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NTRE TANTO caminaba el mariscal Moncey hácia Cuenca, donde entró el once de Junio, encargado por Murat de dirigirse á Valencia con una division de ocho mil hombres. Debian agregársele algunos guardias de Corps, españolas y walonas, que aunque así lo hicieron, desertaron casi todos á la primera ocasion de las filas enemigas. D. Pedro Adorno, general en gefe de la division valenciana, que se hallaba todavía en Requena la víspera de que atacasen los enemigos, dispuso que las tropas de su mando se posesionasen de tres puntos que le parecieron mas ventajosos para la defensa. Al puente de Pajazo destinó tres mil quinientos hombres, á las Contreras trescientos tiradores diestros, mandando cortar un puente que habia de madera; y todo el resto de la division, que se hallaba acantonada en varias partes, la situó en Vadocañas, dando las correspondientes órdenes á los oficiales de los destacamentos para que sin dilacion acudieran á sus respectivas posiciones. A las seis de aquella misma tarde fueron trasportados los cuatro cañones que se hallaban montados junto á la ermita de S. Antonio de Requena, al puente de Pajazo, llegando á este punto entre las once y doce del siguiente dia; pero demasiado tarde para TOM. II.

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impedir la marcha á los enemigos, que á largas jornadas habian avanzado hasta allí. Pudiéronse, sin embargo, colocar dos piezas á la izquierda del puente, pero sin la infantería suficiente para protegerlas; porque no fue posible contener la desercion de los paisanos, que para este objeto habian acudido de Requena y Liria. Los suizos, en número de ochocientos, y doscientos hombres de guardias españolas, tomaron posicion á la derecha, que era el punto por donde los enemigos principiaron el ataque. La accion se empeñó con mucho denuedo por una y otra parte; pero envueltos los nuestros por la caballería, no fue posible ya contener el desórden introducido en nuestras filas, y pronunciados en derrota, dejaron la artillería en poder de los franceses, perdiendo bastante gente fuera de combate. Apenas llegó á Valencia la noticia de este descalabro, se apresuró la junta á despachar al P. Rico, para que con su actividad procurase activar la fortificacion del paso de las Cabrillas, donde se habian retirado algunas fuerzas de las que pudieron salvarse del ataque del puente de Pajazo. El P. Rico llegó á aquel punto á las once de la noche del veintitres, y despues de una breve conferencia con el comandante general Marimon, que tambien habia abandonado la posicion de las Contreras, y solo contaba con la escasa fuerza de trescientos soldados de línea y tres mil paisanos, y unos pocos artilleros, pasó á Buñol, para comunicar desde allí á la suprema junta el resultado de su mision hasta aquel momento. Al amanecer del veinticuatro, regresó al cuartel general de las Cabrillas, y acto continuo se mandaron algunas avanzadas, que á las once de la mañana se avistaron con el enemigo en la Venta-quemada, y despues de una pequeña escaramuza, se retiraron en buen órden; mientras el gefe de nuestra division disponia que se espusiese el augusto Sacramento en la iglesia de Buñol. Moncey, avanzando siempre, sin encontrar en ninguna parte resistencia notable, llegó hasta la fuente del Alamo, de donde desalojó tambien á los guardias walonas y españolas, que se defendieron con pasmosa bizarría, á pesar de su reducido número ; pero el resto de la division se dispersó á la desbandada, porque era imposible á los paisanos resistir en línea á los valientes legionarios del imperio francés. En esta dispersion se salvó con bastante dificultad el P. Rico, que, superando mil riesgos, logró entrar en Valencia y dar parte á la junta de los progresos de Moncey; bien que un peloton de nuestros soldados hizo una resistencia briosa, apoyados

por unos doscientos paisanos, consiguiendo matar trescientos caballos enemigos, y hacer un gran número de heridos. Atacados, empero, por retaguardia estos valientes, y replegados sobre una eminencia, cedieron el triunfo al enemigo, quedando muertos unos, y los restantes prisioneros. En este ataque perdimos un cañon y un obus, de que no pudieron apoderarse los franceses, porque rodó inesperadamente al profundo de un barranco. Sobre la marcha entró la vanguardia de Moncey en Buñol, precisamente cuando sus vecinos ancianos y mugeres se hallaban reunidos todavía en la iglesia, ocupados en orar por el triunfo de nuestras armas. El terror que precedia siempre á los egércitos franceses durante aquella prolongada guerra, aumentó la consternacion de aquellas gentes, á quienes arred raba ya profundamente la aproximacion de los enemigos. Todos abandonaron la iglesia, y el cura no fue de los últimos; pero cogido por los soldados franceses, lo condujeron á la Venta-quemada, salvándose de la muerte por la gratitud de algunos oficiales, á quienes en alguna ocasion habia prestado igual servicio. Noticioso Moncey de este suceso y de las tropelías, que á pesar de sus órdenes terminantes cometia la soldadesca en el pueblo de Buñol, tomó las mas eficaces medidas para conservar la disciplina; aunque el pueblo, aterrado ya, no podia disfrutar de un momento de reposo.

Establecido en la venta de Buñol su cuartel general, dirigió Moncey una comunicacion al capitan general de Valencia, su fecha veinticinco, por conducto del capitan D. Manuel Gamindez, prisionero de guerra, que ofreció y cumplió despues religiosamente volver á su destino con la contestacion que recibiera.

«Por desgracia, decia el mariscal francés, se ha derramado ya bastante sangre: á todo hombre de honor y sensible le debe ser tanto mas doloroso, cuanto que los intereses de la Francia y de la España están inviolablemente unidos por los vínculos de familia. «Recibí la órden de S. A. I. y R. el gran duque de Berg, lugar-teniente general del reino, para marchar á Valencia, y sosegar las turbulencias de esa ciudad.

"Mis tropas en su marcha han observado la mas exacta disciplina, y no han cometido hostilidad alguna; pero han tenido que rechazar la fuerza con la fuerza.

«El cariño que profeso á la nacion española, me ha obligado á constituirme intérprete de la voluntad del rey, dando libertad á

todos los prisioneros, y enviando á sus hogares á todo el que no era militar.

«Mañana continuaré la marcha hácia Valencia: las tropas francesas serán allí la proteccion y el apoyo de las autoridades legítimas. Unicamente los asesinos serán castigados; pero con sujecion á las leyes de su pais. Las propiedades y las vidas de todos los vecinos, sean de la clase que fueren, serán religiosamente respetadas. <«<Si la ciudad de Valencia no entra en el órden y en su deber, me veré precisado, contra mi voluntad, á tratarla con todo el rigor de las leyes militares.

«Me propongo situarme mañana entre Valencia y Chiva: estableceré mi cuartel general en la Venta: os pido, pues, señor capitan general, que espidais vuestras órdenes, á fin de que se remitan al egército los víveres y forrages que le son necesarios. Tengo el honor, etc."

Inmediatamente que el capitan Gamindez entregó esta comunicacion á la junta, se redactó acto continuo una contestacion digna de aquellos momentos de entusiasmo, y de que el mismo oficial fue el portador. » La suprema junta de este reino, decia, que reune la soberanía por decision del pueblo, ha leido la carta de V. E. del veinticinco del corriente, y tomando igual parte en sus nobles sentimientos acerca del derramamiento copioso de sangre que va ocasionando en España el contenido de la gaceta del veinte de Mayo, de lo que no puede ignorar V. E. quién ha sido el principal causante; ha resuelto se conteste á V. E. que esta está decidida á repeler la fuerza con la fuerza para sostener sus sagrados derechos y á su jurado soberano el Sr. D. Fernando VII." Al dia siguiente veintiseis recibió la junta otro mensage verbal por conducto del coronel D. Bartolomé Solano, segun el cual intimaba el mariscal francés, que si la ciudad no capitulaba, entraria á sangre y fuego, provocando irremisiblemente un asalto. El coronel Solano se habia encargado de este mensage en la venta de Poyo, hasta donde habia avanzado el egército enemigo. Pero confiada la junta en la decision de un gran pueblo, que la inminencia del peligro unia de una manera altamente prodigiosa, contestó al mariscal en los términos siguientes: »Las fuerzas de V. E. son muy diminutas para acometer esta ciudad y al disperso gentio de su vega, que aunque indisciplinado, siempre son hombres. Faltando la libre comunicacion para Cataluña, ocupada Cuenca,

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