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de creer lo que oí y lo que ví, y lo que me atrevëré á jurar con juramento que obligue y aun fuerce á que lo crea la misma incredulidad; pero pues to caso que me haya engañado, y que mi verdad sea sueño, y el porfiarla disparate, no se holgará vm. señor Peralta, de ver escritas en un coloquio Jas cosas que estos perros, ó sean quien fueren, habláron? Como vm., replicó el Licenciado, no se canse mas en persuadirme que oyó hablar á los perros, de muy buena gana oiré ese coloquio, que por ser escrito y notado del buen ingenio del señor Alférez, ya le juzga por bueno. Pues hay en esto otra cosa dixo el Alférez, que como yo estabatan atento y tenia delicado el juicio, delicada, sutil y desocupada la memoria (merced a las muchas pasas y almendras que habia comido), todo lo tomé de coro y casi por las mismas palabras que habia oido lo escribí otro dia, sin buscar colores para adornarlo, ni que añadir ni quitar para hacerle gustoso.

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No fué una noche sola la plática

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que fuéron dos consecutivamente, aunque yo no tengo escrita mas de una, que es la vida de Berganza, la del compañero Cipion pienso escribir (que fué la que se contó la noche segunda quando viere, ó que esta se crea gó á lo ménos no se desprecie; el coloquio traygo en el seno; púselo en forma de coloquio, por ahorrar de dixo Cipion, respondió Berganza, que sue, le alargar la escritura. Y en diciendo esto, sacó del pecho un cartapacio y le puso en las manos del Licenciado el qual le tomó riéndose, y como haciendo burla de todo lo que habia oi do, y de lo que pensaba leer. Yo me recuesto, dixo el Alférez, en está sit lla en tanto que vm. lee, si quiere, esos sueños ó disparates, que no tie nen otra cosa de bueno, sino es el poderlos dexar quando enfaden. Haga ym. su gusto, dixo Peralta, que yo con brevedadome despediré de esta lectu ra. Recostóse el Alférez, abrió el Licent ciadonelo cartapacios, y en el princi

pio vió que estaba puesto este título:

Coloquio que pasó entre Cipion y Berganza, perros del bospital de la Resurreccion, que está en la Ciudad de Valladolid fuera de la puerta del Cam opo, á quien comunmente llaman los ά -oles R perros de Mabudes.

Cipion. Berganza amigo, dexemos esta noche el hospital en guarda de la confianza, y retirémonos á esta soledad y entre estas esteras, donde podrémos gozar, sin ser sentidos, de esta no vista merced que el cielo en un mismo punto á los dos nos ha hecho.de

Berganza. Cipion hermano, óygote. hablar, y sé que te hablo, y no pue do creerlo, por parecerme que el hablar nosotros pasa de los términos de naturaleza.

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Cip. Así es la verdad, Berganza, y viene a ser mayor este milagro, en que no solamente hablamos, sino en que hablamos con discurso, como si fuerá mos capaces de razon, estandolstanbsin

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