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Procuraron ellos valerse del mismo sistema, para lo que establecieron arsenal en Sanlúcar de Barrameda, trayendo de Francia maestranza y marinería; pero aunque llegaron á ná contar con más de veinte lanchas, no pudieron hacerlas pasar de Rota, teniéndolas siempre en jaque las nuestras.

Muy reñida fué la posesión del caño del Trocadero, por su situación y condiciones, frente à Puntales. Defendíalo el Castillo de Matagorda, que con guarnición de britanos se mantuvo dos meses, sosteniéndolo un navío de línea acoderado en las inmediaciones; pero no obstante la considerable pérdida que sufrían los franceses, lo expugnaron, haciendo necesario el abandono, después de clavar la artillería.

Al Consejo de Regencia, como á la guarnición de Cádiz y á la Marina, inquietaba, más que nada, la custodia de prisioneros hechos en Bailén y en la escuadra de Rosily, que, por no haberse cumplido la vaga capitulación de Andújar, estaban sirviendo de embarazo y gasto, el mayor número en navíos habilitados de pontones. Se negoció con Inglaterra la cesión de cierta parte, consiguiendo se hiciera cargo de unos cuatro mil; otras se fueron enviando á las islas Canarias y Baleares, à medida que se presentaba proporción de viaje de buques de guerra, que era de tarde en tarde '.

Nuestros aliados los ingleses se preocupaban de asunto que, al parecer, más les interesaba. Porque temi eran que los enemigos llegasen á apoderarse de la plaza y su puerto, aunque no lo decían, ó porque sencillamente les parecía que estaba en peligro el crecido número de bajeles reunido en la bahía y en el arsenal, pidieron con instancia una y otra vez que se pusiera en seguridad, conduciéndolo á otros parajes, para lo que invocaban el Tratado de Londres de 1809, en que así se había decidido, y bien quisiera la Regencia del reino cumplirlo; no lo resistía, sólo que carecía de medios para hacerlo efectivo. Ese material, con que pudiera for

1 De la suerte infeliz que cupo á los relegados en la isla Cabrera, ha trazado cuadro conmovedor D. Miguel S. Oliver en su libro Mallorca durante la primera revolución (1808-1814).—Palma, 1901, libro premiado por la Real Academia de la Historia en el concurso del año 1902.

marse escuadra poderosa, de nada servía por el momento, por falta de pertrechos, de aparejo y armamento, y mayor aún, de gente con que tripularlos. Ni aun la necesaria para la guarda de los cascos había, sin desatender al servicio preferente de las fuerzas sutiles, por lo que de día en día se iba demorando la traslación de los vasos, haciendo de los más tan escaso aprecio, que se mandaron desguazar ó deshacer los más viejos para suplir la falta de leña experimentada en la plaza, y tras ellos tuvo el mismo destino el navío de tres puentes Conde de Regla, alegando necesitaba carena costosa que no era posible emprender.

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Esperando oportunidades, visitó el 6 de Marzo á la bahía de Cádiz un temporal de los más furiosos que se recordarán 1. Antes del medio día hicieron señal de rotura de cable los navíos Plutón y San Ramón, señal que repitieron, por haberles faltado el segundo, haciéndola igualmente el Montañés y otros buques, que pedían vanamente auxilio, porque ni de tierra ni desde los demás era posible dárselo.

La noche, esperada con temor por todos, vino, aumentando de furor el viento; los cañonazos y las señales de auxilio se repetían por todos lados, sin distinguir siquiera los que los hacían; oíanse gritos angustiosos, mezclados con el ruido siniestro de los abordajes de buques que, desamarrados, se iban sobre otros, partiendo sus amarras ó desarbolándolos; todo era confusión y espanto en aquel cuadro aterrador.

Al amanecer el día 7 se descubrió sin palos y encallado en la boca del río San Pedro el navío Montañés, y no muy distantes en igual situación cinco buques mercantes. La fragata Paz, abordada con la corbeta Mercurio; otra corbeta inglesa, completamente desarbolada, con el navio Plutón; y éstos y otros muchos buques, que más ó menos habían sufrido con el tiempo, continuaban pidiendo auxilio.

Los navíos Concepción y San Ramón resistieron hasta las doce, hora en que, faltándoles el último cable, se fueron á la costa y picaron los palos; el Plutón quedó también al garete,

1 Parte de D. Juan Villavicencio, Comandante general de la escuadra, el 13 de Marzo de 1810.—Archivo del Ministerio de Marina.

pero, más á barlovento, pudo aguantarse con el contrafoc y la vela de estay de gavia, y montó el castillo de Puntales, imitándole, aunque no con tan buena suerte, la fragata Paz, la corbeta Mercurio y la Casilda.

Aún siguió el temporal en la noche causando nuevas averías á los buques; al amanecer del 8 eran pocos los que no tuvieran alguna, contándose en la playa, desde el Trocadero á la boca del río San Pedro, los tres navíos indicados, el portugués María, una corbeta inglesa con tropas y 17 buques mercantes. El navío Principe de Asturias, de la insignia, había partido el timón; la Casilda, que debía salir para Montevideo, desarbolada de todos sus palos, varó sobre la Cabezuela; se fué á pique la fragata mercante, abordada con el Plutón; la Paz sufrió de nuevo el choque del navío inglés Baluarte, al que faltaron los cables; el Miño perdió el bauprés, y sería interminable la relación de las averías de menor importancia que tuvieron los demás buques.

Felizmente empezó á ceder el viento en este día; cayó proporcionalmente la mar, y con las mejores embarcaciones se procuró auxiliar á los náufragos, empezando por salvar las tropas de la corbeta inglesa; pero, aprovechando también el cambio favorable del tiempo, empezaron los franceses á saquear los buques más inmediatos á la playa, y situaron en ella baterías para ofender á los navíos varados é impedir los auxilios. El Concepción sostuvo el fuego, manteniéndolos en respeto; pero si mediante sus esfuerzos y el de faluchos cañoneros, que se colocaron después en las inmediaciones, se logró conseguir que el enemigo no se utilizase de la artillería y pertrechos de aquellos buques, tampoco, por nuestra parte, pudo trabajarse en su salvamento, aunque para ello se comisionó expresamente al brigadier D. José Meléndez con las lanchas de defensa del puerto. De noche y en la pleamar era más factible burlar la vigilancia del enemigo, y extraer algún azogue del que tenía á bordo el navío San Ramón, pólvora y armamento de los otros.

Los franceses aumentaron de su lado los medios de ofensa, hasta imposibilitar la aproximación al navío Montañés, el más

inmediato á tierra y que quedaba en seco á bajamar, por lo que se pensó en incendiarlo, si bien no llegó á ser necesario, pues el enemigo empezó á disparar bala roja contra todos los buques, y muy luego ardieron el portugués, San Ramón, Concepción, Montañés y fragata Paz.

El 12, á medio día voló el San Ramón, siendo pequeña la explosión por haberse extraído ya la mayor parte de la pólvora; y como, á pesar del incendio, se sacó la totalidad en los otros buques, no hubo que lamentar mayor número de desgracias personales, que de ahogados no fué corto.

La fuerza del temporal debió de ser extraordinaria, y su larga duración contribuyó, en gran parte, á tantos siniestros; mas no poco ha de achacarse al estado de penuria en que se encontraban nuestros buques, como antes se ha dicho; los cables de muchos de ellos estaban en mal estado, y no había en los arsenales con qué reemplazarlos; las tripulaciones eran tan escasas, que en alguno de los navíos no alcanzó para sacar de la bodega el cable de la esperanza, que lo hubiera tal vez salvado de la pérdida; y siendo reducidas, lejos de componerse de hombres de mar que suplieran el número con la inteligencia, eran, en la mayoría, gente de leva, que buscaba la primera oportunidad para desertarse 1.

Tres de los navios servían de depósito de prisioneros, y para su custodia se habían fondeado en las inmediaciones otras tantas lanchas cañoneras. Éstas se fueron á pique en el temporal, y era de presumir que, aprovechando la ocasión, se sublevaran los detenidos y picaran los cables con la certeza de dar en la costa ocupada por sus compatriotas. La inminencia del peligro avivó la vigilancia de los oficiales, y ninguna novedad ocurrió.

Fuera de la bahía sufrió los efectos del temporal la cañonera Tigre, una de las que tenía á las órdenes el teniente de navío D. Lorenzo Parra, para vigilar la costa comprendida entre los ríos Guadalquivir y Guadiana, y con las que había quemado un místico y varios barcos que los franceses arma

1 Parte citado del general Villavicencio.

ban de corsarios. La Tigre embarrancó en la barra de Huelva, pero se salvó toda su gente.

Tocando las consecuencias del accidente, se volvió á tratar en el Consejo de Regencia de poner en práctica cuanto antes las resoluciones de sacar de la bahía á los prisioneros y á los barcos; y continuando en la discusión y en el cálculo de los medios, repitió los días 14 y 15 de Mayo el temporal, si no con la fuerza del primero, con la suficiente para causar averías y roturas de cables en los navíos españoles San Telmo, Asia, Fulgencio y el inglés Baluarte, viéndose muy expuestos los dos últimos. Lo que se temió la vez anterior, ocurrió ahora: el navio Castilla, tal vez con ayuda de los de dentro, rompió sus cables medio podridos, é impelido del viento y la mar, se fué à la playa del Trocadero, no muy distante de su punta. Se hallaban en él 300 oficiales franceses prisioneros y otros tantos soldados asistentes, que empezaron á arrojarse al algua cuando enviaron los de tierra en su auxilio tropa de caballería y algún bote pequeño. No se les hubiera tirado en medio de su aflicción, si los sitiadores no trajeran á aquel paraje dos cañones violentos con que incomodaban á nuestras lanchas; esto promovió tiroteo, con algunas desgracias. Hubiera sido fácil poner desde el principio fuego al pontón; la humanidad repugnaba este partido, aunque, por otra parte, era muy interesante que los enemigos no se apoderasen de los deshechos de un buque, cuyos hierros y maderas le ofrecían por sí solos acopio de materiales para sus obras; á la caída, pues, de la tarde, cuando ya el pontón se consideraba vacío, le pusieron fuego los ingleses; al punto ardió, y se consumió hasta flor de agua en el discurso de la noche 1..

Todos los otros pontones se habían desamarrado y siguieran el mismo camino si, de acuerdo los comandantes de las escuadras española y británica, no acudieran activamente á repartir los prisioneros en sus respectivos navíos, interin los depósitos volvían á asegurarse. Consiguieron, sin embargo,

1 Diario de la Regencia.

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