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dad i su codicia. Entre tanto las fuerzas diseminadas de la revolucion habian esperimentado fuertes reveces en distintos puntos.

Sabedor el jeneral Goyeneche de que un nuevo ejército se organizaba en las provincias arjentinas, dejó a Lombera en Cochabamba con dos mil hombres, i marchó a Chichas con el resto del ejército, que puso a las órdenes de su primo el Brigadier don Pio Tristan, el cual con un total de seis mil hombres emprendió campaña sobre el sur i ocupó sin dificultad los pueblos de Jujui i Salta.

De tristísimos resultados fué esta campaña para Goyeneche, que, al emprenderla, se habia lisonjeado con la idea de destruir el foco de la revolucion en Buenos Aires i restaurar aquel importante virreinato. La vanguardia de Tristan al mando de don Agustin Huici, fué destruida en el rio de las Piedras, i el grueso de la division sufrió un descalabro en los estramuros de la ciudad de Tucuman, a manos del ejército que mandaba el jeneral don Manuel Belgrano. (24 de setiembre de 1812). Con los restos de su division emprendió Tristan la retirada a Salta, donde fué reforzado con dos batallones i alguna fuerza de caballería i artillería que le mandó Goyeneche; pero obligado luego a dar batalla a consecuencia de un rápido i acertado movimiento de Belgrano, fué batido de nuevo en la Tablada de Salta (20 de febrero de 1813), debiendo a la jenerosidad del vencedor una liberal capitulacion, en virtud de la cual se permitió al ejército vencido evacuar la plaza de Salta con todos los honores de la guerra, a condicion de entregar las armas a las tres cuadras i de prestar juramento, por órgano de su jeneral i jefes, de no continuar la guerra contra las provincias del Rio de la Plata, entre las que se hacia figurar espresamente las de Potosí, Charcas, Cochabamba i la Paz. Con la noticia de estos acontecimientos evacuó precipitadamente Goyeneche la plaza de Potosí, i aun pidió a Belgrano un armisticio, que le fué concedido por cuarenta dias, sin perjuicio de que el ejército vencedor continuase su marcha hasta Chichas. (4)

Belgrano se encaminó al Alto Perú. La aparicion de este jefe coronado con los laureles del triunfo i con la aureola de la magnanimidad, fué saludada en aquellas provincias con sincero entusiasmo. Desde que pisó el territorio de los Charcas aquel guerrero hizo estimar su prudencia i su tacto político, imponiendo a sus subordinados, con la severidad del mandato i la eficacia del ejemplo propio, el respeto a la relijion i a la moral, a la propiedad i al honor de las familias. Tenia a su vista la imájen misma del horror en la multitud

(4) La guerra de los quince años en el Alto Perú.

de familias desoladas que pedia amparo, en las villas i pueblos numerosos que aun humeaban, en los campos yermos i esterilizados, en el aspecto de aquellos guerrilleros demacrados, ennegrecidos i cubiertos de harapos, que señalaban por millares los sitios i encrucijadas de las batallas, i entre los cuales se habia hecho ya costumbre, como entre sus contrarios, derramar la sangre a tarea i cortar cabezas humanas para adornar con ellas la punta de sus lanzas i aun las colas de sus caballos. El jeneral se propuso humanizar la guerra. «No olvideis, dijo a los pueblos del Alto Perú, los sentimientos de humanidad i jenerosidad americana que os ha inspirado naturaleza, ni los preceptos de nuestra santa relijion para con nuestros semejantes. Deponed todo agravio personal i apartad de vuestra memoria todos los resentimientos. D

Belgrano mandó de gobernador intendente a Cochabamba a don José Antonio Alvarez de Arenales con instrucciones para calmar los ánimos irritados i evitar en lo posible los desacatos i las venganzas; destacó asimismo a don Ignacio Warnes sobre Santa Cruz de la Sierra para levantar i disciplinar un cuerpo de tropa, i colocó a la cabeza de los pueblos a los hombres que juzgó mas recomendables. Se detuvo entre tanto en Potosí a fin de reparar las fuerzas de su ejército.

Goyeneche, despues de la capitulacion de Salta, que no quiso reconocer, ni respetar, concentró todo su ejército en Oruro, sin esceptuar los soldados i jefes juramentados en virtud de aquella estipulacion, a los que hizo entender que ni el empeño de la conciencia i del honor era de respetar en el trato con los insurjentes.

Al reunir todo el ejército realista en Oruro juntamente con los caudales que pudo recojer, Goyeneche se habia propuesto solo cumplir con el deber militar que le imponian las circunstancias del momento, pues por lo demas, viendo frustrados sus planes, eclipsada su estrella, inútil su rigor, indefinida la guerra, habia resuelto abandonar la escena i pedir un sucesor. La crónica refiere que su fortuna habia aumentado extraordinariamente con las confiscaciones i el botin de aquella campaña que, por otra parte, le alcanzó el título de conde del Huaqui. El virrei Abascal le mandó de sucesor al brigadier don Joaquin de la Pezuela, que con el continjente de diez piezas de artillería i de un batallon del Real de Lima, llegó a Oruro, donde lo encontró todo dispuesto para proseguir la guerra.

El 30 de enero de 1813 se reunió en Buenos Aires una asamblea constituyente.

El buen suceso de las armas arjentinas en el Tucuman i Salta hizo que el gobierno de Buenos Aires ordenase que las provincias del

Alto Perú mandaran sus diputados o representantes al congreso de aquel Estado; i en consecuencia fueron elejidos csos diputados en julio de 1813 por los cabildos de Chuquisaca, Potosí i Cochabamba.

Todo sonreia a los independientes; pero su situacion habria sido mucho mejor, si Belgrano hubiese cifrado su cautela mas en perseguir a tiempo los restos del ejército de Goyeneche, que en aumentar i disciplinar el suyo en Potosí, donde se detuvo largo tiempo i víó con satisfaccion afluir de todas partes numerosos auxiliares. Una columna de cuatrocientos jóvenes decentes i acomodados de Chuquisaca fué tambien allí a ponerse a las órdenes del vencedor de Goyeneche i a dar prestijio a la causa de la libertad con este brillante testimonio de patriotismo i abnegacion.

No tardó el nuevo jeneral del ejército realista en desprenderse de Oruro para buscar a Belgrano, que a su vez dejó a Potosí para encontrar al enemigo. Ambos ejércitos se afrontaron en la llanura de Vilcapujio el 1.o de octubre de 1813. En las primeras horas del combate las fuerzas de Belgrano arrollaron la izquierda del enemigo mandada por Tacon, i luego el centro, que mandaba el coronel Lombera, con lo cual huyó la reserva, i Pezuela i Tacon escaparon hasta el pueblo de Condo. Perseguia a los vencidos el ejército de Belgrano, cuando de repente apareció en el campo el teniente coronel americano don Saturnino Castro con un escuadron, que movió desde Ancacato, distante seis leguas del campo de batalla, tan pronto como percibió el cañoneo del combate. Tomando por retaguardia al ejército victorioso, lo sorprendió i hostilizó de tal manera, que lo obligó a retirarse, abandonando casi todos sus cañones i bagajes. Castro fué ayudado en este ataque por la derecha del ejército realista mandada por Picoaga. Novecientos cadáveres i dos mil heridos quedaron en el campo.

El jeneral Diaz Velez, segundo de Belgrano, resolvió resistir con los restos del ejército en Potosí; pero llamado por Belgrano, que a toda prisa reunia las fuerzas con que podia contar, salió en su alcance con trescientos fusileros, tres piezas de artilleria i bastante municion. Aumentada esta fuerza en el pueblo de Macha con dos escuadrones venidos del Valle-Grande i los continjentes de Chuquisaca, Potosí i Cochabamba, se decidió el jeneral arjentino a probar de nuevo la fortuna de las armas, la cual otra vez le fué adversa en el campo de Ayuma, distante tres leguas de Vilcapujio (14 dé noviembre de 1813). Con reducida tropa se retiraron Balcarce i Diaz Velez a Potosí, i de allí prosiguieron al sur, incomodados de cerca

por el enemigo, cuya tenaz persecucion pararon a fuerza de intré-

pidas embestidas. (5)

Pezuela se halló dueño de las principales provincias del Alto

Perú, a las que otra vez llegaba una época de espiacion i de vengan-

zas, pues el sucesor de Goyeneche no parecia mejor dispuesto que

éste a la clemencia i a la jenerosidad. Una gran emigracion tomó la

ruta de las provincias arjentinas, i de Cochabamba salieron muchos

vecinos con Arenales a Santa Cruz para sostener allí la causa de la

independencia.

Pezuela distribuyó sus tropas i autoridades por los diversos pue-

blos, i estableció con el nombre de tribunales de purificacion unas

comisiones militares, que no fueron mas que el instrumento de las

mas inicuas vejaciones.

Para destruir el núcleo de iusurreccion que aun subsistia en

Santa Cruz de la Sierra, destacó Pezuela hácia aquel lugar una di-

vision de 800 hombres con dos cañones al mando del coronel don

Manuel Joaquin Blanco, i emprendió, por su parte, una espedicion

sobre la provincia de Salta. Blanco fué derrotado por Arenales en la

Florida (12 de mayo de 1814) i ademas perdió la vida. Pezuela hos-

tilizado por las belicosas milicias de Salta, se situó en el fuerte de

Cobos i se dió por feliz con poder alimentar su tropa i mantenerse a

la defensiva.

Con la ausencia del jeneral español subió de punto la fermentacion

revolucionaria en el Alto Perú, i una multitud de caudillos tomarou las

armas para atacar en detalle las escasas guarniciones de los pueblos i

fatigar de todos modos al enemigo. Lanza (José Miguel) en los valles

de Ayopaya, Rojas en Tarija, Padilla en Laguna, Camargo en Cinti,

Betanzos i Zárate en Porco, i muchos otros en distintos lugares, se

alzaron de propia autoridad, i sin contar mas que con los pelotones

de patriotas i aventureros que quisieron seguirles, dieron mas ner-

vio à la insurreccion, proclamando abiertamente la independencia.

Adoptando por sistema el esterminio, muchos de esos jefes, sin em-

bargo, ilustraron su nombre por la temeridad de su valor, por la

novedad i la astucia de su estratejia, por la constancia en el sufri-

miento i por mil hazañas romanezcas que los convirtieron, aun vi-

vos, en héroes de leyenda popular.

(5) Refiérese que Belgrano, al retirarse de Potosi, determinó hacer volar el magnifico edificio

de la casa de Moneda, para lo cual se colocó dentro una gran cantidad de pólvora. Evacuada la
plaza, un militar que estaba en el secreto i que habia guardado las llaves del edificio, penetró en él
i cortó la mecha-guia que habia quedado encendida. Este oficial, natural de Cochabamba, se llama-
ba Anglada.

Mientras tanto, el contajio revolucionario penetraba en el virrcinato del Perú, insurreccionando el Cuzco con aquel mismo Pumakahua, que hemos visto poco há conduciendo sus hordas de indios contra los insurjentes del Alto Perú, i que dotado de valor i de fortuna, despechado i mal avenido con las autoridades del virreinato e instigado por los Angulo i por el clérigo tucumano don Ildefonso de las Muñecas, se alzó proclamando la independencia i libertad del antiguo imperio de los incas, de quienes blasonaba descender. (6) El recuerdo de la gran sublevacion de Tupac Amaru, que fué para los pueblos de la colonia una verdadera catástrofe, hizo pensar en la inminencia de una guerra de castas, apénas se difundió la noticia de la nueva revolucion del Cuzco. Pezuela de regreso de la espedicion a Salta, donde los guerrilleros arjentinos acababan de burlar sus planes, destacó fuerzas sobre la Paz amenazada por la insurreccion del Cuzco. La ciudad de la Paz habia caido, en efecto, en manos del coronel Pinelo i del cura Muñecas; pero fué evacuada luego que se tuvo noticia de que una fuerza realista se aproximaba al mando del coronel don Juan Ramirez. En el poco tiempo que Pinelo ocupó aquella ciudad, tuvieron lugar escenas del mas trájico carácter. La esplosion de la pólvora acumulada en un cuartel hizo saltar el edificio aplastando a los presos i soldados que allí habia, i conmovido el pueblo con esta novedad i con el rumor de haber sido obra de una traicion de los realistas, se lanzó furioso a la prision en que se encontraban el gobernador Valde Hoyos i muchos otros individuos del partido peninsular, i los sacrificó a todos con indecible ferocidad (28 de setiembre). Algunos dias mas tarde llegó el coronel Ramirez a la Paz, despues de derrotar a Pinelo en Chacaltaya (2 de noviembre).

Parece que la revolucion del Cuzco produjo gran sensacion en el ejército de Pezuela, donde figuraban muchos americanos. Algunos sintomas de indisciplina en un cuerpo hicieron recaer sospechas de defeccion en el coronel don Saturnino Castro, a quien

(6) Una revolucion de poco momento encabezada por el limeño Zela, tuvo lugar en la villa de Tacna a mediados de 1811, con ocasion de la campaña del primer ejército auxiliar de Buenos Aires. Este movimiento probablemente promovido por Castelli, coincidió con el desastre de Huaquí, i fué rechazado el dia mismo en que estalló. Zela, prisionero i condenado a muerte, alcanzó la conmutacion de esta pena en un encierro en el castillo de Chagres, donde murió. Mas tarde, a mediados de 1813, la noticia de los triunfos de Belgrano en el Tucuman i Salta i la intelijencia de este jefe i otros revolucionarios de Buenos Aires con algunes patricios del Perú, produjeron en Tacna una nueva revolucion acandillada por el jóven Pallardelli, que se atrevió a espedicionar sobre Arequipa i fué derrotado por la guarnicion de csa ciudad. («La guerra de los quince años en el Alto Perú.»)

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