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pareciese. El 20 salió de la corte un refuerzo compuesto de la milicia y de partidas sueltas de Beltran de Lis y otros, cuyo refuerzo se unió á las tropas que mandaba el Empecinado. O-Dali corrió al encuentro de Bessieres, que se hallaba en Brihuega, y sin aguardar al Empecinado, aplazado para Enero de 1823. aquel punto, atacó el 24 al enemigo, que habia tomado sus posiciones en las vertientes que se encuentran antes de llegar al pueblo. No tardaron Descalabro de los liberales á dispersarse, dejando en poder de los Bribuega facciosos la artillería y un gran número de prisioneros, y salvándose á la desvandada y en el mayor desorden. Entre tanto acercábase á Brihuega el Empecinado por la derecha del camino real, é ignorante de la rota de los suyos quiso penetrar en Brihuega, no obstante que eran las nueve de la noche: estrellóse contra la resistencia de Bessieres, y desordenado y confuso retiróse con la mayor precipitacion.

Apenas se supo en Madrid el descalabro de Brihuega, el terror se apoderó de los ánimos, porAlarma de que exaltados estos por los peligros de la época

Madrid.

1823.

entregábanse mas facilmente á las grandes impresiones. Acuartelóse la milicia nacional; creáronse batallones de empleados y de paisanos; dióse la orden para levantar algunas fortificaciones, y confirióse el mando de la capital á don Francisco Ballesteros y el de las tropas vencidas al conde de La Bisbal, que no tardó en agregar á estas las que desde Aragon conducia Velasco. No obstante las promesas del conde, que ofreció al gobierno deshacer aquellas hordas donde quiera que las alcanzase, Bessieres pasó el Tajo á su misma vista y entró en Huete, donde aparentó fortificarse para reponer á los suyos de las fatigas que habian sufrido. Alli permaneció hasta el 10 de Febrero sin ser inquitado por los liberales, y dirigióse tranqui

lamente á sus antiguas trincheras, dividiéndose en dos mitades, que sucesivamente se derramaron por Aragon y Valencia. De este modo demostró el ministerio, incensado por los periódicos, que carecia de medios para vencer una inesperta banda de realistas, mientras provocaba la ira y la pugna de millones de estrangeres.

Toma de la

1823.

Consoláronse los liberales de tantas miserias con Seu de Urgél la toma de la Seu de Urgél, de cuyas fortificaciones por Mina. se apoderó Mina el 3 de Febrero, despues de haber arrojado, como en su lugar dijimos, á los batallones de Eroles y á la regencia al territorio francés. "El 8 de Diciembre de 1822, dice el general en el estracto de su vida ya citado, emprendí el bloqueo de la fortaleza de Urgél, cuyo sitio duró setenta y cuatro dias, contra una guarnicion numerosa, fanatizada, y determinada á defenderse con vigor: sus provisiones de boca y de guerra eran inmensas. No tenia ni una sola pieza de artillería que oponer á los cuarenta y seis cañones que guarnecian las almenas, en un pais pobre y estéril, y en la estacion mas rigurosa. Mis soldados apenas estaban vestidos, faltábales con frecuencia la racion necesaria por efecto de la dificultad de las comunicaciones, y tenian á mas que defender una estendida línea: finalmente, los sitiados eran tan numerosos como los sitiadores. La constancia y el valor vencieron todos estos obstáculos. Seiscientos asesinos y ladrones salidos de las cárceles componian en gran parte la tropa de Romagosa, defensor de la ciudadela de Urgél: espiaron sus crímenes el dia de la evacuacion, pues todos perecieron."

Premió el gobierno este glorioso hecho con la gran cruz de San Fernando. Tambien Milans triunfó de Misas en Olot, tomándole dos cañones y causándole bastante pérdida entre muertos y heridos: en Castilla cayó prisionero el Rojo de Valde

cia,

ras; y en Navarra Torrijos, De Pablo llamado
Chapalangarra, y Jáuregui, conocido por el Pastor,
batieron en encuentros parciales á Guergué, Cuevi-
llas, Zumalacarregui y Uranga. De estas alterna-
tivas de triunfos y derrotas deducíase la impoten-
cia de los facciosos para llevar á cabo la guerra;
y Mr. de Villele, ministro de Francia, decia al
vizconde de Chateaubriand: "Resulta de estos su-
cesos, y asi lo confiesan los naturales del pais con
quienes hablo, que nunca los realistas españoles po-
drian consumar la contrarevolucion en su patria sin ·
el auxilio de un ejército estrangero, aun cuando otros
gobiernos favoreciesen su causa."

Arrojada de Urgél la regencia, los realistas moderados atribuyeron á la violencia y á la sed de tiranía del presidente una gran parte del triunfo de las armas de Mina. Varios españoles de aquel partido, entre ellos Córdoba y Quesada, trabajaron en París para evitar la intervencion estrangera, y formar otra regencia presidida por el infante de Luca, que ayudada con un empréstito garantido Proyecto de por las potencias de la Santa Alianza, organizase nueva regen- y modificase los elementos que componian el realismo. Mas la caida del vizconde Montmorency, reemplazado en el ministerio de negocios estrangeros por Chateaubriand, hechura de la Santa Aliandió mas peso en el gabinete de Luis XVIII á los partidarios de la guerra, que despues de la arrogante respuesta de San Miguel parecia inevitable. Sin embargo, Mr. Villele hacia los últimos esfuerzos para atraer á los liberales españoles á un acomodamiento; y sus conferencias con el conde de Toreno prueban que no adivinaba los obstáculos que el tratado secreto de Verona, y mas que el tratado secreto Fernando, iban á oponer á la transaccion intentada, que segun los órganos de los regentes de Urgél, fundábase en dar á España la

za,

carta francesa fundida en hispano crisol, en una amnistía general para todos los delitos políticos, en el reconocimiento de la deuda contraida por las Cortes, y en la coronacion en América de un prín cipe de la familia real.

El tratado de la Santa Alianza desvaneció, como era de esperar, muchas de las ilusiones de Villele, á quien nosotros concedemos honradez y buena fé, si entre hombres de estado puede existir alguna vez; pero no por eso desistió del proyecto de sustituir á la regencia de Mataflorida otra de índole mas suave. En 1.° de Enero de 1823 el baron de Eroles, Eguía y el prefecto de Tolosa tuvieron una larga conferencia con este objeto, en virtud de la cual, y de las seguridades dadas á Chateaubriand por el baron, partió éste á París; tambien don Carlos España, que, concluida su mision en Verona, pretendió ser empleado en la carrera diplomática, se axasperó con la negativa, y volvió la espalda á los regentes. Finalmente, el gobierno de París, cual si nuestra nacion fuese patrimonio suyo, acordó nombrar una especie de junta provisional hasta la llegada de los enemigos de la libertad á Madrid, donde segun aviso encontrarian instrucciones de la voluntad del rey.

Fiel Balmaseda á Mataflorida, acudió á los reyes de Europa solicitando el reconocimiento de la regencia de Urgél, y el despotismo puro y sin mezcla de reforinas para España: tambien el general don Francisco Longa, que venia con recientes aclaraciones dadas verbalmente por el monarca, sostuvo á los regentes en la reunion oficial que en la secretaría de la Guerra de Francia celebraron el baron de Eroles, el conde de España y Quesada en compañía del ministro. Balinaseda entregó en 12 de Marzo al secretario de Estado del mismo pais una enérgica esposicion de la junta de Cataluña á

1823.

Luis XVIII, pidiendo fuese reconocida la regencia: en el mismo sentido representaron los arzobispos de Tarragona y Valencia, el presidente de los apostólicos de Galicia, los diputados de Alava y Guipúzcoa, la junta de Navarra, los obispos de Urgél y Pamplona, el inquisidor general, y varios gefes del realismo. No contento el ambicioso Mataflorida con tantas intrigas para sostenerse en el mando, pasó despues una nota al embajador de Rusia consultando el rumbo que debia seguir en vista de la política adoptada por el gabinete de las Tullerías, que segun la regencia tendia á dar á España un simulacro de instituciones representativas: el embajador escusó el consejo.

Eguía dió por disuelta la regencia, manifestando que iba á tomar el mando supremo; y el baron de Eroles avisó en Febrero á Mataflorida el acuerdo que el gabinete francés habia tomado de nombrar un Consejo Supremo de gobierno para España, designando los individuos; acuerdo fundado en la voluntad de Fernando, que la habia declarado en dos cartas; la primera presentada por el encargado de negocios de Dinamarca en Madrid al ministro en París, y la segunda entregada al rey de Francia por el embajador Lagarde.

El presidente de la regencia de Urgél podia oponer documentos á documentos, voluntad á voluntad, y á unas órdenes otras órdenes contrarias. En Enero de este año 1823 habia recibido una regia autorizacion por conducto de don Manuel Gonzalez, en la que "S. M. aprobaba todo lo hecho por la regencia, mandábale continuar la empresa, declaraba su real determinacion contra el establecimiento de cámaras y toda clase de gobier no representativo, diciendo que solo accedia á la proclama de 15 de Agosto del año anterior: prevenia al marques que sancionaba cuanto en su

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