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nombre hiciese, y que no obstante se le comunicase cosa en contrario la tuviese por no mandada." Mas reciente era otra comunicacion puesta en manos, de Mataflorida por don Felix Alvarado para que la regencia continuase sus funciones hasta la llegada de los franceses á Madrid, donde se hallarian designados por S. M. los sugetos que debian componer el gobierno. Asi lo manifestó Alvarado en las. representaciones dirigidas al rey de Francia y al duque de Angulema á favor de la continuacion de la regencia.

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núm. 4.)

Los que duden de que un príncipe que se daba á sí propio el título de católico, de que un hombre de nuestro siglo, de que un español en fin jugase hasta tal punto con la vida de sus semejantes y elevase á este grado la perfidia, pueden consultar los papeles del archivo de la regencia de Urgél en las secretarías del despacho, y el estracto que de ellos publicó el mismo Mataflorida (*). ("Ap. lib. 11. Fuente pura donde hemos bebido muchas de las noticias apuntadas, y manantial fecundo, de descubrimientos para la lúgubre historia de aquella época. Vender á todos, ser ingrato con amigos y enemigos, premiar los servicios con el olvido, sacrificar la patria, las leyes. y los súbditos al deseo de venganza, al ansia de oprimir; tal es la conducta de Fernando el deseado, como le llamaba el inocente pueblo que le levantó sobre su escudo en 1808.

Los amigos de este rey conocian tan perfectamente los ocultos pliegues de su corazon, que en respuesta á la consulta de la regencia sobre el plan que suponia á Eguía y á los ministros franceses, fundado en una instruccion dada por el monarca, decia el inquisidor general: "Estoy muy enterado del papelito, de los antecedentes que le motivaron y de lo obrado en su virtud; y me causa risa que 7

T. III.

quieran levantar castillos sobre fundamentos tan débiles y que significan tan poco. Ello es que si se apurase todo, resultaria el cargo mas terrible y sin réplica contra el sugeto á quien se dirigió."

Fernando y su familia seguian en el mismo estado de abatimiento y tristeza en que los habian sumido sus pasiones dominantes y la delicada situacion de la cosa pública. Atacado el primero por la gota unas veces en el pie y otras en la rodilla, negábase á salir de palacio, ya que no le era permitido habitar alguno de sus sitios favoritos; y la reina, atormentada por las convulsiones de nervios que con tanta pertinacia la acometian, solo en la oracion y en el retiro encontraba consuelos que no podia comunicar á su esposo. Verdad es que el sol de la esperanza penetraba ya con sus rayos las nubes de la tempestad; mas antes de que las disipase restaban dias de tribulacion y de amargura.

De vuelta de Verona Wellington se detuvo en París en virtud de las instrucciones que le envió Canning para que tratase de suavizar el áspero continente de las Tullerías, y propuso la mediacion inglesa, que fue desechada: el gabinete de Londres no cesaba en uno y otro memorandum de encargar á su embajador en Madrid, sir William A'Court, que obtuviese del gobierno español algunas reformas en el código político de 1812. No contento el inglés con esto, envió á lord Fitz Roy Sommerset para que intérprete de las ideas de Wellington y del estado de las negociaciones, interpusiese el poderoso influjo del duque con algunos de los gefes de la revolucion española. Ya San Miguel, á consecuencia de una sesion secreta de las Cortes en que se ventiló la cuestion, habia despachado correos estraordinarios solicitando en Gran Bretaña, una nota los buenos oficios de la Inglaterra entre

Oficios de la

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Francia y España, y diciendo que el gobierno permanecia invariable en sus sentimientos; que si existian defectos en el código de 1812, la nacion los corregiria cuando y como mejor le pareciese; y que los ingleses debian mediar para que la Francia disolviese el ejército de observacion. Bajo semejantes bases los pasos dados por la Inglaterra fueron infructuosos, y Chateaubriand exigió por su parte para abrir las puertas á un arreglo "que se permitiese al rey de España, libre de su actual cautiverio y puesto á la cabeza de su ejército, adelantarse hasta las márgenes del Vidasoa, á fin de tratar con el duque de Angulema y establecer una paz sólida." Rotas pues por la increible ceguedad de los gobernantes del reino hispano las vias diplomáticas de conciliacion, aumentáronse las probabilidades de la guerra, y triunfó en el Consejo de las Tullerías tan desastroso medio.

Cuando la Corte de Nápoles supo que la lucha estaba decretada, reclamó, instada por el Austria, que miraba con celos y sospechas el encargo de la Francia, la regencia en el gobierno provisional que iba á establecerse hasta restituir á Fernando su cetro de hierro. Y tuvo el emperador de Rusia que interponer su poderoso influjo para acallar esta pretension, que llevaba visos de querella, y que los españoles pudieran haber fomentado ardientemente á no andar divididos y tan escasos de hombres de estado.

Las cámaras se componian en Francia de diputados del partido ultra en su mayoría, y Luis XVIII procedió á su apertura en 28 de Enero en el salon de guardias de Enrique IV en el Louvre, descorriendo el velo de sus intenciones con la Pe

Reclamacion de Nápoles.

1823.

Discurso de

nínsula española. "Todo lo he intentado, dijo, pa- Luis XVIII. ra asegurar la tranquilidad de mis pueblos y pre

servar á España de las últimas desgracias.- La ceguedad con que han sido desechadas las proposiciones hechas en Madrid dejan pocas esperanzas de paz.-He ordenado Hamar á mi ministro: cien mil franceses mandados por un príncipe de mi familia, por aquel á quien mi corazon se complace en llamar hijo, estan prontos á marchar, invocando al Dios de San Luis, para conservar el trono de España á un nieto de Enrique IV, preservar este hermoso pais de su ruina, y reconciliarle con la Europa."

No tardaron en dar principio á sus sesiones los parlamentos ingleses, y el rey se esplicó en estos términos por lo respectivo á la cuestion del dia. Del rey de In- "Fiel á los principios que S. M. ha proclamado á glaterra. la faz del mundo entero como regla de su conducta, S. M. se ha opuesto á tomar parte en Verona en alguna medida que pudiera considerarse como una intervencion en los asuntos interiores de España por parte de las potencias estrangeras, y desde entonces S. M. ha empleado y continúa empleando sus esfuerzos, los mas ejecutivos, como tambien sus buenos oficios para calmar la irritacion que por desgracia existe entre los gobiernos francés y español, y para evitar, si posible fuere, la calamidad de una guerra entre Francia y España." Los oradores marques de Lansdown, lord Liverpool y Brohugam, se pronunciaron á favor de España, y hablaron de romper las hos tilidades con la Francia si dos soldados de esta atravesaban los Pirineos. El emperador de Rusia pasó entonces la siguiente nota á su embajador en Londres.

Nota de Ru

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"S. M. I. se lisonjeaba de que la modesia á Inglater- racion prevalecería en los consejos del gobierno inglés, y que no querria en un rompimiento con Francia esponerse á destruir todos los lazos que le

ra.

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unen al continente. Pero si contra toda esperanza la Inglaterra declarase la guerra á Francia para impedir al gobierno de S. M. cristianísima que tribute á España el servicio mas importante, S. M. I. autoriza á su embajador para que asegure desde ahora al gabinete de las Tullerías que sus intenciones no cambian, y que por su parte mirará el ataque dirigido contra Francia como un ataque general contra todos los aliados, y que aceptará sin vacilar las consecuencias de este principio. Seguro de su apoyo, el emperador exhorta al rey á llevar a cabo su resolucion, y marchar con confianza contra los hombres de las revueltas y de los desastres.Obrando conforme á este espíritu, el emperador recuerda la cuestion agitada en el congreso relativa á la reunion de un ejército ruso en las fronteras occidentales del imperio, como un medio de seguridad para la Europa. Los gabinetes se separaron sin resolver cosa alguna sobre semejante asunto; pero la materia ha sido nuevamente tomada en consideracion. S. M. I. está dispuesto á reunir un ejército de observacion en sus estados."

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El rey de Inglaterra, Peel, Wellington, y el partido de lord Castelreagh, se oponian á la lucha, y el mismo Canning temia provocar segunda vez el establecimiento del sistema continental: asi que Inglaterra proclamó la neutralidad.

El papel que representaba el monarca español, sancionando con una mano los decretos de las Cortes, y espidiendo con la otra órdenes á Eguía y á los demas agentes, horrorizaba á los que poseían el secreto. Chateaubriand dice en su obra, tantas veces citada, el congreso de Verona: "Canning me hablaba mal de Fernando, de quien yo pensaba aun peor." Y el misno secretario inglés escribia al vizconde en 21 de Enero: "Pero en cuanto al

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