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VIL

Dominaba ya la monarquía castellano-aragonesa en los tres grandes continentes del globo, y aun habia dentro de la península española un diminuto reino, en otro tiempo grande, pero ahora punto casi imperceptible en la inmensa carta geográfica de las posesiones españolas, y que sin embargo estaba siendo un estorbo al complemento de la grande obra de la unidad. Ei pequeño reino de Navarra,'enclavado entre Francia y España, francés por sus últimas relaciones y enlaces, pero español por su origen, por su lengua, por sus costumbres, por su situacion geográfica, estaba destinado á refundirse tarde o temprano en la gran monarquía española. La ley de la unidad tenia que cumplirse, y una combinacion de circunstancias, de que supo aprovecharse hábilmente Fernando, vino en ayuda de la ley de la naturaleza en esta época de general reorganizacion de la sociedad española.

Imposible sería negar á Fernando el mérito de la destreza con que supo conducirse como político y como guerrero en la conquista de Navarra y en su incorporacion á la corona de Castilla. Los compromisos en que acertó á colocar á Juan de Albret para aprovecharse de sus ligerezas é imprevisiones, la habilidad con que hizo servir á sus planes los intereses de la Santa Liga, la oportunidad con que se valió de la jurisprudencia económico-politica de aquel tiempo para legalizar su empresa con una bula pontificia, la astucia con que se manejó con los reyes de Francia y de Inglaterra, la política que usó con los mismos navarros confirmándoles sus fueros para atraerse sus voluntades, y nombrándose primero Depositario para acabar por llamarse Rey sin repugnancia de los sometidos, todo contribuyó á dar tal color de legitimidad á la conquista y á la incorporacion, que su misma conciencia llegó á sentirse tranquila hasta en el artículo de la muerte, y aunque hubo reclamaciones posteriores y la cuestion se renovó muchas vecez, nunca aquellas pudieron fundarse en buen derecho, y Navarra quedó para siempre refundida en la corona de Castilla como una provincia española.

VIII.

¿Qué faltaba ya á España para alcanzar su unidad completa? Restaba solo Portugal, esa joya en mal hora dejada arrancar en el siglo XII. de la corona de Castilla. ¿Quedaba Portugal desmembrado de España por culpa de los Reyes Católicos? Con harto afan habian procurado ellos su reincorporacion, empleando para ello la mas sábia y discreta politica; pero siempre la Providencia frustró sus nobles y patrióticos designios. Con este fin habian hecho el enlace de la princesa Isabel de Castilla con el príncipe don Alfonso de Portugal. La muerte prematura y trágica del príncipe portugués fué el primer obstáculo á los planes de union de los monarcas españoles. A igual objeto se encaminó el segundo enlace de Isabel con el rey don Manuel de Portugal. Mas cuando ya estos dos esposos habian sido reconocidos por las córtes castellanas como herederos de la corona de Castilla, el desgraciado fallecimiento de la hija de los Reyes Católicos vino á llenar de amargura á su esposo y á sus padres, y de afliccion á los dos reinos. Quedaba no obstante para consuelo de todos el fruto de aquel matrimonio, el tierno príncipe don Miguel, en quien todos miraban con placer el simbolo de la completa y apetecida unidad de la gran monarquía española. Velase realizado, aunque en lontananza, el pensamiento de los Reyes Católicos. Jurado estaba ya el principe en las cortes de Portugal, de Castilla y de Aragon, como sucesor y heredero legitimo de los tres reinos con universal beneplácito, cuando la Providencia se opuso otra vez al laudable intento de aquellos monarcas, llevando precozmente al cielo al tierno niño á quien tan halagüeño porvenir parecia estar reservado en la tierra. La voluntad divina contrarió en este punto la voluntad y los esfuerzos humanos, y Portugal quedó separado de Castilla, solo requisito que faltó al complemento de la unidad española.

¿Deberá por esto desconfiarse de que se cumpla en España el destino que la geografia parece haber trazado á los pueblos? Creemos que no. Un monarca español hizo después por las armas lo que los Reyes Católicos no pudieron alcanzar por la política. Pero la union de Portugal hecha con ejércitos no sirvió sino para perderle despues, dejando mas vivas las rivalidades y los ódios entre los dos pueblos. Cuando pensamos en que Fernando é Isabel, conquistadores de Granada, de América, de Africa, de Nápoles y de Navarra, no intentaron la conquista de Portugal por la violencia sino la incorporacion por los enlaces, parece que quisieron enseñar á las generaciones futuras el cami

no suave por donde algun dia se deberá marchar al término de la unidad material y política de la peninsula española.

IX.

Hasta aqui no hemos hecho sino bosquejar el inmenso ensanche que toma→ ron los dominios españoles, y las relaciones en que entró esta nacion con el resto del mundo. Réstanos trazar en breves rasgos su trasformacion interior en los diversos elementos que constituyen la vida social de un pueblo.

Convertir en sumisa y dócil una nobleza turbulenta y procaz, hacer de magnates rebeldes auxiliares fieles del trono, volver el mejor ornamento de la magestad á los que antes mas la habian escarnecido, reducir aquellos guerreros discolos á generales obedientes, trocar en celosos servidores del Estado y de la autoridad real á tantos soberbios reyezuelos, lograr que señores tan opulentos y avaros consintieran resignados, ya que no gustosos, en la revocacion de las mercedes que los privaba de tan pingües rentas, cercenar á los orgullosos próceres añejos privilegios sin excitar turbaciones, celebrar cortes con solo el estado llano sin reclamacion de la clase aristocrática, alcanzar que muchos de aquellos altivos señores de vasallos dejáran los alcázares por las aulas, y prefirieran los grados académicos á los viejos pergaminos, la toga á la espada, y las tranquilas glorias literarias á los ensangrentados laureles de los combates; fué una de las grandes obras de Fernando é Isabel, que pareció milagrosa, y fué debida á su prudente mezcla de dulzura y de severidad, de templanza y de rigor, de premio y de castigo. Muerta Isabel, una parte de aquella nobleza quiso recobrar con las armas su cercenada opulencia y sus menguados privilegios, pero sujetóla Fernando con brazo fuerte; la mano de hierro de Cisneros la tuvo después enfrenada, y antes que ceder á sus pretensiones prefirió el adusto regente entregarla al despotismo de Cárlos V.

Isabel necesitó apoyarse en el estado llano para robustecer la autoridad del trono, la mayor necesidad que habian dejado los débiles y corrompidos monarcas que la habian precedido, pero lo hizo con mesura. No convirtió la clase humilde en clase privilegiada, pero abrió al mérito, al talento y á la virtud los caminos de las riquezas y de los honores. Los hombres del pueblo podian llegar, y llegaron á ser doctores de las universidades, magistrados, consejeros, generales y obispos. Las leyes mantenian separadas las clases, pero el mérito podia nivelar á los individuos. Cuando se vió á un hombre del pueblo, pobre fraile mendicante, ser llamado al confesonario de la reina, y ensalzado

después á la silla primada de España, reservada siempre á eclesiásticos de noble alcurnia, y que acababa de dejar un prelado de la mas alta aristocracia de Castilla, se comprendió que no habia puesto á que no pudieran arribar el talento y la virtud. Este hombre no ciñó la corona régia, porque no podia, pero llegó á ser regente del reino, nombrado por un monarca descendiente de treinta reyes; cosa desoida en los anales españoles.

Mientras en otras naciones de Europa se levantaba la fuerte muralla del despotismo, en lo cual nos precedieron, como nosotros las habíamos precedido en el establecimiento de las libertades públicas, en España se respetaban los fueros populares, las Córtes eran llamadas á hacer las leyes, y mas de una vez, con aquiescencia de la nobleza, se reunió solo el estamento popular. El mismo Fernando, menos adicto que Isabel á estas reuniones, nunca se negó á congregarlas, ni dejó de someterse á sus prerogativas. Si en los años del reinado de Isabel fueron convocadas con alguna menos frecuencia y se publicaron pragmáticas sin el concurso de los estamentos, el pueblo descansaba en la justicia de su reina, y descansaba porque veia que iban encaminadas al bien público. Tan pronto como el cetro de Castilla pasó á manos de don Felipe y doña Juana, las Córtes de Valladolid pidieron que no se hiciesen ni se revocasen leyes sino en Córtes. Faltó al pueblo la confianza, y rcclamó sus derechos.

La administracion de justicia recibió una mejora incalculable con el establecimiento y organizacion de las chancillerías. La creacion de los diferentes consejos fué la primera aplicacion del fecundo principio de la division del trabajo á la ciencia de gobierno. Las consideraciones y recompensas dadas á los jurisconsultos y letrados crearon una clase media honrosa y acomodada, en que se confundieron las gerarquías; ya no se desdeñaban los nobles de descender al estudio, nuevo para ellos, de la legislacion, y á ganar los honores de la magistratura, y los hombres del pueblo se estimulaban á subir á la elevada posicion de magistrados, si otro estímulo hubieran podido necesitar que el de ver á la reina presidiendo los tribunales. Las ordenanzas reales de Montalvo y las pragmáticas de Ramirez manifiestan la solicitud de aquella gran reina por perfeccionar en lo posible y dar unidad á la embrollada legislacion de Castilla, y lástima grande fué que no pudiera realizarse su pensamiento de hacer una general compilacion de todas las leyes y reducirlas á un solo código. El gran número de las que se insertaron en la Recopilacion que dos reinados mas adelante se hizo, demuestra con cuánto acierto habian los Reyes Católicos acomodado sus providencias á las necesidades de actualidad, y aun á las que empezaban á nacer del espíritu de la época.

Lo que influyó la prodigiosa multitud de ordenanzas, pragmáticas y provi

siones de los Reyes Católicos en el restablecimiento del órden público, en el acrecimiento de las rentas de la corona, en la economía de los gastos del Estado, en el fomento de la agricultura, de la industria, del comercio, de todas las fuentes de la riqueza pública, en la moralidad de las costumbres, en la instruccion y cultura del pueblo, en la navegacion, en la milicia, en todas las artes, lo dejamos ya espuesto en los capitulos que consagramos espresamente á estas materias en el precedente libro.

¿Tendremos necesidad de decir que en algunas medidas económicas de este reinado hubo menos acierto que celo, y que varias de las que se juzgaron mas provechosas descubrió el tiempo haber sido graves errores económicos? Y sin embargo, muchas de las que más se censuran pueden bien disculparse, ya que no justificarse, con el espíritu de la época y con la práctica general de otras naciones. Si las leyes restrictivas servian mas de embarazo que de desarrollo al comercio, no hay sino ver la coleccion de Estatutos de Inglaterra, de esa nacion que marchó después á la cabeza de los adelantos mercantiles, y se hallarán muchas leyes de aquella época, y aun de otras algo posteriores, tal vez mas restrictivas que las de Fernando é Isabel. Si en las leyes de Toro se encuentra la perjudicial jurisprudencia de las vinculaciones y mayorazgos, causa del empobrecimiento del pais y de la decadencia de la agricultura, compárase con la jurisprudencia feudal, mil veces mas funesta, que se mantenia en otras naciones. Y en cambio de aquellos errores acaso ningun pais en aquel tiempo tuvo una legislacion en que se caracterizára tanto el espíritu de progreso como en la de España. La uniformidad de pesos y medidas en todo el reino, las providencias dirigidas á la estincion de los monopolios, las concesiones á estrangeros para estimularlos á domiciliarse en el pais, las mejoras de caminos, canales, puertos y otras obras para facilitar las comunicaciones por tierra y por mar, el ornato público de las ciudades, todo mostraba la tendencia de los Reyes Católicos á avanzar por la via del progreso social.

Por mas que la espulsion de los judíos perjudicára á la industria y al comercio, no creemos deber contar esta medida entre los errores económicos de este reinado. No podia ocultarse al claro talento de Fernando é Isabel el daño y diminucion que á la riqueza pública habia de causar la proscricion en masa de aquella poblacion industriosa. Lo que sin duda hicieron fué sacrificar á sabiendas los intereses temporales al pensamiento religioso que formaba la base del pensamiento politico, y á este sacrificio los empujaba ademas la fuerza de la opinion y el espíritu del pueblo. Cuanto mas que la espulsion de la raza hebrea no fué una medida esclusiva del gobierno de España. Arrojada fué tambien, y con mucha mas crueldad, de Portugal, de Italia, de Francia y

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