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Dios libre à vuesa merced de mal intencionados encantadores, y á mi me saque con bien y en paz deste gobierno, que lo dudo, porque le pienso dejar con la vida, segun me trata el doctor Pedro Recio.

Criado de vuesa merced

Sancho Panza el gobernador.

Cerró la carta el secretario, y despachó luego al correo, y juntándose los burladores de Sancho dieron órden entre sí como despacharle del gobierno; y aquella tarde la pasó Sancho en hacer algunas ordenanzas tocantes al buen gobierno de la que él imaginaba ser ínsula, y ordenó que no hubiese regatones de los bastimentos en la república (127), y que pudiesen meter en ella vino de las partes que quisiesen, con aditamen

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que declarasen el lugar de donde era, para ponerle el precio segun su estimacion, bondad y fama, y el que lo aguase ó le mudase el nombre perdiese la vida por ello: moderó el precio de todo calzado, principalmente el de los zapatos, por parecerle que corria con exorbitancia (128): puso tasa en los salarios de los criados, que caminaban á rienda suelta por el camino del interese (129): puso gravísimas penas á los que cantasen cantares lascivos y descompuestos, ni de noche ni de dia: ordenó que ningun ciego cantase milagro en coplas si no trujese testimonio auténtico de ser verdadero, por parecerle que los mas que los ciegos cantan son

fingidos en perjuicio de los verdaderos (130). Hizo y creó un alguacil de pobres, no para que los persiguiese, sino para que los examinase si lo eran, porque á la sombra de la manquedad fingida y de la llaga falsa andan los brazos ladrones y la salud borracha (131). En resolucion él ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran : las constituciones del gran gobernador Sancho Panza (132),

CAPITULO LII.

Donde se cuenta la aventura de la segunda dueña dolorida ó angustiada, llamada por otro nombre Doña Rodriguez.

CUENTA Cide Hamete, que estando ya D. Quijote sano de sus aruños le pareció que la vida que en aquel castillo tenia era contra toda la órden de caballería que profesaba, y asi determinó de pedir licencia á los Duques para partirse á Zaragoza, cuyas fiestas llegaban (133) cerca, adonde pensaba ganar el arnes (134), que en las tales fiestas se conquista. Y estando un dia á la mesa con los Duques, y comenzando á poner en obra su intencion y pedir la licencia, veis aqui á deshora entrar por la puerta de la gran sala dos mugeres, como despues pareció, cubiertas de luto de los pies á la cabeza, y la una dellas llegándose á D. Quijote se le echó á los pies, tendida de largo á largo, la boca cosida con los pies de D. Quijote, y daba unos gemidos tan tristes,

y tan profundos y tan dolorosos, que puso en confusion á todos los que la oian y miraban : y aunque los Duques pensaron que seria alguna burla que sus criados querrian hacer á D. Quijote, todavía viendo con el ahinco que la muger suspiraba, gemia y lloraba, los tuvo dudosos y suspensos, hasta que D. Quijote compasivo la levantó del suelo, y hizo que se descubriese y quitase el manto de sobre la faz llorosa. Ella lo hizo asi, y mostró ser lo que jamas se pudiera pensar, porque descubrió el rostro de Doña Rodrigez, la dueña de casa; y la otra enlutada era su hija, la burlada del hijo del labrador rico. Admiráronse todos aquellos que la conocian, y mas los Duques que ninguno, que puesto que la tenian por boba y de buena pasta, no por tanto que viniese á hacer locuras. Finalmente Doña Rodriguez volviéndose á los señores les dijo: vuesas escèlencias sean servidos de darme licencia que yo departa un poco con este caballero, porque asi conviene para salir con bien del negocio en que me ha puesto el atrevimiento de un mal intencionado villano. El Duque dijo que él se la daba, y que departiese con el señor Don Quijote cuanto le viniese en deseo. Ella enderezando la voz y el rostro á D. Quijote dijo: dias ha, valeroso caballero, que os tengo dada cuenta de la sinrazon y alevosía que un mal labrador tiene fecha á mi muy querida y amada fija, que es esta desdichada que aqui está presente, y vos me habedes prometido de volver por ella,

enderezándole el tuerto que le tienen fecho, y agora ha llegado á mi noticia que os queredes partir deste castillo en busca de las buenas venturas que Dios os depare ; y asi querria que antes que os escurriésedes por esos caminos desafiásedes á este rústico indómito, y le hiciésedes que se casase con mi hija, en cumplimiento de la palabra que le dió de ser su esposo antes y primero que yogase con ella; porque pensar que el Duque mi señor me ha de hacer justicia, es pedir peras al olmo, por la ocasion que ya á vuesa merced en puridad tengo declarada: y con esto nuestro señor dé á vuesa merced mucha salud, y á nosotras no nos desampare. A cuyas razones Á respondió D. Quijote con mucha gravedad y prosopopeya: buena dueña, templad vuestras lágrimas, ó por mejor decir, enjugadlas y ahorrad de vuestros suspiros, que yo tomo á mi cargo el remedio de vuestra hija, á la cual le hubiera estado mejor no haber sido tan fácil en creer promesas de enamorados, las cuales por la mayor parte son ligeras de prometer y muy pesadas de cumplir (135); y asi con licencia del Duque mi señor, yo me partiré luego en busca dese desalmado mancebo, y le hallaré, y le desafiaré, y le mataré cada y cuando que se escusare de cumplir la prometida palabra: que el principal asunto de mi profesion es perdonar á los humildes, y castigar á los soberbios: quiero decir, acorrer á los miserables, y destruir á los rigurosos. No es menester, respondió el Duque,

que vuesa merced se ponga en trabajo de buscar al rústico, de quien esta buena dueña se queja, ni es menester tampoco que vuesa merced me pida á mí licencia para desafiarle, que yo le doy por desafiado, y tomo á mi cargo de hacerle saber este desafío, y que le acete, y venga á responder por sí á este mi castillo, donde á entrambos daré campo seguro, guardando todas las condiciones que en tales actos suelen y deben guardarse, guardando igualmente su justicia á cada uno, como estan obligados á guardarla todos aquellos príncipes que dan campo franco á los que se combaten en los términos de sus señoríos (136). Pues con ese seguro y con buena licencia de vuesa grandeza, replicó D. Quijote, desde aqui digo que por esta vez renuncio mi hidalguía, y me allano y ajusto con la llaneza del dañador, y me hago igual con él, habilitándole para poder combatir conmigo; y asi, aunque ausente, le desafio y repto en razon de que hizo mal en defraudar á esta pobre, que fue doncella, y ya por su culpa no lo es, y que le ha de cumplir la palabra que le dió de ser su legítimo esposo, ó morir en la demanda. Y luego descalzándose un guante le arrojó en mitad de la sala, y el Duque le alzó, diciendo que, como ya habia dicho, él acetaba el tal desafío en nombre de su vasallo, y señalaba el plazo de alli á seis dias, y el campo en la plaza de aquel castillo, y las armas las acostumbradas de los caballeros, lanza y escudo y arnes tranzado con

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