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desarmára y licenciára luego sus tropas: que los confederados se apartarian de la alianza con el rey de Francia, y que éste pudiera esponer sus agravios al duque Mauricio, y el duque informar de elios al emperador: que si la futura dieta no lograba terminar las contiendas religiosas, la parte de este tratado favorable á los protestantes quedaria válida para siempre (1).

Tál fué el célebre tratado de Passau, por el cual se vieron desvanecidos todos los grandes proyectos que por espacio de tantos años habia formado y trabajado por realizar el emperador Cárlos V. sobre el imperio aleman, y principalmente para impedir en aquellos dominios la propagacion de las doctrinas luteranas y el ejercicio de la religion protestante, la cual desde este convenio recibió una autorizacion pública y legal de que siempre habia carecido. Asi se frustraron tambien en gran parte los esfuerzos del concilio Tridentino por restablecer la unidad del dogma católico en la Iglesia cristiana. Este tratado, humillante para Carlos V., y más por haberle sido impuesto por uno de sus vasallos que solo á la sombra de su favor habia adquirido la importancia que llegó á alcanzar, señala el punto de decadencia del ántes inmenso é ilimitado poder del emperador. Es igualmente notable y estraño que quien mas quebrantó el poder de Carlos y quien más consolidó la reforma en Alemania, fuese el mismo que poco antes habia ayudado más á los triunfos del emperador, y á la destruccion de la confederacion reformada. Por tan estraños caminos conduce la Providencia los sucesos y los encamina á sus altos y ocultos fines.

(1) Coleccion de Tratados de paz, t. II, bre XXXI. pár. 25.-Robertson, lib, X. Dumont, Corps Diplomat.-Sandoval, li

CAPITULO XXIX.

CARLOS V. Y ENRIQUE II. DE FRANCIA.

De 1558 á 1556

Campaña del emperador contra Enrique II. de Francia.-Grande ejército--Célebre sitio de Metz.-Pásase al emperador el de Brandeburg con su gente.-Heróica defensa de Metz: el duque de Guisa.—Trabajos y calamidades del ejército imperial.-Desastrosa retirada.-Rebelion y guerra de Siena -Descontento y alteraciones en Nápoles.-Armada turca en Italia.-Guerra civil en Alemania.-Muerte de Mauricio de Sajonia.Refúgiase en Francia el de Brandeburg.-Guerra entre franceses y flamencos.-El príncipe Filiberto de Saboya.-Enrique II. de Francia en Flandes.-Se ve obligado á retroceder à su reino.-Guerra en el Piamonte.-Casamiento del príncipe don Felipe de España con la reina de Inglaterra.-Cárlos V. le cede el reino de Nápoles y el ducado de Milan.-Nuevas guerras entre Cárlos y Enrique.-Estragos horribles de unos y otros ejércitos.-El duque de Alba, generalísimo de las tropas del Piamonte: su fama en Italia: lo que hizo.-Trama de un guardian de San Francisco para entregar á Metz, y su resultado.-Dieta de Augsburgo.-Reconócese la libertad de cultos en Alemania.-Sucesion de pontifices.-Paulo IV.-Su carácter.-Su ódio al emperador.-Alianza de Paulo IV. y Enrique II. contra Cárlos V.-Proceder de Cárlos y de su hijo Felipe con el papa.-Abdicacion de Cárlos V. en su hijo.

Por mas sensible que sea al historiador español tener tanto tiempo apartada su vista de España, durante la larga ausencia del emperador; por mas que se sienta ver como absorbida la nacion por el imperio, forzoso nos es seguirle todavía algun tiempo en aquellos paises: porque la figura gigantesca de Carlos V. es tál que arrastra al historiador y le obliga, como obligaba á todos los hombres de su tiempo, á seguirle y contemplarle do quiera que es◄ Suviese ó se moviese.

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Firmada, pues, la paz religiosa de Passau; libres despues de cinco años de cautiverio los dos príncipes protestantes, Felipe de Hesse y Juan Federico de Sajonia; cumpliendo el duque Mauricio con la obligacion adquirida en el tratado de pasar con un ejército á Hungría á auxiliar al rey Fernando contra los turcos; quedando solos fuera del convenio, por una parte Alberto de Brandeburg, que prefirió seguir devastando con sus bandas de foragidos y saqueadores las tierras de Maguncia, Spira, Tréveris y Strasburgo, por otra el rey de Francia que no había sido comprendido en el concierto, el emperador Cárlos V., reunidas las banderas de alemanes, bohemios, italianos y españoles que habia empezado á juntar para la guerra contra Mauricio, y llamando á su servicio las tropas que licenciaban los confederados, determinó emplear todas estas fuerzas contra Enrique II. de Francia. Como una mengua y una afrenta intolerab'e miraba Cárlos las conquistas hechas por el francés en la Lorena, y se propuso recobrarlas. Partió pues el emperador de su retiro de Villach á la cabeza de un grande ejército, haciendo primeramente cundir la voz de que iba á Hungría en socorro de su hermano, y fingiendo después que marchaba contra el de Brandeburg como contra vasallo rebelde, pasó sucesivamente á Inspruck, Augsburgo, Spira y Strasburgo.

Mas á pesar de la cautela con que procuraba encubrir su verdadero designio, no dejó de comprenderle ó adivinarle Enrique II. de Francia, y resuelto á conservar á todo trance la plaza de Metz, encomendó su defensa al duque de Guisa, Francisco de Lorena, noble francés, valeroso, sagaz, activo, dado á ganar fama y renombre por medio de empresas gloriosas, y á quien por lo mismo se le reunió voluntariamente una gran parte de la nobleza y de la juventud francesa, con el deseo de pelear al lado de un gefe tan hábil y esforzado. Fortificó el de Guisa la plaza á propósito para resistir un sitio; derribó casas, destruyó arrabales enteros, y arrasó monasterios é iglesias, todo lo que pudiera favorecer la aproximacion del enemigo. Cerca de Metz se habia colocado el de Brandeburg, como amagando unirse al francés. En esta situacion se acercó á Metz el ejército imperial, fuerte de sesenta mil hombres, y dió principio á los trabajos del sitio, cuya direccion y mando habia encomendado el emperador al duque de Alba (octubre, 1552).

El de Brandeburg, á quien de uno y otro campo se hacian proposiciones y ofertas, como hombre que habia mostrado ser de calidad de dejarse tentar por el interés, despues de alguna vacilacion concluyó por aceptar las del emperador que halló mas ventajosas, y se pasó á los imperiales con las cincuenta banderas y la caballería que acaudillaba. Causó esta resolucion tanto enojo al rey Enrique, que en su despecho envió con gente al hermano

del duque de Guisa (1), con órden de que empleára cualesquiera medios para matar al de Brandeburg. Mas en vez de ser éste el sorprendido, se arrojó súbitamente con su caballería sobre la hueste francesa, y la arrolló y destrozó, haciendo prision ero á su caudillo.

Con el refuerzo que llevó el de Brandeburg al campo imperial, y con la gente que acudió de Flandes llegó el emperador á reunir un ejército de cien mil hombres, uno de los mas numero sos y lucidos que se habia visto jamás; contábanse en él seis mil españoles, cuatro mil italianos, cincuenta mil alemanes, los demas flamencos y muchos mercenarios; llevaba unas ciento y catorce piezas de batir, y quince mil caballos entre ligeros y de tiro. Cárlos, á quien la gota tenia retenido en Thionville, se hizo trasportar al campo en litera (10 de noviembre) para activar y estrechar el sitio. Ni el de Guisa ni los nobles franceses dieron muestra de flaquear un momento, ni por verse rodeados de tan formidable hueste, ni por las brechas que en los muros abria su artillería, ni por los asaltos que con mas arrojo que buen éxito intentaran los imperiales. Señalóse este sitio por la firmeza imperturbable que conservaron siempre los sitiados. Contrariaba á los sitiadores el erudo y deshecho temporal de frios, aguas y nieves: inundaron éstas su campo; los soldados, especialmente los italianos, y españoles, no pudiendo sufrir tan rigurosa temperatura, enfermaban y morian; sucumbieron tambien muchos de otras naciones, y las bajas del ejército llegaban ya á treinta mil. Cobijado el emperador á causa de la gota en su casita de madera, diariamente preguntaba qué tiempo haciɔ, y como nunca la contestacion fuese lisonjera, pues siendo asi, dijo un dia, no hay que esperar más, sino que nos vayamos; pues la fortuna es como las mugeres; prodiga sus favores á la juventud, y desprecia los cabellos blancos.»>

Levantóse, pues, el sitio de Metz (26 de diciembre) al cabo de dos meses de terribles padecimientos. La retirada del ejército imperial fué desastrosa; los campos iban quedando cubiertos de enfermos y de moribundos, y el duque de Guisa que los perseguia tuvo menos necesidad de manejar la espada contra los enemigos, que de emplear la compasion y la humanidad para con los desgraciados. Los mismos vencidos elogiaron el generoso comportamiento del de Guisa. El sitio y retirada de Metz fué una de las mayores adversidades que en su vida esperimentó el emperador (2).

No fueron estos solos los contratiempos que aquel año sufrió Cárlos V.

(1) A este hermano del duque de Guisa le da Robertson el título de duque de Aumale, Sandoval el de duque de Angulema, SaintProsper le nombra duque de Nemours.

(2) Avila y Zúñiga, Comentarios sobre las guerras de Cárlos V.-Salignac, Diario del sitio de Metz.-Daniel, Hist. de Francia, tomo III.-Sandoval, lib. XXXI, pár. 28

Dióle tambien no poca pesadumbre la rebelion de Siena. Era ésta una de las ciudades libres de Italia que despedazada por los partidos interiores se habia puesto bajo la proteccion del imperio. Para mantener la tranquilidad de aquella pequeña república habia puesto alli Carlos una corta guarnicion de españoles al mando de don Diego de Mendoza. Mas este caudillo, en vez de hacer oficios de protector, se convirtió en tirano de los sieneses; construyó una fortaleza para dominarlos, y los oprimió de modo que al fin reventaron, y ayudados del conde de Petillano á quien Mendoza habia entregado un cuerpo de tres mil italianos para la defensa contra el turco, y él empleó traidoramente contra los españoles, alzáronse contra los que de aquella manera los tiranizaban. No podemos detenernos á dar cuenta minuciosa del levantamiento y guerra de los sieneses. Diremos en resúmen, que á instancia de los españoles envió en su socorro el duque de Florencia, Cosme de Médicis, hechura del emperador, al marqués de Mariñano, jóven y activo general, el cual obró de concierto con don Juan Manrique de Lara que levantó en Roma un cuerpo de italianos y españoles. En auxílio de los sublevados de Siena acudieron los franceses, y su general Pedro Strozzi sostuvo diferentes encuentros y combates con el marqués de Mariñano y el español don Juan Manrique de Lara. Al fin, despues de varias vicisitudes, vencido Strozzi en batalla por el de Mariñano, hízose un convenio por el cual volvia la ciudad de Siena á quedar perpétuamente bajo la proteccion del imperio, el emperador habia de tener en ella presidio y ordenar su forma de gobierno como quisiese, si bien no pudiendo erigir fortalezas sin consentimiento de Jos ciudadanos, y los franceses habian de salir libremente con armas y bagajes y obtener paso seguro por Florencia, «Tál fué, dice un historiador español, el fin de la guerra de Siena, la cual cargaron los sieneses y otros á don Diego de Mendoza..... Y como el duque de Florencia hizo el gasto principal de esta guerra, y el marqués de Mariñano fué el principal de su gente, y era tan escogido y señalado capitan, diósele el nombre, honra y gloria de la victoria: mas por cartas del pontifice, emperador y rey su hijo parece haber sido don Juan Manrique de Lara uno de los señalados y que mas hizo en esta empresa, y como á tal le da las gracias de esta victoria, que fué de harta importancia para que el francés no volviera á inquietar á Italia (1).

(1) Esta guerra duró hasta 1555. Sandoval habla de ella con bastante estension. Hicieron los soldados españoles en Siena, como algunos años antes en Castelnovo, hagañas heróicas y de maravillosa serenidad.

Entre ellas, citaremos solamente la de tres que pudieron salvarse entre otros cincuenta que habian sido sorprendidos por las tropas del conde de Petillano. Estos tres se refugiaroné hicieron fuertes en una pequeña torre

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