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ciones próximas; bien entendido que los gastos que ocasionen estos viajes le serán abonados en cuenta, como hechos en un servicio el mas importante que pueda hacerse á la nacion, y en el cual espera S. M. encontrar confirmada la buena opinion que V. S. merece por su patriotismo, su celo por el bien público, y su amor á su real persona y á las

instituciones que nos rigen. = Madrid 27 de Julio de 1821.

Núm. 9. Tucidides, guerra del Peloponeso, libro segundo.

Núm, 10. Tucidides, en idem. Núm. 11, Tito Livio, Décadas, libro cuarto.

LIBRO DÉCIMO.

Número 1. Congreso de Verona por cl vizconde de Chateaubriand &c.

Núm. 2. Memoria justificativa que dirige á sus conciudadanos el general Córdoba. Madrid, 1837.

Núm. 3. Manifiesto que escribió en un calabozo el general don Francisco Javier Elio &c., ilustrado con apéndice y notas por don José Antonio SombieÍa. Valencia: imprenta de Brusola, año 1823. Un cuaderno en 4.°

Núm. 4. «Llegamos al caso en que detenida la pluma por los respetos debidos al trono, y por los obstáculos que la indole misma de los sucesos opone á la averiguacion de la verdad, apenas se acierta á trazarlos, y mucho menos á calificarlos. Como quiera, un documento precioso para la historia rasga el velo y habla por sí mismo: fue este un papel del rey acompañado de una orden en que prevenia al ministro de la guerra convocase para la tarde del mismo dia 3 una junta compuesta del ministerio, del Consejo de Estado, del gefe político, del comandante general, y de los gefes de los cuerpos del ejército permanente, en que se examinase dicho papel, debiéndose hacer uso despues de la discusion, de la garantía que S. M. pedia en él. A la simple vista se percibe claramente que impelido el rey, ya por su natural y constante repugnancia á todo sistema político que no fuera el absoluto, aumentada mas y mas por los escesos de los anarquistas que tanto le habian afligido y humillado; movido tambien por las sugestiones de los enemigos de las reformas, que cubrian su

interes propio con capa de lealtad, y estimulado por el semblante que habian tomado las cosas desde el 30 de Junio, creía llegado el momento, ó de reformar la Constitucion, si no podia otra cosa, ó mejor, si le era posible, buscar fuera del orden establecido en las leyes vigentes seguridad para su persona y real familia, acercándose al poder absoluto cuanto mas pudiese. Sin embargo, la circunstancia de estar vaciado este pensamiento por el famoso proyecto de Vinuesa en que se proponia apoderarse de todas las autoridades reunidas para asegurar un trastorno, y la de oponerse al artículo de la Constitucion que declara al Consejo de Estado único Consejo del rey, fueron causa sin duda de que el ministerio se limitase á hacer la consulta á este Consejo, á costa de perder de esta manera la confianza del monarca, y el fruto, por consiguiente, de su conducta firme y decidida contra los enemigos mas o menos simulados de la monarquia.»

«Rota asi la armonia entre el rey y el ministerio, ¿ adónde volver la cara en busca de un apoyo que sostuviese el Estado, libertándole de la catástrofe inminente que le amenazaba? La provechosa accion de los hombres sensatos que unian sus esfuerzos con el ministerio perdió con esto su fuerza y direccion: los intentos de los que querian acabar con el nuevo orden de cosas eran ayudados por el aspecto general de las provincias y el particular de la corte, que alimentaban sus esperanzas; el peligro de los comprometidos en su conservacion los exasperaba, dando apariencia de razon al terrorismo que habian predicado; algunos á los que ha

bia consultado el rey eran de diferentes opiniones, creyendo unos que era llegado el momento de volver á la antigua forma de gobierno, y otros de reformar la constitucion, conservando siempre el sistema representativo. En tan triste situacion no era facil presumir el desenlace, que verosimilmente habia de ser efecto de un choque sangriento y terrible.»

Apuntes histórico-críticos para escribir la historia de la revolucion de España, desde el año 1820 hasta el 23. Por el marques de Miraflores. Londres, 1834.

Núm. 5. En la obra citada del Congreso de Verona.

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siado para dudar que la asistirás en todo, siendo el padre de la familia que le pierde. Confio en la misericordia de Dios, los méritos de nuestro Salvador, y ruegos de su Madre Santísima, que mi alma va á pasar á la gloria que nos ganó con su sangre: él nos dé su santa bendicion. Javier.»

«Mi dulce compañera: Si recuerdas lo que tengo discurrido contigo y recorres algunos de mis escritos, conocerás que no me sorprende este fin; pero segura como estás de mis sentimientos religiosos, y de los largos padecimientos, que todos se los ofrezco á mi Redentor en memoria de los que padeció por mí, debes estar muy confiada de que mi alma gozará de la presencia

del Señor. Todos los demas consuelos que puede tener tu mas tierno esposo son bien inferiores á este. Todo hombre muere, y muere en aquella hora y de aquel modo que Dios le tiene decretado; y el que muere en su gracia, como yo lo espero, empieza á vivir y deja este mundo miserable, lleno de espinas y de males. Tú tienes bastante esperiencia de él, pues unidos de un modo el mas propio para ser felices, ¿cuántas penas no hemos padecido? Asi que, mi dulce compañera, siente, siente como es justo y lo exige la naturaleza, pero guardate de abandonarte al dolor, porque eso sería una grave ofensa á Dios, y la mayor pena para mi el recuerdo. ¿Quién es el hombre para no conformarse ciegamente con la voluntad de Dios, á la cual, sin discrepar un ápice, obedecen los cielos y la tierra, y todos los bienaventurados? Eres madre, y madre cristiana, y Dios te impone una doble obligacion ahora con respecto á tus hijos, de cuyo abandono te haria grande cargo; pidele, y á su Madre Santísima, su gracia, pídesela humilde y fervorosamente, que no te la negara, y que tu Javier desde la mansion de los justos, adonde por la misericordia de Dios y de su Madre, Redentora nuestra, confia pasar, te ayudará mas que lo pudiera hacer en el mundo. Acuérdate de la virtud y cristiandad de tus padres; imita á tu madre en la humildad y piedad; pero no tanto en su escesiva condescendencia con sus hijos. Las madres son propiamente las que forman á las hijas, asi como los padres á los hijos. El carácter dócil de las tuyas te ofrece buenas esperanzas de hacerlas virtuosas, que como lo sean serán ricas y felices:

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que aprendan la religion no por rutina, sino por sus sólidos principios que frecuenten sus actos con toda la devocion que es justo en los primeros años lo harán solo por costumbre, mas luego lo harán con gusto, y lo harán hacer á sus hijos, si son madres de familia; que sean humildes sin gazmoñería, y que no hagan demasiado aprecio de los dones esteriores, ni de hermosura ni gracias, ni talento; pues si los poseen no son de ellas, son de Dios, y se los puede quitar muy pronto; que estimen solo la verdadera virtud; que vistan con decencia, y sobre todo en el templo jamas permitas que usen de trages ó modales que no sean propios de su santo lugar; que no tengan apego á las cosas del mundo, y se fijen en la eterna felicidad. Para esto son hartos los ejemplos que puedes ofrecerles; que lean solo libros selectos, algunos te tengo significados; pero no puedo dejar de recomendarte la lectura del año cristiano. Se buscan y se leen las vidas de los héroes del mundo que han manchado la tierra acaso con torpezas y causado mil males y horrores á sus semejantes y se desprecian los héroes del cielo que sacrificaron sus vidas sus dias por consolar á los hombres, y las dieron por nuestro Redentor, y desde el cielo no hacen mas que pedir

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para aplacar la ira de Dios? ¡O ceguedad de los mortales! En fin, dedicate à su mejor crianza y habrás llenado tus deberes. De Bernardo, ¿qué te puedo decir? Si se ha de separar de ti antes de estar formado, y puede viciarse en un mundo tan peligroso, mas vale que fuera un sencillo labrador; tú lo consultarás. La familia de Joaquin te servirá de alivio y consuelo; únete á ella, y ayudaos mútuamente. Sobre intereses nada te digo: los pocos que mis largos trabajos y servicios han producido son tuyos, y tú madre de tus hijos. Aunque la suerte te llame á la pobreza no te aflijas: hazte superior á ella, que nadie hay pobre siendo virtuoso: en este punto conozco demasiado tu moderacion. Mucho mas tendria que decirte, pero los momentos son preciosos y no quiero robarlos al objeto eminente de mi salvacion. Despues de Dios invoca, pide y confia en la proteccion y misericordia de la Madre Santísima, y entrégale tus hijas como se las tengo yo entregadas; que se les arraigue en el alma su devocion, que esa Señora de piedad les asistirá. Su bendicion y de la Santísima Trinidad caiga sobre tí y sobre mis tiernos hijos. Asi lo pide ahora, y los momentos que viva, tu Javier. = Valencia 3 de Setiembre de 1822.»

FIN DE LOS APÉNDICES DEL TOMO II.

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