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Lo mismo ejecutaban en Cantabria el ya nombrado Don Juan Lopez Campillo, con Salcedo, La Riva y otros varios caudillos.

Otros caudillos.

Junta de Viz

caya.

Renovales.

En las provincias Vascongadas instalóse en febrero la junta del Señorío, que comunmente residia ahora en Orduña. Por el esmero que dicha autoridad puso, y bajo la inspeccion del general Mendizabal, acabó Don Mariano Renovales de formar entonces tres batallones y un escuadron, los primeros de á 1,200 hombres cada uno, que empezaron á obrar en la actual primavera. Alimentáronse asi los diversos focos de insurreccion, creados ya antes en gran parte por la actividad y cuidado especial del Pastor y Longa. En sus correrías, extendíase Renovales por la costa, mancomunando sus operaciones con las fuerzas marítimas británicas, que á la órden de sir Home Popham cruzaban por aquellos mares; y hubo circunstancia en que ambos cerraron de cerca ó escarmentaron á los franceses de Bilbao, y otros puertos. Bien asi como Don Gaspar Jáuregui (el Pastor), poco ha nombrado, á quien se debió, sostenido por dicho Popham, la toma en Lequeitio, el 18 de junio, de un fuerte ganado por asalto, y la de un convento en donde se cogieron cañones, pertrechos y 290 prisioneros.

El Pastor.

Individuos de la junta de Búrgos ahorcados por los franceses.

Perseguian los enemigos con encono á las juntas de este séptimo distrito, que, auxiliadoras en gran manera de las guerrillas y cuer pos francos, fomentaban ademas el espíritu hostil de los habitadores por medio de impresos y periódicos publicados en los lugares recónditos en donde se albergaban. Asi avínole terrible fracaso á la de Burgos, una de las mas diligentes y tenaces. Cuatro de sus vocales, Don Pedro Gordo, Don José Ortiz Covarrubias, Don Eulogio José Muro y Don José Navas (nombres que no debe olvidar la historia) tuvieron la fatal desgracia de que sorprendiéndolos los enemigos el 21 de marzo en Grado, los trasladasen á la ciudad de Soria, y los arcabuceasen ilegal é inhumanamente suspendiendo sus cadáveres en la horca. Irritado con razon Don Gerónimo Merino, adalid de aquellas partes, pasó por las armas á 110 prisioneros franceses: 20 por cada vocal de la junta, y los demas por otros dependientes de ella que igualmente sacrificó el francés. Tal retorno tiene la violenta saña.

Venganza que toma Merino.

No querian entonces nuestros contrarios reconocer en el ciudadano español los derechos que á todo hombre asisten en la defensa de sus propios hogares, y trataban á los que no eran soldados como salteadores ó rebeldes. Sin embargo, Napoleon, cuando en 1814 tocaba ya al borde de su ruina, dió un decreto en Fismes á 5 de marzo en el que decia* : 1° que todos los ciudadanos franceses estaban no solo autorizados á tomar las armas, sino obligados á hacerlo,

Decretos notables de Napoleon.

(* Ap. n. 2.)

a

< como tambien á tocar al arma... á reunirse, registrar los bos<ques, cortar los puentes, interceptar los caminos, y acometer <al enemigo por flanco y espalda... 2° Que todo ciudadano francés cogido por el enemigo y castigado de muerte seria vengado in<mediatamente en represalia con la muerte de un prisionero ene<migo. Otros decretos del mismo tenor acompañaron ó precedieron á este, señaladamente uno en que se autorizaba el levantamiento en masa de varios departamentos, con facultad á los generales de permitir la formacion de partidas y cuerpos francos. Defensa esta mejor que otra ninguna de la conducta de los españoles : leccion dura para conquistadores sin prevision ni piedad, que en el devaneo de su encumbrada alteza prodigan improperios, é imponen castigos á los hijos valerosos de un suelo profanado é injustamente invadido.

Espoz y Mina.

En este séptimo distrito quédannos por referir algunos hechos de Don Francisco Espoz y Mina, no desmerecedores de los ya contados. A vueltas siempre con el enemigo pasaba aquel caudillo de una provincia á otra, juntaba su fuerza, la dispersaba, reuníala de nuevo, obrando tambien á veces en compañía de otros partidarios. En 11 de enero, presente Accion de San- Don Gabriel de Mendizabal, general en gefe del sép

Presa de un

güesa. timo ejército, y en compañía de la partida de Don Francisco Longa, hizo Espoz y Mina firme rostro al enemigo á la derecha del rio Aragon, inmediato á la ciudad de Sangüesa. Mandaba á los franceses el general Abbé, gobernador de Pamplona, quien envuelto y acometido por todas partes tuvo que salvarse al abrigo de la noche, despues de perder 2 cañones y unos 400 hombres. Aunque amalado, no cesó Espoz y Mina en sus segundo convoy lides, cogiendo en 9 de abril de un modo muy notable en Arlaban. un convoy en Arlaban; lugar célebre por la sorpresa ya relatada del año anterior. Presentábanse para el logro de aquel intento várias dificultades: era una la misma victoria antes alcanzada, y otra un castillo que habian construido alli los franceses, y artilládole con cuatro piezas. Cuidadoso Mina de alejar cualquiera sospecha maniobró diestramente; y todavía le creian sus contrarios en el alto Aragon, cuando haciendo en un dia una marcha de 15 leguas de las largas de España, se presentó con sus batallones el 9 al quebrar del alba en las inmediaciones de Arlaban y pueblo de Salinas, en donde formó con su gente un círculo que pudiese rodear todo el convoy y fuerza enemiga. Cruchaga, segundo de Mina, contribuyó mucho á los preparativos, y opuso á la vanguardia de los contrarios al bravo y despues mal aventurado comandante Don Francisco Ignacio Asura.

Era el convoy muy considerable; escoltábanle 2,000 hombres, llevaba muchos prisioneros españoles, y caminaba con él á Francia Mr. Deslandes, secretario de gabinete del rey intruso, y por

Muerte de Mr. Deslandes, secretario de José.

tador de correspondencia importante. Al descubrir el convoy y tras la primera descarga, cerraron los españoles bayoneta calada con la columna enemiga, y punzáronla antes de que volviese de la primera sorpresa. Duró el combate solo una hora, destrozados los enemigos y acosados de todos lados. 600 de ellos quedaron tendidos en el campo, 150 prisioneros; y se cogió rico botin y 2 banderas. Parte de la retaguardia pudo ciar precipitadamente protegida por los fuegos del castillo de Arlaban. Mr. Deslandes, al querer salvarse saliendo de su coche, cayó muerto de un sablazo que le dió el subteniente Don Leon Mayo. Su esposa Doña Carlota Aranza fue respetada, con otras damas que alli iban. Cinco niños, de quienes se ignoraban los padres, enviólos Mina á Vitoria, diciendo en su parte al gobierno: «Estos angelitos, víctimas inocentes en los primeros pasos de su vida, han merecido de mi division todos los sentimientos de compasion y cariño que dictan la religion, la humanidad, edad tan tierna < y suerte tan desventurada..... Los niños por su candor tienen <sobre mi alma el mayor ascendiente, y son la única fuerza que imprime y amolda el corazon guerrero de Cruchaga. Expresiones que no pintan á los partidarios españoles tan hoscos y fieros como algunos han querido delinearlos.

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Poco antes el general Dorsenne (que aunque tenia sus cuarteles en Valladolid, hacia excursiones en Vizcaya y Navarra) combinándose con tropas de Aragon, y juntando en todo unos 20,000 hombres, penetró en el valle del Roncal, abrigo de enfermos y heridos, depósito de municiones de boca y guerra. Grande peligro estrechó entonces á Mina, que consiguió superar burlándose de los ardides y maniobras del francés, y ejecutar en seguida la empresa relatada de Arlaban.

Tanto empeño en concluir del todo con Espoz, no solo lo motivaban los daños que de sus acometidas se seguian al enemigo, sino la resolucion cada vez mas clara de agregar á Francia la Navarra con las otras provincias de la izquierda del Ebro. Asi se lo manifestó Dorsenne por este tiempo á las autoridades y cuerpos de Pamplona, entre los que varios replicaron oponiéndose con el mayor teson. Esta resistencia, y los acontecimientos que sobrevinieron en el norte de Europa, impidieron que aquella determinacion pasase á ejecucion abierta.

Despues de lo de Arlaban se trasladó Mina al reino de Aragon, y habiéndose introducido en el pueblo de Robres, se vió cercado al amanecer del 23 de abril, y casi cogido en la misma casa donde moraba, y en cuya puerta se defendió con la tranca no teniendo por de pronto otra arma, hasta que acudió en auxilio suyo su asistente el bravo y fiel Luis, que llamando al mismo tiempo á otros compañeros, le sacó del trance, y lograron todos esquivar la vigilancia y presteza de los enemigos..

Muerte de Cru

Asi siguió Mina de un lado á otro, y no paró antes de mediar mayo; en cuya sazon habiéndose dirigido á Guipúzchaga. coa, ocurrió la desgracia de que al penetrar por la carretera de Tolosa, en el pueblo de Ormástegui, una bala de cañon arrebatase las dos manos al esforzado Don Gregorio Cruchaga, de cuya grave herida murió á poco tiempo. Tambien entonces en Santa Cruz de Campezu recibió Mina un balazo en el muslo derecho, por lo que estuvo privado de mandar hasta el inmediato agosto. Con esto respiraron los franceses algun trecho, necesario descanso á su mucha molestia.

Medidas administrativas de Mi

na.

Si admira tanto guerrear, mas destructivo y enfadoso para los franceses, cuanto se asemejaba al de los pueblos primitivos en sus lides, igualmente eran de notar varios actos de la administracion de Mina. Estableció este cerca de su campo casi todos los cuerpos y autoridades que residian antes en Pamplona, saltando de sitio en sitio al son de la guerra, pero desempeñando todos, no obstante, sus respectivos cargos con bastante regularidad, ya por la adhesion de los pueblos á la causa nacional, ya por el terror que infundia el solo nombre de Mina, cuya severidad frisaba á veces con cruel saña, si bien algo disculpable y forzosa en medio de los riesgos que le circuian, y de los lazos que los enemigos le armaban.

Cubria principalmente Espoz y Mina sus necesidades con los bienes que secuestraba á los reputados traidores, con las presas y botin tomado al enemigo, y con el producto de las aduanas fronterizas. Modo el último de sacar dinero, quizá nuevo en la económica de la guerra. Resultó de un convenio hecho con los mismos franceses, segun el cual nombrándose por cada parte interesada un comisionado, se recaudaban y distribuian entre ellos los derechos de entrada y salida. Amigos y enemigos ganaban en el trato, con la ventaja de dejar mas expedito el comercio.

Juicio de Wel

lington sobre las

guerrillas.

uno de sus

* (Ap. n. 3.)

La utilidad y buenas resultas en la guerra de este fuego lento y devorador de las partidas, reconocíalo Lord Wellington, quien decia por aquel tiempo en pliegos, escrito en su acostumbrado lenguaje veridico, severo y frio: Las guerrillas obran muy acti

<vamente en todas las partes de España, y han sido <felices muchas de sus últimas empresas contra el enemigo. › Movimiento de Dicho general proseguia con pausa en sacar venWellington. taja de sus triunfos. Tomado que hubo á Ciudad Rodrigo, destruidos los trabajos de sitio, reparadas las brechas y abastecida la plaza, pensó moverse hácia el Alentejo, y emprender el asedio de Badajoz. Ejecutáronse los preparativos con el mayor sigilo, queriendo el general inglés no despertar el cuidado de los mariscales Soult y Marmont. Dispuesto todo, empezaron á ponerse en marcha las divisiones anglo-portuguesas, dejando, solo

una con algunos caballos en el Agueda. Lord Wellington salió el 5 de marzo, y sentó ya el 11 en Yelves su cuartel general.

En seguida, mandó echar un puente de barcas Pone el inglés sobre el Guadiana, una legua por bajo de Badajoz; sitio á Badajoz. y pasando el rio su tercera y cuarta division, embistieron estas la plaza, juntamente con la division ligera, el 16 del mismo marzo: agregóseles despues la quinta, que era la que habia quedado en Castilla. La primera, sexta y séptima con dos brigadas de caballería se adelantaron á los Santos, Zafra y Llerena, para contener cualquiera tentativa del mariscal Soult, al paso que el general Hill avanzó con su cuerpo desde los acantonamientos de Alburquerque á Mérida y Almendralejo, encargado de interponerse entre los mariscales Soult y Marmont, si, como era probable, trataban de unirse. Coadyuvó á este movimiento el quinto ejército español, cuyo cuartel general estaba en Valencia de Alcántara.

El gobernador francés Philippon no solo habia reparado las obras de Badajoz, sino que las habia mejorado, y aumentado algunas. Por lo mismo, pareció á los ingleses preferible emprender el ataque por el baluarte de la Trinidad, que estaba mas al descubierto, y se hallaba mas defectuoso, batiéndole de lejos, y confiando para lo demas en el valor de las tropas. Dicho ataque podia ejecutarse desde la altura en que estaba el reducto de la Picuriña, para lo cual menester era apoderarse de esta obra, y unirla con la primera paralela: operacion arriesgada, de cuyo éxito feliz dudó Lord Wellington.

Metiéndose el tiempo en agua desde el 20 al 25, creció tanto Guadiana que se llevó el puente de barcas; á cuya desgracia añadióse tambien la de que el 19, haciendo los franceses una salida con 1,500 infantes y 40 caballos, causaron confusion y destrozo en los trabajos. Con todo, los ingleses continuaron ocupándose en ellos con ahinco, y rompieron el fuego desde su primera paralela el 25 con 28 piezas en 6 baterías; 2 contra la Picuriña, y 4 para enfilar y destruir el frente atacado.

Al anochecer del mismo dia asaltaron los ingleses aquel fuerte, defendido por 250 hombres, y le tomaron. Establecidos aqui los sitiadores, abrieron á distancia de 130 toesas del cuerpo de la plaza la segunda paralela.

En esta se plantaron baterías de brecha para abrir una en la cara derecha del baluarte de la Trinidad, y otra en el flanco izquierdo del de Santa María, situado á la diestra del primero. Los enemigos habian preparado por este lado, por donde corre el Rivillas, una inundacion que se extendia á doscientas varas del recinto, y cuya esclusa la cubria el rebellin de San Roque colocado á la derecha de aquel rio, y en frente de la cortina de la Trinidad y San Pedro, en la cual tambien se trató de aportillar una tercera brecha. Los ingleses, para inutilizar la mencionada esclusa, qui

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