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que ahora tengo no gustáredes de satisfacer, no por eso dexaré de ser vuestro servidor. Quiero tambien que ántes eque osle descubra, sepais que aunque tengo tan pocos años como los vuestros ptengo mas experiencia de las cosas del mundo que ellos prometen, pues con ella he venido á sospechar que vos no sois varon como vuestro trage lo muestra muestra, sinomugery tan bien nacida comorovuestra hermosura publica, y quizá tan desdichada como lo da á entender la mudanza del trage; pues jamas tales mudanzas son por bien de quien las hace; si es verdad lo que sospecho, decídmelo, que os juro por la fe de caballeronque profeso, de ayu daros y serviroséns todo aquello que pudieres De que seals: muger, no me lo podeis negar, pues por las ventanas dé vuestras orejas serve, esta verdad bien clara, y habeis andado descuidada en no cerrar y disimular esos (agujeros con alguna cera encarnada, que pudiera ser que otro tan curioso como yo y no tan honrado, sacara á luz lo

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que vos tan mal habeis sabido encubrir: digo que no dudeis de decirme quién sois, con presupuesto que os ofrezco mi ayuda, y os aseguro el secreto que qui siéredes que tenga

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enpum Con grande atencion estaba el mancebo escuchando lo que Teodoro le dey viendo que ya callaba, ántes que le respondiese palabra, le tomó las manos, y llegándoselas á la boca, se las besó por fuerza, y aun se las bañó con gran cantidad de lágrimas que de sus hermosos ojos derramaba, cuyo extraño sentimiento le causó en Teodoro de manera, que no pudo dexar de acompañarle en ellas (pròpia y natural condicion depmugeres principa les enternecerse delos sentimientos y trabajos agenos); pero despues que con dificultad retiró sus manos de la boca del mancebo, estuvo satenta á ver lo que le respondia, el qual dando profundo gemido, acompañado de muchos suspiros, dixo: No quiero ni puedo negaros, señor,que vuestra sospecha no haya sido verdadera muger \poy,

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у la mas desdichada que echáron al mundo los mugeres; y pues las obras que me habeis hecho, y los ofreci,y mientos que me haceis, me obligan á obedeceros en quanto me mandaredes, escuchad, que yo os diré quién soy (si ya no os cansa oir agenas desventuras). En ellas viva yo siempre, replicó Teodoro, si no llegue el gusto de saberlas á la pena que me darán el ser vuestras, que ya las voy sintiendo como propias mias; y tornándole á abra zar, y Sá hacer nuevos y verdaderos ofrecimientos, el mancebo algo mas sosegado comenzó á decir estas razones:

En lo que toca á mi patria, la ver dad he dicho; en lo que toca á mis padres, no la dixe; porque D. Enrique no lo es, sino mi tio, y su her mano D. Sancho mi padre, que yo soy la hija desventurada, que vuestro hermano dice que D. Sancho tiene tan celebrada de hermosa, cuyo engaño y desengaño se echa de ver en la ningu na hermosura que tengo: mi nombre es Leocadia: la ocasion de la mudanza

de mitrage oireis ahora. Dos leguas de mi lugar está otro de los mas ricos y nobles de la Andalucía, en el qual vive un principal caballero que trae su origen de los nobles y antiguos Adornos de Génova: este tiene un hijo, que si no es que la fama se adelanta en sus alabanzas, como en las mias, és de los gentiles hombres que desear se pueden. Este pues, así por la vecindad de los lugares, como por ser aficionado al exercicio de la caza como mi padre, algunas veces venia á mi casa, y en ella se estaba cinco ó seis dias, que todos y aun parte de las noches él y mi padre las pasaban en el campo. De esta ocasion tomó la fortuna, ó el amor, ó mi poca advertencia, la que fué bastante para derribarme de la alteza de mis buenos pensamientos á la baxeza del estado en que me veo; pues habiendo mirado mas de aquello que fueta lícito á una recatada doncella, la gentileza y discrecion de Marco Antonio, y considerado la calidad de su linage, y la mucha cantidad de los bie

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nes que llaman de fortuna que su padre tenia, me pareció que si le alcanzaba por esposo, era toda la felicidad que podia caber en mi deseo: con este pensamiento le comencé á mirar con mas cuidado, y debió de ser sin duda con mas descuido, pues él vino á caer en qué yo le miraba; y no quiso ni le fué menester al traydor otra entrada para entrarse en el secreto de mi pecho, y robarme las mejores prendas de mi alma. Mas no sé para qué me pongo á contaros, señor, punto por punto las menudencias de mis amores, pues hacen tan poco al caso, sino deciros de una vez lo que él con muchas de solicitud grangeó conmigo, que fué, que habiéndome dado su fe y pa labra debaxo de grandes, y á mi parecer firmes y cristianos juramentos de ser mi esposo, me ofrecí á que hiciese de mí todo lo que quisiese pero aun no bien satisfecha de sus juramentos y palabras, porque no se las llevase el viento, hice que las escribiese en una cédula que él me dió firmada

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