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"A horas 10 p. m. se tumultó la gente de La Paz; se precipitaba por las calles en formidables reuniones, cubriendo las de la Parroquia de San Sebastián; fueron cerradas las iglesias (34) y se oía un continuado murmullo de traidores chapetones. El ex-Guardián de Corps, Don Clemente Diez de Medina, recién vuelto de España, debía encabezar la toma del cuartel. Frustróse el plan: fue hecho preso don Francisco Hinojosa y luego desterrado, juntamente con Don Ramón Ribert, Don Tomás Orratia, la mujer de este y Don Mariano Medina, Don Clemente que recibió igual orden, la eludió". (35)

Por último, después del movimiento conservador del 25 de mayo en Chuquisaca, su club revolucionario, concibió al fin llegada la hora de la acción. Arenales, Lanza, Michel, Alzérreca, Monteagudo y otros se decidieron a aprovechar de las circunstancias. Con ese fin, Monteagudo fué en comisión a Potosí y el Dr. Mariano Michel y Mercado vino a La Paz con igual objeto. Arreglóse la trama con su permanencia, que duró cerca de un mes, y regresó a poco del día magno.

La Paz, según se ve, estaba en especiales condiciones para iniciar la revolución. Contaba esta con el apoyo moral de todo el vecindario. No pesaban

(34) Desde entonces se acostumbra cerrar los templos a las 10 p. m. las noches de Jueves Santo, en las que antiguamente las estaciones duraban toda la noche.

(35) "Memorias Históricas”.

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"Paz Libre”.

Este periódico añade: “La Paz con 55 días de antclación al 25 de mayo fue la primera que “dijo a la España y al mundo todo que la América tenía derechos que ventilar por la razón o la fuerza”.

sobre ella de una manera inmediata el ojo vigilante de los virreyes, audiencias, ni inquisiciones. En su largo período de mando el Gobernador Bargunyó había dado pábulo con su tolerancia, si no con su complicidad, al espíritu revolucionario. Su sucesor Dávila amparaba a los cabecillas con tal decisión, que los clubistas formaban la tertulia ordinaria de su casa.

Además la índole especial de la raza se prestaba como ninguna a esas atrevidas concepciones. Nosotros no tenemos horizonte y la vista y el pensamiento tienen que remontarse por fuerza a las regiones de lo etéreo y de lo infinito, ganando en altura lo que pierden en extensión. Y ese Illimani, que domina las tormentas, esos cóndores que se ciernen sobre las nubes son escalas por donde la idea se alza audaz, viril, incomensurable, como no se remontaría allá, donde la vista fatigada se pierde en la inmensidad de la tierra o en el lejano horizonte de los mares, abatiendo al hombre ante el grande espectáculo de la naturaleza.

Llegó al fin la hora prometida. Eran las siete de la tarde del 16 de Julio de 1809. Los conjurados, a cuya cabeza se hallaba Murillo é Indaburo, se apoderaron del cuartel y apresaron al Gobernador. Reunido el Cabildo Abierto, los doctores Lanza, Sagárnaga y Catacora, fueron nombrados Representantes del pueblo. Este agrupado en torno del Ayuntamiento, exigió: la deposición del Gobernador la renuncia del Obispo el cambio de empleados; - peticiones que fueron ejecutadas inmediatamente.

No pretendo hacer la crónica de los sucesos, ni narrar minuciosamente la historia de ese día y los si

guientes. Esa tarea queda reservada para trabajos de otro género (36). Debo por lo mismo ceñirme a hacer consideraciones filosóficas sobre algunos de los hechos más característicos.

Hemos dicho que el movimiento del 16 de Julio fue una verdadera revolución. Tratemos de probarlo.

Es cierto que ella se consumó a los gritos de "Viva Fernando VII"; pero si bien ese ejemplo fue seguido el 25 de Mayo de 1810 por Buenos Aires, y el 18 de Septiembre siguiente por Chile; sí es cierto que hasta las victorias de Salta y Tucuman los ejércitos argentinos llevaron las mismas banderas que los españoles; también es cierto que el objeto y tendencias de la revolución de Julio fueron perfectamente definidos por la proclama que a nombre de la Junta Tuitiva se distribuyó al pueblo el día 27, proclama concebida en los más atrevidos términos. Oídla:

"Hasta aquí hemos tolarado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria: hemos visto con indiferencia por más de tres siglos sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto, que degradándonos de la especie humana, nos ha reputado por salvajes y mirado como a esclavos: hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez que se nos atribuye, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de su humillación

(36) La historia propiamente dicha de la revolución del 16 de Julio hace parte de nuestra obra en preparación "Historia de Bolivia".

y su ruina. Ya es tiempo, pues, de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad.... ya es tiempo de organizar un sistema nuevo de gobierno fundado en los intereses de nuestra patria altamente deprimida por la política bastarda de Madrid. Ya es tiempo, en fin, de levantar el estandarte de libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía”...... (37).

He ahí, señores, expresado neta y francamente, por primera vez en América, el programa de la emancipación. No negaremos que ese programa más o menos franco, más o menos explícito, era conocido, al menos intuitivamente, en las anteriores sediciones, rebeliones o insurrecciones que hemos inventariado; pero nunca había sido proclamado tan alto en el corazón mismo del continente.

No era tampoco ese solo el programa de Julio. Si no hubiera más que el documento citado, la aspiración a la independencia, habría reducido su fisonomía a la de una colosal insurrección. Pero al programa de la emancipación vino unido el de la reorganización social del continente. Insinuó las ideas capitales de la democracia y de la constitución civil. El programa de Julio no fue solo la despedida al día

(37) "Memorias Históricas". La autenticidad de este documento recogido por un testigo ocular realista y consignado el mismo día en sus apuntes, no deja lugar a cuestión. El autor de las "Memorias" antes de insertar este documento, dice: “Aun no ha salido a luz el nuevo plan de gobierno que ofrecieron (los de la Junta Tuitiva) el día 20".

antérior; fue la colocación de la piedra angular del edificio del día siguiente.

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Reflexionemos al propósito sobre la organización de la "Junta Tuitiva". En su forma esencialmente democrática, esa Junta no era sino el desarrollo práctico de la institución municipal, eje central del sistema administrativo de la metrópoli. Seamos justos, señores, en este punto con la España, y permitidme para ello hacer una digresión. Si por democracia no entendemos ni debemos entender la que tiende a destruir todas las jerarquías sociales democracia imposible. Si por democracia comprendemos un estado donde todos pueden ser llamados a recorrer los grados de la jerarquía social, — la España, lo repetimos, era el país más democráticamente organizado en el mundo; aquel que poseía la mayor suma de libertad civil, aunque le faltase la libertad política. Por el régimen de los ayuntamimentos, imitación feliz, imitación cristiana y noble de las municipalidades romanas, todas las funciones administrativas y judiciales pertenecían en cada localidad a la elección popular. Cada Municipio, regido en virtud de sus propias leyes y de las leyes generales del reino, gozaba de una libertad completa, ante la cual se inclinaba hasta la majestad absoluta de los reyes.

Colonizando los españoles las dos Américas bajo esos principios, trajeron sus instituciones, costumbres y tradiciones. De allí es que el sentimiento de igualdad civil y democrática se hizo innato en nuestro Continente.

Y volviendo a la inmortal Junta Tuitiva, primer ensayo de gobierno democrático, ella se instaló co

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