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empuñado las riendas del gobierno desde Marzo de 1820 hasta el dia en tres distintos ministerios, que con matices mas o menos vivos habian adoptado el mismo color. Hacemos justicia á sus puras intenciones y sobresaliente ingenio; pero deploramos el resultado, porque no supieron salvar la nave pública: concedámosles en hora buena la palma en la teoría, pero confesemos que se estrellaron en la práctica. Tímidos y faltos de accion, como lo es y lo será siempre el bando político á cuya cabeza se sentaban, viéronse encerrados en un círculo legal que no podian romper: con el monarca al frente, la libertad era imposible, y con la ley en la mano no se podia atacar al monarca. Y al violarla con la esperanza de modificar sus bases, suicidáronse á sí mismos, porque de ella les venia la fuerza, y perdida ésta, el trono los ató á su arbitrio.

San Martin, terror de la gente inquieta, tuvo que fugarse, porque no admitida por S. M. la dimision que puso en sus manos del cargo de gefe político, el ayuntamiento acordó no recibirle en su seno; y los cofrades del martillo espiaron sus pasos con ánimo de vengar en su vida la guerra que les habia hecho. Sentóse por pocos dias en el ministerio de la gobernacion don José María Calatrava, y confiáronse las riendas de las otras secretarías á manos interinas.

Vencida la opinion cuyo órgano habian sido los ministerios anteriores, los sostenedores de la opuesta doctrina, es decir, los que creían que únicamente por las vias de la revolucion podia libertarse el pais de los males que le amenazaban, juzgaron llegada la hora de subir al mando y ensayar sus medios de gobierno. Desvanecido el misterio de las sociedades secretas, eran conocidos y señalados á la luz del dia los afiliados en cada una de las dos comuniones políticas de masones y

comuneros; y entre ellos debia verificarse la elec-
cion de candidatos, ó componer un ministerio en
que se amalgamasen las dos. ramas de este tronco.
Ordenó el príncipe repetidas veces al Consejo de
Estado le propusiese una lista triple de los españo-
les que considerase mas idóneos para cargar sus
hombros con el grave peso de los negocios; pero
otras tantas el Consejo respondió al rey que debia
devolver el gubernalle á los secretarios retirados,
y que fuera de la órbita de los principios por ellos
sostenidos, no descubria salvaguardia ni estabili-
dad para la nacion ni para el trono. Verdad es
que el Consejo habló en su respuesta "de las per-
abusaban del favor del monarca, y que
sonas. que
habian preparado los tristes. acontecimientos que
tanta sangre y tantas lágrimas costaban á Espa-
ña;" y aun se atrevió á indicar que los sedi-
ciosos habian creido tener de su parte la voluntad
real."

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Pero mas poderoso que el Consejo y mas irresistible se levantaba el grito de los vencedores, que no queriendo desperdiciar el fruto del triunfo obtenido la mañana del 7, exigian el encumbramiento á las secretarías del despacho de los prohombres de su confianza. Escribió y borró Fernando varios nombres, siendo por fin nombrados ministros, de Marina don Dionisio Capaz; de Estado don Evaristo San Miguel, gefe que fue del estado mayor de Riego; de Guerra don Miguel Lopez. Baños; de Gracia y Justicia don Felipe Benicio Navarro; de Ultramar don José Manuel Vadillo; de la Gobernacion don José Fernandez y Gascó, y de Hacienda don Mariano Egea. Atribuyóse justa ó injustamente el rápido ascenso de San Miguel al giro dado á la causa de los guardias, porque á fuerza de desenmarañar aquella enredada madeja de finísima seda, pudiera haberse encontrado su

Mudanza del

ministerio.
San Miguel.

Farsa de re

conciliacion.

Julio de 1822.

principio y haber sacado á la luz claros y limpios sus sutilísimos hilos.

Remontados á la cumbre del poder los amantes de la revolucion, y con las riendas de su carro en la mano, natural era esperar que removiendo los obstáculos opuestos por los conservado

le abririan un camino grande y anchuroso por donde rodase libre y magestuosamente. Para hacer frente á la Europa, que nos amenazaba, al rey, que encendia la guerra civil bajo mano, á sus partidarios, que enarbolaban la cruz en las provincias, fuertes y robustas medidas debian oponerse. Este era el gabinete de Roland, Danton y Lebrun, que despues del 10 de Agosto se encargaba del timon público, en medio de las tinieblas de una furiosa tormenta, cuando los vientos, el mar y el cielo la combatian conjurados, y cuando el único, pero peligroso medio de librarla de las olas era un esfuerzo estraordinario. El armamento general mirábase como la base del edificio para tomar una actitud imponente y rechazar la fuerza con la fuerza. El nuevo gabinete pues iba á afinar el oro de sus doctrinas y á brillar con todo el esplendor de la victoria, ó á manifestar que puestas aquellas en el crisol de la esperiencia todo era liga, estaño y mentira. Sus obras nos descubrirán bien pronto los quilates del metal.

El monarca, arrastrado siempre por el miedo y por aquel instinto de intriga y de doblez que no se desmentia ni aun al lado del cuerpo diplomático, se degradó hasta el estremo de parodiar una reconciliacion de que en su interior se rió, y que pocos creyeron. Con este objeto el 9 llamó á Riego y se quejó con estudio de los insultos que le habian prodigado, declarando que le profesaba amistad, que solo deseaba su bien y el de todos

los españoles, y que en su corazon no tendrian ya entrada los consejos de hombres pérfidos. Riego no conocia el disimulo de la Corte, y, entusiasmado con la súbita conversion del rey, corrió al ayuntamiento: despues de haber regalado á éste una medalla de plata con emblemas relativos al restablecimiento de la Constitucion gaditana, arengó desde un balcon á la milicia formada en la Plaza Mayor. Díjole que S. M. deseaba que no se cantase en adelante el trágala, y que habiendo empeñado su palabra en nombre de todos, rogaba á sus individuos no la quebrantasen por su parte; solicitó tambien que no le victoreasen, pues su nombre se habia convertido en grito de alarma. El mismo dia prohibió el ayuntamiento á ruegos de Riego la cancion del trágala y los vivas al general, mandando prender á los que no obedeciesen la orden.

Mientras asi corrian las cenagosas aguas de aquel mar de intrigas, de conjuraciones y de perfidias, llegó á Francia don José Villar Frontin, secretario de las encomiendas del infante don Antonio, con poderes del rey para que el marques de Mataflorida formase la regencia absolutista y se pusiese á su cabeza; poderes que tenian la fecha de 1.o de Junio. Detengámonos un momento, y fijemos los ojos en el conjunto que nos ofrece el cuadro que se presenta á la vista, pero sin desatender ninguno de sus términos. Fernando de Borbon, rey constitucional, ocupa el trono de Madrid, y espide órdenes cuya desobediencia castiga hasta con la muerte: fragua una conspiracion contra ese mismo código que á cada paso jura é invoca: se→ duce á sus guardias, y engaña á sus propios agentes, y al ministerio francés prometiendo el establecimiento de dos cámaras; al propio tiempo que ordena á Mataflorida que tome las riendas de una regencia, y proclame el absolutismo. En virtud 45

T. II.

1822.

1822.

de estos engaños, consecuencia de tan infernal astucia, sus propios comisionados no se entienden y se persiguen unos á otros, todos en nombre del monarca y alegando su voluntad: la sangre corre: en un mismo dia, con la mano propia con que firma la proscripcion de los realistas, estampa tambien la sentencia fatal contra los liberales: ante los moderados vibra el anatema contra los exaltados; en presencia de los exaltados fulmina el rayo contra los moderados. ¡Qué página tan negra de su vida! Los cabellos se erizan, y fuerza nos es librar el ánimo al descanso para que la imaginacion aterrada recobre la calma, y cese de palpitar con tanta violencia el angustiado corazon.

El triunfo de las armas de la libertad en Madrid alteró hasta cierto punto el curso de las ideas de los ministros franceses, y en 25 de Julio ya enviaba Balmaseda al marques de Mataflorida copia de la carta que de París le habia dirigido á Burdeos el vizconde de Boissett, ofreciendo en nombre del gobierno suministrar los auxilios necesarios para la reaccion, siempre que los realistas, marchando á las órdenes de un general de nombradía, tomasen una fortaleza importante, y estableciesen en ella la proyectada regencia. Eguía, cuyo crédito se habia eclipsado entre sus propios partidarios, gracias á su impericia y á las intrigas de que era centro, obraba ahora bajo el inaléfico influjo de don Antonio Ugarte, que pasaba por una especie de acompañado del general en la alta mision de que ambos estaban encargados. Los realistas de talento odiaban á Ugarte, y Morejon escribia á Balmaseda en 28 de Julio pintando las escenas de la pastelería de Bayona: "No puedo olvidar que Ugarte es el primer origen de nuestros males, y mezclado ahora en el negocio, acabará con la familia real."

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