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tes de Ronda y otros pueblos conquistados, los robaron desa piadadamente. Tambien fue castigado severamente Juan del Corral, escudero de Diego Lopez de Ayala, porque tomando el nombre de los reyes habia conseguido engañar al rey moro de Granada, sacándole bajo falsas promesas cierta cantidad de doblas y cautivos.

No se cumplió con menos exactitud la palabra dada á los moros rendidos de no obligarlos á abrazar la religion cristiana, á cuyo fin espidieron los reyes católicos dos Cartas ó reales Provisiones, una en Sevilla á 27 de enero de 1500, y otra en 18 de febrero del mismo año. En una y otra empeñan Isabel y Fernando su palabra real de no consentir, ó dar lugar á que ningun moro se haga cristiano por fuerza: "é Nos queremos, decian, que los moros nuestros vasallos sean asegurados é mantenidos en toda justicia, como vasallos é servidores nuestros (1)."

La prohibicion de los espectáculos sangrientos contribuyó no poco á mitigar la ferocidad de las antiguas costumbres, adquirida en una guerra casi incesante, que habia durado tantos si

(1) Memorias de la Academia de la Historia, tomo 6.o, ilustracion 15.

glos (1). A tan laudable fin ayudaron tambien los eclesiásticos promovidos por Isabel á las mayores dignidades, con la predicacion de una moral mas conforme á las máximas del Evangelio.

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Por su parte la reina con su conducta privada y pública ofrecia un dechado de la mas pura moraliomezclada con tal rectitud en la administracion de justicia, que los malvados no osaban levantar su abatida frente, y los ciudadanos laboriosos gozaban en inalterable paz el fruto de sus tareas. El concepto general que se habia, grangeado Isabel por su bondad, rectitud y entereza, inspiró á sus súbditos aquel amor mezclado de respeto que produjo naturalmente la obediencia á las leyes, el temon saludable de la autoridad pública, la seguridad, el sosiego y la felicidad de Cas

tilla.

"En todos sus reinos, dice Fernando del Pulgar (2), poco antes habia homes robadores é cri

(1) «Era costumbre de los cristianos que entraban á correr las fronteras de los moros, traer las cabezas de los enemigos muertos pendientes de los arzones, y darlas á los inuchachos de sus pueblos para azorarlos á la guerra contra los mahometanos, al modo con que se solia adestrar y cebar dándoles los despojos de la caza, á los perros y á los gerifaltes." Memorias citadas de la Academia, tomo 6.o, ilustracion 15.

(2) Crónica, parte 2.a, capítulo 95.

minosos que tenian diabólicas osadias, é sin temor de justicia cometian crímenes é feos delitos. E luego en pocos dias súpitamente se imprimió en los corazones de todos tan gran miedo, que ninguno osaba sacar armas contra otro, ninguno osaba cometer fuerza, ninguno decia mala palabra ni descortés: todos se amansaron é pacificaron, todos estaban sometidos á la justicia, é todos la tomaban por su defensa. Y el caballero y el escudero que poco antes con soberbia sojuzgaban al labrador, é al oficial, se sometian á la razon, é no osaban enojar á ninguno por miedo de la justicia que el rey é la reina mandaban ejecutar. Los caminos ansimesmo estaban seguros; é muchas de las fortalezas que poco antes con diligencia se guardaban, vista esta paz estaban abiertas, porque ninguno habia que osase furtarlas, é todos gozaban de la paz é seguridad.

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CAPÍTULO XIII.

Progresos industriales de los españoles en tiempo de los reyes católicos.

Infatigable perseverancia, y casi sobrehumanos

esfuerzos se necesitaban para reparar los gravísi mos males que aquejaban á la monarquía castellana, cuando los reyes católicos se encargaron del mando. Desalentada la agricultura, los campos casi desiertos, los talleres abandonados, arruinado el comercio por falta de productos, por el descrédito del gobierno, y por la alteracion de la moneda; caminaba rapidamente el estado á una espantosa bancarrota, á una disolucion social.

La grande Isabel tomó á su cargo la curacion de tan perniciosas dolencias. Afianzada la tranquilidad interior, seguros los caminos, y respetada la

autoridad pública, el primer cuidado de la reina fue restablecer la confianza con el exacto cumplimiento de sus estipulaciones y promesas. El puntual pago de las obligaciones pecuniarias contraidas para la guerra de Portugal dió tanto crédito al gobierno, que para la de Granada se le proponia ya abrir dentro de España un empréstito de cien millones; lo cual pocos años antes se hubiera tenido por un proyecto quimérico y desatinado (1).

El interes individual alentado al ver sentadas en el trono la justicia y la buena fe, se dió con afan á cultivar los diferentes ramos en que estriba la pública prosperidad; y los reyes ansiosos de promoverla, dictaron una multitud de providencias con este fin, en la mayor parte muy acertadas. Tales fueron las relativas á facilitar las comunicaciones interiores con nuevos caminos y puentes, la construccion de acequias para riego, la conservacion de los montes por medio de nuevas ordenanzas, la igualacion de pesos y medidas, señalando el marco de Burgos para los pesos, la vara de Toledo para los espacios, los patrones de la misma ciudad para las medidas de líquidos, y los de Avila para los áridos.

(1) Memorias de la Academia, ilustracion 11, página 236.

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