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cejos conforme á la antigua costumbre, don Juan II solo convocó los de algunas ciudades y villas, segun el mismo aseguraba en 1442 diciendo: sepades que en el ayuntamiento que yo fice en la noble villa de Valladolid.... los procuradores de ciertas cibdades é villas de mis reinos que por mi mandado fueron llamados &c. Estas espresiones se hallan repetidas en las cortes posteriores. El mismo abuso continuó en el reinado de Enrique IV y con mayor motivo; porque este monarca debil, corrompido y tiránico temia mas que el otro la representacion nacional. Asi se fué disminuyendo el número de los representantes del pueblo hasta quedar reducidos al cortísimo que espresé en el tomo anterior (1).

Desgraciadamente los pueblos no reclamaron su derecho representativo como debian, ya porque los cuerpos municipales segun la última organizacion eran por lo comun partidarios de la corona, ya porque habiendo quedado empobrecidos los mo

(1) No obstante lo dicho aun conservaban las cortes parte de su antigua entereza y energía. Asi es que habiendo impuesto don Juan II una contribucion sin acuerdo de ellas, á pretesto de urgente necesidad se esplicaban asi: « La buena costumbre é posesion fundada en rázou é en justicia que las cibdades é villas de vuestros reinos tenian de no ser mandado coger monedas é pedidos nin otro tributo nuevo alguno en los vuestros reinos sin que la vues

radores con las últimas guerras civiles, y el mal gobierno de aquellos tiempos, miraban con poco interes unas asambleas que no habian podido curar sus males, y ademas tenian por pesada carga el desembolso que era preciso hacer para el mantenimiento de los procuradores. Por otra parte las ciudades y villas de voto en córtes, muy pagadas de este privilegio, sostenian á principios del siglo XVI que segun el principio consagrado por diferentes leyes y la costumbre inmemorial, solo diez y ocho ciudades de estos reinos tenian el derecho de enviar los diputados á córtes.

Tal era en el último tercio del siglo XV el triste estado de la nacion, cuando el cielo deparó una heróica muger para levantar á aquella del polvo en que yacia, animada de nuevo vigor, y gloriosa sobre las demas que á la sazon ostentaban

tra señoria lo faga é ordene de consejo é con otorgamiento de las cibdades é villas de los vuestros reinos é de sus procuradores en su nombre, non queda otro privilegio ni libertad de que los súbditos puedan gozar ni aprovechar quebrantado el sobredicho &c. El rey dió la competente satisfaccion, prometiendo que esto no serviria de ejemplo para lo futuro. Los mismos abusos en el reinado de Enrique IV produjeron iguales reclamaciones y protestas de parte de la corona. Y aun en los despóticos reinados de Cárlos V y Felipe II hay casos de igual naturaleza, segun haré ver en su lugar.

su poder en Europa. Esto hizo la inmortal Isabel ausiliada por su diestro y sagaz esposo Fernando V de Aragon. Esta resurreccion portentosa del estado será el objeto de mis investigaciones despues de haber bosquejado el cuadro de las otras monarquías de la Península, que cual rios caudalosos sumidos al fin de su curso en el hondo mar, se incorporaron á la corona de Castilla para formar un vasto y poderoso imperio.

CAPÍTULO IV.

Estado social del reino de Aragon hasta que se incorporó con el de Castilla.

Don Jaime I rey de Aragon compitió en emi

nentes calidades con sus contemporáneos San Fernando y don Alonso. Gran caudillo como el primero acrecentó la monarquía aragonesa con la conquista de las islas Baleares, y del reino de Valencia; distinguiéndose en mas de treinta batallas campales. Ilustrado y amante del saber, como el autor de las Partidas, escribió sus hechos de armas, fomentó la instruccion pública; y en unas cortes que celebró en Huesca, reformó los antiguos fueros de Aragon, reduciéndolos á un corto volúmen (1).

(1) Abarca, Anales de Aragon, tomo 1.o, folio 292 vuelto, col. 1.a

La pérdida de Valencia fué un golpe mortal para los musulmanes, que habian convertido aquella region en un paraiso, segun acreditan todavia los canales de riego hechos por ellos, y afortunadamente conservados por las acertadas providencias de don Jaime y sus sucesores. ¡Cuál seria el regocijo de los aragoneses viéndose dueños de las fértiles campiñas que bañan el Guadalaviar y el Jucar, de tantas poblaciones ricas é industriosas, cuyos recursos eran inagotables! La civilizacion del reino aragonés se acrecentó como la de Castilla con los conocimientos científicos que conservaban los musulmanes. Su industria tuvo ya espacioso campo en que ejercitarse; aumentáronse los recursos de la corona; y la marina del reino de Aragon no tardó en dominar el Mediterráneo.

Oscureció don Jaime la gloria adquirida en tan señalados triunfos con los arbitrarios repartimientos que hizo entre los hijos que tuvo de dos matrimonios, lo cual dió origen á grandes disturbios en el reino. Los reyes, fundados en el derecho de conquista, consideraban como patrimonio disponible cuanto habian ganado á los musulmanes, segun indiqué en el tomo anterior. Los magnates, que tambien debian sus estados al mismo derecho, no disputaban aquella facultad al monarca para no perjudicar á sus propios intereses; ni el clero la resistia interesado en conservar las

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