Imagens das páginas
PDF
ePub

:

Asumiendo entonces Cochrane una actitud de abierta rebelión, se apoderó de los caudales en Ancón; devolvió algo á los particulares que justificaron su propiedad, y con el resto, que ascendía, al decir de él, á 205.000 pesos, pagó un año de sueldos atrasados.....

Cerrado así el camino á un avenimiento, el Protector se armó de toda energía y le reprobó su conducta, haciéndole responsable del atentado, y ordenándole inmediatamente que zarpara para los puertos de Chile.

De ese modo se cortaron para siempre las relaciones entre la escuadra chilena y el Gobierno protectoral, y se desataron los vínculos sagrados de una mancomunidad gloriosa.

VINDICACIÓN DE LORD COCHRANE

La conquista del Perú no había producido á los aventureros extranjeros grandes ventajas; se necesitaron hombres para aquella grande empresa, y los enemigos de España los encontraron. Pero los aventureros que tripularon los buques de la escuadra de Chile necesitaban el estímulo de las buenas pagas. Cuando tripularon el gran Chimán, de la Compañía de la India, de 50 cañones de porte y los demás buques vendidos por comerciantes europeos, los chilenos hicieron grandes promesas al lord Cochrane y á sus marinos; les ofrecieron grandes sumas si se apoderaban de los buques de guerra españoles y si desembarcaban sin peligro las tropas expedicionarias en el punto que el general en jefe designase. Terminada satisfactoriamente su empresa, el Almirante inglés pidió el cumplimiento de lo que se había pactado; pidió 150.000 pesos de haberes atrasados; 110.000 pesos, premio ofrecido por la toma de la fragata Esmeralda; 50.000 pesos para los que le auxiliaron, y 110.000 pesos por el valor del mismo buque, sus pertrechos, víveres y armamento; de manera que Cochrane reclamaba para sí y para las tripulaciones de sus buques 420.000 pesos y las pagas de los últimos meses.

Disputábanse chilenos y peruanos sobre quién había de pagar aquellas cantidades: los marineros, que tan bien las habían ganado, pues á ellos se debió la victoria, no podían ver cómo los políticos y militares peruanos y chilenos despilfarraban el botín, y se quejaban. El Almirante se hizo el intérprete de sus quejas, y los políticos aduladores de San Martín se dieron por ofendidos por el lenguaje que dicho almirante empleara. Cochrane, que no se dejaba intimidar ni convencer fácilmente, á los sofismas de los diplomáticos chilenos y peruanos, tan sutiles como suaves, contestó con una vindicación, en la que se encuentran los siguientes párrafos:

1 Don Gil Gelpi y Ferro, Estudios sobre América, parte cuarta, pág, 100.

TOMO IX.

21

<<Del estado de destitución en que permitió usted (San Martín) en que estuviese la escuadra, dejándola aun sin los víveres necesarios, aunque los medios que poseía para cubrir las resquisiciones fueran infinitamente aumentadas con su nuevo poder como Protector, estaba evidente que había usted concebido que había otros medios para conseguir una escuadra que el de comprarla. Y así como el hambre obligó á la tripulación de la fragata Laútaro á abandonarla, lo demás de la escuadra hubiera sufrido igual suerte si yo no hubiese permanecido á bordo, y así se lo participé por mi nota de 12 de Agosto, con la mira de guiar la tempestad que usted

estaba formándose.....

>>Llegamos ahora á esa memorable hazaña que usted dice hará mi nombre para siempre abominable; un hecho de cuyo logro me alegro más que casi de ninguno durante toda mi vida, no solamente porque me ha salvado la mortificación y la desgracia de parecer embaucado por un hombre como usted, sino porque fué el primer golpe dado á ese sistema de despotismo que usted había empezado á entronizar, y que después ha sucumbido tan completamente al dócil pero determinado pueblo peruano.

>>Sin entrar ahora en la cuestión si fué prudencia ó temor lo que indujo á usted á embarcar el dinero en los transportes y buques mercantes en Ancón, y sin tomarme el trabajo de repetir su aserción de que no había un buque de guerra en que potlía haberlo hecho (aunque la Laútaro, de 44 cañones, estaba anclada en ese fondeadero), pasaré de golpe á la cuestión más interesante, que es si los pasos que dí tocante á ese dinero fueron estimulados de la avaricia ó dictados de un conocimiento de mi deber. Usted afirma que yo saqué todo el dinero que había en los transportes, sin exceptuar el de particulares. En esto no corre riesgo mi veracidad, puesta en competencia con la de usted, porque no tomé los 40.000 pesos pertenecientes al Sr. Ramírez, quien tenía permiso para embarcarlos, sino un documento de efecto contrario. Todo el dinero que reclamó el comisario del Ejército dejé sin tocarlo, aunque usted afirma lo contrario. También dejé ese importante caudal que consideré la propiedad personal de usted å bordo de la goleta Sacramento, que había botado su lastre para abrir lugar á la plata, y que, además de oro en pasta, tenía á bordo siete zurrones de onzas, que formaron las cargas de cuatro mulas, conducidas por su legado Paroissien, cuya tornacarga se compuso de efectos de contrabando, sacados del bergantin Rábena. Además de estas sumas que quedaron intactas, cuanta propiedad perteneciente á particulares que tenían algún comprobante de su derecho, fué inmediatamente restaurada, cuyo total pasaba de 40.000 pesos más, y cuyos recibos originales han sido entregados al Tribunal de Cuentas de Santiago. Yo tomé únicamente dinero del Gobierno y el de

contrabando, y el único destino que le dí fué el de pagar un año de sueldos á los oficiales y tripulaciones de la escuadra, y bien sabe usted que dejé mi derecho pendiente, y no tomé para mí un peso.»

Tratando luego de las intrigas de San Martín, cuando quería hacerse dueño soberano del Perú, lo que nunca hubiera conseguido sin el auxilio de la escuadra mandada y tripulada por los aventureros europeos y angloamericanos, dice el almirante Cochrane lo siguiente, que es en extremo curioso:

<<Debe confesarse que su carta del 26 de Septiembre, que me autoriza, no solamente para pagar el dinero como gustaba, sino para guardar el sobrante que hubiera (como usted expresa) en mi propia posesión, y dar cuenta únicamente á mi propio Gobierno, llevaba consigo un semblante bondadoso y un grado de liberalidad que hubiera merecido mi aprecio, después de todo, si no hubiera sido por una ocurrencia que hubo en la misma noche del 26 de Septiembre, que me redujo ́á creer que esta afec tada liberalidad era fingida con un designio siniestro. A la media noche recibí un mensaje del Galvarino informándome que sus dos edecanes, el coronel Paroissen y el capitán Spry, acababan de separarse de dicho bergantín y á dirigirse á uno de los otros buques de guerra, y poco después el capitán del Araucano me trajo un papel que estos dos caballeros habían dejado á bordo para él, quienes pasaban á los diferentes buques distribuyendo copias del mismo: el objeto del contenido era manifestar que usted, y no yo, tenía la autoridad y el mando de la escuadra, y que consiguientemente no debían obedecerme á mí, sino á usted, aunque usted había enarbolado otra bandera y colocádose á la cabeza de un Gobierno distinto. La conversación que estos caballeros tuvieron en el curso de la excursión nocturna con los comandantes de los buques de guerra, tocante á estados y honores, evidencia que la magnificencia suya de noche era de una pieza con su liberalidad de día, y dirigida exactamente al mismo fin, á saber, la posesión de la escuadra por San Martín. Al fin estos caballeros instrumentales, hallando que estaban descubiertos, tratando de salir del apuro lo mejor que podían, y habiendo llegado á la O'Higgins á eso de la una de la mañana, el de más suposición, el coronel Paroissien, pidió permiso para verme á mí, lo que siendo concedido, él empezó á condolerse de la infortunada diferencia que dijo existía de resultas de la toma mía del dinero (una diferencia que al parecer había terminado con la carta de usted de la mañana de ese día), y después empezó á expresar su sentimiento de que yo había de perder la mejor finca del Perú; que él, siendo uno de los comisionados al efecto, me había escogido; una finca, repitió S. S., que excedía á todas las demás en belleza y en valor. Habló también de las dis

tinciones honorabilísimas que me aguardaban, y notó que la situación de Almirante de una nación rica y poderosa como el Perú, era mucho más apetecible que la de Vicealmirante de Chile. En cuanto al capitán Spry, el edecán de subalterno, quien disfrutaba en el servicio de usted de su mesa y de su confianza, después de haber sido despedido por sentencia de un consejo de guerra del mando de su buque, por desobediencia, y quien por su subsecuente insolencia en desempeño de la confianza de usted, temía justamente que yo le castigase, y prudentemente quedó en su bote durante la conversación; una conversación cuyo objeto he descrito yo, y que no vacilo en escribir á usted como la copiosa fuente de tan miserables empresas seductoras.>>

Los gobiernos y los pueblos de Chile y del Perú al leer en mal castellano la contestación de Cochrane, comprendieron bien su contenido.

NÚMERO 3

Entrega á los disidentes en Guayaquil de las fragatas «Prueba» y «Venganza» y de la corbeta «Emperador Alejandro».

Acontecimiento inaudito, de execración é infamia, que con los nombres. de los autores debe pasar á la posteridad, lo juzgó el vicealmirante Pavía ', haciéndose eco de la opinión general en la Armada.

Hubo de espantar, porque el principal, D. José Villegas, era oficial de buen concepto y de inmejorables antecedentes. Siendo teniente de navío durante los apuros de la guerra con los franceses en 1808, se brindó voluntariamente á llevar comunicaciones oficiales y noticias á Lima con el jabeque San Sebastián, y lo hizo valientemente, montando el cabo de Hornos con el buque latino y entregando al Virrey los despachos.

Desde entonces echó en el país las raíces que habían de producir el nauseabundo fruto. En la misma tierra concluyó su vida, experimentando la suerte común á los traidores, despreciado y sin que el Gobierno disidente lo empleara nunca.

El comandante de la Venganza D. José Joaquín Soroa, participó de los efectos de la opinión como firmante del deshonroso pacto. Que los oficiales y tripulaciones lo resistieron y procuraron evitarlo con la fuerza, consta por testimonios del secretario de lord Cochrane y del historiador chileno Bulnes, á más de la referencia oficial en el archivo del Ministerio de Marina 3. El general Camba dió á luz el documento infame, como sigue *:

3

[blocks in formation]

↑ Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú, t. II, pág. 331.

NEGOCIACIÓN CONCLUÍDA ENTRE EL GOBIERNO INDEPENDIENTE DE LA PRO-
VINCIA DE GUAYAQUIL Y EL JEFE DE LA ESCUADRA ESPAÑOLA QUE BLO-
QUEABA ESTE PUERTO.

Junta de Gobierno.-Invitado el Gobierno á entrar en negociaciones con el Comandante en jefe de los buques de guerra españoles Prueba y Venganza, convino en el nombramiento de comisionados por una y otra parte para que ajusten un convenio acomodado á las circunstancias. Lo que ha resuelto se ponga en conocimiento de V. S. por si, pesando la importancia de esta negociación, quisiese, en ejercicio de su carácter público, hacer proposiciones que, sin dañar los intereses de esta provincia, las creyese V. S. ventajosas al Estado del Perú, cuya representación lleva V. S. tan dignamente. Dios guarde á V. S. muchos años. Sala de gobierno de Guayaquil y Febrero, 15, de 1822.--José de Olmedo.-Señor general D. Francisco Salazar, agente diplomático del Perú.

Contestación.-Guayaquil y Febrero 15 de 1822.-Excmo. Sr.: Me es muy satisfactoria la comunicación que me ha dirigido V. E. con esta fecha relativa á poner en mi conocimiento la invitación que ha hecho al Gobierno el Comandante en jefe de la escuadra española para entrar en negociaciones que hagan cesar los males de la guerra, y en su consecuencia he nombrado al coronel D. Manuel Rojas con instrucciones y poderes suficientes para hacer proposiciones por el Estado que represento, dejando á cubierto y sin perjudicar los intereses de esta benemérita provincia. Tengo la honra de reiterar á V. E. los sentimientos de mi mayor consideración.-Francisco Salazar.-Excmo. Sr. Presidente y Vocales de la Junta de Gobierno.

TRATADO

Don Esteban José Amador, Alcalde ordinario, Presidente del Tribunal de Imprenta y de las Juntas de Policía y Contribución, y D. José Hilario de Indaburo, capitán de los ejércitos de la patria y primer Edecán de la Suprema Junta de Gobierno de Guayaquil, comisionados por ella; D. Joaquín de Soroa, capitán de fragata y Comandante de la fragata de guerra española Venganza, y D. Baltasar Vallarino, alférez de navío de la misma nación, comisionados por el señor capitán de navío y comandante de las fuerzas marítimas de guerra españolas D. José Villegas, el coronel graduado del ejército libertador del Perú D. Manuel Rojas, benemérito de la orden del Sol, comisionado por el general de brigada y agente diplomático del Estado del Perú; reunidos en la Sala Consistorial con el objeto de poner fin y término á las calamidades de la guerra por medios decoro

:

« AnteriorContinuar »