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prevision antes del peligro, olvidaron la dignidad real, y en vez de desplegar la firmeza que reclamaban las circunstancias para salvar el trono y remediar los males que habian causado á la patria con su desacertado gubernalle, de un estremo pasaron al opuesto, y los que no habian querido conceder un palmo de terreno otorgaron el campo todo. Coino precursor de la derrota publicóse el siguiente decreto, redactado sin tino por los hombres. mismos que habian despeñado la nave del Estado contra el escollo de sus indignas pasiones y de su menguado talento.

"Habiéndome consultado mis Consejos Real y de Estado lo conveniente que sería al bien de la monarquía la celebracion de Cortes; conformándome con su dictámen, por ser con arreglo á la observancia de las leyes fundamentales que tengo juradas, quiero que inmediatamente se celebren Cortes; á cuyo fin el Consejo dictará las providencias que estime oportunas para que se realice mi deseo, y sean oidos los representantes legítimos de los pueblos asistidos con arreglo á aquellas de las facultades necesarias; de cuyo modo se acordará todo lo que exige el bien general, seguros de que me hallarán pronto á cuanto pida el interes del Estado y la felicidad de unos pueblos que tantas pruebas me han dado de su lealtad, para cuyo logro me consultará el Consejo cuantas dudas le ocurran, á fin de que no haya la menor dificultad ni entorpecimiento en su ejecucion. Tendréislo entendido y dispondreis lo correspondiente á su puntual cumplimiento. Palacio 6 de Marzo de 1820."

A este decreto, y á la salida de un consejero de Castilla para Cádiz con la mision de atajar los progresos del incendio, se redujeron las medidas adoptadas por el gabinete. Pero la insurreccion de Ocaña, semejante á la centella que cae

Mándanse celebrar Cortes.

Madrid.

en la pólvora, habia inflamado al pueblo de Madrid, y agrupábanse las gentes desde el dia 6 en la Puerta del Sol, foro célebre desde aquel momento, donde ardiendo en sentido opuesto las pasiones mismas que hasta aqui han ocupado el alcázar real, devastarán tambien la agitada patria. Madrid era el centro de los fugitivos de las provincias, quienes perseguidos por sus opiniones habian venido á esconderse entre el bullicio de la corte, para escapar de los calabozos del santo oficio: todos aguardaban una ocasion propicia para salir á plaza y pronunciarse á favor de la libertad. El tumulto de Ocaña, dando alas á sus deseos, los Agitacion de reunió por un movimiento simultáneo en medio de las calles, cual si de antemano se hubieran aplazado; y aquel hervor de la multitud, aquella sorda agitacion anunciaban un trastorno político, no obstante que los madrideños carecian de plan anteriormente combinado; mas el deseo general lo suplia todo. Al rumor de los murmullos de la Puerta del Sol consternóse el palacio del rey; sus consejeros, manchados con la sangre que habian derramado, no pensaron en los derechos de la corona ni en los caminos que aun restaban abiertos al honor del monarca; pensaron solo en salvar sus vidas. El miedo pues los obcecó; vagaban aturdidos y como fuera de sí; solo veían los estremos de la crisis y no los medios de vencerla sin infamia: ó coronar el alcázar de cañones, ó entregarse sin garantías en manos de un motin: lo futuro no merecia sus miradas. Si en los consejeros del rey hubiesen brillado el ingenio, el valor y la pureza en el corazon, facil hubiera sido todavía salir con gloria del abismo donde habian precipitado el trono los errores, la ignorancia y la ambicion.

La guarnicion de Madrid se componia de dos regimientos de la guardia real, mandados por su coro

nel el duque del Infantado, de los guardias de corps, de dos batallones de infantería, dos escuadrones de caballería y uno de artillería. En aquellos momentos, Riego disolvía su columna, y Quiroga, bloqueado en la isla, envidiaba la suerte de su compañero, á quien era mas facil libertar la existencia de los peligros que amenazaban la suya; y en Cádiz los soldados del poder real, arrastrados por el fanatismo y la ignorancia, iban á cubrir de luto el pueblo asesinando á traicion á los engañados ciudadanos. Los gritos de unos pocos, tan fáciles de calmar, no bastaban para calificar despues de forzado un decreto hijo del pavor que infunde una mala conciencia, y aconsejado por los hombres del desacierto y de la estupidez.

El general don Francisco Ballesteros, llamado por el ministerio para que sacara la encallada nave de los peñascos en que yacía, venia dudoso sin saber el partido que debia seguir; mas habiendo ́salido á su encuentro los liberales, decidiéronle en su favor, y habiendo llegado en el instante crítico de la fermentacion popular, respondió que el mal no tenia remedio. Al propio tiempo presentaron al rey una lista de personas conjuradas para cambiar el gobierno, en la que figuraban muchos oficiales de la guardia, todos subalternos, pues solo se leía el nombre de un capitan; y no falta quien afirma que los consejeros de Fernando se valieron del ardid de fingir aquella trama para que jurando el monarca el código de Cádiz, los salvase de los riesgos del dia. Otros por el contrario afirman que los oficiales tenian nombrada una comision para que pintase al rey el verdadero cuadro del reino y le sion. invitase á poner fin á los males públicos. Lo cierto es que los ministros dijeron á Fernando que al anochecer la guarnicion de Madrid, inclusa la guardia real, debia apoderarse del retiro despues de dejar custodiado el palacio, y que de alli cada cuerpo en

Nombramiento de una comi

viaria su diputacion suplicando al rey que jurase el código político de 1812. La reina Amalia, aterrada con los pronósticos de los tímidos cortesanos, estaba inundada en llanto; el cuarto del rey presentaba la imagen de la consternacion y de la inquietud; unos grandes salian, otros entraban; el movimiento era contínuo, y la tímida noche comenzaba á cubrir con sus sombras la tierra.

Entre tanto la embravecida mar de la Puerta del Sol, viendo la ninguna resistencia de la Corte, que ni una medida de salvacion habia adoptado, amagaba con sus hinchadas olas la capital de la monarquía y el solio de los reyes. Pero Fernando, que á imitacion de sus amigos temblaba á la vista del riesgo, firmó el famoso decreto de proclamacion sin condiciones, para despeñar la patria en nuevos infortunios, y para que pasase de la tiranía de los criados de palacio á las escenas turbulentas que en los últimos momentos oprimieron la libertad. Restableci- "Para evitar las dilaciones que pudieran tener Constitucion. lugar por las dudas que al Consejo ocurrieren en la ejecucion de mi decreto de ayer para la inmediata convocacion de Cortes, y siendo la voluntad general del pueblo, me he decidido á jurar la Constitucion promulgada por las Cortes generales y estraordinarias en el año 1812. Tendréislo entendido y dispondreis su pronta publicacion.—Rubricado de la real mano. - Palacio 7 de Marzo de 1820."

miento de la

Pocos tuvieron noticia aquella noche del decreto de Fernando; y el dia siguiente pasó entre víctores y demostraciones del sumo regocijo de la muchedumbre. Mas el tumulto, arreciado con la oscuridad, se convirtió en frenética algazara: colocaron los regocijados madrideños una lápida provisional en la Plaza Mayor, y en el sitio mismo donde es

tuvo en 1814, y derramándose por las calles en grupos con el libro impreso de la Constitucion en la mano, alumbrado por las hachas que llevaba la plebe y por la espontánea iluminacion de los vecinos, obligaban á los que encontraban al paso á acatar y besar de rodillas aquel símbolo de los fueros nacionales. La desercion de las tropas fue tal durante el curso de los sucesos, y en aquellas horas de tinieblas, que los soldados salian á bandadas de Madrid, estimulados con la licencia del caso y la relajacion de los resortes del gobierno. ¡Noche terrible si consideramos los oscuros dias que amanecerán tras ella; pero de júbilo y embriaguez para aquellos españoles que llenos de entusiasmo y buena fé se entregaron á la lisonjera esperanza de un porvenir halagüeño y glorioso! Los atumultuados forzaron la entrada del inmundo tribunal de la inquisicion: invadieron el edificio, dieron suelta á los encarcelados, destrozaron los instrumentos de la barbarie, y saquearon sus archivos y librerías, ¡Funesto augurio para la libertad renacer en medio de unos escesos que, aunque hijos del entusiasmo, sirven de palanca á los enemigos de la ilustracion para derrocarla!

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