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que

ha es

las armas de Su Magestad sobre las puertas del ayuntamiento, pidió dos ducados, diéronselos adelantados, trabajó ocho dias, al cabo de los cuales no pintó nada; y dijo que no acertaba á pintar tantas baratijas: volvió el dinero, y con todo eso se casó á título de buen oficial: verdad es que ya ha dejado el pincel y tomado el azada, y va al campo como gentilhombre. El hijo de Pedro de Lobo se ha ordenado de grados y corona con intencion de hacerse clérigo: súpolo Minguilla, la nieta de Mingo Silvato, y hale puesto demanda de que la tiene dada palabra de casamiento: malas lenguas quieren decir tado en cinta dėl ; pero él lo niega á pies juntillas. Ogaño no hay aceitunas,ni se halla una gota de vinagre en todo este pueblo. Por aqui pasó una compañía de soldados, lleváronse de camino tres mozas deste pueblo: no te quiero decir quién son, quizá volverán, y no faltará quien las tome por mugeres con sus tachas buenas ó malas. Sanchica hace puntas de randas, gana cada dia ocho maravedis horros, que los va echando en una alcancía para ayuda á su ajuar; pero ahora que es hija de un gobernador, tú le darás la dote sin que ella lo trabaje. La fuente de la plaza se secó: un rayo cayó en la picota, y alli me las den todas. Espero respuesta desta y la resolucion de mi ida á la corte: y con esto Dios te me guarde mas que á mí, ó tantos, porque no querria dejarte sin mi en este mundo.

años

Tu muger Teresa Panza.

Las cartas fueron solenizadas, reidas, estimadas y admiradas; y para acabar de echar el sello llegó el correo, el que traia la que Sancho enviaba á D. Quijote, que asimismo se leyó públicamente, la cual puso en duda la sandez del gobernador. Retiróse la Duquesa para saber del page lo que le habia sucedido en el lugar de Sancho, el cual se lo contó muy por estenso, sin dejar circunstancia que no refiriese: dióle las bellotas, y mas un queso que Teresa le diú por ser muy bueno, que se aventajaba á los de Tronchon: recibiólo la Duquesa con grandísimo gusto, con el cual la dejarémos, por contar el que tuvo el gobierno del gran Sancho Panza, flor y espejo de todos los insulanos gobernadores,

fin

CAPITULO LIII.

Del fatigado fin y remate que tuvo el gobierno de Sancho Panza.

PENSAR que en esta vida las cosas della han de durar siempre en un estado, es pensar en lo escusado; antes parece que ella anda todo en redondo, digo á la redonda". Á la primavera sigue el verano, al verano el estío, al estío el otoño, y al otoño el invierno, y al invierno la primavera, y asi torna á andarse el tiempo con esta rueda continua. Sola la vida humana corre á su fin ligera, mas que el tiempo, sin esperar renovarse, sino es en la otra, que no tiene términos que la limiten. Esto dice Cide Hamete, filósofo mahomético: porque esto de entender la

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ligereza é instabilidad de la vida presente, y de la duracion de la eterna que se espera, muchos sin lumbre de fe, sino con la luz natural, lo han entendido; pero aqui nuestro autor lo dice por la presteza con que se acabó, se consumió, se deshizo, se fue como en sombra y humo el gobierno de Sancho, el cual estando la séptima noche de los dias de su gobierno en su cama, no harto de pan ni de vino, sino de juzgar y dar pareceres, y de hacer estatutos y pragmáticas, cuando el sueño á despecho y pesar de la hambre le comenzaba á cerrar los párpados, oyó tan gran ruido de campanas y de voces, que no parecia sino que toda la ínsula se hundia. Sentóse en la cama, y estuvo atento y escuchando por ver si daba en la cuenta de lo que podia ser la causa de tan grande alboroto; pero no solo no lo supo, pero añadiéndose al ruido de voces y campanas el de infinitas trompetas y atambores, quedó mas confuso y lleno de temor y espanto, y levantándose en pie se puso unas chinelas por la humedad del suelo, y sin ponerse sobreropa de levantar, ni cosa que se pareciese, salió á la puerta de su aposento á tiempo cuando vió venir por unos corredores mas de veinte personas con hachas encendidas en las manos, y con las espadas desenvainadas, gritando todos á grandes vo ces: arma, arma, señor gobernador, arma que han entrado infinitos enemigos en la ínsula, y somos perdidos, si vuestra industria y valor no nos socorre. Con este ruido, furia y alboroto

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