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sallage seís buenos caballos moriscos y doce halcones, bajo las penas que de no cumplirlo se establecieron.

11. Mútua y perpétua amistad entre el emperador y sus sucesores y el rey de Tunez y los suyos, y libre negociacion y comercio entre sus vasallos. 12. El de Tunez no recogeria, antes se obligaba á echar de sus reinos todos los corsarios y piratas que anduviesen por el mar y fuesen enemigos del César (1).

Bajo estas condiciones, que firmaron los dos monarcas, con sus correspondientes testigos, y que se escribieron en español y en arábigo, dió Cárlos posesion de su antiguo reino á Muley Hacen, que subiendo otra vez al trono por entre torrentes de sangre no podia prometerse ser mejor quisto que antes de sus vasallos, por mas que el emperador le dijera al despedirse estas nobles palabras: «Yo gané este reino derramando la sangre de «los mios; tú le has de conservar ganando el corazon de los tuyos: no ol«vides los beneficios que has recibido, y trabaja por olvidar las injurias que <te han hecho..

En persecucion de Barbaroja habia enviado Cárlos á Adan Centurion con algunas galeras, el cual se volvió sin atreverse á llegar á Bona. Avergonzóse Andrés Doria de aquella cobardía, y marchó él mismo con cuarenta galeras: mas cuando llegó á las aguas de Bona, ya Barbaroja se habia fugado: tomó la ciudad y el castillo, y regresó dejando en él á Alvar Gomez con una compañía de españoles. De buena gana hubiera ido el emperador en seguimiento del famoso corsario hasta arrojarle tambien de Argél, pero hubo de desistir ante las consideraciones que le espusieron. Logrado, pues, el objeto de su espedicion, despidió las flotas de Portugal y Castilla, y dejando por alcaide y gobernador de la Goleta á don Bernardino de Mendoza con mil veteranos españoles, dióse á la vela con el resto de las naves la vía de Italia, arribó á Trápana, ciudad de Sicilia (20 de agosto), y de alli å Monreal y Palermo, donde fué recibido con las demostraciones mas solemnes de público regocijo.

De tal modo el resultado de esta ruidosa espedicion hizo subir de punto la fama de Carlos V., que su gloria, como dice un entendido historiador, eclipsó la de todos los soberanos de Europa, pues mientras los demás príncipes no pensaban sino en sí mismos y en sus particulares intereses, Cárlos se mostró digno de ocupar el primer puesto entre los reyes de la cristiandad, toda vez que aparecia cifrar todo su pensamiento en defender el honor del nombre cristiano, y en asegurar el sosiego y la prosperidad de Europa.>

(1) Dumont, Corps. Diplomat. tom. II.-Sandoval. Hist. del Emperador, lib. XXII.

CAPITULO XX.

EL EMPERADOR EN FRANCIA.

NUEVAS GUERRAS CON FRANCISCO [

1520-1538.

Comportamiento de Francisco después de la paz de Cambray.-Busca enemigos al emporador.-Desatentada política del francés.-Suplicio horrible de hereges: irrita á los príncipes reformistas á quienes habia halagado.-Marcha contra Milan.-Despoja al duque de Saboya.-Acógese éste á la proteccion del emperador.-Pretende el francés suceder al duque Sforza en el Milanesado.-Solemnísima declaracion de guerra hecha á Francisco 1. por el emperador en Roma, en plena asamblea del papa, cardenales y embajadores: reto arrogante.-Entrada del emperador con grande ejército en Francia: imprudente confianza de Cárlos.-Atinadas medidas de Franciseo para la defensa de su reino.-Comprometida situacion del ejército imperial.-Retirada deshonrosa.-Muerte del famoso capitan Antonio de Leiva.-Vuelve Cárlos V. á España.-Guerras de franceses é imperiales en Flandes y Lombardía.-Intervencion de dos reinas en favor de la paz.-Treguas.-Alianza de Francisco I. con el sultan de Turquía contra el emperador. -Formidable armada turca en las costas de Italia.-Barbaroja y Andrés Doria.-Negóciase la paz entre Cárlos y Francisco.-Buenos oficios del papa y de las dos reinas.— Tratado de Niza.-Tregua de diez años.-Célebre entrevista de Cárlos y Francisco en Aguas-Muertas.—Se abrazan, y se separan amigos.-Resultado de estas guerras.

Un soberano habia tambien en Europa que en vez de alegrarse de los triunfos de Cárlos V., no solo los oia con envidia, sino con pena, y aun procuraba servirse de ellos como de arma para concitar los recelos y sospechas de las demas naciones sobre su desmedido engrandecimiento y sobre sus designios, como habia aprovechado su ausencia para trabajar en suscitarle compromisos y enemigos.

Este soberano era Francisco I. de Francia, su eterno rival, que humillado y mortificado desde la paz de Cambray (1527), alimentaba en secreto su

TOMO VI.

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antiguo odio á Cárlos, y no habia cesado de buscar ocasiones y pretestos para ver de recobrar su perdida influencia y vengar las humillaciones recibidas del emperador. Un agravio que el duque de Milan Francisco Sforza le hizo en la persona de su embajador (1), le dió motivo para amenazar á Sforza, para quejarse ágriamente al emperador, suponiéndole autor de aquel ultraje, y para apelar á todos los principes de Europa contra Cárlos, de quien no pudo alcanzar satisfaccion (1553). Pero sus gestiones fueron inútiles. El pontifice Paulo III. que habia sucedido á Clemente VII. quiso mantenerse neutral en las cuestiones de los dos monarcas, y Enrique VIII. de Inglaterra no se prestaba á favorecer á Francisco, mientras éste no se emancipára como él de la obediencia á la silla apostólica. Entonces el monarca francés en su ciega indignacion se precipitó en una marcha politica incomprensible, contradictoria, y á todas luces desatentada. Quiso hacerse partido con los principes protestantes de la liga de Smalkalde (2), halagando sus doctrinas, y á este objeto envió á Alemania á Guillermo Du Bellay, y aun invitó á Melancthon, el mas moderado y pacífico de los reformadores, á que pasase á París para tratar el medio de avenir las sectas reformistas que desgraciadamente desunian á la Iglesia. Y en los momentos que Cárlos V. proyectaba en favor de la cristiandad su espedicion contra Barbaroja (1534), Francisco daba audiencia pública á un enviado del Gran Turco, y manejábase de modo que llegó á entablar, en odio al emperador, inteligencias secretas con el Sultan y con el famoso corsario.

Mas para desvanecer las vehementes sospechas que de poco afecto á la Iglesia católica daba con tan imprudentes pasos, determinó hacer un alarde público de celo religioso, pero levándolo á tal estremo que le colocó en otra situacion no menos comprometida y grave. Unos protestantes franceses, sectarios de Zuinglio (que ya la reforma habia penetrado tambien en Francia), habian fijado en París á las puertas del palacio real y de otras casas principales unos carteles indecorosos, insultando los mas venerables dogmas y artículos de la religion. Aprovechó el rey aquella ocasion para dar un testimonio público de que era un celoso católico y un verdadero Rey Cristianisimo. Mandó hacer una procesion solemne, llevando al Santísimo Sacramento por las calles de París, en la cual iba toda la real familia, y marchaba él mismo á pié, con la cabeza descubierta y una hacha encendida en la mano (enero, 1535). Despues de la procesion exortó al pueblo á permanecer en la

(1) El caballero milanés Merveille, á quien el duque hizo condenar á pena capital por muerte dada en una disputa á un criado

suyo.

(2) Para la mejor inteligencia de estos sucesos, conviene mucho recordar los capitulos XIV y XVI. del presente libro.

fé católica, y añadió con enérgico lenguage, que era tal su aborrecimiento à la heregia, que castigaría con la muerte á sus mismos hijos si de ella estuviesen infestados, y que si sintiese una de sus manos contaminada, se la cortaria con la otra. Y como se hubiese descubierto á seis de los autores de los pasquines, los hizo quemar pública y bárbaramente, mandando que sc ejecutase lo mismo con todos los que hubiese en el reino (1).

Con esto irritó á los príncipes de la liga de Smalkalde, á quienes habia tratado de halagar, y que nunca tuvieron confianza en las declaraciones del monarca francés; de modo que no le fué posible ya hacerlos amigos, por mas artificios y por mas esfuerzos que para ello empleára el enviado Du Bellay. Aun el mismo elector de Sajonia, el mas acalorado reformista, no permitió ya á Melancthon hacer el viage á Francia, bien que le lisonjeára verse llamado por un soberano tan poderoso.

Sin embargo de no hallar el rival de Cárlos apoyo alguno en los principcs, no por eso renunció á su deseo de suscitar embarazos al emperador, y á su afan de dominar en Italia, haciendo marchar su ejéreito á este país, primeramente contra el duque de Milan, cuyo ultrage no quería dejar sin venganza, y después contra el duque de Saboya, cuñado y aliado íntimo del emperador, á quien comenzó á despojar de sus estados, alegando el derecho que decia tener á ellos por su madre Luisa de Saboya, y renovando todas las antiguas reclamaciones de la corona de Francia. Débil como era el saboyano para resistir á tan poderoso monarca como el francés, tuvo que sufrir el despojo de la mayor parte de sus tierras, no quedándole otro recurso que acogerse á la proteccion de su deudo y amigo el emperador, que acabando de llegar de Africa no podia auxiliarle con la presteza que quisiera.

La muerte sin sucesion del duque Francisco Sforza acaecida por este tiempo (octubre, 1555), añadió nuevo y mas vivo fuego á las rivalidades entre el emperador y el monarca francés sobre la eterna cuestion del Milanesado, pretendiendo Francisco que volviese á la corona de Francia, por mas que ocho años antes hubiera renunciado solemnemente todo derecho á Milan y á Nápoles (2), y tomando Cárlos posesion del ducado vacante, como feudo del imperio, y alzándose por él pendones en Milan. Entretuvo no obstante

(1) Decimos «bárbaramente,» pues segun Sandoval, los suplicios se ejecutaban atando á los sentenciados á una máquina que los levantaba en el aire: debajo se encendia un fuego vivo, en el cual se los dejaba caer para que se tostaran un poco; luego se los volvia á levantar, hasta que finalmente, el verdugo cortaba la soga y caían dentro del fuego

basta convertirse en coniza. Hist. de Cár. los V., libro XXII, núm. 49.—¡Y los franceses de aquel siglo proferian invectivas contra la Inquisicion española!

(2) Documentos del Archivo de Simancas.-Tratado de Madrid de 1527.—Sandoval, Hist., lib. XXII., núm. 48.

el emperador al rey de Francia con astuta politica, haciéndole concebir alternativamente esperanzas de dar la investidura de aquel ducado, ya al duque de Orleans, su segundo hijo, ya al de Angulema, su hijo tercero, y guardando una conducta ambigua, mientras secretamente se preparaba á hacerle la guerra, concertándose con Venecia y los cantones suizos, y levantando hombres y recursos en abundancia, de Nápoles, de Sicilia, de España, de Alemania y de Flandes, que todos le facilitaron con el el prestigio que entonces acompañaba su nombre.

mayor placer, por

En efecto, Cárlos á su regreso de Tunez habia sido festejado en toda Italia con cuantas manifestaciones de público regocijo podia inspirar el mas loco entusiasmo. Las fiestas de Nápoles escedieron á todo lo que en aquella poblacion se habia visto en ningun tiempo, compitiendo todas las clases á porfia, desde el clero episcopal y la alta nobleza hasta los artesanos mas bu→ mildes, en agasajarle con procesiones, banquetes, saraos, mascaradas, corridas de toros à estilo de España, y con todo lo que la fecunda imaginacion de los napolitanos podia inventar de mas fastuoso, y agotando su talento los oradores y poetas de Italia para derramar el incienso de las alabanzas y ensalzar la grandeza y las victorias del César. En el camino de Nápoles á Ro. ma, y principalmente en su entrada en la ciudad de los césares y de los pontifices, su recibimiento no fué menos ostentoso que el de los antiguos triunfadores romanos (5 de abril, 1556). Veinte y dos cardenales y multitud de arzobispos, obispos, abades, clérigos, nobles, magistrados y ciudadanos, salieron fuera de los muros de la ciudad santa á ofrecerle su respetuoso homenage. La comitiva imperial iba vestida de toda gala con ricas telas de seda y oro. Marchaba delante el senado y cancillería romana, y detrás el emperador debajo de palio, cuyas varas llevaban caballeros y gentiles-hombres. La guardia del castillo de Sant-Angelo abatió sus armas y bandera al pasar Su Magestad Cesárea, y los soldados se arrodillaron todos. A la puerta de San Pedro le esperaba el papa con otros cuatro cardenales y varios prelados. Cárlos se apeó, besó el pié al pontifice, y éste le abrazó muchas veces, no pudiendo percibirse lo que entre si hablaron por el ruido de las músicas y de las salvas de artilleria. Estuvo el emperador la Semana Santa en Roma; anduvo las estaciones y asistió á las ceremonias sagradas con toda solemnidad y grande acompañamiento, y habló al pontifice de la necesidad de tener pronto un concilio general para la estirpacion de las heregias.

Cuando asi se hallaba Carlos halagado y mimado, y cuando tenia hechos sus preparativos de guerra, entonces fué cuando al rey Francisco I. le dió la mala tentacion de apurarle por medio de sus embajadores para que le diese una respuesta categórica en lo de Milan; y como al propio tiempo supiese

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