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Massena, como hemos dicho, luego de entregar el mando al mariscal Marmont tomó el camino de Francia. Llevaba una escolta de 1,200 hombres, más de 1,000 prisioneros españoles é ingleses y un enorme convoy. Caminaba por la carretera de Francia, sin contar con que don Francisco Espoz y Mina, á la sazón en Navarra, observó su llegada y se internó sigilosamente en Alava; cuando el convoy atravesaba la sierra de Arlabán, el 25 de Mayo, cayó Mina sobre la retaguardia, entablándose un reñido combate en el que perdieron los franceses cuarenta oficiales y ochocientos soldados; cayó prisionero el coronel Laffite, recobramos los prisioneros y quedó en nuestro poder todo el convoy, tasado en cuatro millones de reales que se repartieron, mitad entre los aprehensores, mitad para la caja militar. Valió á Mina esta sorpresa sinceros plácemes.

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Al internarse Marmont en Extremadura, abandonando Salamanca, nuestras tropas de Galicia y Asturias se corrieron hacia Castilla.

Mientras estuvo reconcentrada la atención en Extremadura, las mandaba Mahy, a cuyas inmediatas órdenes estaba don Francisco Javier Losada, y no habían hecho sino avanzar y retroceder, según se lo exigían los movimientos del enemigo; una sola vez, el 19 de Marzo, trabaron formal batalla con los franceses en las alturas de Puelo, cerca de Cangas de Tineo y sufrieron una espantosa derrota en la que salió herido el general Bárcena, y no fueron mayores sus consecuencias gracias al auxilio de Porlier el Marquesito. Substituyó á Mahy, don José María Santocildes, y se confió el mando en jefe de aquellas tropas á Castaños que las distribuyó entre Asturias, al mando de Losada, el Vierzo, á la entra

da de Galicia, al de Taboada, y en la Puebla de Sanabria, al de don Francisco Cabrera. Santocildes con las fuerzas de Taboada y Cabrera pasó en 1.o de Junio á Castilla. Trece días después los franceses al mando de Bonnet, abandonaban Asturias, y la guarnición francesa de Astorga, luego de destruir sus fortificaciones, se retiraba á Benavente.

Santocildes entró en Astorga el 22 de Junio. Al siguiente día era atacado Taboada en Cogorderos, junto à la carretera de Astorga á Ponferrada, sobre el río Tuerto, por fuerzas de las que Bonnet llevó de Asturias á León y mandaba el general Willetaux. Ya se defendia bizarramente Taboada cuando vinieron en su socorro don Federico Castaños con su brigada asturiana, y el coronel don Pablo Mir, y juntos destrozaron al enemigo, contándose entre los muertos al propio Willetaux.

De muy distinto modo que los gallegos y los asturianos se condujeron los montañeses del país de Liebana; desde Potes, su capital, hostilizó de continuo á los franceses don Juan Díaz Porlier, reduciendo á la impotencia al ejército francés del Norte en que tanto confió Napoleón y puso al mando del mariscal Bessieres. Besieres se fué á Francia, aburrido de la persecución de Porlier y temeroso de perder la reputación que en otras luchas había conquistado.

II

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Toma del castillo de San Felipe por los franceses. - Disidencia de los tarraconenses. - Retirada de Macdonald á Lérida. — Campoverde ataca á Montjuich. — Macdonald vuelve á Barcelona é incendia à Manresa. - Toma del castillo y la ciudad de Figueras. - Capitulación de Eroles y Campoverde. — Sitio y toma de Tarragona por los franceses. — Toma de Montserrat. Rendición del castillo de Figueras. Situación de José. Promesas. Su viaje à Paris. Regresa á España. - Primer plan frustrado.

Trasladémonos à Cataluña, toda en poder de los franceses, en los comienzos de 1811, excepto Tarragona. Suchet, luego de la toma de Tortosa, encomendó al general Habert la del castillo de San Felipe, en el Coll de Balaguer, la que sin grandes esfuerzos consiguió, el 8 de Enero, aprisionándonos más de cien hombres, entre ellos trece oficiales. Aseguró Tortosa, Teruel, Alcañiz, las márgenes y la embocadura del Ebro y el puerto de San Carlos de la Rápita. Se fué à Zaragoza, dejando á Macdonald preparando el asedio de Tarragona. Macdonald estaba muy animado confiando en las diferencias que reinaban entre los defensores de la plaza, idólatras los más de Campoverde y enemigos de Iranzo, sucesor de O'Donnell; para poner fin á estos disgustos se confió el mando interino de la ciudad amenazada á Campoverde, y Macdonald decidió irse á Lérida para mejor madurar sus planes; no lo hizo sin que don Pedro Sarsfield atacase á la brigada italiana del general Eugeni, que murió á consecuencia de las heridas recibidas en

este encuentro, y derrotase también á la que mandaba Palombini. No cesaron, sin embargo, las discordias entre los tarraconenses hasta que se dió á Campoverde el mando efectivo de la plaza, con detrimento de la autoridad de don Carlos O'Donnell, jefe superior de las fuerzas de Cataluña. No por eso se aunaron las voluntades en Tarragona: reunió Campoverde un Congreso catalán el 2 de Marzo y no consiguió con ello sino mantener, cuando no agravar, la discordia.

Macdonald en Lérida y Suchet en Aragón combatiendo las intrépidas partidas que capitaneaban don Pedro Villacampa, don Juan Martin el Empecinado y don Francisco Espoz y Mina, que desde Navarra hacia continuas incursiones á Aragón, partió Campoverde de Tarragona, con el grueso de sus fuerzas, en dirección á Barcelona, seguro, por confidencias, de tomar cuando menos el castillo de Montjuich. Maurice-Mathieu, gobernador de Barcelona, supo también, por confidencias, los propósitos de Campoverde, tomó sus medidas, castigó severamente á los comprometidos en la conspiración y recibió á balazos á las confiadas fuerzas de Campoverde que, convencidas del yerro, hubieron de retroceder á Ta

rragona.

La toma de Tarragona era por entonces la preocupación de Napoleón, y para mejor asegurarla, con ser mariscal y Duque de Tarento Macdonald, le redujo el mando á Barcelona y la parte septentrional de Cataluña, y á Suchet, sin ninguno de estos titulos, el de Cataluña meridional, y le confió el sitio y conquista de Tarragona, autorizándole para pedir las fuerzas que necesitase para esta empresa. Malhumorado Macdonald, abandonó á Lérida con una escolta de 10,000 hombres, que habían de regresar á Aragón; descargó su furia sobre Manresa, casi abandonada aún por muchos de sus pacíficos habitantes y, no teniendo contra quién emplear sus armas, la incendió, convirtiendo en cenizas más de 800 casas, templos, fábricas y hospitales, dando lugar á horrorosas escenas. Para mayor ignominia, se puso á contemplar su obra desde las montañas de la Culla. Estos actos de barbarie eran hijos del mal efecto que en Macdonald había producido la elevación de Suchet, con detrimento de su autoridad, en Cataluña; pero los manresanos no se los perdonaron. Sarsfield y el Barón de Eroles, que ya perseguían al enemigo redoblaron sus esfuerzos, le arremetieron con furor y arrollaron la retaguardia formada por la brigada de napolitanos de Palombini. Costó esta acción á los franceses 1,000 bajas. En ella se distinguió el coronel don José María Torrijos, más tarde uno de los mártires de la libertad española. Macdonald llegó al fin á Barcelona, no sin sufrir algún otro contratiempo de menor importancia, y su mermada escolta volvió á Aragón, al mando del general Harispe, no sin ser también molestada por los españoles que no daban cuartel al enemigo.

No tardó mucho Macdonald en necesitar de aquella escolta para combatirnos; pero no se la proporcionó ya Suchet, que deseaba obrar por cuenta propia y todas las fuerzas le eran necesarias para sus planes. Don Francisco Rovira, don Francisco Antonio Martinez y el Barón de Eroles, de acuerdo con el capitán español don José Casas, que había ganado á un servidor del guarda almacén del castillo

de San Fernando de Figueras, para apoderarse de una llave, fingieron dirigirse á Francia y, cuando más desprevenidos estaban los franceses, cambiaron de rumbo y sigilosamente se dirigieron con las armas ocultas á Figueras. Casas, con su llave, franqueó la entrada en el castillo y en él penetró con los suyos y penetraron Martínez y Rovira, juntándose unos 2,000 hombres que se desparramaron por

el castillo y sorprendieron dormida á la guarnición, à la que hicieron prisionera el 10 de Abril. Fácil fué luego al Barón de Eroles entrar en Figueras el 16, después de haberse apoderado el 12 de los fuertes de Olot y Castellfollit. No hay para qué decir el efecto que esta sorpresa causó á los franceses. Macdonald hubiera querido que se pusiese á su disposición todo el ejército invasor para recobrar á Figueras; pero hubo de servirse para ello de sus propias fuerzas.

Duró poco la satisfacción de los españoles por haber vengado de algún modo el incendio de Manresa. Campoverde acudió con pereza en socorro de Figueras y tuvo después la debilidad de caer en una celada que le tendieron los franceses mientras recibían refuerzos, en virtud de la cual capitularon el 4 de Mayo, Campoverde desde fuera y Eroles desde el interior de la plaza, para ser, así que les llegaIron á los franceses refuerzos, víctimas de un nutrido fuego de artillería, costándonos más de 1,000 bajas entrar en el castillo un socorro de 1,500 hombres y el que luego fuese tan difícil salir de él como socorrerlo desde fuera.

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El Barón de Eroles.

Mientras tanto Suchet que tenía á sus órdenes 40,000 hombres, la mitad de los que dejó guarneciendo las riberas del Ebro, encomendando al general Comperé la defensa de Zaragoza y á Klopicki contener las incursiones de Mina, en la frontera de Navarra; se decidió con el resto al ataque de Tarragona, defendida por don Juan Caro, que no contaba para su defensa sino con 6,000 soldados y 1,500 voluntarios. Contaba Suchet para acometer su empresa con la valiosa ayuda del general Harispe y con Palombini, tantas veces castigado por los españoles. El 4 de Mayo, fuerzas al mando de Harispe, Palombini, Frere y Habert, acordonaban la plaza hasta el mar. Con todo, pudo entrar en Tarragona Campoverde, con diez mil hombres, encomendando á Sarsfield que hostilizara al enemigo desde fuera. Entablada la lucha, tras ruda batalla, perdimos el fuerte del Olivo, luego el de Francolí, después los de Canónigos, San Carlos y Real y, por último, la ciudad por completo. Dos meses duró casi, sin interrupción este empeñado combate, en el que sitiados y sitiadores agotaron todos los recursos de la guerra en el ataque

y en la defensa, contándose en uno y otro campo por millares las bajas; por millares se contaron también los indefensos habitantes que murieron á manos del enfurecido ejército vencedor. La escuadra inglesa, que llevó de Cádiz 1,220 hombres de refuerzo y no los desembarcó por considerarlo inútil, visto el estado de la plaza, hubo de levar anclas, pues también contra ella dirigió el enemigo sus cañones. La jornada fué terrible, personas imparciales dicen que Tarragona rayó en la temeridad en su defensa; en ella intervinieron don Juan Senén de Contreras, como gobernador de la plaza, que fué hecho prisionero; don Juan Caro, que hizo varias salidas en busca de refuerzos á Valencia, y don Manuel Velasco; el Barón de Eroles, Campoverde y don José Miranda, que vino de Valencia, con 4,400 hombres, hostilizaron de continuo al enemigo desde fuera de la plaza. El vencedor Suchet, terminó su obra en Tarragona demoliendo sus fortificaciones, conservando sólo las del recinto alto de la ciudad, y dejó alli al general Bartoletti, con dos mil hombres, el 24 de Julio, y satisfecho, tanto por el triunfo obtenido como por haber sido premiado por Napoleón con

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