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non, quien desalojó bizarramente á los enemigos que estaban colocados delante del puente del Bidasoa, siendo destinados para la acometida del regimiento de la Constitucion, que guiaba su coronel Don Juan Loarte, y la compañía de cazadores del segundo regimiento de Asturias. Permanecieron los franceses no obstante inmobles en las cabezas fortificadas del puente y para arrojarlos de ellas dispuso Giron traer una compañía de artillería de á caballo manejada por Don Pablo Puente, y pidió á los ingleses otra de la misma arma, que se presentó luego al mando del capitan Dubourdieu, juntas las cuales dióse comienzo á batir vigorosamente las obras de los contrarios, quienes sufriendo mucho volaron las de la izquierda del rio, y quemaron el puente. Sucedió esto en 1o de julio á las seis de la tarde; dia y hora memorable en la que adquirió Don Pedro Agustin Giron, primogénito entonces del marques de las Amarillas y hoy duque de Ahumada, la apetecida gloria de haber sido el primero que por este lado arrojó fuera del suelo patrio las tropas de los enemigos.

Pancorbo.

Al propio tiempo apoderóse Don Francisco Longa Se rinden los de los fuertes de Pasages, puerto importante, rin- fuertes de Pasadiéndosele 147 hombres de que constaba la guarni- ges. ción, incluso el gobernador. Y como iba de dicha, tambien se hizo dueño de los de Pancorbo el conde del Abisbal, situados en garganta angosta que circuyen empinadísimos montes, por donde corre estrechado el camino que va de Victoria á Búr- Tambien los de Eran dos, el llamado de Santa Maria, en parage gos. inferior, y el de Santa Engracia, que se miraba como el mas principal. Ganóse aquel por asalto el 28 de junio, y capituló el otro dos dias despues, privado de agua y amenazado de raina por los fuegos de una batería que con gran presteza se construyó bajo la direccion del comandante de ingenieros Don Manuel Zapino en la loma de la Cimera; habiendo ideado el modo de subir las piezas, y ejecutádolo hábil y rápidamente los oficiales de artillería Ferraz, Saravia y Don Bartolomé Gutierrez. Tambien se distinguió el brigadier Don José Latorre, que se hallaba á la cabeza de la infantería empleada en el sitio. Quedaron prisioneros unos 700 hombres junto con su comandante apellidado de Ceva. No tardó Abisbal en ponerse en marcha, debendo encaminar sus pasos, segun órdenes de Lord Wellington, por Logroño y Puente la Reina á Pamplona, á cuyos alrededores llegó en los primeros dias de julio. No le podia estorbar ya en su marcha el general Clausel, de cuyas operaciones daremos en breve cuenta, teniendo antes que terminar la narracion de las maniobras de las tropas aliadas que dejamos á la vista de Pamplona. De ellas las que componian la derecha del ejército siguieron al mando de sir Rowland Hill el rastro de José y su ejército, el cual se mețió en Francia por tres de las cinco princi

Persiguen los ingleses por Navarra hasta Fran

cia á José.

pales comunicaciones que tiene la Navarra con aquel reino, á saber: 1° por el puerto de Arraiz en el valle de Ulzama con rumbo á Donamaria y valle de San Esteban de Lerin hasta Lesaca y Vera, partido de las cinco Villas de la Montaña, internándose luego en Francia con direccion á Urrugue. Iba por aqui el ejército enemigo llamado del centro, y en su compañía José afligido y triste. Al tocar las cumbres que parten términos entre ambos reinos saludaron los soldados franceses con lágrimas de regocijo el suelo de la patria que muchos no habian visto años hacia, echando sus miradas deleitosamente por las risueñas y frondosas márgenes del Nive y el Adour, verdegueantes, tranquilas y ricas, y á sus ojos aun mas bellas en la actualidad, comparándolas con la tierra de España inquieta y turbada ahora, de naturaleza por este lado desnuda, y de severo y cenudo aspecto. 2° Por Velate y valle de Bastan, pasando el puerto de Maya, y de alli á Urdax hasta salir de los lindes españoles. Y 3o y último por Roncesvalles, de recuerdo triste para el frances á dicho de romanceros, atravesando por. Valcárlos, Y yendo á parar á San Juan de Pie de Puerto. Los ejércitos de Portugal y medio dia, que fneron los que marcharon por los dos pantos postreros, diéronse la mano entre sí y con el del centro, alargándola luego á las demas tropas de su nacion que habian cruzado por el Bidasoa. Púsose Hill á caballo en las montañas observando la tierra enemiga, mas sin emprender cosa importante, conforme á instrucciones de Lord Wellington, no olvidándose este tampoco de Clausel, contra quien destacó fuerzas considerables de

su centro.

Clausel, su a- Aquel general habíase acercado á Victoria al dia vanse y retirada. siguiente de la batalla, ignorando lo que ocurria y en eumplimiento de mandato espreso de José. Observábale siempre Don Francisco Espoz y Mina, á quien se habia agregado Don Julian Sanchez con sus ginetes, y ambos por órden de Lord Wellington circuíanle y le molestaban de modo que marchaba como aislado y á ciegas. Estaba ya adelantada á estas horas en Victoria la sexta division inglesa del cargo del mayor general Pakenham, única que no tomara parte en la batalla, habiendo quedado apostada en Medina de Pomar para asegurar el arribo al ejército de socorros y municiones de boca y guerra. Su presencia y la certeza de lo sucedido retrajo á Clausel de proseguir adelante, y retrocediendo abandonó á Logroño el 24 de junio acompañado de la guarnicion, y marchó lo largo de la izquierda del Ebro, cuyo rio pasó por el puente de Lodosa, llegando á Calahora el 25. Supo el 26 entrando en Tudela que venian sobre él respetables fuerzas de los aliados, y llevándose igualmente consigo la gente que custodiaba aquella ciudad, partió la vuelta de Zaragoza. No era demas su precaucion y recelos, pues en efecto Wellington, segun apuntamos antes, habia destacado ya en las cercanías de

y

Pamplona tres divisiones suyas, y mandado ademas á Pakenham á otra division que se hallaba en Salvatierra siguiesen detras del enemigo por las orillas del Ebro, juzgando seria aquella suficiente fuerza para escarmentar á Clausel si insistia en mantenerse en Navarra. No lo hizo este asi, y por tanto avanzaron los ingleses mas allá de Tudela, dejando al cuidado de Mina picar la retirada de los contrarios y observar sus movimientos.

Entra en Zara

goza y se mete despues en Fran

cia.

Eutró Clausel en Zaragoza el 1° de julio, en cuya ciudad se detuvo poco, situándose sobre el Gállego, de donde igualmente partió muy en breve, inclinándose en un principio al camino de Navarra, de lo que se arrepintió luego marchando en seguida á Francia por Jaca y Canfranc. Llegó á Oloron, y desde allí entendióse y obró en adelante de acuerdo con las demas tropas de su nacion que se habiau retirado de España por las vertientes setentrionales del Pirineo y riberas del Bidasoa. Mina persiguiéndole paróse á cierta distancia de Zaragoza, en donde no tardarémos en volver á encon-trarle.

aliados.

Pone Welling. ton sitio á San

Sebastian y Pam

Desembarazado asi Lord Wellington de los ejér- Estaucias de los citos franceses que pudieran incomodarle de cerca en España, sentó sns reales en Hernani como punto mas céntrico, y colocó el ejército anglo-hispano-portugues en las provincias de Guipúzcoa y Navarra, aquende los montes, corriendo desde el Bidasoa arriba hasta Roncesvalles, en cuyo mas apartado sitio y al nacimiento del sol hallábase Don Pablo Morillo, del mismo modo que se estendia al ocaso y en estremo opuesto, por Vera, Irun, Fuenterrabía y Oyarzun, el greso del cuarto ejército español. Diligentemente resolvió entonces Wellington emprender los sitios de San Sebastian y Pamplona. Encargó el de la primera plaza ásir Thomas Graham con la quinta division británica del mando del general plona. Oswald y algunas fuerzas mas; y el de la segunda, que se redujo á bloqueo, al conde del Abisbal asistido del ejército de reserva de Andalucía, al que se agregó poco despues la division de Don Carlos de España que dejamos repartida en Zamora, Ciudad Rodrigo y otros puntos. Empezóse el cerco de San Sebastian en los primeros dias de julio, y no tardó mucho en estrecharse el de Pamplona. De este modo, y en menos de dos meses, despejose de enemigos el reino de Leon; ambas Castillas, las campaña. provincias Vascongadas y Navarra, viéndose tambien reconquistados ó libres todos los pueblos alli fortalecidos, escepto Santoña y las dos plazas recien nombradas. Campaña rápida y muy dichosa que ayudó á mejorar igualmente la suerte de nuestras armas, no tan feliz, en las provincias de Cataluña, Aragon y Valencia.

En ellas quedaron hasta cierto punto descubiertos los enemigos con tales sucesos, columbrando pronto

Resultado de la

Valencia.

ragona.

:

el mariscal Sachet lo crítico de su estado. Antes y en los meses. de mayo y junio llevadero se le hizo todo con su diligencia y maña, inutilizando por aquella parte los esfuerzos de los aliados ó equilibrándolos mayormente cuando fortalecida la línea del Júcar despues de la accion de Castalla, habia acercado á Valencia la division de Severoli que estaba en Aragon, é interpuesto la brigada de Paunetier entre aquella ciudad y Tortosa; con lo que amparaba su flanco derecho y espalda, y podia no menos caer sobre cualquiera parage que se viese amenazado repentinamente. Obstáculos estos que impedian á los españoles y Espedicion aliada so re Tar- anglo-sicilianos obrar cual quisieran y con arreglo al bien entendido plan de campaña de Wellington, quien habia ordenado se distrajese por alli á los faanceses para obligarlos á mantener siempre uuidas sus fuerzas de levante, sin consentir destacasen ninguna del lado de Navarra. En cumplimiento de semejante mandato, y pasando por cima de dificultades, determinaron los gefes aliados amagar y aun acometer al enemigo por varios. y distantes puntos, enviando una espedicion marítima á las costas de Cataluña, al mismo tiempo que los ejércitos españoles segundo y tercero atacasen por frente y Alanco la línea del Júcar, de manera que se pusiese á Sachet en el estrecho ó de abandonar á la suerte el Ebro y las plazas cercanas, ó de enflaquecer, queriendo ir en socorro suyo, las fuerzas que defendian y afianzaban la dominacion francesa en el reino de Valencia.

Por mas que se intentó preparar la espedicion á las calladas, traslució Suchet lo que habia, y de consiguiente púsose muy sobreaviso. Lista aquella, embarcáronse las tropas en número de 14,000 infantes y 700 caballos, todos de los anglo-sicilianos y de la division española de Whittingham, á las órdenes unos y otros de sir Juan Murray. Dieron la vela desde Alicante el 31 de mayo, dirigiendo el convoy y escuadra el contra-almirante británico Hallowel. Hicieron rumbo los buques à las aguas de Tarragona, y surgieron en la tarde del 2 de junio frente á Salou, puerto poco distante de aquella ciudad.

Efectuóse el 3 muy ordenadamente el desembarco, y ante todo destacó Murray una brigada á las órdenes del teniente coronel Prevost para apoderarse del castillo del Coll de Balaguer que sojuzgaba el camino que va á Tarragona, único transitable para la artiIlería. Cooperó al ataque con cuatro batallones Don Francisco de Copons y Navia, general en gefe del primer ejército, quien, advertido de antemano de la espedicion proyectada, se arrimó á la costa ocapando ya á Reus cuando aquella anclaba. Fue embestido vivamente el castillo el 5, y tomado el 7; amedrentada la guarnicion francesa de solos 80 hombres con la esplosion de un almacen de pólvora y las pérdidas que se siguieron.

Mientras tanto aproximóse á Tarragona el general Murray, y

determinó acometer la plaza por poniente, lado ms flaco y preferible para la embestida, que favoreció Copons colocándose en el camino de Altafulla con objeto de interceptar los socorros que pudieran enviarse de Barcelona.

Continuaba mandando en Tarragona por parte de los franceses el general Bertoletti, quien, lejos de acobardarse por lo que le amagaba, tomó brios y convenientes disposiciones, rehabilitando varias obras anteriores arruinadas y aun demolidas en parte despues del primer sitio. Al contrario Murray, que, si bien se mostró valeroso, á manera de los de su nacion, careció de tino у de suficiente serenidad de ánimo. Necesitábase en el caso usar de presteza y enseñorearse de la plaza casi de rebate; pero diéronse largas, y sin union y flojamente se comenzó y siguió el ataque, teniendo espacio los contrarios para aumentar sus defensas y aguardar á los socorredores que se acercaban.

No anduvo al efecto perezoso el mariscal Suchet, pues dejando en el Júcar al general Harispe, marchó con fuerzas considerables la vuelta de Tarragona, presentándose ya su vanguardia el 10 de junio en el Perelló. Tambien llegaron el 11 á Villafranca, procedentes de Barcelona, 8,000 hombres que traia el general Maurice Mathieu, anunciando ademas que venia tras él Decaen con el grueso del ejército de Cataluña.

Se desgracia.

Recibió avisos Murray de estos movimientos, y aunque próximo á asaltar el mismo dia 11 una de las obras esteriores mas importantes, azoróse de modo que sin dar oidos á consejo alguno determinó reembarcarse y abandonar la artillería de sitio y otros aprestos, antes de empeñarse en accion campal que creia arriesgada. Y como se requiriesen tres dias para poner á bordo la espedicion entera, empezó Murray á verificarlo desde el dia 12. Notaron los franceses de la plaza, asomados á los muros, lo que ocurria en el campo de los aliados, y apenas daban crédito á lo que con sus propios ojos veian, temiendo fuese ardid y encubierta celada, por lo que permanecieron quietos dentro y muy recogidos.

Šir Juan se embarcó el mismo dia 12 por la tarde, dirigiendo parte de la caballería y artillería con alguna fuerza mas al Coll de Balaguer para destruir el castillo y sacar á los que le guarnecian. A la sazon avanzaba Suchet por aquel lado, y tropezando con los ingleses y descubriendo no lejos la escuadra, ignorante de lo que pasaba, admiróse; y no encontrando esplicacion ni salida á cuanto notaba, suspendió el juicio, y en la duda echóse atras via del Pe

relló.

Otros mavimientos de los franceses, y recelos de Murray de que no pudiera acabar de embarcarse á tiempo toda su caballería, le obligaron á echar nuevamente á tierra la infantería; y colocarse en puesto favorable y propio para rechazar cualquiera acometida de

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