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pues en instrumento de opresion y esclavitud intelectual; mayormente en los posteriores reinados cuando la inquisicion estendió su autoridad tiránica á los escritos, y encadenó la libertad del pen

samiento.

« Desde la hora fatal en que se estableció la inquisicion en España, dice Mr. Prescott, varió de aspecto la religion de este desgraciado pais. El espíritu de intolerancia, hasta entonces oculto en la oscuridad de los claustros, se presentó fieramente al público con todo el aparato de su terror. El celo se transformó en fanatismo, y la ocupacion racional de convertir infieles en una infernal persecucion. No bastaba como antes una conformidad pasiva á las doctrinas de la iglesia: se mandaba hacer guerra á todos los disidentes, y en el desempeño de este deber tristísimo el derramamiento de una lágrima, la simpática compasion escitada á vista de las mortales angustias del paciente, era un delito que debia espiarse con vergonzosa penitencia (1).

El espíritu de intolerancia alteró el codigo de la moral hasta el estremo de sentar un obispo español las máximas siguientes (2): que una per

(1) History of Ferdinand &c., tomo 2.o, página 451. (2) Don José Esteve, obispo de Orihuela, en sus co

san y

sona particular podia sin autoridad pública quitar la vida á los hereges, infieles y renegados: que los reyes de España deberian matar á los moros ó echarlos de sus dominios, aunque fuese quebrantando los pactos hechos por sus predecesores. El mismo, aunque pone en duda si los hijos pueden asesinar á sus padres idolatras ó hereges, tiene por lícito y corriente hacerlo con los hermanos, y aun con los hijos. «Cuando asi pienasi obran, esclama el señor Clemencin, los que deben con particularidad dar ejemplos y lecciones de la dulzura y mansedumbre evangélica, ¿cómo podremos estrañar la atrocidad y barbarie de los demas ?» Asi es que el pueblo encrudecido con tan atroces máximas se acostumbró á mirar como actos meritorios de religion y piadosos espectáculos los autos de fe y las hogueras. La delacion y la mútua desconfianza sucedieron á la antigua nobleza, tolerancia y generosidad castellana, por cuyo medio padecieron una total alteracion las

costumbres.

La inquisicion, que tuvo su orígen á principios del siglo XIII, en las provincias meridionales de Francia, se introdujo en Aragon el año de

mentarios sobre los libros de los Macabeos, obra dedicada al Papa Clemente VIII.

1242 con sus terribles armas, el secreto impenetrable en sus procedimientos, la forma insidiosa en los interrogatorios, la tortura y demas crueles penas (1). Sin embargo la persecucion se limitó entonces á la secta de los albigenses; y como de ellos hubo tan pocos en Castilla, no se consideró sin duda necesario en ella el establecimiento de aquel tribunal. Se ve no obstante igual espíritu de persecucion contra los hereges desde San Fernando que llevó un haz de leña para quemarlos, hasta don Juan II que cazaba á los de Vizcaya como si fuesen fieras montaraces (2). He alegado estos ejemplares para disculpar en algun modo á los reyes católicos, y en especial á la bondadosa Isabel de un error político y religioso que acarreó á la nacion tantos males.

Aquella ilustre reina debió de presentirlos, pues no se prestó á solicitar la bula del Papa para el establecimiento del santo oficio, sino á fuerza de importunos ruegos del clero, amonestaciones de algunos prelados de su confianza, y persuasiones de su esposo. Y aun despues de obtenida la bula no quiso que se llevase á efecto, hasta ensayar otros medios

(1) Llorente, Historia crítica de la inquisicion de España, tomo 1.o

(2) Mariana, Historia de España, libro 12, capítulo 11, y libro 21, capítulo 17.

de lenidad y persuasion. Asi es que mandó al cardenal Mendoza formar un catecismo que abrazase los principales puntos de la fe católica, debiendo el clero instruir en ellos á los judios, y exhortarlos á la conversion. No sabemos si se dió cumplimiento é esta benigna disposicion de la reina. Lo cierto es que dos años despues estendió un informe sobre este asunto una comision de eclesiásticos, el cual debió de ser poco favorable á los judios. Acaeció tambien que uno de estos publicó un violento escrito atacando la conducta del gobierno y aun la misma religion cristiana; y este escándalo exacerbó el odio popular contra los israelitas. En consecuencia se dió cumplimiento á la bula del Papa, nombrando en 17 de setiembre de 1480 dos frailes dominicos para inquisidores, y otros dos eclesiásticos, uno asesor y otro fiscal, mandándoles juntarse en Sevilla, y proceder desde luego á desempeñar sus cargos (1). Asi quedó establecido el monstruoso tribunal que deprimió el noble caracter de la nacion, estendió el sombrio terror del fanatismo sobre este fertil y hermoso suelo donde antes reinaba la alegria, y por espacio de tres siglos tuvo al ingenio español en vergonzosa servidumbre.

(1) Mr. Prescott, History &c. tomo 1.o, página 248 y siguiente.

APÉNDICE I.

Carta de Hermandad de los concejos de Castilla, hecha en 5 de mayo de 1295.

En el nombre de Dios é de santa Maria. Amen.

Sepan cuantos esta carta vieren como por muchos desafueros, é muchos dannos, é muchas fuerzas, é muertes, é prisiones, et despachamientos sin ser oidos, é deshonras é otras muchas cosas sin guisa, que eran contra justicia é contra fuero, é á gran danno de todos los regnos de Castiella, de Toledo, de Leon, de Gallicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jahen, del Algarbe é de Molina, que recebimos del rey don Alfonso, fijo del rey don Fernando, é mas del rey don Sancho, su fijo, que agora finó, fasta este tiempo en que regnó nuestro sennor el rey don Fernando; que nos otorgó é confirmó nuestros fueros et nuestros privilegios, é nuestras cartas, é nuestros buenos usos, é nuestras buenas costumbres, é nuestras libertades que hobiemos en tiempo de los otros

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