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para las ciudades é villas de nuestros regnos é para todos vuestros naturales que nos fisieren librar el dicho conde de Ledesma é sus parciales, desiendo que alborotábamos vuestros regnos en deservicio de vuestra altesa del é pacífico estado de ellos, é que queriamos faser guerra é escandalos, é que non viniesen á nuestros llamamientos nuestros vasallos é los otros que con nosotros viven so grandes penas: por

cierto muy poderoso rey, las causas porque nosotros somos juntos son las contenidas en esta letra, é por procurar el servicio de Dios é el ensalzamiento de la su santa fé católica y de vuestra corona real, é por delibrar vuestra real persona é palacio real de la opresion en quel dicho conde é sus parciales á vuestra altesa tienen, é por deliberar las personas de los dichos infantes vuestros hermanos de la presion en que estan, é non por las causas contenidas en las dichas letras dirijidas á las dichas ciudades y villas: : ca vuestra señoria bien sabe quanto yo el marques ó el maestre mi hermano á aquella servimos é con quanta lealtad; asi en el tiempo que era príncipe como despues que regnó, poniendo nuestras personas é estados é fue ensalzado vuestro estado por nuestros grandes trabajos é afanes é aun asi mesmo, bien conosce vuestra altesa con cuanta lealtad vos sirvieron el almirante don Fadrique, mediante el qual vuestra señoria fiso paces cón el rey de Aragon á gran provecho de vuestra corona real: é asi mesmo los condes de Plasencia é Alva é los otros caballeros que son con nosotros, é en los tiempos pasados tanto seguimos vuestra voluntad, que entendemos aver cargado nuestras conciencias; é agora es cierto que procuramos é fasemos á vuestra

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altesa el mayor servicio é á vuestros regnos el ma yor bien que nosotros nin otros algunos á aquella nin á los dichos regnos fisieron é procuraron, é las ciu dades é villas en que nosotros é los otros á nos conformes entramos son para procurar vuestro servicio é el bien de vuestros regnos; é por que vuestra altesa nin otros algunos de vuestros regnos non ayan ocasion de desir que por cobdicia de conseguir intereses particulares movemos á nos juntar é suplicar lo susodicho, por esta presente carta por nosotros e en nombre de todos los otros que en esto son conformes, cuyo poder avemos, juramos á Dios é á santa Maria é á esta señal de crusé á las palabras de los santos evangelios, y fasemos pleito omenaje como caballeros é hombres fijosdalgo una é dos é tres veses segund costumbre de España en mano de Diego Lopez Destúñiga, caballero hombre fijodalgo que presente está, que de nosotros lo rescebió, que non rescibieremos de vuestra altesa merced alguna que sea por nos nin por otras personas direte ni indirete, fasta que todas las cosas aqui suplicadas con vuestra altesa con consejo de los tres estados de vuestros regnos sean enmendadas, correjidas é reparadas: é nuestro señor vuestro real entendimiento en conoscimiento de la verdad conserve á vuestra realesa á su servicio é á bueno é prospero rejimiento de estos regnos. De la muy noble cibdad de Burgos á veinte é ocho dias de setiembre, año de sesenta é quatro.

APÉNDICE IV.

Capítulo 43 de la crónica manuscrita de Valera, donde se refiere lo sucedido en las vistas que tuvieron el rey don Enrique IV y la Princesa doña Isabel.

Como el rey don Enrique "faese gobernado y no

gobernador, habia gran turbacion en las cosas destos reynos; é hobose de dar forma que la princesa, juntos los grandes dellos, se hobiese de ver con el rey don Enrique, á la cual vista el arzobispo de Toledo no daba consentimiento conosciendo la poca firmeza que en el rey don Enrique habia. E á la fin el maestre de Santiago don Juan Pacheco tanto hobo de trabajar, que la vista se concluyó. Para lo cual se acordó que la princesa partiese del monasterio de monjas qués fuera de la ciudad de Avila, y se fuese á la villa de Cebreros (lugar llano de la dicha ciudad) donde la princesa se detuvo algunos dias, y con ella el arzobispo de Toledo con ducientas lanzas en su guarda, é los obispos de Burgos é Coria, en tanto quel maestre de Santiago era ido á se ver con los condes

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de Plasencia y Benavente é con el arzobispo de Sevilla: los cuales todos acordaron que la princesa se viese con el rey don Enrique su hermano en la villa de Cadahalso. E las cosas estando en este estado, y el arzobispo teniendo gran sospecha desta vista, de súpito llegó tanta jente del rey don Enrique en torno de la villa, que la cercaron toda en torno de lo qual el arzobispo hobo muy gran turbacion, é pensó que tódos los que estaban en aquella villa serian presos ó muertos. E no sabiendo darse remedio, recurrió al consejo de la princesa; la cual, como quiera que mu→ cho se maravillase de aquella novedad, é dello tuviese gran desplacer, rogó afectuosamente al arzobispo, que en aquel caso no atentase fuida ni otra cosa siguiese salvo lo quel maestre ordenase, el cual creia que todas las cosas treeria al fin que deseaban, para lo cual convenia disimular el miedo, é ir donde quiera quel maestre quisiese; y en esto no dudase ni temiese, que donde su persona estaba, no solamente seria seguro, mas no se trataria cosa que no fuese con el acatamiento de su honor y estado. Y estando las cosas en este punto, acordose por ciertos mensa geros que alli vinieron, que asi los que estaban en Cebreros como los que estaban en Cadahalso con esperanza, viniesen á la mietad del camino á una casa qués cerca de los toros de Guisando, donde la vista del rey y de la princesa se habia de facer. E alli la princesa doña Isabel vino, é con ella él arzobispo de Toledo y el obispo de Burgos é de Coria, é con ellos dúcientos de caballo. E de la otra parte vino el rey, é con él el maestre de Santiago y el arzobispo de Sevilla y el obispo de Calahorra, é los condes de

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Plasencia é Benavente é Miranda é Osorno, é Pero Lopez de Padilla, Adelantado de Castilla, é otros muchos caballeros, con fasta mil y trescientos de caballo. Y allende de estos venian con el rey don Antonio de Venerís, obispo de Leon, nuncio apostó– lico legado del santo padre Pablo II; el cual vino alli porque todas las cosas que en aquel ayuntamiento pasaban se ficiese con su autoridad y mandado, porque para siempre quedasen validas y firmes, porque todos los rigores y daños en este reino cesasen y de los autos en este ayuntamiento fechos resultaser pacífica holganza, é conoscimiento de la verdadera sucesion de estos reynos. E como se acercasen los anos á los otros, el arzobispo que traia á la princesa, dejó la rienda, é la princesa se llegó al rey por le besar la mano, el cual no se la quiso dar por mucho que ella porfió; y en todo esto el arzobispo ningun acatamiento ni reverencia fizo al rey, ni habló á ninguna otra persona; é la princesa se llegó á el muy quedo y le dijo que besase la mano al rey é le ficiese el acatamiento que debia: á lo cual el arzobispo de Toledo respondió que ninguna cosa el faria fasta que el rey la declarase por legítima sucesora é heredera destos reynos. E luego el rey en presencia de todos los grandes susodichos, en las manos del legado, juró la lejitima sucesion destos reinos pertenescer á su hermana la princesa doña Isabel, verdadera heredera dellos é de todos los otros señorios que só el cetro dellos se cuentan, no embargante las cosas por él fechas antes de entonces en favor de doña Juana hija de la reina doña Juana con juramento é solemnidad de los grandes destos reinos é de los pueblos

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