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bajo este pretexto lo hizo arrestar y se expidió la horrible circular de 30 de Octubre de 1807 y la propiamente ridícula de 5 de Noviembre siguiente. Los pueblos vieron una y otra con espanto: no le dieron fe alguna, y el Consejo de Castilla, llamado al conocimiento de esta causa, declaró unánime inocente al Príncipe de Asturias.

El Rey padre no se conformó con esta providencia, é hizo castigar con dureza á los pretendidos cómplices del Príncipe de Asturias. Bastaba al pueblo español el nombre de su Rey para obedecer y sufrir con silencio; duró así hasta el mes de Marzo de este año de 1808, en que el peligro del mismo Rey y de la Patria convirtieron su paciencia en furor.

Habia precedido que los Reyes de Portugal se habian visto obligados á abandonar á Europa, pasar á América y mandar á sus vasallos no hiciesen resistencia con las armas al ejército frances que entraba en su territorio. Tanta moderacion no templó ni calmó la ambicion de Napoleon. Sus tropas se apoderaron de Portugal, é hicieron en él estragos que estremecen la humanidad. Agregó Napoleon á su Imperio este Reino, y le impuso contribuciones tan duras, cuales no hubiera sufrido del más feroz conquistador.

España vió en este ejemplo que si sus Reyes la abandonaban, padeceria la misma suerte que Portugal; además, que ni el nombre español, ni el amor que tiene á sus Reyes, ni otras mil razones, podian permitir el que viesen los españoles con indiferencia el trastorno de sus leyes fundamentales y la aniquilacion de su Monarquía, la más gloriosa de toda la tierra.

Habian entrado ya en este tiempo los ejércitos franceses en España, se habian apoderado de sus principales fortalezas y habian llegado cerca de Madrid, protestando que nada venian á mudar, que solo se trataba de la ejecución de un proyecto vasto contra la Inglaterra, y que su intento era hacernos felices.

A esta sazon, pues, se publica y aun se dan pruebas de que los Reyes padres y toda la real familia abandonan la capital, pasan á Andalucía, y en buques ingleses viajan á las Américas. Estas voces irritan al pueblo extremadamente contra Don Manuel Godoy, único y solo autor de este abandono. Las tropas todas de Casa real, las demás del ejército y todos los vecinos honrados se unen en Aranjuez para impedir su ejecucion, y la impiden. El infame privado excita su justo enojo y debe la vida á la generosidad del Príncipe de Asturias. El Rey Cárlos renuncia la corona y remite al Consejo el instrumento más auténtico de esta libre abdicacion. En sucesos tan extraordinarios no se derrama una gota de sangre en Aranjuez: tal es la lealtad inaudita del pueblo español.

En Madrid hizo el Consejo publicar la abdicacion de Cárlos IV, y proclamar por Rey á su hijo mayor, y Príncipe jurado de Asturias el señor Don Fernando VII. El pueblo de la capital y el de toda la Nacion recibió esta noticia con un júbilo de que no hay ejemplo, y protestó su amor, su obediencia y su fidelidad á su nuevo Rey con una union, con un ardor y con demostraciones tan nuevas, que son desconocidas en la historia, aun de la fidelísima Nacion española. Los ejércitos franceses no pudieron dejar de ver atónitos tan extraños sucesos, y el incendio mismo de los muebles de algunas casas sospechosas de Madrid se ejecutó con tal órden, con tanta atencion á que no padeciese el público y tan sin derra

mamiento de sangre, que puede decirse que sola la Nacion española es capaz de semejantes miramientos en un tumulto popular.

Todos creyeron que los franceses se unirian con los españoles para celebrar el feliz acaecimiento de haber impedido que sus Reyes abandonasen á España y se embarcasen en la escuadra inglesa. Pero cuál fué

su admiracion cuando vieron que este mismo suceso que debia ser tan agradable á los franceses, fué el pretexto que abrazaron para perseguirnos, destruir nuestros Reyes, acabar con la Monarquía y cometer horrores de que la historia no habla ni puede hablar! Se han multiplicado éstos tanto, que será muy difícil, por no decir imposible, poner algun órden en la relacion de los que vamos á indicar.

Fué lo primero entrar el ejército frances en Madrid, fijar artillería en varios sitios públicos y usar del Imperio, como no lo hubiera hecho ningun Monarca de España; seguian entre tanto las aclamaciones de Fernando VII; pero Cárlos IV, engañado tantas veces, hacia su protesta de la abdicacion anterior: la enviaba á Bayona á Napoleon I y ponia su suerte en manos de éste.

Fernando VII salió en persona á recibir al mismo Napoleon, que habia prometido y hecho publicar por el Duque de Berg, que venia á España, señalando á esta venida cuatro dias de término. Fernando VII envió delante de sí á su hermano el Infante Don Carlos, que no encontrando á Napoleon, se entró en Francia. Siguióle el Rey Fernando hasta Vitoria, y en esta ciudad el pueblo, á quien su corazon tierno y leal le hacia presagiar el triste destino que le esperaba en Francia, le impidió el salir, cortó los tirantes al coche y gritó que no se entregase á Napoleon. E' Rey, confiado en su propia generosidad y en la grandeza de su alma, se hizo sordo á estos clamores, continuó su viaje y entró en Bayona á abazar á Napoleon, que lo habia llamado á sí con mil caricias y seguridades fingidas, dándole en sus cartas el tratamiento de Rey de España.

Antes de seguir, volvamos á Madrid y á los horribles hechos de que fué espectador. Fernando VII habia creado una Junta Suprema de Gobierno, cuyos miembros señaló, y por Presidente á su tio el Infante Don Antonio. Era preciso destruir esta Junta y consumar los proyectos de iniquidad que estaban tramados: para esto se hizo salir de Madad y pa. sar á Francia á la familia real, sin exceptuar aquellos infantes que por su tierna edad parecia debian inspirar alguna compasion. El pueblo de Madrid se enfureció á vista de este hecho, y el ejército frances tomó de aquí pretexto para entrar armado y con artillería el 2 de Majo, pelear rabiosamente con aquel pobre pueblo y cometer en él una carnicería que ahora mismo hace temblar su memoria. El débil Gobierno español, oprimido por el Duque de Berg, despues de haber prohibido á las tropas españolas que saliesen á ayudar á sus hermanos, se presentó en público en las calles de Madrid, y á su vista dejó el pueblo las armas y calmó todo su furor.

Esta obediencia, este respeto propio del pueblo español, en vez de aplacar irritó al ferocísimo Murat, y bajo el pretexto de que llevaban los del pueblo armas, con todo que no se les prohibió esto sino por una ley posterior, los hizo arcabucear á sangre fria. Padecieron, pues, la muerte sacerdotes, solo por llevar un cortaplumas; artesanos por navajas 6 instrumentos de sus oficios, y toda clase de gentes por el puro antojo de

un ejército furioso, sin honor, sin religion y sin consideraciones. Despues se obligó á salir para Bayona al infante Don Antonio. Habia señalado Fernando VII los vocales de la Junta de Gobierno, y nadie podia agregar otros; no obstante, el extranjero Murat no tuvo rubor de obligar á estos vocales á que en su presencia misma lo eligiesen Presi dente, circunstancia que basta sola para convencer la horrible violencia con que se procedia: sin embargo, firmaron este decreto y lo publicaron todos los vocales de la Junta. Qué vasallos! ¡Qué españoles!

Se pretendia entre tanto por los franceses formar un partido en Madrid y en el Reino por Cárlos IV, y se valian de proclamas capciosas y otros medios indecentes, pero nada pudieron conseguir. Los autores de estas tramas quedaron sin castigo; pero la Nacion, la Europa, el Mundo todo han visto que los franceses han faltado á la verdad descaradamente, cuando han publicado que en España hay divisiones y partidos. No los hay, para perpétua ignominia de los que han esparcido lo contrario; la Nacion entera grita que no desea, no ama, no es de otro Rey que del señor Fernando VII.

Pareció al fin en el Consejo de Castilla la protesta de Cárlos IV, enviada por Napoleon á Murat, y este Tribunal, dominado de un terror, que será su eterna deshonra, decidió que Fernando el VII no era Rey de España, y sí Cárlos IV, por la nulidad de su abdicacion. ; Qué reflexiones se presentan de tropel aquí, cuando se considera que el Consejo es el primer Tribunal de justicia del Reino, y sus Ministros los Ministros de las eyes! Pero continuemos.

Por haber Carlos IV reasumido la corona, entró otra vez en la potestad de elegir Gobernador del Reino, y afectando el espíritu y lenguaje fraices hasta en las palabras, señaló para este empleo, con el nombre de Lugar-teniente, á Murat, ó sea al Duque de Berg. Hasta aquí parecia que se habian guardado las formas, pero muy breve se acabó hasta la apariencia de ellas. En 4 de Mayo se declaró Rey en Bayona á Cárlos IV, quien decia que queria consagrar los últimos dias de su vida al gobierno y felicidad de sus vasallos. Pues en el dia 8, del mismo Mayo se olvidó l Rey Cárlos de todo esto, y renunció la corona de España en favor de Emperador Napoleon, con facultad expresa de que éste la pu diese poer en quien quisiese á su voluntad. ¡Qué contradicciones! ¡Qué insensatez !

La Monarquía de España no era de Cárlos IV, ni éste la tenia por sí mismo, sino por derecho de la sangre, segun nuestras leyes fundamentales; y el mismo Cárlos IV acababa de sentarlo y decirlo en la reasuncion del Reino. ¿Con qué autoridad, con qué derecho enajena la corona de España, y trata á los españoles como á rebaños de animales que pacen en los campos? ¿Con qué poder priva á la Monarquía, á sus hijos y descendientes, y á todos los herederos de ella por el nacimiento y por la sangre?

Será ciertamente una prueba auténtica de ceguedad espesísima á que conduce la ambicion, el que Napoleon, con su ponderado talento, no haya conocido estas verdades, y haya echado sobre sí la infamia eterna de haber recibido la Monarquía española de quien ningun derecho, ningun poder tenia para dársela. Y la misma nulidad habria, si lograse sus infames designios de poner por Rey de España á su hermano José Napo

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leon, pues ni éste, ni Napoleon I pueden ser ni serán Reyes de España, sino por el derecho de la sangre que no tienen, ó por eleccion unánime' de los españoles, que jamás la harán, y sépanlo así desde ahora para siempre.

Se quisieron autorizar estas violencias con el nombre y firma de Fernando VII, y para ello se publicó primeramente su renuncia á favor de Cárlos IV, su padre, y despues otra segunda á favor de Napoleon, la que firmaron violentamente Fernando, su hermano el infante Don Carlos y su tio el infante Don Antonio. Hay motivos gravísimos para presumir que estas dos renuncias son supuestas, pero dado que sean verdaderas, en ellas mismas está evidente la violencia con que se han hecho y su entera nulidad. En 4 de Mayo reasumió el trono Cárlos IV, y con fecha del 6 aparece la renuncia de Fernando VII. Si Cárlos IV podia por sí mismo reasumir el trono, ¿ á qué la renuncia de Fernando VII? Si esta renuncia era del todo necesaria, ¿con qué autoridad reasumió ántes de ella Cárlos IV el trono?

El mismo argumento, y aun más fuerte, hay en la renuncia del señorío de España en Napoleon. Cárlos IV la hizo en 8 de Mayo y Fernando VII en 12. No fué, pues, válida la de Cárlos IV en 8, porque faltaba la de Fernando VII, y si fué válida, ¿para qué se exigia esta otra ?

En una y en otra la violencia que se ha hecho á todos es, no solo manifiesta, sino que no tiene ejemplar. Fernando el VII fué tratado luego que entró en Francia con un desprecio que no podia imaginarse. Está rodeado de guardias francesas: se le ha separado de los de su comitiva: se le ha reducido á un estado miserable, y aun se le ha amenazado con la pérdida de la vida. Lo más extraño es, que Napoleon I con.toda esta ignominia no ha conseguido su fin. Despues de Fernando VII, su hermano el infante Don Carlos, toda la real familia y su descendencia, quedan con un derecho inviolable al trono de España.

Causará admiracion á la posteridad que el Consejo mismo de Castilla se haya prestado á tantas y tan horribles usurpaciones, y las haya autori. zado con su nombre, el cual ha engañado á algunos poco reflexivos. Es más claro que la luz que el Consejo de Castilla no tiene poder algune para mudar la Dinastía reinante y trastornar las leyes fundamentales en el órden de la sucesion. Las consecuencias horribles de habérsele obligado á abrogarse este poder que no tiene, han traido males gravísimos á la Nacion entera.

Ha sido, pues, de toda necesidad, el que para el remedio de ellos se haya creado la Junta Suprema de gobierno de Sevilla, á instancia del pueblo, y que en uso de sus facultades se haya declarado independiente, haya desobedecido al Consejo y Junta Superior, haya cortado toda comunicacion con Madrid, haya levantado ejércitos y hécholos caminar á pelear con los franceses. Dios ha echado su santa bendicion sobre nosotros ynuestras puras intenciones. Desde el 23 de Mayo al 27, toda la Nacion se ha levantado en masa á proclamar á su Rey y defender á su Patria. Se han elegido Capitanes generales y Jefes del ejército. Se han organizado éstos; los pueblos corren con ardor á las armas, y las clases y cuerpos pudientes hacen abundantes donativos.

Andalucía estaba acometida por un ejército frances, en el momento mismo en que levantó la voz por su Religion, por su Rey y por su Pa

tria; y en ménos de quince dias le tenemos ya cercada y no podrá escapar ó de una rendicion ó de una retirada vergonzosa. La escuadra francesa surta en Cadiz acaba de arriar su bandera y entregarse á nosotros á discrecion. Las Provincias de España van reconociendo en esta Suprema Junta el fiel depósito de la Real autoridad y el centro de la union, sin el cual nos expondriamos á guerras interiores ó civiles que arruinarian del todo nuestra santa causa.

Hemos tratado un armisticio con los ingleses, tenemos libre comunicacion con ellos: nos han ofrecido y dado muchos auxilios y esperamos otros mayores; se ha desembarcado parte de sus tropas y pelea ya en_algunos de nuestros puntos: están en Cadiz prontos á embarcarse tres Enviados nuestros al Rey de la Gran Bretaña, que tratarán y ajustarán sin duda una paz durable y ventajosa con la Nacion inglesa. Portugal está conmovido y pronto á sacudir su vergonzoso yugo.

Las Américas tan leales á su Rey, como la España europea, no pueden dejar de unirse á ella en causa tan justa. Uno mismo será el esfuerzo de ambas por su Rey, por sus Leyes, por su Patria y por su Religion. Amenazan, ademas, á las Américas si no se nos reunen, los mismos males que ha sufrido la Europa; la destruccion de la Monarquía, el trastorno de su gobierno y de sus leyes, la licencia horrible de las costumbres, los robos, los asesinatos, la persecucion de los sacerdotes, la violacion de los templos, de las vírgenes consagradas á Dios, la extincion casi total del culto y de la religion; en suma, la esclavitud más bárbara y vergonzosa, bajo el yugo de un usurpador que no conoce ni piedad, ni justicia, ni humanidad, ni aun señal alguna de rubor.

Burlaremos sus iras, reunidas la España y las Américas españolas. Esta Junta Suprema cuidará de todo con un celo infatigable. Las Américas la sostendrán con cuanto abunda su fértil suelo tan privilegiado por la naturaleza, enviando inmediatamente los caudales reales y cuantos puedan adquirirse por donativos patrióticos de los cuerpos, comunidades, prelados y particulares. El comercio volverá á florecer con la libertad de la navegacion, y con los favores y gracias oportunas que le dispensará esta Junta Suprema, de que pueden estar ciertos nuestros compatriotas. Somos españoles todos. Seámoslo, pues, verdaderamente reunidos en la defensa de la Religion, del Rey y de la Patria.

Real Palacio del Alcázar de Sevilla, á diez y siete dias de Junio del año de mil ochocientos y ocho.

Francisco de Saavedra, Presidente.-El Arzobispo de Laodicea, Coadministrador del de esta diócesis.-Fabian de Miranda y Sierra.— Francisco Cienfuegos.-Vicente Hore.-Francisco Díaz Bermudo.-Juan Fernando Aguirre.-El Conde de Tilli.-El Marqués de Grañina.—El Marqués de las Torres.-Andres de Miñano y las Casas.-Antonio Zambrana Carrillo de Albornoz.-Andres de Coca.-José de Checa.-Eusebio Herrera.-Adrian Jácome.-Antonio Zambrano.-Manuel Peroso.-José Moráles Gallego.-Victor Soret.-Celedonio Alonso.-Manuel Gil.-José Ramírez.

Por mandado de Su Alteza Serenísima-Juan Bautista Pardo, Secretario. Manuel María Aguilar, Secretario.

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