno de alabanza.

Por el contrario hay adustos críticos que sin tomarse el trabajo de examinar lo que hicieron los hombres en aquellos siglos de atrasada civilizacion, todo lo condenan como poco honroso y desigual á los adelantamientos posteriores.

Entre estos dos escollos quisiera yo llevar mi rumbo, de manera que ni diese en parcial panegirista, ni en detractor injusto. Por de contado mi posicion es mas favorable; porque no intentando, como llevo dicho, escribir la historia literaria, sino hacer un bosquejo de la cultura intelectual, indicando los escritores y personages mas insignes que contribuyeron á ella; podré incurrir en menos equivocaciones que si fuese á dar puntual razon

de cuanto se ha escrito.

Hecha esta salva aun me queda otra advertencia preliminar, y es que el escolasticismo do- · minante en Francia á últimos del siglo XII, no se estendió á la península en el siguiente; pues que don Alonso el Sabio designando las enseñanzas que constituian un estudio general ó universidad, (se entiende en España), no menciona la teologia

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