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si el monarca venia inclinado á jurarla; y en la segunda ofrecia al príncipe sus bayonetas para derrocar aquel código democrático; y previno al coronel la pusiese en las reales manos si la tempestad descargaba sobre los principios constitucionales. Gracias á este doble juego y á la destreza del emisario, veíase ahora el conde mandando en nombre de la tiranía una plaza donde tanta ostentacion habia hecho de su amor al gobierno representativo. Para dar pues una muestra de la conducta que pensaba observar, plantó perenne la horca en la plaza de San Antonio, delicioso paseo de la ciudad, bajo pretesto de conspiracion; estableció una guardia formidable con sus cañones para aterrar al pueblo, y pobló los presidios de ciudadanos pacíficos por la simple delacion de los frailes. A media noche mandó al dueño del café de Apolo llamase un pintor que trocasè el rótulo por el de café del rey: encerró en la carcel, y á fuerza de persecuciones ocasionó su muerte. Convertido en hipócrita, y haciendo el papel de un vil histrion, introducíase en las iglesias y mandaba arrestar á los que no se arrodillaban en el acto de la elevacion de la Eucaristía, ó los llenaba de improperios en presencia del vulgo.

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Esta conspiracion de Cádiz, que algunos suponen obra de un cura sevillano que mantenia secreta inteligencia con Eguía, opinion en cuyo apoyo carecemos de sólidos fundamentos aun cuando fuera verdadera, debió escitar el desprecio del gobierno y no su indignacion, porque no reunia elementos suficientes para el triunfo. Mas divulgaron los realistas que era el hilo de una grande trama urdida en toda Andalucía, y sirvióles de hincapie para acrecentar el número de los proscritos en todo el reino. Solo en Madrid sepultaron en los calabozos en la noche del 16 al

:

Terror de Cádiz.

Andalucía.

1814. 17 de Setiembre mas de ochenta personas de las que gozaban opinion de liberales, para lo cual bastaba no aprobar el tortuoso giro que habian tomado los negocios del Estado. Y no cabiendo ya en las cárceles, henchidas anteriormente de proscritos, habilitóse para prision el convento de San Francisco el grande, confundiendo en su recinto las clases, el mérito y el valor. Un comisionado Negrete en regio llamado Negrete partió al hermoso suelo de Sevilla, provisto de instrucciones que emanaban de los labios mismos de Fernando, y sembró el terror y la consternacion en aquella provincia. Estendíanse sus facultades sobre los jueces mismos: á su sola vista, á su solo nombre temblaban niños y ancianos, porque los calabozos estrechos é inmundos rebosaban de presos, y fallaba las causas sentado bajo el dosel en la inquisicion, en cuyo edificio habia establecido su tribunal. Para averiguar las mas infundadas sospechas abria las cartas del correo, faltando á la religion del secreto; y si encontraba una frase oscura, un contrasentido, allanaba lascasas, prendia á sus moradores, y mandaba á los carceleros que en el silencio de la noche arrastrasen cadenas por la escalera para que los reos creyesen que atormentaban á sus compañeros, y aterrados denunciasen á cuantos amaban la libertad á juicio de los presos. Asi lo declaró un clérigo llamado Garzon, sepultado en los subterráneos del santo oficio por este monstruo.

La injusticia y la crueldad producen el descontento, y tras este vienen las conspiraciones y los tumultos. Don Francisco Espoz y Mina, que en la pasada guerra habia trocado el arado por la faja de mariscal de campo, y que en tantos encuentros y sorpresas habia vencido á los franceses y llenado de gloria el estandarte de la independencia, no solo no logró el mando de una provincia como de

1814.

Conspiracion

Navarra.

seaba, sino que en 15 de Setiembre fue desterrado á Pamplona, destinando sus tropas á las órdenes de Palafox, capitan general de Aragon. El virey de Navarra, conde de Espeleta, comunicó á Mina el decreto de confinamiento, y escribió á Palafox lo urgente que era trasladar á otros puntos los soldados del ilustre guerrero; pero Mina, que habia trazado ya su plan, interceptó el aviso por medio de dos hombres montados, y respondió al virey que no tardaria á presentarse en Pamplona y obedecer el mandato del gobierno. Concertóse primero Mina con los gefes del cuarto regimiento que guarnecia la ciudad, y con algunos habitantes que le de Mina en prometieron soplar la llama de un movimiento popular; ordenó luego al tercer regimiento, que tenia sus cantones en Ejea de los Caballeros, se trasladase á los contornos de Pamplona, y poniéndose al frente del primer regimiento, provisto de escalas para asaltar y sorprender la ciudadela, presentóse á la vista de la plaza. Acompañado Mina de su sobrino, que habia vuelto de Francia donde estuvo prisionero, pasó la noche al pie de la muralla conferenciando con sus partidarios y esperando el tumulto ofrecido; pero don Santos Ladron, comandante del tercer regimiento, habia arengado en Ejea á los soldados contra Mina, y retirándose á Zaragoza habia frustrado las ideas del general navarro. Por otra parte, el motin no habia estallado porque los oficiales de la guarnicion, olvidando sus empeños, querian sostener la defensa de la plaza, y el teniente coronel y muchos gefes del primer regimiento que seguia á Mina descubrieron al virey el proyecto concebido, y juraron fidelidad al rey. Viéndose abandonado don Francisco Espoz y Mina, recurrió á la fuga seguido de su sobrino, del coronel Asura y de otras personas de su confianza: corrió grave riesgo de ser preso, y acogiéndose al

1814.

Pio VII res

suitas.

suelo hospitalario de la Francia, pidió á Luis XVIII un asilo en premio de la sangre que habia derramado en el campo de batalla peleando á favor de los Borbones. El coronel del primer regimiento de Navarra don José Gorriz, que no habia acompañado á los demas oficiales cuando delataron á Mina por repugnar á su honrado carácter semejante paso, fue degradado y arcabuceado en virtud de sentencia de la comision militar.

Entre tanto Pio VII, que gobernaba el timon de la iglesia romana, aprovechando aquella reaccion europea contra las luces del siglo, restableció el 7 de Agosto en todo el orbe católico la célebre comtablece los Je- pañía de Jesus, estinguida en 21 de Julio de 1773 por Clemente XIV, cual si vencido Napoleon debieran ya soltarse los vientos de la ignorancia enfrenados por la poderosa mano del emperador y précipitarlos contra las naciones para que en la fuerza del huracan las empujasen atrás y las estrellasen contra los tiempos de bárbara intolerancia. Y desprendiéndose el sumo pontífice del elevado carácter que á su dignidad correspondia, aduló al rey de España felicitándole en 6 de Junio por el espíritu inflexible é imperturbable con que habia soportado su cautiverio. Mas prudente hubiera sido sellar los labios que tocar la llaga reciente todavía, cuando las naciones todas en que la prensa era libre habian leido la correspondencia de Fernando reproducida ahora en los periódicos ingleses, y dada á la estampa en París por el señor Llorente en sus Memorias.

La iglesia en sus siglos heróicos habia tronado contra la tiranía de los reyes; y mas de una vez cobijaron los obispos al pueblo bajo su manto para libertarle de la servidumbre ó de la injusticia. Mas entonces brillaba la mitra en la cabeza de algunos varones doctos y puros que descollaban

ta de las mitras.

entre todos por su doctrina, elocuencia y mansedumbre. Al presente lo que mas afligia los cora- Envilecimienzones verdaderamente religiosos era ver premiados con el báculo pastoral el aborrecimiento y la venganza, y ver subir al episcopado en premio de sus sanguinarios sentimientos á los eclesiásticos mas furibundos é ignorantes. El pectoral remuneró los votos á favor del santo oficio y contra la soberanía de las naciones; y las virtudes cristianas y morales cedieron sus escaños á la torpe intriga y á la negra lisonja. Las obras de Voltaire no causaron tanto daño al cristianismo como aquella caterva de obispos creados por Fernando de las heces y escoria de las Cortes; eran todos frailes ó curas sin instruccion, que no conocian ni el espíritu del Evangelio, ni el espíritu del siglo, y que envolviendo la religion cristiana, madre de la libertad, en las tinieblas del despotismo, quisieron santificar sus pasiones y erigirlas en dogma.

La corrupcion y la sed del oro gangrenaban el corazon de los que ocupaban los altos Venalidad. puestos de la corona, y no se ruborizaban de concertar los mas vergonzosos tratos vendiendo los empleos y las dignidades al que ofrecia mas crecida suma. Don Pedro Macanáz, ministro de Gracia y Justicia, tenia en su casa una ama de gobierno llamada Luisa Robinet, de nacion francesa, que le habia seguido desde su patria con repulgos de señora. Terciaba la Luisa cuando vacaban los destinos mas lucrativos, y ajustada la cantidad y depositada en casa de don Jaime Dot, comerciante, y de otras personas, con anuencia de Macanáz, recaía la plaza en el generoso pretendiente. A fuerza de repetir el escándalo habíase divulgado tan infamne tráfico por la corte, y hasta los mismos partidarios del realismo murmuraban el que el ministro

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