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de él sino para poner su persona y hacienda en manos de S. M. Añadió Cárlos á su fineza la de dar al duque la mano de su sobrina, hija del rey de Dinamarca. Con este rasgo, sea de generoso desprendimiento, sca de bien calculada política, ganó el emperador no poca honra y fama. Renunció á un estado, y se atrajo muchas voluntades: se desprendió de una conquista, y conquistó muchos corazones (1).

Acabado este acto tan á gusto de todos, tratóse de asentar solemnemente la paz general para la tranquilidad de Italia, entre todos los soberanos, principes y embajadores que alli se hallaban presentes, y concluyóse un tratado de paz y mútua defensa (23 de diciembre, 1529), de los mas universales que se han celebrado entre las naciones, puesto que entraron en él el papa, el cmperador, los reyes de Francia, de Inglaterra, de Escocia, de Portugal, de Hungría, de Bohemia, de Polonia y de Dinamarca, las repúblicas de Venccia, Génova, Siena y Luca, los duques de Milan y de Ferrara, y los cantones católicos de Suiza (2). Solo dejaron de entrar en esta concordia Florencia y los reformistas de Alemania. El tratado se publicó en Bolonia (1.o de enero, 1530) en medio de las mas vivas y unánimes aclamaciones, y los pueblos colmaban de elogios al emperador, no cansándose de ensalzar su moderacion y generosidad, ni de ponderar el inmenso beneficio que les proporcionaba despues de tantos años de guerras y de funestas agitaciones. Cárlos no se olvidó de sus buenos generales, y el único sacrificio que pidió á Sforza fué que diese algunas tierras en Milan al marqués del Vasto y á Antonio de Leiva.

Tratose en seguida de la coronacion del emperador, y decidido, despues de algunas disputas sobre si la ceremonia habia de hacerse en Roma ó en Bolonia, que fuese en esta última ciudad donde ya todos se hallaban, se señaló día para tan solemne acto, que fué el 24 de febrero (1550), el mismo en que el emperador cumplia sus treinta años, y quinto aniversario de la prision de Francisco I. en Pavía. Dos coronas recibió aquel dia Cárlos V. con la mas suntuosa pompa que jamás se habia usado, la una como rey de Romanos de manos del sumo pontifice, la otra la célebre corona de hierro de Lombardía que por antigua costumbre se tomaba en Milan, y para lo cual habian llegado dos dias ántes los magistrados de Monza (3).

«La época de estas dos coronaciones, dice un entendido historiador estrangero, se puede considerar como la de la completa destruccion del equilibrio de los estados de Italia, y por consecuencia de la libertad de los peque

(1) Carta del emperador á la emperatriz te II. y á los grandes de Castilla en 23 de octubre. -Guicciardini, Ist. lib. XX.-Sandoval, libro XVIII.-Robertson, lib. V.

(2) Dumont, Corps Diplomatique, par

(3) Sandoval inserta una larga y minuciosa descripcion de las ceremonias de las dos coronaciones

ños estados... Puede decirse en general que en esta época la existencia politica en Italia fué tan mutilada, que no conservaba, por decirlo asi, sino fragmentos (á escepcion de las pequeñas repúblicas, en que la opinion era imperial), y que no habia esperanza de verla recobrarse sino en una oposicion victoriosa de la Francia á los planes y al poder de Cárlos V. (1).»

Quedaba, como hemos dicho, so lamente Florencia fuera del tratado general de paz de Bolonia; y no porque se la quisiera escluir de él, sino porque los florentinos repugnaron sucumbir á las condiciones que se les imponian, con arreglo á lo concertado en Barcelona entre el pontifice y el emperador Cárlos V., que era la reposicion de los Médicis en su antigua autoridad, y por consecuencia la abolicion del gobierno republicano que habian restablecido cuando supieron el asalto y desastre de Roma y la prision del papa. Determinó pues el emperador reducir á Florencia por armas, no solo por el compromiso que tenia con el pontifice de poner al frente de aquel estado á su sobrino el gese de la familia de los Médicis, Alejandro, sino como castigo que imponia á su obstinacion por haber sacudido el yugo imperial, y lo que era más, haberse aliado con los franceses cuando fueron á Nápoles con Lautrec á ocupar las tierras de aquella parte de los dominios de Cárlos. Un ejército imperial compuesto de veinte mil italianos y sobre diez mil veteranos españoles y tudescos, al mando del príncipe de Orange, del marqués del Vasto, y de los capitanes Juan de Urbina, Barragan y otros españoles insignes, entró en el territorio de Florencia, se apoderó de varias plazas y puso cerco á la capital.

Los florentinos, abandonados de todo el mundo, solos en la contienda contra el inmenso poder del emperador y del papa, defendieron por espacio de muchos meses su ciudad con el valor, la constancia, el sufrimiento y el heroismo propios de un pueblo decidido á no dejarse arrancar su libertad y su independencia. Capitaneados y dirigidos por el enérgico y entendido Malatesta, sostuvieron muchos y muy reñidos combates, hicieron muy impetuosas salidas, y pusieron mas de una vez en conflicto á todo el ejército imperial. Ellos sufrieron con heróica firmeza el estremo de las escaseces y de las privaciones, determinados á morir de hambre, y aun á arrasar la ciudad antes que rendirse. Su entusiasmo por la república degeneraba en frenesí con el peligro. Era aborrecido allí el nombre del pontifice, à quien culpaban de todos sus males, y en una ocasion ahorcaron á un fraille con el hábito de San Francisco, solo porque habia hablado bien del papa (2). En otra ocasion, porque Malatesta no creia prudente hacer una salida contra los imperiales lo

(1) Leo et Botta, Hist. d'Italia, tom. III. cap. 5. (2) Sandoval, lib. XIX. párrafo 5.

declararon depuesto del mando, pero él dió de puñaladas al senador que fué á intimarle la órden, y la necesidad los obligó á reconciliarse con él y á reconocerle otra vez por general. Érales sin embargo imposible sostenerse ya mucho tiempo, y con todo aun dieron una reñidísima batalla, en que pereció de un arcabucazo el ilustre y valeroso principe de Orange, y en que sin duda hubieran sufrido los imperiales una derrota sin el denuedo de los españoles que capitaneaba et brioso don Pedro Velez de Guevara, á cuyo esfuerzo se debió que este último arranque de desesperacion les fuera desastroso á los florentinos (1).

Al fin la necesidad los forzó á pedir capitulacion (agosto, 1530) despues de una resistencia desesperada de mas de ocho meses. Entre las principales condiciones á que se sometieron los rendidos fué una, y es la que á nosotros mas nos interesa, que el emperador Cárlos V. dispondria la forma y manera como habia de regirse en lo sucesivo aquella república. En su virtud confirió Cárlos el titulo de duque perpétuo de ella al sobrino del papa, Alejandro de Médicis, con el derecho de sucesion en el pariente mas cercano, en conformidad al tratado de Barcelona entre el papa y el César. Costó esta guerra á los imperiales la pérdida del esclarecido príncipe de Orange, á los pocos años de su edad, la del famoso capitan Juan Urbina, la de los valerosos Barragan, Sarmiento y otros muy esforzados y briosos capitanes españoles.

El emperador, despues de su doble coronacion en Bolonia, habia partido para Alemania, donde de dia en dia se hacia mas indispensable y urgente su presencia. Dirigióse por Mantua á Inspruck, donde tuvo el sentimiento de perder y asistir á los funerales del cardenal y gran canciller del imperio Mercurino Gattinara. Prosiguiendo su marcha encontróse en Eniponte con su hermano don Fernando, rey de Bohemia, que salió á recibirle con la flor de la nobleza austriaca. Juntos se encaminaron á Baviera, y de allí á la ciudad de Augsburgo (18 de junio, 1530) donde habia de celebrarse la Dieta del Imperio.

La ida del emperador Cárlos V. á Alemania se enlaza ya con uno de los mas grandes sucesos, que fué tambien la mayor novedad de aquel siglo, á saber, el de la famosa cuestion de la reforma religiosa, que traia ya la Europa grandemente conmovida y cuyo asunto exige ser tratado separadamente.

(4) El obispo Sandoval que dedica bastantes páginas á la relacion de la guerra de Florencia (la cual nosotros hemos creido deber compendiar todo lo posible), rectifica con razon en varios pasages á Paulo Jovio que escribió su Historia, en la cual parece

se propuso el historiador italiano privar á los españoles de la importante participacion que en ella tuvieron, habiendo sido ademas los que con su valor decidieron la victoria en favor de los imperiales.

CAPITULO XVI.

CARLOS V. EN ALEMANIA.

LUTERO Y LA REFORMA.

De 1517 á 1534.

Origen de la cuestion de reforma.-Indulgencias.—Martin Lutero.-Su doctrina y predicaciones.-El papa Leon X.-Lutero en la Dieta de Augsburgo: protégele el príncipe Federico de Sajonia: carácter que toma la cuestion.-Bula del papa condenando como herética la doctrina luterana.-Lutero la quema públicamente: escritos injuriosos contra el pontífice.-Va Cárlos V. á Alemania.-La dieta de Worms.-Comparece en ella Lutero. Su popularidad.-Contestaciones en la Dieta.-Edicto contra el reformador.Lutero en el castillo de Wartburg.-Progresos de la reforma.-Profanaciones, violencias y escesos de los reformistas.-Vuelve el emperador á España.-Laudables, pero inútiles tentativas del papa Adriano VI. para combatir el luteranismo.-Clemente VII.-Dieta de Nuremberg-Revolucion social en Alemania.-Guerra de los campesinos.-Ideas de igualdad y comunismo.-Resultado de la insurreccion.-Escandaloso matrimonio de Lutero.-Dieta de Spíra.-Se da á los reformistas la denominacion de Protestantes, y por qué.-Vuelve Cárlos V. á Alemania.-Dieta y Confesion de Augsburgo.-Famosa liga de Smalkalde.-Fernando, herm ano del emperador, es coronado rey de Romanos.Unense católicos y protestantes para combatir al turco.-Grande ejército imperial: breve campaña: retirada de Soliman á Constanti nopla.-Entrevista y tratos entre el emperador y el papa Clemente en Bolonia sobre con vocacion de un concilio general.-Contestaciones entre el papa y los protestantes sobre el mismo asunto.-Forma Cárlos V. una liga defensiva en Italia.-Regresa á España.-Nuevos planes de Francisco I. contra Carlos.— Tratos entre el pontifice y Francisco.-Vistas del papa y el rey de Francia en Marsella.— Enrique VIII. de Inglaterra: amores con Ana Bolena: gestiones de divorcio: negativa del papa.-Realízase el divorcio: coronacion de Ana Bolena: excomunion pontificía.-El rey y reino de Inglaterra se apartan de la comunion católica.-Iglesia anglicana.-Muerte del papa Clemente VII.

Dejamos indicado que uno de los principales motivos, si no el primero y el mayor, que reclamaba la presencia del emperador en Alemania, era la cuestion de la reforma, que habiendo comenzado por las predicaciones de

un fraile agustino, habia hecho tantos progresos que traia agitado el impe-. rio y estaba causando una verdadera revolucion social, á la vez religiosa y politica, en el mundo; revolucion de ideas que habia de afectar hasta á las instituciones políticas de los pueblos, que estaba produciendo y habia de consumar una lamentable division en el género humano, y romper la unidad de la Iglesia romana, separando de ella una gran parte de Alemania y de los Paises Bajos, la Dinamarca, la Suecia, la Inglaterra, la Prusia y la Suiza. Necesitamos, pues, reseñar brevemente el principio y la marcha de aquella revolucion, uno de los acontecimientos mas importantes de la historia moderna, en el espacio de trece años que iban trascurridos desde las primeras predicaciones de Lutero hasta este viage de Cárlos V., motivado en gran parte por aquel suceso.

Sabido es que las indulgencias concedidas primeramente por el papa Julio II. y despues por Leon X. para la construccion del templo de San Pedro en Roma, ó mas bien su prodigalidad, y el abuso que de ellas se hizo, fué lo que dió ocasion y pretesto á los ataques de Lutero y los reformistas contra el gefe y contra las antiguas y venerandas doctrinas de la Iglesia católica. La circunstancia de haber sido preferidos y como privilegiados para su publicacion y distribucion en Alemania los frailes dominicos escitó los celos de los agustinos; y la poca prudencia, discrecion y parsimonia con que aquellos se condujeron en el uso de la facultad pontificia para la recaudacion y distribucion de las limosnas facilitaron á éstos cierta oportunidad para combatir á sus rivales y para levantar la voz contra lo que ellos llamaban el tráfico de las indulgencias. Protegidos los agustinos por el elector Federico de Sajonia, y á propuesta del superior de la órden, fué designado para escribir y predicar contra aquellos escesos un profesor de teologia de la universidad de Wittemberg, de la órden de San Agustin, que gozaba cierta reputacion de hombre de ciencia, que habia predicado ya al pueblo doctrinas bastante atrevidas, y que habiendo ido á Roma á defender los privilegios de su órden habia vuelto impresionado de la magnificencia de aquella capital y poco satisfecho de las costumbres del clero romano. Este hombre era Martin Lutero (1).

(1) Lutero habia nacido en 1483 en Elbeisen, condado de Mansfeld, en Sajonia. Era bijo de padres humildes y pobres, pero esto no impidió que recibiese una regular educacion literaria y cientifica, que no tardó en elevarle al profesorado. Cuenta la tradicion que no tenia vocacion alguna á la vida del claustro; pero le sucedió que filosofando un dia en el campo con un compañero suyo, cayó una exhalacion que quitó la vida á su in

terlocutor, aquel terrible fenómeno decidió á Lutero á abrazar la vida y el hábito religioso, escogiendo la orden de San Agustin. Su instruccion en la teología, y en el griego y hebreo, las dos lenguas que entonces cultivaba el mundo erudito, le hizo merecedor de una cátedra de teología en la universidad de Wittemberg, fundada por Federico, elector de Sajonia.

Segun ha demostrado Seckendorf, Histo

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