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Reprodújose esta peticion con mayor fuerza en las cortes de 1473 pidiendo al rey notificase á la corte de Roma que en adelante no se admitiria espectativa ni provision hecha á favor de estrangeros; lo cual fue asi resuelto. Este espíritu de resistencia á los abusos y usurpaciones de Roma se manifestó tambien por parte de los españoles en los concilios de Constanza y de Basilea.

A pesar de tan nobles esfuerzos continuó el abuso de las provisiones en personas estrangeras hasta que en tiempo de los reyes católicos, se hizo objeto de seria contienda entre la corona y el

porque en nuestros regnos era grant desfallecimiento de oro é plata es por los beneficios é dignidades que las personas estrangeras han en las eglesias de nuestros regnos, de lo cual viene á nos grand deservicio, é otro si que las eglesias non sean servidas segun deben, é los estudiantes nuestros naturales non podian ser proveidos de los beneficios que vacan por razon de las gracias que nuestro sennor el Papa fase á los cardenales é á los otros estrangeros, por lo cual nos pedien por merced que quisieremos tener en esto tales maneras como tienen los reys de Francia, é de Aragon é de Navarra, que non consienten que otros sean beneficiados en sus regnos, salvo los sus naturales. A esto respondemos que nos place de ver sobre esto é ordenar é tener todas las mejoras maneras que nos podieremos porque los nuestros naturales ayan las dignidades é beneficios de nuestros regnos, é non otros estraños algunos. Coleccion de córtes de la Academia de la Historia.

pontífice con motivo de la vacante del obispado de Cuenca.

Queria la reina trasladar á esta silla al obispo de Córdoba Alfonso de Burgos, su capellan; pero el Papa nombró para aquel obispado á su sobrino el cardenal de San Jorge, genoves. Para reclamar contra este nombramiento despacharon los reyes católicos un embajador á Roma, aunque sin fruto, por cuanto el Papa Sixto respondió con una arrogante presuncion que hubiera sentado mejor en uno de sus predecesores del siglo XII, que como cabeza de la iglesia tenia poder ilimitado para la provision de los beneficios; y que no estaba obligado á consultar la inclinacion de ningun potentado de la tierra, sino en lo que pudiera contribuir al mayor bien de la religion.

Altamente ofendidos los reyes católicos con tal respuesta, mandaron á sus súbditos eclesiásticos y legos residentes en Roma que saliesen de los dominios del Papa, orden que obedecieron los primeros con igual prontitud que los segundos, temiendo el secuestro de las temporalidades. Al mismo tiempo los reyes proclamaron su intencion de convidar á los demas príncipes de la cristiandad para unirse con ellos, á fin de convocar un concilio general para la reforma de los muchos .abusos que deshonraban á la iglesia.

No pudiera haber llegado á los oidos del Pa

pa noticia mas desagradable que la amenaza de un concilio general, cabalmente cuando la corrupcion eclesiástica habia llegado á tal punto, que dificilmente arrostraria la prueba de un escrutinio. Convencido Sixto de su temeridad, y de que ya no reinaba en Castilla Enrique IV, despachó á España un legado para que arreglase amistosamente el negocio.

Los reyes no quisieron recibirle, mandando que saliese inmediatamente del reino, sin manifestar siquiera la naturaleza de sus instrucciones, suponiéndolas derogatorias de la dignidad real. Pero el legado en vez de darse por sentido de tan desairado recibimiento, afectó la mas profunda humildad, renunciando á las inmunidades que pudiera reclamar como enviado del Papa, y sometiéndose á la autoridad de los reyes católicos como si fuese uno de sus súbditos, á fin de obtener una audiencia. El cardenal Mendoza, llamado comunmente el tercer rey de España por su grande influjo en la córte, receloso de un prolongado rompimiento con la iglesia, medió á favor del enviado, cuyo porte conciliador mitigo de suerte el resentimiento de los soberanos, que al fin consințieron en entablar negociaciones con la corte de Roma. 1

El resultado de ellas fue una bula de Sixto IV, en la cual se obligaba su santidad á pro

veer las principales dignidades de las iglesias de Castilla en los naturales que designasen los monarcas de este reino; y en consecuencia fue trasladado don Alfonso de Burgos á la silla de Cuenca. Al mismo tiempo la reina usando de la prerogativa que habia arrancado de manos del pontífice, nombró para todas las sillas vacantes sugelos de ejemplar piedad y sabiduria, posponiendo al fiel cumplimiento de su deber, toda consideracion de interes, y aun los empeños de su esposo (1).

Tambien limitaron los reyes católicos la jurisdiccion eclesiástica de sus estados, impidiendo que usurpase las atribuciones propias de la autoridad secular, como puede verse en la coleccion citada de sus Pragmáticas (2). Y no fue menor la solicitud de Isabel para reformar la moral del clero, encargando á los metropolitanos que tuviesen frecuentes comunicaciones pastorales con sus sufraganeos; dándole cuenta de los eclesiásticos viciosos; con lo cual se restableció la antigua disciplina. Asimismo se reformaron las órdenes regulares, obligándoles á observar las reglas de su ins

(1) History of the reign of Ferdinand and Isabella, tomo 1.", páginas 220 y siguientes. El autor se apoya en los mas respetables testimonios.

(2) Folio 11, 140, 141, 171 y otros.

tituto; y la reina Isabel en las visitas que hacia á varios conventos de monjas, las aficionaba al trabajo de manos con blandas persuasiones, y aun con su ejemplo, acompañándolas en las labores (1).

Para concluir este capítulo fáltame solo hablar de la reforma hecha en las costumbres durante la dominacion de los reyes católicos. Mucho se equivocaria el que suponiendo una relacion constante y uniforme entre la civilizacion moral y la intelectual, quisiese establecer por principio que la primera progresa en igual proporcion que la segunda. La historia vendria pronto á desmentirle presentándole épocas en que las facultades intelectuales se han desplegado con grandes mejoras, en medio de una lamentable depravacion de costumbres. Por el contrario tiempos ha habido de notable reforma en las últimas, y de poco ó ningun adelantamiento en la civilizacion intelectual. Mas

progresos habia hecho esta en el siglo XIII que en los tiempos del Cid; y si comparamos á don Sancho el Bravo con aquel héroe, y á los castetellanos de uno y otro periodo, se verá cuanto mas pundonorosos y morigerados eran los del siglo XI.

(1) Memorias históricas de la Academia, tomo 6.o, ilustracion 8.a

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