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hacienda, que suprimiendo los impuestos y arbitrios gravosos é inútiles ha fijado las rentas públicas en contribuciones menos molestas, y conocidas ya del pueblo español en otras nuevas conformes con los principios equitativos de la Constitucion política de la monarquía, y adoptadas con buen éxito en las naciones mas cultas."

1821. Muerte de

El hombre grande del siglo, aherrojado en una roca del océano por la perfidia inglesa, Napoleon, que quiso mudar la Europa, y que con sola su presencia podia transformar su faz, habia muerto en Mayo en la isla de Santa Helena, y la noticia de su fin regocijaba á los estúpidos que no Napoleon. habian entendido ni la marcha ni las miras de ingenio tan estraordinario. Sin la guerra de España, en que tan desacertadamente le empeñaron sus generales, no hubiera sucumbido quizás en la desgracia: el mundo hubiese adelantado en ilustracion, y nuestra patria, juguete largo tiempo de una política infernal, hubiérase ahorrado dias de luto y de amargura. El rey de Portugal Juan VI vino del Brasil á Lisboa, y apenas puso los pies en la corte lusitana prestó juramento á la Constitucion establecida.

Fernando, disgustado de los hombres que le rodeaban, y fraguando en el secreto de la cámara real planes contínuos para mudar la forma de gobierno, aunque conocia la honradez y pureza de los liberales mas templados mirábalos con tanta ojeriza como á los mas exagerados. Sus consejeros íntimos pertenecian siempre al partido absolutista, y deseaba la soledad de los Sitios reales, donde á solas con ellos entregábase á sus pasio- del rey por los nes dominantes, libre de las miradas de sus ministros, y libre tambien de los insultos y del trágala que tantas veces oía en las orillas del Manzanares. El 11 de Julio trasladóse acompañado

Predileccion

Sitios.

lona,

1821.

de la reina á los baños de Sacedon, donde permaneció hasta el 3 de Agosto, en que regresó á la capital de la monarquía: inas el 16 salió otra vez para San Ildefonso, donde sufrió un ataque vehemente de gota. Los variados afectos que habian combatido la existencia del príncipe; su atormentadora ambicion, luchando siempre con la debilidad de carácter y su propension á los placeres de la mesa y de la hermosura, habian poco á poco minado su salud, y en la flor de la vida veíase condenado á sufrir una enfermedad cruel é incurable que abreviaba sus dias.

La fiebre marilla, transportada en buques veFiebre ama- nidos de la Habana al puerto de Barcelona, prorilla en Barce- pagábase con suma rapidez desde el cabo de Creus al de Gata, y devastaba la capital de Cataluña. La miseria y la pobreza comunicábanle nuevos brios; y cayendo todas las plagas sobre el principado, en medio de los horrores de la peste alzaban el pendon de la tiranía en las montañas Francisco Montaner, sargento de la division de Manso, y el célebre Juan Costa, conocido con el apodo de Misas. Huyendo del contagio en los primeros momentos abandonaba el médico al enfermo y la familia al moribundo, cuyos dolores crecian al verse privado del dulce consuelo de la amistad y del parentesco. Los escribanos escondidos en sus hogares negábanse á recibir testamentos, y el pavor y la consternacion sepultaban mas víctimas en el sepulcro que la crudeza misma de la fiebre. Cerrados los talleres y las fábricas, el hambre amenazaba con mayores estragos si la piedad y el interes mismo de los ricos no hubiesen derramado á manos llenas el oro: en todas las parroquias se distribuían abundantes sopas á los pobres, y los contagiados no carecian ni de medicinas ni de los necesarios alimentos. Asi en medio de la muerte

y de la desesperacion brillaban contínuos rasgos de amor á la humanidad que hermoseaban tan terrible cuadro.

En la Fontana de Oro habian resonado alabanzas á la muerte de Vinuesa; y sus asesinos, fundadores de una orden llamada del martillo, osaron aparecer en aquel sitio adornado el pecho con el instrumento con que habian inmolado al clérigo infeliz. Alli Romero Alpuente persuadia al pueblo que la guerra civil era un don del cielo, y que la anarquía purgaba la tierra de tiranos: allí se igualaba la monarquía moderada con la esclavitud, y se llamaba al trono cadalso de la libertad; y alli, agitados siempre los oradores por el vértigo que los dominaba, enardecian los ánimos á favor de la república sin nombrarla. El ministerio queriendo apagar aquel foco de insurreccion, fijaba los ojos en el gefe político; pero Copons, que en 1815 habia dicho al rey que envidiaba la suerte de Elío que habia derrocado el sistema representativo, queria ahora lavar aquella mancha en el agua corriente de una exageracion sin freno. Un hecho reciente é indigno de todo funcionario público acababa de revelar al gabinete hasta qué punto podian contar los alteradores del orden social con don Francisco Copons y Navia. Al acercarse la época de las elecciones de diputados para la próxima legislatura, el secretario de la Gobernacion habia circulado á los gefes políticos una instrucion reservada encargándoles que sin traspasar las facultades que la ley les concedia procurasen que las elecciones recayesen en personas amantes de la libertad, pero no en los protectores de la licencia (*). El general Copons, faltando á su deber, leyó á voces en un café el escrito del ministro alarmando á los anarquistas, que confundieron la exhortacion con el mandato, y que no cesa

Doctrinas anárquicas.

Circular reservada.

(* Ap. lib. 9. num. 8.)

ron de perseguir á Feliu y de prodigarle los mas odiosos dictados. Entonces el ministerio destituyó á Copons, y nombró en lugar suyo á don José Martinez de San Martin, de carácter resuelto y entero, y enemigo de bullicios y de insultos.

Entre tanto Fernando, que residia aun en el delicioso palacio de San Ildefonso, renovó de una manera brusca é impolítica sus ataques á la Constitucion jurada. No escarmentado con las lúguMas ataques bres escenas que originó en el pasado año el nomdel rey á la bramiento ilegítimo de Carvajal, ni satisfecho con Constituciou. la moderacion y respeto al trono del ministerio, pues á sus ojos en no amando el despotismo todos eran iguales, admitió la dimision del ministro de la Guerra don Tomas Moreno Daoiz, y por sí, y sin consultar á los demas secretarios responsables, elevó á la silla vacante al general de Marina Contador. Asustado éste con las consecuencias que preveía, anciano y enfermo, no admitió el cargo, y el monarca entregó las riendas de la secretaría del mismo modo ilegal al general Rodriguez, cargado tambien de años y de achaques. Viendo los ministros el proceder injusto y arbitrario de S. M., todos unánimes pusieron en las reales manos su Dimision del dimision, para no autorizar con su permanencia los pasos inconstitucionales de Fernando. Mas traslucióse el secreto y agitáronse las reuniones de Madrid, y el ayuntamiento y la diputacion de Cortes representaron igualmente al príncipe entre el estruendo de las conmociones populares que regresase de San Ildefonso y pusiese término con su presencia á la zozobra pública. Entonces el rey se No la admi- negó á admitir la dimision del ministerio, y nomte el rey. bró secretario interino de la Guerra á don Ignacio Balanzat, confiriendo despues en 9 de Setiembre la propiedad á don Estanislao Sanchez Salvador, con anuencia de sus consejeros responsables.

ministerio.

Y temeroso de que á su vuelta estallase una tormenta parecida á la que afligió su ánimo al regreso del Escorial, la dilató cuanto pudo. En este verano los baños de Bañeras se vieron llenos de personages y militares españoles fugados que solo respiraban sed de venganza, y que anunciaban en embrion multiplicadas tramas contra la libertad de su patria. Ya en 29 de Junio escapado de Mallorca, donde el gobierno le habia destinado de cuartel, llegó á Bayona en una lancha pescadora el general Eguía, autorizado por Fernando para formar una junta céntrica de conspiraciones, y dirigir aquella máquina escandalosa y funesta de invasiones y de partidas facciosas que asolaron la España. Con semejante rey ni era posible cimen. tar la tranquilidad ni contener á los anarquistas, cuyos motivos de desasosiego tenian tan fundada

causa.

La Fontana de Oro, como igualmente las reuniones patrióticas de las provincias, eran el eco de las sociedades secretas, y revelaban los planes misteriosos de estas en los discursos con que arras traban á la muchedumbre á su ejecucion. En su ignorancia de la época y del estado de Europa, los oradores aspiraban á sublevar las naciones vecinas y á generalizar los gobiernos libres, contando principalmente con que la Francia entera se levantaria al primer grito de libertad que resonase en sus fronteras. Y no pareciéndoles el código de 1812 bastante democrático pretendian reformarle en sentido republicano, despojando al trono de la prerogativa de rehusar dos veces la sancion de las leyes: para ello contaban con Zaragoza y Barcelona, y solo les faltaba para dominar en la corte entronizar el terror que habian infundido con la muerte de Vinuesa, y que comenzaba á disiparse, gracias á la confianza que infun

T. II.

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1821.

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