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« duque se hace por el presente decreto, estensivo á todas las pro⚫ vincias de la Península cuanto previene el artículo 6o título 1o, << tratado 7o de ellas; debiendo aquel ilustre caudillo entenderse a con el gobierno español por la secretaría del despacho universal « de la guerra. Tendrálo entendido la regencia del reino, etc. « Dado en Cádiz á 22 de setiembre de 1812. »

Con sumo reconocimiento y agrado recibió la notiIncidentes que ocurren en este cia Lord Wellington, contestando en este sentido desde negocio. Villatoro con fecha de 2 de octubre; mas espuso al mismo tiempo que antes de admitir el mando cen que se le honraba, érale necesario obtener el beneplácito del príncipe regente de Inglaterra, lo que dió lugar á cierto retraso en la publicacion del decreto.

Motivó semejante tardanza diversas hablillas, y aun siniestras interpretaciones y deslenguamientos, acabando por insertar á la letra el decreto de las córtes un periódico de Cádiz intitulado la Abeja. Dióse por ofendida da esta publicacion la regencia, temiendo se la tachase de haber faltado á la reserva convenida; y por lo mismo trató de justificarse en la Gaceta de oficio: otro tanto hizo la secretaría de córtes, como si pudiera nada responder de que se guardase secreto en una determinacion sabida de tantos, y que habia pasado por tantos conductos. Se enredó sin embargo el negocio á punto de entablarse contra el periódico una demanda judicial. Cortó la causa el diputado Don José de Mejía, quien á si propio se denunció ante las córtes como culpable del hecho, si culpa habia en dar á luz un documento conocido de muchos, y con cuya publicacion se conseguia aquietar los ánimos sobrado alterados con las voces esparcidas por la malevolencia, y aumentadas por el ministro mismo que se habia empleado en este asunto. Hubo quien quiso se hiciesen cargos al diputado Mejía, graduando su proceder de abuso de confianza. Las córtes fallaron lo contrario, bien que despues de haber oido á una comision, y suscitándose debates y contiendas. Livianos incidentes en que se descarrian con frecuencia los cuerpos representativos, malgastando el tiempo tanto mas lastimosamente, cuanto en discusiones tales toman parte los diputados de menor valia, aficionados á minucias y personales ataques.

Envió entre tanto Lord Wellington su aceptacion definitiva en virtud del consentimiento alcanzado del príncipe regente, y las córtes dispusieron que se leyese en público el espediente entero, como se verificó en la sesion del 20 de noviembre, cesando con esto las dudas y el desasosiego, y quedando casi satisfecha la curiosidad

de la muchedumbre.

No faltaron sin embargo personas, aunque contadas, que censuraban acerbamente la providencia. Los redactores del Diario mercantil de Cádiz, socolor de patriotas, alzaron vivo clamor, reprendiendo de ilegal el decreto de las córtes. Eran eco de los parciales

del gobierno intruso, y de la ambicion inmoderada de algunos geles.

Acaudillaba á estos en su descontento Don Fran- Desobediencia de Ballesteros. cisco Ballesteros (1), quien abiertamente trató de desobedecer al gobierno. Capitan general de Andalucía, encontrábase á la sazon en Granada al frente del cuarto ejército, y mal avenido en todos tiempos con el freno de la subordinacion, gozando de cierta fama y popularidad, parecióle aquella acomodada coyuntura de ensanchar su poder y dar realce á su nombre, lisonjeando las pasiones del vulgo, opuestas en general al influjo estrangero. Descubrió á las claras su intento en un oficio dirigido al ministro de la guerra con fecha 23 de octubre, en cuyo contenido, haciendo inexacta y ostentosa reseña de sus servicios en favor de la causa de la independencia antes y despues del 2 de mayo de 1808, que se hallaba en Madrid, y no hablando con mucha mesura de la fe inglesa, requeria que antes de conferir el mando á Lord Wellington, se consultase en la materia á los ejércitos nacionales y á los ciudadanos, , y que si unos y otros consintiesen en aquel nombramiento, él aun asi y de todos modos se retiraria á su casa, manifestando en eso que solo el honor y bien de su pais le guiaban, y no otro interes ni mira particular. Dañoso tan mal ejemplo, si hubiera cundido, no tuvo afortunadamente seguidores, á lo que contribuyó una pronta y vigorosa determinacion de la regencia del reino, la cual resolvicudo separar del mando á Ballesteros, Se le separa del envió á Granada para desempeñar este encargo al oficial de artillería Don Ildefonso Diaz de Riera, hoy conde de Almodóvar, el cual ya conocido en el sitio de Olivenza, habia pasado últimamente á Madrid á presentar de parte del gobierno á Lord Wellington las insignias de la órden del Toison de oro. Iba autorizado Ribera competentemente con órdenes firmadas en blanco para los gefes y de las que debia hacer el uso que juzgase prudente. Era segundo de Ballesteros Don Joaquin Virués, y á falta del general en gefe recaia en su persona el mando segun ordenanza; mas no conceptuándose sugeto apto para el caso, echóse mano del príncipe de Anglona, de condicion firme y en sus procederes atinado, quien todavía se mantenia en Granada si bien pronto á separarse de aquel ejército, disgustado con Ballesteros por sus demasías. Avistárouse el príncipe y Ribera, y puestos de acuerdo, llevaron á cumplido efecto las disposiciones del gobierno supremo. Para ello apoyáronse particularmente en el cuerpo de guardias españolas, sucediendo que las otras tropas, aunque muy entusiasmadas por Ballesteros, luego que vislumbraron des obedecia este á la

mando.

(1) Hemos escrito siempre el apellido de Ballesteros con B, con arreglo á la verdadera ortografía de su procedencia seguida por todos los periódicos de aquel tiempo. Sin embar go, este general se firmaba Vallesteros con V.

regencia y las córtes, abandonáronle y le dejaron solo. Intentó Ballesteros atraerlas, pero desvaneciéndosele en breve aquella esperanza, sometióse á su adversa suerte, y pasó á Ceuta, á donde se le destinó de cuartel. En el camino no se portó cuerdamente, dando ocasion con sus importunas reclamaciones, tardanzas y desmaues á que no se desistiese de proseguir contra él una causa ya empezada, la cual á dicha suya no tuvo éxito infausto, tapandc las faltas hasta el mismo príncipe de Anglona, quien en su declaracion favoreció á Ballesteros generosamente. La regencia sin embargo graduó el asunto de grave, y publicó con este motivo en diciembre un manifiesto especificando las razones que habia tenido presentes para separar del maudo del cuarto ejército á aquel general de suyo insubordinado y descontentadizo siempre. Ĉierto que la popularidad de que gozaba Ballesteros, y el atribuir muchos su desgracia al ardiente deseo que le asistia de querer conservar intactos el honor y la independencia nacional, eran causas que reclamaban la atencion del gobierno para no consentir se estraviase sin defensa la opinion pública. Adornaban á Ballesteros, valeroso y sobrio, prendas militares recomendables en verdad, mas oscurecidas algun tanto con sus jactancias y con el prurito de alegar ponderados triunfos que cautivaban á la muchedumbre incauta. Creíala dicho general tan en favor suyo, que se imaginó no pendia mnas de tener universal séquito cualquiera opinion suya, que de cuanto él tardase en manifestarla. Pone tambien maravilla que hubiera quien sustentase que en conferir el mando á Wellington se comprometia el honor y la independencia española. Peligra esta y se pierde aquel, cuando un pais se espone irreflexivamente á una desmembracion, ò concluye estipulaciones que menoscaban su bienestar o destruyen su prosperidad futura. En la actualidad ni asomo habia de tales riesgos, y cuando estos no amagan, todos los pueblos en parecidos casos han solido depositar su confianza en caudillos aliados. La Grecia antigua viò á Temistocles sometido al general de Esparta tan inferior á él en capacidad y militares aciertos. Capitaneo Vendôme las armas aliadas hispano-francesas en la guerra de sucesion, y en nuestros dias el mismo Wellington ha tenido bajo sus órdenes los ejércitos de las principales potencias de Europa, sin que por eso resultase para ellas desdoro ni mancilla alguna.

Continua el sitio del eastillo de Búrgos.

A la insubordinacion y desobediencia de Ballesteros acompaño tambien el malograrse la toma del castillo de Burgos. Dejamos alli á los ingleses dueños del hornabeque de San Miguel, preliminar necesario para continuar las demas acometidas. Establecieron en seguida una batería por el lado izquierdo del hornabeque, decidiendo Lord Wellington, aun antes de concluirla, escalar el recinto esterior en la noche del 22 al 23 de setiembre. Frustròse la tentativa, y entonces hi

cieron resolucion los anglo-portugueses de continuar sus trabajos, queriendo derribar por medio de la mina los muros enemigos. Abrieron al efecto un comunicacion que arrancaba del arrabal de San Pedro, y convirtieron en una paralela un camino hondo colocado á 50 varas de la línea esterior. En la noche del 29 jagò con poco fruto la primera mina, siendo rechazados los aliados en el asalto que intentaron. No por eso desistieron todavía de su empresa, y con diligencia practicaron una segunda galería de mina, tambien enfrente del arrabal de San Pedro. Lista ya esta el 4 de octubre, se puso fuego al hornillo: habiase apenas verificado la esplosion cuando ya coronaban las brechas las columnas aliadas. Fue en el trance gravemente herido el teniente coronel de ingenieros Jones, diligente autor de los sitios de estas campañas.

aliados.

Alojados los ingleses en el primer recinto, comenzaron á cañonear el segundo, y á practicar al propio tiempo un ramal de mina, que partia desde las casas cercanas á San Roman, antes iglesia, ahora almacen de los franceses. La estacion mostrábase lluviosa é inverniza, y las balas de á 24 no dejaban ya de escasear para los sitiadores. Sin embargo juzgando estos accesible la Descércanle los brecha del segundo recinto, le asaltaron el 18 de octubre, mas con éxito desgraciado y á punto que los desalentó en gran manera. Por eso, y porque los movimientos del enemigo po nian en cuidado á Lord Wellington, determinó este descercar el castillo, como lo verificó el 22 del propio mes á las cinco de la mañana, sin conseguir tampoco, segun intentó, la destruccion del hornabeque de San Miguel.

Bien preparados los ingleses hubieran debido tomar los fuertes de Burgos en el espacio de solo ocho dias. Disculparon su descalabro con la falta de medios, y con no haber calculado bastantemente la resistencia con que encontraron. Mas entonces para qué emprender un sitio tan inconsideradamente?

los franceses.

Eran de gravedad los movimientos que forzaron á Movimientos de Lord Wellington á alejarse de Búrgos. Verificábanlos los ejércitos franceses del mediodia y centro y los llamados de Portugal y el norte. Los primeros pusiéronse en marcha luego que en Fuente la Higuera celebró el rey José una conferencia con los mariscales Jourdan, Soult y Suchet. Hizo este grandes esfuerzos para que no se evacuase á Valencia, y lo consiguió; revolviendo solo sobre Madrid por Cuenca y por Albacete las tropas de los otros mariscales.

De José sobre

Madrid.

Creian los franceses trabar refriega en el tránsito con sir Rowland Hill, quien despues de su venida de Estremadura manteníase á orillas del Tajo en Aranjuez y Toledo, engrosado con la fuerza anglo-portuguesa que compuso parte de la guarnicion de Cádiz durante el sitio, y con las tropas que trajo de Alicante Don Francisco Javier Elío, y ascendian a ̃6,000 infan

tes, 1,200 caballos y 8 piezas de artillería que se situaron á la izquierda del ejército británico en Fuentidueñas. Mas advertido el general inglés de los intentos del ejército enemigo, avisóselo á Wellington, y poniéndose en camino de Madrid abandonó sus estancias y voló uno de los ojos del puente llamado Largo sobre el Jarama, en cuyas riberas dejó con algunas tropas al coronel Skerret.

drid.

Retíranse los Tuvo este alli au choque con el ejército de José que aliados de Ma- seguia las huellas de sus contrarios, quienes de resultas desampararon del todo las orillas del Jarama. El general Hill pasó por Madrid el 31 de octubre; desocupó los almacenes de los franceses, hizo volar la casa de la China, destruyó las obras del Retiro, y recogiendo las divisiones que Lord Wellington habia dejado apostadas dentro y en los alrededores de la capital, continuó su viage y traspuso las sierras de Guadarrama dirigiéndose sobre Alba de Tórmes, con objeto de unirse á las demas fuerzas de su nacion que guerreaban en Castilla la Vieja. Acompañaronle las divisiones principales del quinto ejército español que trajera de Estremadura, mas no las del segundo y tercero que con Elío habiar avanzado á la Mancha, y se le habian juntado las que tornaron á su respectivo distrito de Valencia y Murcia, cruzando el Tajo por el puente de Auñon, y dando lugar á que José avanzase á Madrid, para continuar ellas su marcha por los lindes de la provincia de Cuenca.

Estado triste de Presentaba Madrid en aquellos dias penoso y mela capital. lancólico aspecto. Las autoridades se habian alejado apresuradamente de la villa, y aun el ayuntamiento ya establecido constitucionalmente habíase quedado reducido á cuatro regidores por la huida de los otros. Hubieran sobrevenido gravísimos males sin Don Pedro Sainz la presencia de ánimo de Don Pedro Sainz de Baranda, de Baranda. y el sacrificio que hizo este de su persona. Respetable vecino de Madrid y tambien regidor, se puso al frente de todo, erigido en primera y única cabeza de la capital. Las disposiciones de Baranda fueron vigorosas y cuerdas, impidiendo con ellas se realizasen los desórdenes que amagaban, y eran de temer en una gran poblacion, sola y entregada á sí misma en circunstancias críticas y dolorosas.

Entra José en
Madrid.

pues

Entró José en Madrid á las dos de la tarde del 2 de noviembre. No fué su mansion larga ni duradera, de nuevo evacuó la capital el 7 del propio mes, no viéndose entonces los vecinos espuestos á la precaria suerte de

Sale otra vez. pocos dias antes, por conocer ya el remedio á su des

amparo. Baranda, que se habia recogido á su casa durante la breve permanencia de José en Madrid, fué repuesto en el ejercicio de sus facultades, y continuó portándose atinadamente, hallando recursos que satisfaciesen los escesivos pedidos de varios guerrilleros que se

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