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su propósito los que estaban á bordo del Argonauta, y este navío se fué también á la costa del Trocadero el día 26, con cuyo motivo empezó vivo fuego de una y otra parte, haciéndolo los prisioneros contra los botes, apoderados de las armas de la guardia. Entretanto los de tierra sacaron con botes de Puerto Real mucho número de ellos y se creyó lo hiciesen con todo.

Pasados tres días, se temía que los enemigos se apoderasen del casco, con el que pudieran adelantar una batería formidable contra la bahía, ó, por lo menos, que se proveyeran de los materiales para sus obras; se decidió, por tanto, no retardar más el incendio: se acercaron nuestras lanchas y las inglesas, y se vió que aún había gente á bordo; tratóse de persuadirla á entregarse, advirtiendo que se iba á poner el fuego, y no dando oído á las intimaciones ni á las amenazas, se le incendió, en efecto, á las cinco de la tarde; á las siete ardía con actividad, y durante la noche se consumió. Descubrióse que los médicos y asistentes franceses, que eran tratados con toda consideración, habían sido los que desamarraron al Argonauta, y desde entonces se destinaron profesores españoles á los otros pontones 1.

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Esta vez, como se contestara á los requerimientos del Almirante inglés con la triste verdad de no haber medios con que habilitar los bajeles, se brindó á facilitarlos, y entregó efectivamente, cables, jarcia de todas menas y aun marinería de sus navíos, y así pudieron salir para la Habana en el mes de Septiembre dos de tres puentes, Santa Ana y Príncipe de Asturias, y para Mahón otros dos de tres puentes, San Carlos y Fernando VII, y cuatro de á 74, Neptuno, Glo rioso, Paula y San Justo. No alcanzaron á más los recursos prestados, por lo que otro de los navíos de 74, el Vencedor, se entregó al referido Almirante, que lo habilitó, embarcando 70 marineros de su nación, al mando del teniente de navío John Cook.

Escoltado por el de la misma clase Rodney, salieron á la

1 Diario de la Regencia.- M. Eugène Sué tomó asunto del suceso para una de sus novelas.

mar el 28 de Septiembre, emprendiendo el viaje que no había de acabar con ventura. Sufrieron el 28 de Octubre temporal más molesto de lo que fuera estando el buque en buenas condiciones. El Rodney dió remolque al compañero, que, por llevar la artillería en bodega, balanceaba desmesuradamente. La mar gruesa partió el calabrote y también el timón del Vencedor, atravesándolo en disposición comprometida,

Perdiéronse de vista las luces del Rodney, y aislado continuó luchando el otro con las dificultades, agravadas con habérsele inutilizado las bombas. El 31 se encontró aconchado sobre la costa occidental de Cerdeña, y fondeando las anclas, faltaron los cables, cayendo el navio en la reventazón. No quedaban esperanzas de salvar el buque; picaron los palos; construyeron jangadas y la gente pudo salvarse en parte. Catorce hombres se ahogaron 1.

Poca cosa influían las operaciones del sitio de Cádiz en la vida ordinaria de la población, abundantemente proveída por los convoyes ó buques sueltos que continuamente llegaban del condado de Niebla, de los puertos libres del Mediterráneo y de los de Berbería. En Málaga y en Sanlúcar disponían los franceses de algunos corsarios pequeños, que, más por astucia que por fuerza, procuraban hacer daño confundidos con los barcos de cabotaje, aunque las fuerzas sutiles los escarmentaban. Tampoco se interrumpió la comunicación ni el movimiento de tropas con que el Gobierno de la Regencia mantenía el buen espíritu en la Península, aunque no todas alcanzaran feliz resultado, como sucedió con la distinada á molestar á los invasores en las provincias del Norte.

Esta última se hizo á la vela en Coruña el 14 de Octubre, á las órdenes del mariscal de campo D. Mariano de Renovales, gobernando el capitán de navio D. Joaquín Zarauz las fuerzas navales, compuestas de la fragata Magdalena, de 38 cañones; del bergantin Palomo, de 18; de la goleta cor

'La artillería y otros efectos del Vencedor que pudieron extraerse, se cedieron al Gobierno de Cerdeña á cambio de granos para la Marina.

saria Insurgente Roncalesa; una balandra inglesa, con el comodoro Mens y 20 buques transportes. En Ribadeo se unieron al convoy la goleta Liniers, los cañoneros Corzo, Estrago, Gorrión, Sorpresa y 15 transportes más.

El 19 desembarcaron las tropas del ejército en la concha de Gijón, uniéndoseles una compañía de infantería de Marina formada con las guarniciones de los buques; la brigada de artillería del mismo cuerpo, que transportaba la Magdalena, y alguna fuerza inglesa, que hizo subir el total de la división á mil y pico de hombres. Atacaron inmediatamente á la plaza, en combinación con las columnas de Porlier y de Castañón, que bajaron de las alturas próximas, y la entraron, retirándose la guarnición francesa por el camino de Oviedo.

La Marina se ocupó con diligencia en inutilizar la artillería y extraer del puerto los buques mercantes, verificando al amanecer del 20 el reembarco de las tropas, por noticia de estar próximo el general francés Bonnet, que había reforzado á la guarnición, y, en efecto, volvió á ocupar la plaza, obligando la superioridad de sus fuerzas á que se retirasen los buques, después de un tiroteo que duró hasta la noche.

Siguió la expedición á Santoña, en cuya concha fondeó el 23, y apenas lo había hecho cuando se declaró el viento del Noroeste duro, poniendo en peligro á los buques mayores, que hubieron de picar los cables y hacerse á la vela, mientras los menores se amarraban dentro, al abrigo. Estas prevenciones no bastaron á la seguridad de los cañoneros, que se perdieron el 26, acogiéndose su gente á los buques del convoy.

Malograda con el contratiempo la expedición, el 29, que abonanzó el tiempo, entraron la Magdalena, el Palomo y dos transportes en Vivero, donde se hallaba la fragata de guerra inglesa Narcisus. El viento se mantuvo bonancible hasta el 2 de Noviembre, en que volvió á declararse el temporal y causó averías á las embarcaciones menores, que acabaron por zozobrar ó estrellarse en la playa. La Magdalena y el Palomo, que habían abandonado dos cables en Santoña, se consideraron en riesgo con los dos restantes, al ver que á la venida

de la noche recalaba más gruesa la mar, y que ésta impedía toda comunicación con tierra. A las dos de la madugada faltaron, en efecto, los cables de la Magdalena y se abordó con la Narcisus, con que estaba enfilada. Los ingleses picaron sin pérdida de tiempo sus palos y jarcia, con lo que lograron zafarse, al paso que la Magdalena, violentamente lanzada por la mar, chocó en la playa de Cobas.

Horrible debió de ser el momento: la fragata tenía á bordo, á más de la tripulación, á la brigada de artillería de Marina y á las dotaciones de los cañoneros perdidos en Santoña, y todos, con jefes y oficiales, perecieron en la resaca, de la que fueron sacados con vida solamente ocho hombres, estropeados ó mal heridos.

El Palomo, después de picar los palos, aunque había fondeado un anclote con dos calabrotes en ayuda de las anclas, fué también á la playa de Sacido, y allí, barrido por la mar, procedió la gente á construir jangadas con pipería y madera de respeto. Dos marineros, hábiles nadadores, que se brindaron á llevar un cabo á tierra, sucumbieron en la noble empresa; los demás pasaron la noche asidos á los restos del bajel, mientras no se sumergieron con ellos. Unos 25 hombres, magullados y ateridos, en su número el comandante, teniente de fragata D. Diego Quevedo, llegaron á ganar la tierra.

Aun hubo que sentir otra desgracia, que sirvió de lucimiento. El cañonero Estrago, mandado por el alférez de navío D. José Aguiar y Mella, se halló el 23 de Octubre sobre Santoña con la cubierta hundida y desguarnecido el casco de resultas de las operaciones de Gijón. Comprometido sobre la punta del Oriñón, pidió auxilio á un bergantín inglés de guerra, que le dió remolque, llevándole de la vuelta de afuera; pero la violencia de la mar lo anegaba y tuvo que solicitar del comandante inglés que recogiese la gente á su bordo ó virase de la vuelta de tierra, lo que no hizo hasta las tres de la madrugada. Poco después se partió el remolque, estando de 16 á 18 leguas de la costa, y Aguiar maniobró para tomar el puerto de Bermeo; mas viendo en él tropas france

TOMO IX.

sas que no habían de hacerle buen recibimiento, se dirigió á Mundaca, donde el peligro fué mayor, aconchado el cañonero en la barra y con los enemigos en la costa prontos á prender á los que se libertaran del naufragio. Con increible felicidad logró pasar entre bajos y fondear en la ensenada de Lanchove con la única ancla que le había quedado.

Echándose al agua un marinero, trajo de la playa una lanchilla, en la que embarcó el comandante, con seis hombres armados, y se apoderó de otra lancha grande en que salvó el resto de su gente, á tiempo que el cañonero se hacía pedazos en las piedras. De noche desembarcó en lugar despejado de enemigos y se ocultó en el bosque inmediato. Aguiar animó á la gente, ofreciendo librarla si se conservaba unida y obediente á sus órdenes, para lo que se compuso con rara sagacidad, valiéndose de confidencias y noticias de los campesinos, mal avenidos con la dominación francesa. Se internó en los montes, anduvo por sendas poco frecuentadas; atravesó el valle de Carranza, escapando á la persecución de una partida de 40 caballos que había salido de Garnica en su persecución; llegó á las inmediaciones de Santoña, donde creía encontrar á la expedición, y no teniendo noticias de ella, sin arredrarle la crudeza de la estación ni los nuevos peligros, atravesó entre enemigos las montañas de Santander, León y Burgos, sufriendo trabajos grandes, procurándose la subsistencia de varios modos, y llegó á Ferrol el 2 de Diciembre, sin que faltara un solo tripulante del Estrago, hazaña que mereció aplauso '.

Tal suceso desgraciado tuvo una empresa de que se esperaban resultados importantes, y á la que concurrió la Marina inglesa con cuatro bajeles y buques menores, 800 soldados, fusiles, vestuarios y víveres'.

Dando descanso por ahora al batallar, llega el tiempo á uno de los acontecimientos más trascendentales de la revolución y levantamiento de España: á la instalación de las Cortes

1 Véase Apéndice núm. 3 de este capítulo.

Gaceta de la Regencia de 5 de Enero de 1811.

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